Creo que una de las experiencias
más comunes que nos toca vivir es la de los “malentendidos”, decir algo y darse
cuenta luego que el otro ha entendido algo completamente diferente. O, al
revés, darnos cuenta que nosotros mismos hemos comprendido otra cosa distinta
de la que nos quería decir nuestro interlocutor. En estos casos, lo habitual es
que “le echemos la culpa al otro”, ya que como dice el mal dicho “a buen
entendedor pocas palabras”, como si la responsabilidad de entender bien
estuviera en el interlocutor y no en el que habla o, lo más razonable a estas
alturas, más sistémicamente en ambos. Esta experiencia genera descoordinación
de acción pero, a la vez, y tal vez lo más relevante, suele dañar muchas veces
nuestras relaciones.
He escrito algunos posts sobre
este tema desde la perspectiva del escuchar, el arte de conversar o las conversaciones difíciles.
De eso diría que se trata fundamentalmente
este trabajo de Xavier Guix, apoyado por sus conocimientos en Programación Neurolingüística
(PNL), de las relaciones, entendidas como comunicación, la habilidad más
importante en la vida. Dice el autor, “nos jugamos mucho en las relaciones, a
través de ellas nos definimos a nosotros mismos y a la vez participamos en la
definición de los demás”. Por otra parte, “nos pasamos la vida relacionándonos,
a no ser que usted viva alejado del mundanal ruido, cada día va a protagonizar
relaciones de todo tipo; breves, largas, amistosas, interesadas, profundas o
superficiales, las relaciones están ahí para aprender cómo somos”. Por ello que
cuando las relaciones van bien, nos resulta transparente, el problema aparece
cuando se produce “descomunicación” (término usado por el mismo autor), es
decir, en las interferencias y efectos perceptivos que se producen cuando nos
relacionamos.
Completamente de acuerdo en la
importancia que tienen las relaciones con los demás en la definición de
identidad y de posibilidades que cada uno visualiza en la vida. Vivimos en
espacios relacionales todo el tiempo, incluso, dadas las posibilidades del
lenguaje, no es necesario tener a otro presente al frente para relacionarse con
él, puede bastar la experiencia previa y la imaginación. Prueba de ello es que
la relación con los padres por ejemplo no se acaba cuando estos mueren, siguen
ahí presente, hasta que nosotros mismos morimos.
No sé si solo se puede entender
la comunicación como el vehículo de las relaciones. Hoy creo que es mejor
entender la comunicación como la relación misma y si uno quiere saber cómo es
la relación con otro tiene que mirar la comunicación con ese otro, frecuencia,
intensidad, profundidad, etc. Por eso hay gente con la que nos vemos poco pero
tenemos una relación profunda, dado que nos comunicamos con frecuencia o con
profundidad o con intensidad o con las tres al mismo tiempo.
La PNL es un buen modelo para
mirar la comunicación, al estar centrada en nuestros paradigmas o creencias y
en las acciones lingüísticas que llevamos a cabo cuando interactuaros con
otros. No es la panacea, sólo es un modelo ya que las relaciones no sólo se
pueden mirar desde una perspectiva técnica – mecánica, sino que tienen una
dimensión existencial que escapa a cualquier modelo.
Según el autor, citando a John
Powell, cuando nos comunicamos podemos interactuar a cinco niveles:
Nivel 5: Superficial: Se trata de aquellas
conversaciones completamente triviales en las que no se comparte nada excepto
la convencionalidad (frases hechas, hablar del tiempo, etc).
Nivel 4: Social. Se trata de cotilleos,
trivialidades, no damos nada de nosotros ni pedimos nada a los otros a cambio.
Nivel 3: Personal. Ya nos comenzamos a comprometer.
Comunico cosas de mí al otro, hago revelaciones, muestro opiniones. Nos
observamos detenidamente para ver como el otro capta, como está recibiéndonos. El
otro hace lo mismo.
Nivel 2: Emocional. Se abren las puertas de quien
soy y le muestro al otro mis sentimientos. Es una comunicación difícil, pues
podemos tener la sensación que los demás podrían no soportar que comuniquemos
con tanta sinceridad nuestras emociones.
Nivel 1: Interpersonal. Es la comunicación comprometida
con transparencia y sinceridad. No sólo hablo de lo mío sino que expreso como
me siento contigo, manifiesto los sentimientos que me despierta el otro, tanto
lo que nos une como con el desacuerdo.
Es importante darse cuenta en qué
nivel estamos interactuando para evaluar si ese nivel de profundidad es el que
queremos en una relación o es nuestro interés relacionarnos en un nivel más
profundo. Además, a medida que conocemos a otra persona, las relaciones se van
profundizando y volviendo más estrechas por lo que muchas veces, de manera no
intencionada van ganando profundidad.
En el capítulo segundo se
concentra el autor, basado en la PNL en distintas interferencias y distorsiones
cognitivas que se producen durante el proceso comunicativa. Algunas de estas
son: las presuposiciones, la lectura mental, causa – efecto, interpretaciones,
juicios, consejos, querer tener la razón, instrucciones paradójicas, decir lo
que hay que sentir, decir la última palabras o hablar sin decir nada, el
filtraje o abstracción selectiva, el pensamiento dicotómico o polarizado, las sobre
generalizaciones, las inferencias arbitrarias, la personalización, los
“debería”, las falacias de justicia, razón y cambio. Definir y caracterizar
cada una no tiene mucho sentido para un post como este, se pueden buscar en los
libros. Lo importante a mi modo de ver es la gran cantidad de posibles maneras
de entramparnos en la comunicación y con eso crear ruidos en nuestras
relaciones con los demás.
Sería largo referirse a cada una
de estas interferencias y distorsiones pues cada una de ellas tiene sus propias
características. Nadie de nosotros está exento de usarlas y con ello
comprometer la calidad de la comunicación y por lo tanto de la relación que
establece con los demás. Una buena señal de humildad para “expertos en
relaciones humanas” es darse cuenta que este es un territorio de aprendizaje
que no termina nunca, incluyendo a coaches y otros gurúes de la comunicación.
Buen comienzo de primavera.