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viernes, 24 de marzo de 2017

Homo Deus. Breve historia del mañana. Yuval Noah Harari


Me lo sugirió mi hija, quien leía, durante el verano, prestado por mí, el anterior libro de Yuval Noah Harari, “De animales a Dioses”, libro en el que recorre en unas cuatrocientas páginas la historia de la humanidad, dando una panorámica de la prehistoria, el paso a las culturas agrícolas y “todo lo que viene después”. En una entrevista en la red habla sobre este libro. También tiene un video TedX muy interesante.

He leído el libro con mucha rapidez y lo he disfrutado mucho. Interesante, provocador, ameno, de esos libros en que luego de leer algunos párrafos llevan a levantar la mirada y quedarse pensando, procesando la ideas que expone y sus consecuencias. Me agrada mucho como el autor construye un “relato”, una interpretación de lo que ocurre con la humanidad, como junta diversos elementos para darle sentido a lo que vivimos y a partir de ello se hace preguntas y caminos posibles. Ello me confirma como los seres humanos no vivimos en los datos, en la “realidad objetiva” sino que en las historias y cuentos que nos contamos.

A veces, como en este caso, me alejo de las lecturas habituales que comento de coaching, liderazgo, recursos humanos o psicología laboral. Sin embargo creo que es cada vez más necesario entender el mundo en que vivimos, las tendencias que lo caracterizan para poder desarrollar una comprensión más global. Si no caemos en la “barbarie del especialismo” como decía, José Ortega y Gasset, creemos que nuestra disciplina o lo que sabemos hacer es lo más importante y nos olvidamos que están pasando muchas cosas más y que aquello que hacemos muchas veces ni siquiera es lo más relevante en una perspectiva amplia.

Comienza planteando lo que llama la ”nueva agenda humana”. Durante toda la historia de la humanidad esta se ha enfrentado a tres problemas: la hambruna, la peste y la guerra. Dice “generación tras generación, los seres humanos rezaron a todos los dioses, ángeles y santos, e inventaron innumerables utensilios, instituciones y sistemas sociales…, pero siguieron muriendo por millones a causa del hambre, las epidemias y la violencia”. Continúa, “muchos pensadores y profetas concluyeron que la hambruna, la peste y la guerra debían de ser una parte integral del plan cósmico de Dios o de nuestra naturaleza imperfecta, y que nada excepto el final de los tiempos nos liberaría de ellas.”

Y, ahora, al comenzar el tercer milenio, como humanidad descubrimos que en las últimas décadas hemos conseguido controlar estos tres problemas: la hambruna, la peste y la guerra. No se han resuelto por completo aún, “pero han dejado de ser fuerzas de la naturaleza incomprensibles e incontrolables para transformarse en retos manejables. No necesitamos rezar a ningún dios ni a ningún santo para que nos salve de ellos. Sabemos muy bien lo que es necesario hacer para impedir el hambre, la peste y la guerra…, y generalmente lo hacemos con éxito”.

Esta argumentación me ha hecho reflexionar mucho. En mis propias divagaciones, a partir de las lecturas que voy haciendo, tiendo a mirar el cambio tecnológico y su interacción con los cambios sociales como lo propiamente característico de esta época que como dice Serrat, cuando canta cambalache “nos ha tocado a todos transitar”. Al respecto siempre me llama la atención los cambios demográficos, el aumento de la expectativa de vida, los cambios en los roles de género, la flexibilidad laboral, el poder del conocimiento y tantas otras cosas. Yuval Noah Harari, le da una vuelta a esta cuestión y lo mira de otro modo.

En su argumentación señala que, “la incidencia de estas calamidades va disminuyendo. Por primera vez en la historia, hoy en día mueren más personas por comer demasiado que por comer demasiado poco, más por vejez que por una enfermedad infecciosa y más por suicidio que por asesinato a manos de la suma de soldados, terroristas y criminales”.  Hay lugares del mundo donde aún muere mucha gente por hambre, por infecciones o por guerras, pero al mirar el planeta globalmente, nos encontramos en una época de la historia humana que no nos había tocado vivir antes. Aquí mismo en Chile, nuestro país, sin desconocer la pobreza u otras dificultades de salud, hay mucha gente obesa y mal alimentada, más gente que muere por accidentes de tránsito o enfermedades cardiacas y poca por enfermedades infecciosas y la guerra es algo que vemos muy lejano.

Sin embargo, creo que lo más importante en su planteamiento, luego de la argumentación anterior es constatar que aún durante muchos años más hambre, peste y guerra probablemente seguirán cobrando muchas vidas. La diferencia con toda la historia anterior es el enfoque que le damos a estos problemas. Hoy en día, ya no son tragedias inevitables fuera de la comprensión y el control de una humanidad indefensa. Hoy son “retos manejables”. Se pensaba antes que eran “problemas irresolubles” por lo que era insensato hacer algo con ellos, por lo que la gente pedía milagros, rezaba a Dios u otra acción, pero no trabajaba para ponerles fin. Hoy, aun cuando mucha gente sigue padeciendo hambre, peste o guerra, no podemos culpar a la naturaleza o a Dios. “Está en nuestras manos hacer que las cosas mejoren y reducir aún más la incidencia del sufrimiento”.

