Mostrando entradas con la etiqueta futuro. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta futuro. Mostrar todas las entradas

jueves, 4 de febrero de 2021

Complejidad e Incertidumbre. Marcelo Manucci, la estrategia de los cuatro círculos

 


Escribo este post en pleno verano chileno, en la ciudad de La Serena, donde habitualmente llegan miles de personas a disfrutar de nuestras playas y de los encantos del valle de Elqui. Igual ha llegado gente, menos de lo habitual, ya que nos encontramos en medio de una pandemia planetaria por coronavirus. Pienso que si dos veranos atrás nos hubiésemos tomado un café para conversar acerca del futuro, a nadie se le habría ocurrido esta posibilidad, un cisne negro como dice Nassim Nicolas Taleb. Un mundo complejo e incierto que la pandemia no ha hecho más que hacer evidente para sacarnos de nuestra fantasía del control y de predictibilidad. A propósito de ello escribí un post donde relaciono liderazgo e incertidumbre hace ya algunos meses.

Este es el tema central del libro de Marcelo Manucci, quien propone interesantes y valiosas distinciones sobre estos temas para luego aplicarlas a la estrategia organizacional, alejándose de perspectivas mecánicas, deterministas y objetivas. El libro tiene muchas distinciones y reflexiones pero me centraré en 5 conceptos: la mirada, la apuesta, complejidad, incertidumbre y la noción de tiempo y estrategia.

Toda estrategia comienza con una mirada, con una interpretación de la situación, la mirada es la base de la estrategia. Dice “La mirada recoge, ordena, interpreta y prioriza los datos, los conceptos y los sucesos que luego, se transformarán en proyectos, programas y acciones”.

Me gustó este concepto de “mirada”. Todo comienza con una cierta interpretación individual y colectiva de la situación y, a partir de esta interpretación, se derivan las acciones consecuentes. La interpretación no necesariamente es individual ni consciente, muchas veces vivimos con interpretaciones colectivas propias de la familia, la profesión, el país del que formamos parte y, además estas interpretaciones pueden resultar difíciles de articular lingüísticamente. Por ello creo que un bonito trabajo estratégico es sacar a la vista esas interpretaciones, discutirlas, analizarlas y juzgar su pertinencia.

La misma pandemia es un buen ejemplo, ya que así, por ejemplo, quienes interpretan que es una maldición divina tienen que ir a rezar y hacer sacrificios para que la divinidad les perdone por las faltas cometidas o quienes interpretan que es solo un virus nuevo para el que no tenemos anticuerpos buscarán la respuesta en la creación de una vacuna que acelere la producción de anticuerpos. O, como otros, interpretarán que este es un invento de los gobiernos del mundo para acallar a los ciudadanos y quitarles sus derechos y, por lo tanto se manifestarán y rebelarán contra las restricciones impuestas.

A partir de la “mirada”, las organizaciones hacen una “apuesta”. La organización apuesta a que su “propuesta” (de productos, servicios o proyectos) será valorada y aceptada por los sectores de la comunidad o el mercado a los cuales está dirigida. No hay certeza ni garantías de permanencia en el tiempo de ninguna estrategia. Dice Marcelo “la mayor competencia de un proyecto estratégico es la propia incertidumbre que generan su implementación y su desarrollo en el devenir de los acontecimientos”.

Me parece también muy pertinente la reflexión del autor. El futuro no es predecible, siempre puede ser distinto de lo que proyectamos y por lo tanto estratégicamente las organizaciones hacen apuestas, toman decisiones en el hoy, pensando en el escenario que su mirada les indica, pero siempre puede ocurrir lo impensado y ser mejor o peor de lo proyectado o al menos distinto. Dicho de otra manera, la incertidumbre puede ser fuente de oportunidades o de crisis para las organizaciones y, por cierto para cada persona en particular también. Estos temas nos llevan a mirar de otra manera los conceptos de anticipación, planeación, control y gestión organizacional.

Luego de estas reflexiones el meollo del trabajo, la diferencia entre complejidad e incertidumbre.

La complejidad dice el autor, tiene que ver con el modo de relación de los elementos que componen una estructura, con la dinámica interna de un sistema, con el desarrollo de nuevas formas y patrones de comportamiento a partir de la interrelación de las partes. Cualquier variación mínima entre sus elementos puede modificar, de forma imprevisible, las interrelaciones y, por lo tanto el comportamiento del sistema. Toda la naturaleza está compuesta de sistemas complejos, desde una célula, hasta el cerebro, un organismo, un ecosistema, una sociedad de insectos, un sistema inmunológico o una economía de mercado, entre otros. Es distinto complejo de complicado. Un sistema complicado puede tener muchas partes minúsculas pero las conexiones son simples y predeterminadas lo cual deriva en comportamientos predecibles. Un sistema complicado no tiene muchos estados posibles.

