Enfrentados a situaciones de cambio tenemos tres alternativas
según “El manual del estratega”,
anticiparnos, adaptarnos o actuar. Anticiparse implica reflexionar con
inteligencia acerca de lo que viene y desarrollar estrategias “antes” que ese
futuro pueda llegar. Adaptarse es la estrategia del que se “acomoda” cuando el
cambio ya ha llegado. Actuar implica realizar acciones para que el cambio
ocurra de un modo distinto, más acorde al cambio que nos gustaría que fuese.
Creo que, así como Lynda Gratton y otros autores describen el
futuro del trabajo, al menos a nivel personal, no nos queda más que
anticiparnos o adaptarnos. Indudablemente sugiero la anticipación, en la que
hay más tiempo para prepararse para cuando el futuro sea presente.
En un mundo tocado por la globalización, los cambios
tecnológicos, la transformación demográfica y social, así como por el tema
energético, veremos que todos los trabajos repetitivos y mecánicos terminarán
siendo hechos por máquinas, robots o definitivamente automatizados. Ello
supondrá el fin de un conjunto de trabajos que actualmente realizan seres
humanos y que agregan muy poco valor, aun cuando dan mucho empleo. Ya planteaba
esto Rifkin en algún momento en su libro “El
fin del trabajo”, aunque con una perspectiva mucho más catastrófica que la
que plantea Lynda Gratton.
En este escenario ¿qué es lo que tendrá valor como trabajo
humano? y, a partir de ello ¿qué decisiones de formación y educación nos
convendrá tomar ahora para anticiparnos a dicho futuro? Es un tema espinudo ya
que tomar malas decisiones hoy puede tener gran impacto, más aún considerando
que el futuro es una apuesta más que una certeza.
Dice que los “generalistas superficiales” no tendrán valor.
Este es un perfil, muy común por los demás, que sabe muy poco de muchas cosas,
sin ninguna profundidad. A lo mejor en el pasado tenía algún valor como
“generalista”, como supervisor de otros, como miembro estable de una
organización, pero como los tiempos han cambiado y el contrato laboral de largo
plazo se está acabando, su aporte es de poco valor, resuelven pocos problemas y
son fáciles de encontrar en cualquier parte, incluso a título gratuito en
google, en Wikipedia o en otras aplicaciones.
Sugiere que quienes la llevarán serán los “masters
interdisciplinarios”, profesionales capaces de especializarse y profundizar en
un área específica y, al mismo tiempo, crear las redes sociales que les
permitan beneficiarse de los conocimientos especializados que otros poseen.
Creo que de alguna forma se trata de “especialistas” en un área del
conocimiento y “generalistas” en cuanto a redes y capital social, siendo
capaces de navegar y tener una gran cantidad de contactos que les aporten
conocimientos y a quienes poder aportárselos. No se trata del especialista
aislado y desconectado, sino que de un especialista interrelacionado. Lo
entiendo como alguien que “sabe” (conocimiento – sabiduría), más que alguien
que “tiene” información.
Me gustó esto pues se conecta mucho con los temas de gestión
del conocimiento, ¿por qué alguien estaría interesado en compartir sus
conocimientos y formar redes de colaboración? A juicio de Davenport y Prusak
(ver libro Conocimiento en acción)
esto puede darse por mera reciprocidad, por reputación o por altruismo. En el
primer caso, algo así como hoy por ti y mañana por mí, algo fundamental en una
cultura de cooperación, donde dar me garantiza en el futuro recibir de vuelta.
En el segundo caso porque cuando alguien sabe mucho de algo adquiere un capital
reputacional valioso, que puede tener impacto entonces en su “marca personal”
En el tercer caso, nuestra naturaleza humana (no sé si la de todos los seres
humanos) nos alienta a compartir porque así mejoramos como humanidad o resolvemos
problemas importantes como sociedad.
Para ser un “master interdisciplinario” hay que ser capaces
de adquirir maestría, y conocimientos profundos, algo que no sucede con
nuestros sistemas de aprendizaje tradicionales. Basta al respecto, en mi opinión,
considerar la insatisfacción que tienen los alumnos de pre o post grado con sus
carreras (aprenden poco de mucho o a veces de nada)(los profesores, sobre todo
si son académicos de carrera o investigadores, no siempre saben lo que se
requiere en el “mundo real”) (se aprende de un modo desintegrado ya que cada
profesor enseña su área pero no el contexto global, pensando que su campo es el
más importante) (no se da una relación personal y cercana con el maestro o si
se da tiene un valor marginal para las instituciones).
Por eso que los sistemas de aprendizaje tendrán que parecerse
más a los sistemas artesanales, donde se perfeccionan habilidades durante mucho
tiempo, practicando y reflexionando en una relación estrecha con un maestro.
Creo que los sistemas de “mentoring” y “coaching” serán cada vez más propicios
para el aprendizaje profundo. A ello se debe agregar los modelos de aprendizaje
basados en el “juego” (ver post
anterior), ya que la creatividad, la innovación y el pensamiento
alternativo se desarrollan en contextos propicios para ello y no en la forma
tradicional de aprendizaje.
¿Qué carreras o profesiones la llevarán en el futuro’, según
Lynda Gratton. Todas aquellas que tengan que ver con ciencias de la vida y
salud (tales como creación y gestión de centro de salud), biotecnologías,
conservación de la energía, creatividad e innovación, cuidado de seres humanos,
capacitación y coaching. A ello agrega gestor comunitario, empresario social y
microempesario.
Me gustó esto de pensar en actividades o campos más que en
profesiones específicas. Seguramente nuestras sociedades seguirán requiriendo
médicos, enfermeras, profesores, abogados, ingenieros, psicólogos o lo que sea,
pero como pasa en Chile, con tanta abundancia de todo, muchas veces abundancia
incompetente y superficial, aquellos que tengan claro el nivel de
especialización e integración tendrán mejores posibilidades de logro.
Buenas ideas, inspiradores, discutibles, pero sobre todo,
buen pretexto para pensar en el futuro de un modo activo, anticipatorio.
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