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martes, 9 de mayo de 2023

Un mundo sin email por Cal Newport



Recuerdo exactamente cuando comencé a utilizar el correo electrónico por allá por el año 1994. Como psicólogo laboral arrendaba una oficina frente a la Universidad y esta me prestaba el servicio de internet, el que, por supuesto tenía que pagar todos los meses, así que tenía un correo muy largo cdiaz@choapa.cic.userena.cl. El problema era que muy poca gente tenía correo electrónico así que no tenía mucho con quien comunicarme por esa vía. 

Hoy la realidad, luego de casi 30 años es tan distinta, todo el mundo tiene un e-mail, muchísimas comunicaciones que antes se sostenían cara a cara o por medio del correo escrito se hacen por esta vía y, aunque no es tanto mi caso, el correo electrónico llega a abrumar porque interrumpe, porque es muy abundante o porque se ha instalado la expectativa que tiene que tener una respuesta rápida.

Bueno, ese es el contexto de reflexión de Cal Newport en su entretenido libro “Un mundo sin e-mail” que he leído por estos días y que quisiera comentar en este post. He escrito antes sobre este autor y su libro Enfócate, el que de alguna manera creo que antecede en sus ideas al que comentamos ahora.

Todos asumimos que el correo electrónico ayuda con la conectividad, con la productividad, con la comunicación, con las buenas decisiones y etc. Y la pregunta de Newport, es si ¿será así efectivamente?  Su argumento es que no necesariamente, ya que los trabajadores del conocimiento, al ser interrumpidos constantemente por los correos, no aumentan su productividad, ni su felicidad, sino que la disminuyen.

¿Cuáles son los argumentos? A mi entender, el autor destaca que se reduce la productividad y la felicidad por la masiva recepción de correos electrónicos, correos electrónicos que el receptor tiene que responder, lo que le consume entonces una enorme cantidad de tiempo que podría dedicar a otras cosas. Otro argumento es que muchos de estos correos solicitan la realización de tareas administrativas y de poco valor, lo que significa que un “trabajador del conocimiento” deja de dedicarse a lo valioso por estar respondiendo correos electrónicos intrascendentes. También argumenta que muchas veces la manera de trabajar con el correo electrónico, lo que llama la “mente de colmena hiperactiva”, es decir, estar permanentemente conectado, impide que las personas se dediquen a tareas que requieren concentración.

Agrego más argumentos. Otro argumento es que la expectativa de quien envía un correo es que le respondan dentro de cierto tiempo, cada vez menor, por lo que quien no responde con prontitud cultiva una reputación de ineficiente e incluso puede irse el fin de semana o al terminar la jornada de trabajo, si es que dejó correos sin responder con la sensación de angustia por dejar tareas incompletas, lo que es un cuento de nunca acabar. Además, muchos correos no son necesarios, no intercambian información valiosa ni se usan para adquirir compromisos serios, son todo lo contrario, maneras de escaparse del trabajo y “pasarle la pelota” a otras personas, como los correos donde se “pimponea” el agendar una reunión y luego de muchos intercambios la reunión no se concreta, por lo que puede pensarse que el correo se usa para “hablar del trabajo” pero no necesariamente para “hacer el trabajo”.

Hasta aquí me parece que su crítica al uso del correo electrónico, al menos en los términos que describe su uso y lo critica también se puede hacer extrapolable al uso de whatsapp y creo que tiene muchísima razón en varios de ellos, sobre todo en lo referido a que el exceso de correos que demandan respuestas prontas y que no tienen mucho valor desenfoca del trabajo más importante.

Pero, no estoy de acuerdo en lo tajante de la crítica, creo que el e-mail bien usado, es una gran herramienta de comunicación y no quisiera volver a la tecnología antigua de las cartas impresas o el fax, sobre todo lentas y mucho más caras.