A partir del concepto de complejidad se pueden derivar varias reflexiones. Creo que la más importante es la noción de control. Los sistemas complejos no son controlables, a lo más se puede buscar comprender sus patrones de interacción y, por lo tanto, realizar pequeñas acciones que los puedan afectar, sin tener nunca la certeza que esa acción vaya a provocar linealmente el efecto deseado. Como decía Peter Senge en su libro La Quinta disciplina, usar palancas para generar cambios.

En este sentido, las organizaciones son complejas, sistemas llenos de variables con múltiples relaciones entre ellas. Por eso quienes queremos aprender de gestión, de consultoría o de coaching tenemos que renunciar a la idea del control lineal y pensar más bien en probabilidad, si hago esto puede que ocurra este otro, si muevo esta palanca puede pasar, probablemente, esto otro, pero nunca de manera mecánica.

Además, en los tiempos que vivimos la complejidad de los sistemas sociales, económicos, políticos no hace más que aumentar, dada la globalización propia de nuestra época y el cambio tecnológico que vivimos por lo que pueden ocurrir estados o eventos de los sistemas completamente nuevos.

La incertidumbre no tiene que ver con el contexto, tiene que ver con la percepción que tiene todo observador sobre un contexto dinámico por naturaleza. El contexto es complejo, no incierto. Dice el autor “la incertidumbre se sitúa en el límite del horizonte de su mirada y define una posición en la cual la predicción de resultados de largo plazo es escasa. Cuando las organizaciones diseñan estrategias, la complejidad del entorno será más o menos incierta en función del margen de predicción que establezca el horizonte de su mirada. Por lo tanto, la gestión de la incertidumbre tiene que ver con la gestión del observador ante dicho horizonte”.

La incertidumbre está relacionada con la mirada de la realidad, la que es finita por dos razones. La primera es que es imposible contar con toda la información disponible para tomar decisiones y, en segundo lugar, desde la concepción de los sucesos emergentes, hay información que al momento de decidir todavía no existe y que surgirá según como se desarrollen e interactúen las variables de un acontecimiento. Dice Marcelo “la mirada de la realidad es finita porque, de aquello que existe, no podemos conocer todo, y de aquello que no existe, tampoco pueden preverse con certeza sus elementos al momento de planificar o diseñar una estrategia”.

Las organizaciones actúan en el mundo, cuentan con un espacio de acción. Esta acción transforma la dinámica de los sistemas y hace surgir nuevos sucesos, patrones y procesos. Por ello el autor hace algunas reflexiones respecto de donde se sitúan las organizaciones para actuar en el mundo y con ello generar una estrategia de acción. Este situarse en el mundo se relaciona con lo que el autor llama la “realidad corporativa”, entendida como una construcción que emerge de la dinámica organizacional y transforma la complejidad del medio ambiente en horizonte predictivo. Para ello, la organización tiene que distinguir devenir de futuro y construir este último, o sea, tener una estrategia.

El devenir está relacionado con la secuencia de los acontecimientos de la realidad. Es el día a día, el calendario, la rutina. El futuro es una construcción, está en la estructura cognitiva, en los paradigmas, en los cuales la organización traza un mapa para operar sobre la dinámica de la realidad. Existe un espacio entre el devenir y el futuro donde la estrategia se inserta como puente.

El futuro no es una proyección del devenir, es una construcción. La estrategia posibilita atender el devenir del día a día desde una mirada de futuro. Dice Marcelo “el desafío de toda estrategia  corporativa es desarrollar un modelo que permita atender a la coyuntura, manejar con fluidez los imprevistos del entorno y a la vez, materializar el futuro de la organización, desarrollar la visión y los objetivos corporativos

Me parece entonces que de estas ideas resulta muy relevante en las organizaciones pararse desde el concepto que el mundo es complejo, que siempre tendremos incertidumbre en la predicción que hagamos de los estados posibles de los sistemas y que es necesario aprender a “abuenarse” con ambas y desarrollar flexibilidad para cambiar supuestos, ideas y paradigmas constantemente.  Esto no significa en ningún caso resignación, sino que mirar la estrategia organizacional como una apuesta que hace la organización al mundo, ofreciendo sus proyectos de futuro y realizando las correcciones y los cambios necesarios para materializarlos o cambiarlos.

viernes, 24 de marzo de 2017

Homo Deus. Breve historia del mañana. Yuval Noah Harari


Me lo sugirió mi hija, quien leía, durante el verano, prestado por mí, el anterior libro de Yuval Noah Harari, “De animales a Dioses”, libro en el que recorre en unas cuatrocientas páginas la historia de la humanidad, dando una panorámica de la prehistoria, el paso a las culturas agrícolas y “todo lo que viene después”. En una entrevista en la red habla sobre este libro. También tiene un video TedX muy interesante.

