(foto, tomada de: https://www.areahumana.es/incertidumbre-o-miedo-al-futuro/)
|
El mundo más o menos paralizado. En
muchos países y ciudades, la gente confinada en sus casas. Muchos profesionales
trabajando de manera remota desde sus casas. Niños sin ir al colegio. Toques de
queda. Militares patrullando las calles. Controles policiales. Cordones
sanitarios. Controles de temperatura. Supermercados desabastecidos. Hospitales
colapsados. Guerras entre países por mascarillas y ventiladores mecánicos. Cientos y miles de muertos
diarios en algunos países como Italia, España, EEUU. Cadáveres en las calles
como en Ecuador. La actividad económica suspendida en muchos sitios.
Un evento inesperado de alto impacto. Un
cisne
negro. Es cierto que desde enero recibíamos noticias desde
China, la aparición del virus, el cierre de la ciudad, la construcción del
hospital en una semana, los muertos. Sin embargo parece que tenemos problemas
para detectar tendencias, para extrapolar lo que ocurre en otro lado a nuestra
realidad y para ver implicancias sistémicas de los fenómenos.
No sabemos que viene en el desarrollo de
la pandemia, ¿cómo va a evolucionar la curva de contagios y de muertes?, ¿qué
va a pasar con la actividad económica local, nacional y mundial? Estamos con
una incertidumbre nueva que no desafía a todos, especialmente a quienes están a
cargo de otros en organizaciones de todo tipo.
La incertidumbre es la dificultad para
poder prever o anticipar. Tenemos muchos espacios de incertidumbre en la vida,
partiendo por la posibilidad de la propia muerte. Para una organización también
existe gran incertidumbre: ¿Cuánto venderá el próximo mes?, ¿Cuántos clientes
cumplirán con sus pagos?, ¿Se realizará el proyecto X?, ¿El Parlamento aprobará
la ley Y?, ¿Aparecerá un competidor nuevo?, etc. Sin embargo en la vida
cotidiana hacemos como que la incertidumbre no existiera o la gestionamos
dentro de ciertos rangos de probabilidad.
Lo que ha ocurrido ahora es que nos ha
aparecido una incertidumbre con la que no contábamos o se ha arrancado de los
rangos en que habitualmente pensábamos que “la teníamos bajo control”. Y esto
es lo nuevo, la posibilidad de anticiparse, prever, estimar se encuentra
completamente nublada en este momento. Y ello tiene un correlato emocional
importante: angustia.
Por ello, en momentos de incertidumbre y
angustia es el tiempo de los líderes, más que de los gerentes. Destacaría a tres autores para poder fundamentar esta idea: (1) John
Kotter, el liderazgo tiene que ver con la gestión del cambio,
donde se necesita señalar rumbos, generar alineamiento y motivar a las
personas, por sobre presupuestar, contratar o resolver problemas de
organización. (2) Boyatzis
– Goleman – Mc Kee, quienes exponen que el liderazgo es un fenómeno de
conducción de otras personas, conducción que tiene un importante componente
emocional, despertar sentimientos positivos y movilizar y que el “liderazgo
resonante” tiene que ver con encauzar las emociones en una dirección positiva.
Y (3) Heifetz, autor que
expone las ideas de liderazgo adaptativo, donde el liderazgo se juega en la
práctica de movilizar a las personas para que afronten desafíos difíciles y
prosperen, no en la resolución de problemas técnicos, sino que en el
afrontamiento de situaciones que implican modificar las prioridades, creencias,
hábitos y las lealtades.
Estamos en un momento en que los líderes
organizacionales son desafiados a hacerse cargo de la situación de un modo
distinto al habitual. Si antes de la pandemia los líderes se hacían cargo de
los desafíos habituales de un modo protagónico, decidido, resolutivo, enfocado,
enérgico, ahora requieren un despliegue completamente distinto. Algunos ya se
dan cuenta del cambio que ocurre y de las nuevas habilidades que requieren
desplegar. Otros, están paralizados, escondidos, muertos de angustia, sin saber
qué hacer, sin saber que nuevas competencias desarrollar, conscientes que
aquellas que les dieron resultados no son las que se necesitan hoy.
Los que más me preocupan son los líderes
perdidos, que leen mal la situación actual y que se presentan ante sus equipos como
“invulnerables” como si ni a ellos ni a la organización les fuera a pasar nada,
los que se presentan en actitud de evasión realizando charlas, yoga,
meditaciones, como si esas actividades fueran a contener la angustia de sus
equipos o los que se enfocan en meras actividades técnicas, llenando a su gente
de videoconferencias cursos electrónicos, reuniones virtuales, sin foco ni
propósito.