Al leer el trabajo de Cal Newport creo que la principal crítica al uso masivo, frecuente y poco consciente del correo electrónico es que consume el capital más importante de las personas que usan su cerebro como el principal capital productivo, que es la atención. Dedicarle mucho tiempo al e-mail distrae, desconcentra, abruma, desconecta, cansa y, además, muchas veces tiene poco valor.

Por eso que en la segunda parte del libro propone diversas maneras de hacer frente al fenómeno del e-mail o, en definitiva, como desarrollar otras maneras de trabajar que no incluyan el uso del correo electrónico de manera masiva, frecuente o que interrumpa el flujo del trabajo.

Sus recomendaciones incluyen

a) la invención de otros procesos de trabajo que no requieran el uso del e-mail, aludiendo por ejemplo al uso de plataformas donde las personas que trabajan juntas de manera colaborativa no se envíen correos, sino que registren en dichas plataformas sus avances o a técnicas de trabajo ágiles que concentren a los equipos para producir en poco tiempo desarrollo de ideas o productos como lo hacen los desarrolladores tecnológicos.

b) También alude a el uso de protocolos para utilizar e-mail, en el sentido de reglas de uso, como por ejemplo la desconexión de los correos después de cierta hora (como en Francia y su ley de no envió de correos pasada la hora del trabajo) o respuestas automáticas que un correo se responderá dentro de cierto tiempo o ensayar respuestas mínimas al mail o preferir reuniones para “cortar ciertos temas” antes que el envío de mails.

Y, c) el principio del especialista, que en definitiva argumenta que hay personas que realizan trabajos tan valiosos por su especialización que deben ser protegidos del e-mail con la ayuda de otras personas que se los filtren, que les hagan de asistentes u otras prácticas enfocadas en que se dediquen a lo que hacen bien y es valioso y no se pierdan contestando correos irrelevantes.

A mi me ha parecido interesante y entretenido el libro y me ha llevado a pensar en mis propias prácticas con el uso del correo, descubriendo como a veces gasto tiempo valioso revisando y contestando correos de poco valor o como a veces al tener el mail abierto este irrumpe y me saca de algo en lo que estaba concentrado y hasta me cambia de prioridades, perdiendo foco en lo importante.

Aprender a relacionarnos con el mail, a filtrarlo, a cuidar la atención – concentración son aprendizajes cada vez más relevantes 

domingo, 11 de diciembre de 2022

El Arte de escuchar por Julia Cameron


 

No sé si escucho bien, lo que sí sé es que me esfuerzo por aprender a escuchar mejor, poniendo atención a lo que mi pareja, mis padres, mis amigos, mis hijos, mis alumnos y mis coachees me dicen. A veces me descubro “haciendo como que escucho”, otras veces me encuentro haciendo “dos cosas a la vez” y no poniendo atención a ninguna, otras veces me percato que he estado más en mi mismo que atento al mundo, como cuando leo un libro y de repente me doy cuenta que he avanzado sin atender lo que el autor me decía.

Conozco gente que escucha mucho mejor que yo, o al menos eso es lo que a mi me parece. Y también juzgo muchas veces que interactúo con personas que no escuchan nada o escuchan muy poco y además no son conscientes, según mi parecer, de todo lo que se pierden con esa actitud.

Por eso que me entusiasmé con leer a Julia Cameron y siento que ha sido un bonito descubrimiento. He hablado antes en este blog de escuchar, en escuchar, en El Arte de conversar y ¿por qué no lo dijo antes?.

Ella entiende que escuchar es “poner atención”, poner atención en varios frentes: nuestro entorno, a otras personas, a nuestro yo superior, escuchar a los seres queridos que han fallecido, a nuestros héroes y a escuchar el silencio. Sobre cada uno de estos ámbitos versan los capítulos del libro. Escuchar es algo que todos hacemos, pero lo podemos hacer mejor, y al mejorar nuestra escucha mejora nuestra vida.

