Definitivamente no es lo mismo leer un libro que participar
de un entrenamiento, por muy bueno que sea el libro. Gracias a Ricardo Casas
Cordero y su consultora “asiendo” (ver www.asiendo.cl)
acabo de terminar el curso “diseño de futuro” con Elena Espinal quien integra
los trabajos de Kets de Vries (ver libro de Peter Senge, “La Quinta disciplina”)
Arie de Geus (ver libro “La empresa viviente”), Nissim Nicolas Taleb (ver libro
“El cisne negro”) y otros autores para proponer una metodología de trabajo,
basada en la construcción de escenarios y he quedado muy contento con los
aprendizajes realizados y la expansión de posibilidades que visualizo.
Elena es una gran coach, de hecho he sido su alumno varias
veces y no dejo de sorprenderme por su nivel de conocimientos, por la
profundidad de sus reflexiones y por su “postura”, “talante”, “actitud”, no sé
muy bien como llamarla, de “mujer sabia”. Cada vez que la escucho descubro algo
nuevo y me conecto con nuevas intuiciones sobre la práctica del coaching.
Comienza el curso diciendo que la mayor parte de las personas
maneja el futuro como una fecha en el calendario y, mirarlo de ese modo, hace
ver el futuro como una secuencia de acontecimientos que no garantiza ningún futuro.
Propone mirar el futuro como una “construcción”, como la “definición de un
espacio” que sintetiza una dimensión de aspiración, de un lugar donde nos
proponemos estar, para a partir de ello, desplegar acciones que nos proyecten
en el tiempo. En este sentido, el futuro tiene que ver con las “declaraciones”,
con aquello que digo y que al decirlo cambia el espacio de posibilidades en las
que me desenvuelvo.
Insiste mucho en que el futuro no es una cuestión de
calendario, sino que de visión, por lo que el futuro se encuentra en el punto
hasta donde llega nuestra mirada. En algunos casos, una mirada pequeña, en
otros casos una gran mirada. Por eso que para algunos hablar de futuro puede
ser la otra semana y para otros puede ser 50 años.
Es interesante también señalar que destaca que el presente
que vivimos hoy, en algún minuto fue el futuro, que las decisiones del ayer han
tenido impacto en el hoy y que las decisiones del hoy tendrán impacto en el
futuro, aunque aquello nos cueste visualizarlo o identificarlo. Esto me pareció
especialmente valioso, ya que la actitud de protagonismo es hacerse cargo del
futuro que hemos creado y la actitud de víctima es desconocer la relación entre
aquello que obtenemos y lo que hemos hecho para lograrlo.
Para ello, Elena desarrolla una metodología que comienza
mirando las tendencias más importantes en los ámbitos económico, tecnológico, demográfico,
ambiental y político, pensando en un horizonte de tiempo, de diez – veinte años.
El hecho de hacer esta mirada permite que comencemos a salir del terreno
conocido y mirar hacia adelante en vez de mirar hacia el pasado. Al comenzar a
realizar este ejercicio empezamos a descubrir que hay un gran espacio del “no
saber”, espacio que nos puede generar miedo o angustia a la vez que grandes
oportunidades. Es interesante este no saber, pues en algunos casos puede ser lo
que “no sé qué se” y en otros casos puede ser aquello que “no sé qué no se” y
en ambos casos traigo importante información al ruedo.
A diferencia de los “futurólogos” que intentan predecir que
hechos van a ocurrir en el futuro, mirar las grandes tendencias nos hace
reflexionar en los muchos futuros posibles que podemos construir por medio de
las acciones que realizamos, dado que no hay un solo futuro, sino que muchos
futuros de acuerdo a las opciones que elijamos hoy día.
A partir de lo anterior la metodología sigue un conjunto de
pasos que culmina en la construcción de matrices y escenarios en los que se
busca “expandir” los paradigmas de los participantes, de modo de ver otras
opciones, inventar otras alternativas, considerar otras posibilidades. Esto me
resultó particularmente agotador, ya que parece que la tendencia es volver una
y otra vez al espacio de lo conocido, al paradigma habitual en que nos
desenvolvemos.
De especial valor resulta partir de afuera hacia adentro en
el análisis de escenarios ya que así se disminuye algo tan tradicional como “mirarse
el ombligo” y hace más de lo mismo. También resulta valioso trabajar de manera
colaborativa con un equipo de trabajo, ya que sólo con las conversaciones con
otros aparecen otras miradas, otras opciones y otras perspectivas. Además al
aparecer el cansancio, el agotamiento y hasta el aburrimiento el equipo da
soporte emocional para persistir y “estirar” los paradigmas hasta que aparecen
las nuevas ideas y miradas.
Me voy con varias lecturas por realizar, por varios
escenarios que considerar en mi trabajo como consultor, con una metodología que
voy a comenzar a poner en práctica y con tres días de aprendizaje valioso y
entretenido.
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