He leído el libro con mucha rapidez y lo he disfrutado mucho. Interesante, provocador, ameno, de esos libros en que luego de leer algunos párrafos llevan a levantar la mirada y quedarse pensando, procesando la ideas que expone y sus consecuencias. Me agrada mucho como el autor construye un “relato”, una interpretación de lo que ocurre con la humanidad, como junta diversos elementos para darle sentido a lo que vivimos y a partir de ello se hace preguntas y caminos posibles. Ello me confirma como los seres humanos no vivimos en los datos, en la “realidad objetiva” sino que en las historias y cuentos que nos contamos.

A veces, como en este caso, me alejo de las lecturas habituales que comento de coaching, liderazgo, recursos humanos o psicología laboral. Sin embargo creo que es cada vez más necesario entender el mundo en que vivimos, las tendencias que lo caracterizan para poder desarrollar una comprensión más global. Si no caemos en la “barbarie del especialismo” como decía, José Ortega y Gasset, creemos que nuestra disciplina o lo que sabemos hacer es lo más importante y nos olvidamos que están pasando muchas cosas más y que aquello que hacemos muchas veces ni siquiera es lo más relevante en una perspectiva amplia.

Comienza planteando lo que llama la ”nueva agenda humana”. Durante toda la historia de la humanidad esta se ha enfrentado a tres problemas: la hambruna, la peste y la guerra. Dice “generación tras generación, los seres humanos rezaron a todos los dioses, ángeles y santos, e inventaron innumerables utensilios, instituciones y sistemas sociales…, pero siguieron muriendo por millones a causa del hambre, las epidemias y la violencia”. Continúa, “muchos pensadores y profetas concluyeron que la hambruna, la peste y la guerra debían de ser una parte integral del plan cósmico de Dios o de nuestra naturaleza imperfecta, y que nada excepto el final de los tiempos nos liberaría de ellas.”

Y, ahora, al comenzar el tercer milenio, como humanidad descubrimos que en las últimas décadas hemos conseguido controlar estos tres problemas: la hambruna, la peste y la guerra. No se han resuelto por completo aún, “pero han dejado de ser fuerzas de la naturaleza incomprensibles e incontrolables para transformarse en retos manejables. No necesitamos rezar a ningún dios ni a ningún santo para que nos salve de ellos. Sabemos muy bien lo que es necesario hacer para impedir el hambre, la peste y la guerra…, y generalmente lo hacemos con éxito”.

Esta argumentación me ha hecho reflexionar mucho. En mis propias divagaciones, a partir de las lecturas que voy haciendo, tiendo a mirar el cambio tecnológico y su interacción con los cambios sociales como lo propiamente característico de esta época que como dice Serrat, cuando canta cambalache “nos ha tocado a todos transitar”. Al respecto siempre me llama la atención los cambios demográficos, el aumento de la expectativa de vida, los cambios en los roles de género, la flexibilidad laboral, el poder del conocimiento y tantas otras cosas. Yuval Noah Harari, le da una vuelta a esta cuestión y lo mira de otro modo.

En su argumentación señala que, “la incidencia de estas calamidades va disminuyendo. Por primera vez en la historia, hoy en día mueren más personas por comer demasiado que por comer demasiado poco, más por vejez que por una enfermedad infecciosa y más por suicidio que por asesinato a manos de la suma de soldados, terroristas y criminales”.  Hay lugares del mundo donde aún muere mucha gente por hambre, por infecciones o por guerras, pero al mirar el planeta globalmente, nos encontramos en una época de la historia humana que no nos había tocado vivir antes. Aquí mismo en Chile, nuestro país, sin desconocer la pobreza u otras dificultades de salud, hay mucha gente obesa y mal alimentada, más gente que muere por accidentes de tránsito o enfermedades cardiacas y poca por enfermedades infecciosas y la guerra es algo que vemos muy lejano.

Sin embargo, creo que lo más importante en su planteamiento, luego de la argumentación anterior es constatar que aún durante muchos años más hambre, peste y guerra probablemente seguirán cobrando muchas vidas. La diferencia con toda la historia anterior es el enfoque que le damos a estos problemas. Hoy en día, ya no son tragedias inevitables fuera de la comprensión y el control de una humanidad indefensa. Hoy son “retos manejables”. Se pensaba antes que eran “problemas irresolubles” por lo que era insensato hacer algo con ellos, por lo que la gente pedía milagros, rezaba a Dios u otra acción, pero no trabajaba para ponerles fin. Hoy, aun cuando mucha gente sigue padeciendo hambre, peste o guerra, no podemos culpar a la naturaleza o a Dios. “Está en nuestras manos hacer que las cosas mejoren y reducir aún más la incidencia del sufrimiento”.

Este es el “nuevo humanismo”, confiar en las propias capacidades de la humanidad para hacernos cargo de nuestros problemas. De alguna manera es el fundamento del programa científico tecnológico. En alguna parte dirá que esto es lo que nos permite ganar poder (como nunca lo habíamos tenido) y perder sentido (como el que podíamos tener antes).