El primer paso en el arte de escuchar es atender a aquello de lo que tal vez estemos adquiriendo el hábito de desconectar: el mundo que nos rodea. ¿Cómo hacerlo? La herramienta primordial es concentrarse en los sonidos de nuestro alrededor. En nuestra vida cotidiana siempre hay una “banda sonora” característica de nuestro entorno, ¿cuál es esa banda?, ¿qué sonidos tiene?, ¿nos gusta o no?

A propósito de lo anterior, propone algo ya intuido por las disciplinas de la meditación y otras similares y es que “escuchar de verdad” nos asienta en el momento presente, nos lleva a “estar”, a tener presencia, algo necesario para cualquier desarrollo.

En la misma línea anterior, la autora propone que “nuestro paisaje sonoro es fascinante y cuando decidimos escucharlo, nos damos cuenta de que está repleto de información. Una de las maneras más sencillas de practicar la atención en nuestro entorno es fijarnos en los constantes cambios atmosféricos que se producen a nuestro alrededor: el tiempo”

Al inicio del libro recomienda la práctica de caminar y vaya que tiene razón ya que cuando uno sale a caminar toma conciencia de muchas cosas que no observa cuando se desplaza en automóvil, ruidos, colores, lugares, personas, temperatura, además de cosas personales como los recuerdos que nos invaden, los pensamientos y muchísimas sensaciones corporales, cómodas e incómodas. Además, recuerda a San Agustín, que dicen que decía “solvitur ambulando”, esto se arregla caminando, ya que caminar también desenreda, caminando se ve la luz de muchos problemas.

Un segundo paso en la escucha es “escuchar a los demás”, donde el énfasis está puesto precisamente en poner más atención a quienes nos rodean ya que cuando escuchamos a los demás conectamos con ellos.

En este ámbito la autora propone que atendamos a qué es lo que en realidad están expresando los demás, que asimilemos sus palabras y sus intenciones. Señala la importancia de prestar toda nuestra atención, que percibamos la emoción, el tono y la entonación de lo que se está expresando, con empatía con el hablante, con el fin de interpretar correctamente lo que nos está transmitiendo.

Esta escucha requiere más que oídos, sin duda oímos las palabras, pero también es necesario poner atención al tono del interlocutor, captar la intención que subyace en las palabras ya que por medio de la intuición podemos captar un mensaje muy diferente al que transmiten las palabras. En opinión de la autora, es crucial poner atención al lenguaje corporal, ya que este expresa a veces con mayor claridad que el mero lenguaje verbal.

Yo creo que en este apartado Julia Cameron se acerca a la noción de escucha interpretativa propia del coaching ontológico, donde se destaca la diferencia entre oír y escuchar, esta última enfocada en hacer una interpretación al interlocutor y ofrecérsela como posibilidad. Por supuesto que la esta escucha no surge de la nada, sino que surge de la observación y de la intuición.

En relación a escuchar a los demás me gustó mucho otra reflexión que hace la autora, donde dice que un buen oyente deja espacio a propósito a la otra persona para que hable, citando a Scottie Pierce. ¡Qué gran reflexión!, cuánto nos pasa a veces la desagradable experiencia de personas que no dejan que otros tengan su espacio, que interrumpen al que habla, que se apropian del espacio para expresarse y monopolizan las conversaciones. Y, al revés, que cosa más grata aquellas personas que dan lugar a que otros se expresen, que respetan los silencios, los turnos de la conversación, que respetan el tiempo.

Me voy a saltar la escucha del “yo superior”, del “más allá” y de “nuestros héroes” y me concentraré en lo que la autora llama la escucha del “silencio”. Creo que aquí hace referencia a una escucha más espiritual. Estamos acostumbrados al sonido y cuando conectamos con el silencio dice “conectamos con nuestra fuente de sabiduría”, se ralentiza la vorágine del pensamiento y llega la quietud y luego somos capaces de escuchar la “pequeña voz interior”

Con el silencio podemos sentir vacío, inquietud. Pero, sugiere, a medida que nos vamos habituando encontramos algo benévolo, una voz superior que mira por nuestro bienestar.