En mi opinión estas son algunas ideas
para liderar en tiempos de incertidumbre y angustia
1 Liderar
es un proceso colectivo. Nuestra idea del líder solitario, que se le
ocurren las ideas, que contiene las dificultades, que ve lo que nadie ve y que
tiene la energía que nadie tiene es una fantasía. Liderar es un proceso
colectivo, por lo que hoy se necesita convocar un equipo ejecutivo, con
personas diversas, que dialogue, que construya interpretaciones, que analice
escenarios posibles, que tenga una narrativa común y que contenga la
incertidumbre. En la práctica ello significa que una empresa hoy debe tener un
“comité de crisis”, con protagonismo importante de quien está a cargo de “gestión
de personas” y de “comunicaciones internas”, no dejar la responsabilidad en un
líder solitario y aislado. Creo que la participación de quien está a cargo de
RRHH es crucial ya que debiera ser quien mejor conoce a la gente, quien ha
construido redes internas para estar informado, quien “huele” el clima
emocional de los equipos, etc.
2. Liderar
también es un fenómeno solitario. En las organizaciones, por más que lo
camuflemos o lo pongamos hoy en cuestión existe jerarquía y siempre hay un
líder en la cúspide que tendrá que tomar ciertas decisiones en solitario. Puede
preguntar, puede ser asesorado, puede trabajar en equipo, pero, parte de su rol
es ser el último al que llaman por teléfono. Esta situación puede ser aligerada
con el aporte de un equipo ejecutivo, pero no eliminada por completo. Por ello,
los líderes tienen que aprender hoy más que nunca a mantener su centramiento,
su equilibrio, su brújula interior y cultivar la humildad esencial, manteniendo
un balance entre la omnipotencia de creer que todo depende de ellos y la
impotencia de sentir que no tiene nada bajo control.
3 Poner
perspectiva. Estamos en una situación nueva, por la que no habíamos pasado
antes. No sabemos qué va a ocurrir. Pero si sabemos que esto va a pasar y nos
encontraremos en una “nueva normalidad”. Cuándo ello ocurra ¿qué desafíos
enfrentaremos?, ¿en qué escenarios nos encontraremos?, ¿qué oportunidades
podremos aprovechar? Un buen líder tiene que distinguir entre importante y
urgente, entre corto y largo plazo y ser capaz de vivir en esos dos tiempos,
contener lo urgente y resolver el corto plazo y, al mismo tiempo, ser capaz de
mirar lo importante y enfocarse en el largo plazo.
4 Gestión
de las emociones. Muchas personas hoy viven la situación del coronavirus
como una crisis profunda, como una suerte de “quiebre vital”, intensificado por
el encierro, las malas relaciones personales en la familia, el temor a quedar
sin trabajo, el aburrimiento de los niños, etc. Muchas personas que componen los equipos están muy angustiadas,
con dificultad para poner perspectiva a lo que ocurre. Por ello me parece que
es central la capacidad de contención emocional que desarrollan los líderes en
estos momentos. ¿Qué implica ello? Escuchar con atención e interés, aceptar la
vulnerabilidad de los demás, mostrar empatía, disminuir la velocidad y premura,
mantener el profesionalismo y respetar los tiempos de quienes están en sus
casas, igual conectados, trabajando.
5 Gestión
de la propia angustia. Si contener la angustia de otros es central,
contener la propia es más fundamental aún. La angustia se devela en el espacio
y en el cuerpo. Puede ser más decidor ver al líder fondeado, callado,
taciturno, “metido para adentro” o expuesto, hiperventilado, sobrecomunicativo
que muchos discursos que este pueda efectuar. Gestionar la propia angustia
supone capacidad de centrarse en las emociones que se están viviendo y realizar
una expresión equilibrada. Tarea muy difícil hoy día en la que además puede ser
necesario requerir ayuda. Heifetz sostiene que buenas ayudas son contar con un
confidente, alguien que escuche al líder con atención e interés, y yo agregaría
que no esté en su línea de mando y no sea un aliado temporal y que no se
angustie más que el líder. Aquí un coach puede tener un buen trabajo que hacer.
6 Comunicación,
discursos, narrativas. Finalmente, en mi opinión, cuando abunda la
incertidumbre crece el rumor y la comunicación informal, llegando a extremos de
fantasear con lo peor y ver fantasmas donde no los hay. Los líderes deben
desarrollar la capacidad de comunicar de manera permanente, estratégica,
consistente y, sobre todo, oportuna, siendo cuidadosos de las promesas que
hacen y las expectativas que generan también. Esto implica a mi entender la
elaboración de una narrativa, una interpretación de lo que está ocurriendo en
el mundo y en la empresa y su comunicación a los integrantes de la
organización. Una narrativa comprensible y desafiante no tiene porqué ser
compleja, basta un video, un comunicado diario, un correo electrónico, unas
palabras al inicio de las reuniones. En este campo, los especialistas en
comunicación interna, sabrán cómo construir técnicamente el discurso, pero un
líder no se puede perder en lo técnico, ya que independiente de la forma, lo
central es el fondo.
¿Vamos a tener que aprender a trabajar
de manera más virtual que antes?, seguramente. ¿Requeriremos más flexibilidad
que antes?, obviamente. ¿Tendremos que estar más capacitados en herramientas
tecnológicas?, por supuesto que sí. ¿Será necesario estar más cerca del
cliente?, no me cabe duda. Estos también son desafíos y cualquiera que los lee
va bien encaminado. Pero, no son los esenciales del momento y sólo enfocarse en
aquello es carecer de perspectiva estratégica, competencia relevante en
cualquier líder organizacional hoy día.