Plantea el autor, ¿cuáles serán los proyectos que sustituirán el hambre, la peste y la guerra en los primeros puestos de la agenda humana en el siglo XXI?. “¿nos contentaremos simplemente con contar las cosas buenas que tenemos: mantener a raya el hambre, la peste y la guerra y proteger el equilibrio ecológico. Esto sería lo sensato, pero es improbable que la humanidad lo siga”. A su juicio, más que satisfacción lo que habrá será anhelo de más. El logro de estos objetivos nos impulsará a objetivos más audaces, “después de haber salvado a la gente de la miseria abyecta, ahora nos dedicaremos a hacerla totalmente feliz. Y después de haber elevado a la humanidad por encima del nivel bestial de las luchas por la supervivencia, ahora nos dedicaremos a ascender a los humanos a dioses, y a transformar a Homo sapiens en Homo Deus”.

Esto me dejó definitivamente mareado y pensativo con la arrogancia que tal argumento encierra, sobre todo al mirarlo desde una perspectiva religiosa. Su argumento es que es muy probable que la apuesta del siglo XXI sea “la inmortalidad”, ya que la lucha contra el hambre, la enfermedad y la guerra manifiestan el valor supremo que ha adquirido la vida humana.

Esto no ha sido siempre así ya que durante la historia las religiones y las ideología “no sacralizaron la vida humana”, de hecho en el cristianismo (como en muchas otras religiones, egipcios, islamismo, hinduismo) la vida estaba en otro lado, en el más allá, por eso que la muerte era una experiencia metafísica, de tránsito. De hecho hay gente que aún piensa algo así como en reencarnarse, en que hay otras oportunidades y si en esta vida no le fue bien, bueno, podrá repetir hasta purificarse.

Ello me recuerda lo que tratan de transmitir en los funerales los sacerdotes, que de alguna manera el muerto estará mejor en el otro lado, lo que resulta tan contradictorio con los sentimientos de quienes se quedan “a este lado”, tristes y desconsolados por la pérdida. De alguna manera la cultura contemporánea ha ido cambiando esto y el dicho “después de esta no hay otra” nos impulsa a hacer las cosas acá y disfrutar ya que no sabemos si hay algo al otro lado y, ante la duda, mejor vivir aquí y ahora.

La ciencia moderna tiene otra opinión de la muerte, nada sagrado. La muerte es un problema técnico que podemos resolver. No morimos porque venga la “parca” a buscarnos, sino que morimos debido a fallos técnicos. Y cada problema técnico tiene una solución técnica. Si antes la muerte era especialidad de sacerdotes y teólogos, hoy es trabajo de ingenieros. Incluso cuando alguien muere debido a condiciones de la naturaleza como huracanes, terremotos, el razonamiento es el mismo, se pudiera haber evitado si técnicamente se hubiera construido de otra manera o el gobierno hubiera impulsado otras políticas. Por eso, sostiene el autor, “existe una minoría creciente de científicos y pensados que hablan más abiertamente y afirman que la principal empresa de la ciencia moderna es derrotar a la muerte y garantizar a los humanos la eterna juventud”.

Lo anterior tiene muchas derivadas. ¿Qué pasaría si dobláramos la esperanza de vida? (algo que de hecho ha ocurrido en el siglo XX), hasta digamos los 150 años. Algo así, revolucionaría la sociedad humana: estructura familiar, matrimonios, relaciones entre padres e hijos, las carreras profesionales, la jubilación, etc.

El resto del libro se enfoca en como ha ocurrido esto, que es lo característico del ser humano como especie, que es lo que diferencia a los humanos de todos los demás animales, como conquistó el mundo nuestra especie, que clase de mundo creamos los humanos, como el damos sentido al mundo, como se desarrolló el humanismo y cómo podremos seguir haciendo funcionar el mundo y darle sentido, como la biotecnología y la inteligencia artificial amenazan al humanismo y quien podrá heredar la humanidad y que nueva religión podrá sustituir al humanismo.

Interesante, cada capítulo da para muchos posts y sólo he hablado de parte del primero, ni siquiera en su totalidad. 

miércoles, 30 de marzo de 2016

El Futuro del Trabajo ya está aquí. Lynda Gratton. Parte 2, Profesiones valiosas para el futuro.



Enfrentados a situaciones de cambio tenemos tres alternativas según “El manual del estratega”, anticiparnos, adaptarnos o actuar. Anticiparse implica reflexionar con inteligencia acerca de lo que viene y desarrollar estrategias “antes” que ese futuro pueda llegar. Adaptarse es la estrategia del que se “acomoda” cuando el cambio ya ha llegado. Actuar implica realizar acciones para que el cambio ocurra de un modo distinto, más acorde al cambio que nos gustaría que fuese.

Creo que, así como Lynda Gratton y otros autores describen el futuro del trabajo, al menos a nivel personal, no nos queda más que anticiparnos o adaptarnos. Indudablemente sugiero la anticipación, en la que hay más tiempo para prepararse para cuando el futuro sea presente.