Este es el “nuevo humanismo”, confiar en las propias capacidades de la humanidad para hacernos cargo de nuestros problemas. De alguna manera es el fundamento del programa científico tecnológico. En alguna parte dirá que esto es lo que nos permite ganar poder (como nunca lo habíamos tenido) y perder sentido (como el que podíamos tener antes).

Plantea el autor, ¿cuáles serán los proyectos que sustituirán el hambre, la peste y la guerra en los primeros puestos de la agenda humana en el siglo XXI?. “¿nos contentaremos simplemente con contar las cosas buenas que tenemos: mantener a raya el hambre, la peste y la guerra y proteger el equilibrio ecológico. Esto sería lo sensato, pero es improbable que la humanidad lo siga”. A su juicio, más que satisfacción lo que habrá será anhelo de más. El logro de estos objetivos nos impulsará a objetivos más audaces, “después de haber salvado a la gente de la miseria abyecta, ahora nos dedicaremos a hacerla totalmente feliz. Y después de haber elevado a la humanidad por encima del nivel bestial de las luchas por la supervivencia, ahora nos dedicaremos a ascender a los humanos a dioses, y a transformar a Homo sapiens en Homo Deus”.

Esto me dejó definitivamente mareado y pensativo con la arrogancia que tal argumento encierra, sobre todo al mirarlo desde una perspectiva religiosa. Su argumento es que es muy probable que la apuesta del siglo XXI sea “la inmortalidad”, ya que la lucha contra el hambre, la enfermedad y la guerra manifiestan el valor supremo que ha adquirido la vida humana.

Esto no ha sido siempre así ya que durante la historia las religiones y las ideología “no sacralizaron la vida humana”, de hecho en el cristianismo (como en muchas otras religiones, egipcios, islamismo, hinduismo) la vida estaba en otro lado, en el más allá, por eso que la muerte era una experiencia metafísica, de tránsito. De hecho hay gente que aún piensa algo así como en reencarnarse, en que hay otras oportunidades y si en esta vida no le fue bien, bueno, podrá repetir hasta purificarse.

Ello me recuerda lo que tratan de transmitir en los funerales los sacerdotes, que de alguna manera el muerto estará mejor en el otro lado, lo que resulta tan contradictorio con los sentimientos de quienes se quedan “a este lado”, tristes y desconsolados por la pérdida. De alguna manera la cultura contemporánea ha ido cambiando esto y el dicho “después de esta no hay otra” nos impulsa a hacer las cosas acá y disfrutar ya que no sabemos si hay algo al otro lado y, ante la duda, mejor vivir aquí y ahora.

La ciencia moderna tiene otra opinión de la muerte, nada sagrado. La muerte es un problema técnico que podemos resolver. No morimos porque venga la “parca” a buscarnos, sino que morimos debido a fallos técnicos. Y cada problema técnico tiene una solución técnica. Si antes la muerte era especialidad de sacerdotes y teólogos, hoy es trabajo de ingenieros. Incluso cuando alguien muere debido a condiciones de la naturaleza como huracanes, terremotos, el razonamiento es el mismo, se pudiera haber evitado si técnicamente se hubiera construido de otra manera o el gobierno hubiera impulsado otras políticas. Por eso, sostiene el autor, “existe una minoría creciente de científicos y pensados que hablan más abiertamente y afirman que la principal empresa de la ciencia moderna es derrotar a la muerte y garantizar a los humanos la eterna juventud”.

Lo anterior tiene muchas derivadas. ¿Qué pasaría si dobláramos la esperanza de vida? (algo que de hecho ha ocurrido en el siglo XX), hasta digamos los 150 años. Algo así, revolucionaría la sociedad humana: estructura familiar, matrimonios, relaciones entre padres e hijos, las carreras profesionales, la jubilación, etc.

El resto del libro se enfoca en como ha ocurrido esto, que es lo característico del ser humano como especie, que es lo que diferencia a los humanos de todos los demás animales, como conquistó el mundo nuestra especie, que clase de mundo creamos los humanos, como el damos sentido al mundo, como se desarrolló el humanismo y cómo podremos seguir haciendo funcionar el mundo y darle sentido, como la biotecnología y la inteligencia artificial amenazan al humanismo y quien podrá heredar la humanidad y que nueva religión podrá sustituir al humanismo.

Interesante, cada capítulo da para muchos posts y sólo he hablado de parte del primero, ni siquiera en su totalidad.