En un mundo tocado por la globalización, los cambios tecnológicos, la transformación demográfica y social, así como por el tema energético, veremos que todos los trabajos repetitivos y mecánicos terminarán siendo hechos por máquinas, robots o definitivamente automatizados. Ello supondrá el fin de un conjunto de trabajos que actualmente realizan seres humanos y que agregan muy poco valor, aun cuando dan mucho empleo. Ya planteaba esto Rifkin en algún momento en su libro “El fin del trabajo”, aunque con una perspectiva mucho más catastrófica que la que plantea Lynda Gratton.

En este escenario ¿qué es lo que tendrá valor como trabajo humano? y, a partir de ello ¿qué decisiones de formación y educación nos convendrá tomar ahora para anticiparnos a dicho futuro? Es un tema espinudo ya que tomar malas decisiones hoy puede tener gran impacto, más aún considerando que el futuro es una apuesta más que una certeza.

Dice que los “generalistas superficiales” no tendrán valor. Este es un perfil, muy común por los demás, que sabe muy poco de muchas cosas, sin ninguna profundidad. A lo mejor en el pasado tenía algún valor como “generalista”, como supervisor de otros, como miembro estable de una organización, pero como los tiempos han cambiado y el contrato laboral de largo plazo se está acabando, su aporte es de poco valor, resuelven pocos problemas y son fáciles de encontrar en cualquier parte, incluso a título gratuito en google, en Wikipedia o en otras aplicaciones.

Sugiere que quienes la llevarán serán los “masters interdisciplinarios”, profesionales capaces de especializarse y profundizar en un área específica y, al mismo tiempo, crear las redes sociales que les permitan beneficiarse de los conocimientos especializados que otros poseen. Creo que de alguna forma se trata de “especialistas” en un área del conocimiento y “generalistas” en cuanto a redes y capital social, siendo capaces de navegar y tener una gran cantidad de contactos que les aporten conocimientos y a quienes poder aportárselos. No se trata del especialista aislado y desconectado, sino que de un especialista interrelacionado. Lo entiendo como alguien que “sabe” (conocimiento – sabiduría), más que alguien que “tiene” información.

Me gustó esto pues se conecta mucho con los temas de gestión del conocimiento, ¿por qué alguien estaría interesado en compartir sus conocimientos y formar redes de colaboración? A juicio de Davenport y Prusak (ver libro Conocimiento en acción) esto puede darse por mera reciprocidad, por reputación o por altruismo. En el primer caso, algo así como hoy por ti y mañana por mí, algo fundamental en una cultura de cooperación, donde dar me garantiza en el futuro recibir de vuelta. En el segundo caso porque cuando alguien sabe mucho de algo adquiere un capital reputacional valioso, que puede tener impacto entonces en su “marca personal” En el tercer caso, nuestra naturaleza humana (no sé si la de todos los seres humanos) nos alienta a compartir porque así mejoramos como humanidad o resolvemos problemas importantes como sociedad.

Para ser un “master interdisciplinario” hay que ser capaces de adquirir maestría, y conocimientos profundos, algo que no sucede con nuestros sistemas de aprendizaje tradicionales. Basta al respecto, en mi opinión, considerar la insatisfacción que tienen los alumnos de pre o post grado con sus carreras (aprenden poco de mucho o a veces de nada)(los profesores, sobre todo si son académicos de carrera o investigadores, no siempre saben lo que se requiere en el “mundo real”) (se aprende de un modo desintegrado ya que cada profesor enseña su área pero no el contexto global, pensando que su campo es el más importante) (no se da una relación personal y cercana con el maestro o si se da tiene un valor marginal para las instituciones).

Por eso que los sistemas de aprendizaje tendrán que parecerse más a los sistemas artesanales, donde se perfeccionan habilidades durante mucho tiempo, practicando y reflexionando en una relación estrecha con un maestro. Creo que los sistemas de “mentoring” y “coaching” serán cada vez más propicios para el aprendizaje profundo. A ello se debe agregar los modelos de aprendizaje basados en el “juego” (ver post anterior), ya que la creatividad, la innovación y el pensamiento alternativo se desarrollan en contextos propicios para ello y no en la forma tradicional de aprendizaje.

¿Qué carreras o profesiones la llevarán en el futuro’, según Lynda Gratton. Todas aquellas que tengan que ver con ciencias de la vida y salud (tales como creación y gestión de centro de salud), biotecnologías, conservación de la energía, creatividad e innovación, cuidado de seres humanos, capacitación y coaching. A ello agrega gestor comunitario, empresario social y microempesario.

Me gustó esto de pensar en actividades o campos más que en profesiones específicas. Seguramente nuestras sociedades seguirán requiriendo médicos, enfermeras, profesores, abogados, ingenieros, psicólogos o lo que sea, pero como pasa en Chile, con tanta abundancia de todo, muchas veces abundancia incompetente y superficial, aquellos que tengan claro el nivel de especialización e integración tendrán mejores posibilidades de logro.


Buenas ideas, inspiradores, discutibles, pero sobre todo, buen pretexto para pensar en el futuro de un modo activo, anticipatorio.

martes, 22 de marzo de 2016

Lynda Gratton. El Futuro del Trabajo ya está aquí. Parte 1, diagnóstico: fuerzas que conformarán nuestro futuro, visión positiva y visión negativa.



Hace algunas semanas atrás publiqué un post, a propósito del ingreso de mi hija a su último año de colegio. En dicho post reflexionaba sobre los cambios que están ocurriendo en nuestro mundo y que nos afectan a todos y, en particular, a nuestros hijos.

Y, a propósito de este tema me encontré con el libro de Lynda Gratton: “Prepárate, el futuro del trabajo ya está aquí”, donde precisamente comienza hablando de las conversaciones que tiene con sus hijos adolescentes y el mundo que les toca vivir, en relación a sus decisiones vocacionales, estudios universitarios y profesiones que estudiar, preguntándose cómo será el mundo en el año 2025 o en el año 2050, en relación al trabajo.

He dividido este post en dos partes. En esta hablaré de su diagnóstico y en el próximo hablaré de las acciones que propone para hacerle frente productivamente a estos cambios del trabajo.

Inicia sus reflexiones con un parangón entre el mundo actual y los cambios que ocurrieron a propósito de la industrialización a fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX. La revolución industrial cambió de manera dramática lo que la gente de esa época conocía como trabajo y lo que hoy conocemos como tal. El trabajo era una actividad fundamentalmente artesanal que se realizaba en el hogar, utilizando habilidades cultivadas de manera metódica. Al respecto sugiero leer el interesante libro de Richard Sennett, llamado precisamente El Artesano.

La revolución industrial empezó a cambiar la vida de los trabajadores de manera gradual y lenta, modificando el lugar donde se trabajaba (del hogar a la fábrica), el modo (pérdida de autonomía a cambio de seguir instrucciones de un capataz y este de un ingeniero), los horarios (pasar de un horario libremente determinado a un horario estandarizado) y un sinfín de otras prácticas. La magnitud de este cambio sólo puede verse en retrospectiva. Según ella, esto es similar a lo que está ocurriendo ahora con diversos cambios que están precisamente transformando nuestro mundo industrial (post industrial dirían algunos).

A juicio de Gratton, hay dos elementos centrales en el cambio experimentado en la revolución industrial, el cambio energético y el surgimiento de una nueva profesión: los ingenieros. En relación al primero se pasó de la energía humana a la energía de la máquina a vapor. Y, en relación a lo segundo, los ingenieros fueron centrales en la profesionalización de las ciencias prácticas y la búsqueda institucional de innovación al servicio de aumentos de productividad.  Al respecto sugiero leer sobre “Administración científica” y sobre Winston Taylor.

La autora plantea luego de estas reflexiones cuales cree ella que son las fuerzas que están modelando el futuro. Identifica cinco fuerzas, cada una de ellas con numerosos componentes: tecnología, globalización, demografía, fuerzas de la sociedad, recursos energéticos.

Respecto de la tecnología, esta siempre ha desempeñado un papel fundamental en la conformación del trabajo y en el desarrollo de la vida laboral. De hecho la tecnología ha sido uno de los principales motores del crecimiento económico a largo plazo en los países y continuará cambiando la naturaleza diaria de nuestro trabajo y la forma de comunicarnos. En el libro señala diez aspectos tecnológicos, fundamentalmente relacionados con tecnologías informáticas. Sugiero leer un libro muy interesante que editó BBVA sobre como internet está cambiando nuestras vidas. Creo que se queda corta con sus predicciones de desarrollo tecnológico ya que no integra los avances en medicina, en ciencias de materiales, en física, en genética, en agronomía, etc.

En relación a la globalización, hasta hace muchos años atrás predominaba la actividad económica local, restringida a ciudades o países. Hoy definitivamente el mundo es mucho más global, lo que tiene impacto en el comercio y en la actividad 24/7, un mundo sin parar, con un nivel de interconexión casi planetaria

Respecto de la demografía también creo que se queda corta en sus predicciones, destacando los aumentos de longevidad y las migraciones masivas. Estamos cada día más en un planeta con poblaciones urbanas, donde coexistirán diversas generaciones X, Y, baby boomers con sus gustos y preferencias marcadas. Uno de los aspectos centrales del cambio demográfico lo tiene la longevidad, esto es algo histórico que no había ocurrido nunca en la historia de la humanidad con la magnitud con que lo vivimos, lo que representa un desafío para todos, sobre todo para los sistemas de pensiones, que fueron inventados en una época industrial, donde la gente se jubilaba para no trabajar más. Hoy eso ya no es más así y, ya sea por razones económicas o de otra índole, la gente sigue trabajando más allá de la edad legal de jubilación.

En cuanto a fuerzas sociales destaca los cambios que experimenta la familia y los géneros (con mujeres más poderosas y hombres más equilibrados) a los que agrega desconfianza en las instituciones, la disminución de la felicidad y la emergencia masiva del ocio pasivo. Este es tremendo tema, hoy mismo hablaba con los compañeros de colegio de mi hija, como los cambios de roles de género son tan masivos y apenas llevamos dos o tres generaciones aprendiéndolos cuando habíamos vivido siglos con otros modelos.

Finalmente, en relación a los recursos energéticos, destaca que los precios de la energía aumentarán, al menos los relacionados con la producción energética a partir de carbón y petróleo y se desatarán desastres medioambientales que provocaran migraciones de población, producto del cambio climático. Es cierto que la energía será tema en el futuro al igual que el agua. El lado optimista es que las fuentes no tradicionales se continúan desarrollando y al asociarse con la tecnología podríamos tener fuentes menos contaminantes, alternativas a las fuentes basadas en carbono actuales.

Me pareció interesante el análisis que hace de estas fuerzas, creo que le falta profundizar en muchos de los aspectos que aborda, pues los cambios que estamos viviendo en los últimos años y los que vienen son mucho más masivos, diferenciados y extendidos de lo que la autora plantea. Algunos de hecho ya no son cambios, son prácticas que han llegado para quedarse y otros se avecinan para los próximos años. Todas estas fuerzas configuran escenarios. La autora explora, tres escenarios “oscuros” y tres escenarios “positivos”.

En relación a los escenarios “oscuros”, plantea tres escenarios: “fragmentación”, “aislamiento” y “exclusión”. Respecto de escenarios positivos “co-creación”, “compromiso social” y “microemprendedores, diseño de vidas creativas”. Son escenarios tipos, exagerados, seguramente el futuro será una mezcla de todos ellos. En cada escenario cuenta la vida fabulada de alguna persona, con quienes nos podemos identificar.

Fragmentación: Mundo en el que ninguna actividad parece durar más de tres minutos y aquellos que tienen un empleo están continuamente compitiendo con gente de otros lugares para intentar dar el mejor servicio posible. La fragmentación genera pérdida de concentración, baja capacidad de observar y aprender y pérdida del “capricho” y el juego, tan necesarios para estimular la creatividad.

Aislamiento: Posibilidad que gran parte del tejido de nuestra vida laboral está desprovista de relaciones cara a cara. Al eliminar estas relaciones se elimina el disfrute de la compañía de otros, la posibilidad que el trabajo se nutra de esas relaciones y la posibilidad que la vid se nutra del trabajo.

Exclusión: Aquellos que carecen de talento y acceso a las redes serán los nuevos pobres, independientemente de donde hayan nacido, en una misma ciudad habrán diferentes grupos de personas. Esto se exacerbará con los modelos en que “el ganador se lo lleva todo”, generando una brecha más grande entre “ganadores” y “perdedores”.

Co-creación: Este es un mundo donde la cooperación y la co-creación están a la orden del día y donde las personas de todos los lugares del mundo pueden y desean conectarse entre sí para compartir ideas y energías. Esta cooperación se basa en el enriquecimiento que genera para todos la diversidad.

Compromiso social: Mucha gente tiene un agudo sentido de la empatía y decide dedicar su tiempo a causas importantes para ellos, vinculados a lugares pobres del planeta. Esta mayor empatía no es sólo con la familia próxima sino que va más allá, con personas diferentes y extrañas.

Microemprendedores – diseño de vidas creativas: Cientos de millones de personas trabajan como pequeños empresarios y se asocian en “ecosistemas”. Son reuniones de personas con una mentalidad similar, alrededor de una idea. Estos conglomerados de micro emprendedores en lugar de empresas juegan un papel crucial en dar forma a la dirección que tomará el mercado.

Me sentí identificado con todos los escenarios. En alguno de ellos compara como se trabajaba hace veinte o treinta años atrás y como se trabaja ahora, hiperconectados, 24-7, interrumpidos por correos, whatsapps, llamados, con la actividad laboral hiperpresente en la vida. Señala que si esto hubiera ocurrido de un día para otro habría sido un desborde, pero como ha ocurrido de a poco hemos ido aprendiendo y acostumbrándonos.

En alguna otra parte habla de como los emprendedores colaboran unos con otros formando redes, que aprovechan la tecnología para intercambiar información, para mejorar su productividad y enriquecerse unos con otros.

El futuro será seguramente una mezcla o integración de todo esto, con lados más oscuros y lados más luminosos. La pregunta que se hace entonces es como crear oportunidades y hacer elecciones que acentúen los aspectos positivos y minimicen los negativos. Ello lo veremos en el próximo post.

Se acerca semana santa, antes vivíamos esta época con mayor compromiso religioso, hoy lo vivimos de un modo secular y sincrético, esperando que llegue el conejito de pascua, otra señal de cambio de los tiempos.

jueves, 15 de octubre de 2015

Elena Espinal. Diseño de futuro

Definitivamente no es lo mismo leer un libro que participar de un entrenamiento, por muy bueno que sea el libro. Gracias a Ricardo Casas Cordero y su consultora “asiendo” (ver www.asiendo.cl) acabo de terminar el curso “diseño de futuro” con Elena Espinal quien integra los trabajos de Kets de Vries (ver libro de Peter Senge, “La Quinta disciplina”) Arie de Geus (ver libro “La empresa viviente”), Nissim Nicolas Taleb (ver libro “El cisne negro”) y otros autores para proponer una metodología de trabajo, basada en la construcción de escenarios y he quedado muy contento con los aprendizajes realizados y la expansión de posibilidades que visualizo.

Elena es una gran coach, de hecho he sido su alumno varias veces y no dejo de sorprenderme por su nivel de conocimientos, por la profundidad de sus reflexiones y por su “postura”, “talante”, “actitud”, no sé muy bien como llamarla, de “mujer sabia”. Cada vez que la escucho descubro algo nuevo y me conecto con nuevas intuiciones sobre la práctica del coaching.

Comienza el curso diciendo que la mayor parte de las personas maneja el futuro como una fecha en el calendario y, mirarlo de ese modo, hace ver el futuro como una secuencia de acontecimientos que no garantiza ningún futuro. Propone mirar el futuro como una “construcción”, como la “definición de un espacio” que sintetiza una dimensión de aspiración, de un lugar donde nos proponemos estar, para a partir de ello, desplegar acciones que nos proyecten en el tiempo. En este sentido, el futuro tiene que ver con las “declaraciones”, con aquello que digo y que al decirlo cambia el espacio de posibilidades en las que me desenvuelvo.

Insiste mucho en que el futuro no es una cuestión de calendario, sino que de visión, por lo que el futuro se encuentra en el punto hasta donde llega nuestra mirada. En algunos casos, una mirada pequeña, en otros casos una gran mirada. Por eso que para algunos hablar de futuro puede ser la otra semana y para otros puede ser 50 años.

Es interesante también señalar que destaca que el presente que vivimos hoy, en algún minuto fue el futuro, que las decisiones del ayer han tenido impacto en el hoy y que las decisiones del hoy tendrán impacto en el futuro, aunque aquello nos cueste visualizarlo o identificarlo. Esto me pareció especialmente valioso, ya que la actitud de protagonismo es hacerse cargo del futuro que hemos creado y la actitud de víctima es desconocer la relación entre aquello que obtenemos y lo que hemos hecho para lograrlo.

Para ello, Elena desarrolla una metodología que comienza mirando las tendencias más importantes en los ámbitos económico, tecnológico, demográfico, ambiental y político, pensando en un horizonte de tiempo, de diez – veinte años. El hecho de hacer esta mirada permite que comencemos a salir del terreno conocido y mirar hacia adelante en vez de mirar hacia el pasado. Al comenzar a realizar este ejercicio empezamos a descubrir que hay un gran espacio del “no saber”, espacio que nos puede generar miedo o angustia a la vez que grandes oportunidades. Es interesante este no saber, pues en algunos casos puede ser lo que “no sé qué se” y en otros casos puede ser aquello que “no sé qué no se” y en ambos casos traigo importante información al ruedo.

A diferencia de los “futurólogos” que intentan predecir que hechos van a ocurrir en el futuro, mirar las grandes tendencias nos hace reflexionar en los muchos futuros posibles que podemos construir por medio de las acciones que realizamos, dado que no hay un solo futuro, sino que muchos futuros de acuerdo a las opciones que elijamos hoy día.

A partir de lo anterior la metodología sigue un conjunto de pasos que culmina en la construcción de matrices y escenarios en los que se busca “expandir” los paradigmas de los participantes, de modo de ver otras opciones, inventar otras alternativas, considerar otras posibilidades. Esto me resultó particularmente agotador, ya que parece que la tendencia es volver una y otra vez al espacio de lo conocido, al paradigma habitual en que nos desenvolvemos.

De especial valor resulta partir de afuera hacia adentro en el análisis de escenarios ya que así se disminuye algo tan tradicional como “mirarse el ombligo” y hace más de lo mismo. También resulta valioso trabajar de manera colaborativa con un equipo de trabajo, ya que sólo con las conversaciones con otros aparecen otras miradas, otras opciones y otras perspectivas. Además al aparecer el cansancio, el agotamiento y hasta el aburrimiento el equipo da soporte emocional para persistir y “estirar” los paradigmas hasta que aparecen las nuevas ideas y miradas.

Me voy con varias lecturas por realizar, por varios escenarios que considerar en mi trabajo como consultor, con una metodología que voy a comenzar a poner en práctica y con tres días de aprendizaje valioso y entretenido.