Así como cuesta encontrar “lentitud” en nuestra vida actual, también cuesta encontrar silencio. Algunos lugares posibles son la naturaleza, una iglesia, lo profundo de una piscina, una biblioteca u algunos otros. Estos lugares nos invitan a conectar con algo superior a nosotros mismos y buscar en el silencio la voz interior y la sensación de calma y posibilidades.

Reconozco que esta escucha me gusta mucho. Me canso de los lugares ruidosos, donde hay aglomeraciones, donde hay ruidos molestos y necesito el silencio. Me conecta con las iglesias de mi adolescencia en colegio agustino. Me calma el silencio y me lleva a recuperar la paz interior.

Luego de leer el libro no se si haya que hacer mucho esfuerzo por escuchar, creo que más bien se requiere actitud y disponibilidad a sentirnos afectados por el entorno, por los demás y por el silencio. ¡Que desafío más lindo!

viernes, 7 de enero de 2022

¿Cómo aprendemos? por Stanislas Dehaene

 


Tengo dos hijos universitarios y el gran tema de su vida actualmente es el aprendizaje. También tengo dos hijos en edad escolar y el tema es el mismo. Por supuesto que cambian los “contenidos” pero el desafío vital es el mismo. Y qué decir de mí mismo, que a mis 52 años sigo “aprendiendo” sobre mi trabajo, mi relación de pareja, la relación con mis padres y tantas otras dimensiones de la vida.

El coaching especialmente, a lo que me dedico profesionalmente, es una disciplina del aprendizaje. No del aprendizaje memorístico del colegio, ni del aprendizaje de contenidos, sino que de aprendizajes vitales, referidos a cómo hacemos frente a desafíos adaptativos en la vida personal o laboral.

Y la actividad como profesor universitario de post grado o relator de cursos de capacitación, a lo que también me dedico, es puro aprendizaje. Claro, como se trata de aprendizaje con adultos, cambian las técnicas, los temas, el énfasis aplicado, la relación conceptos – práctica, pero, nuevamente el tema es el mismo: aprendizaje.

Y, es que el aprendizaje es lo más característico de los seres humanos, todo lo que somos lo aprendemos, de nuestros padres, de nuestros maestros, nuestros amigos, la familia extendida, los pares profesionales, el entorno en el que nos desenvolvemos. Y, hoy, más que nunca, con este mundo VUCA, acelerado, complejo, dinámico, impredecible, más necesario que nunca el desarrollo de la competencia aprendizaje.

Stanislas Dehaene, desde las neurociencias, en su hermoso trabajo se pregunta por qué la evolución habrá inventado el aprendizaje y su respuesta es que “el precableado completo del cerebro no es ni posible ni deseable”, (1) imposible porque si el ADN debiera especificar todos los detalles de nuestros conocimientos, simplemente no dispondría de la capacidad de almacenamiento necesaria e (2) indeseable porque el aprendizaje permite adaptarse ventajosamente a  las condiciones específicas en que se vive.

A partir de esto el autor sostiene que el talento propio del ser humano es “aprender” y debiéramos llamarnos más que homo sapiens, “homo docens”, la especie que se enseña a sí misma. Dice “lo que sabemos del mundo, en su mayor parte, no es algo que se nos haya dado, lo aprendimos del ambiente o del entorno. Ningún otro animal pudo descubrir como nosotros los secretos del mundo natural. Gracias a la extraordinaria flexibilidad de sus aprendizajes, nuestra especie logró salir de su sabana natal, para cruzar desiertos, montañas, océanos y en apenas varios miles de años conquistar las islas más remotas, las grutas más profundas, los hielos marinos más inaccesibles e inhóspitos y hasta la luna. Desde la conquista del fuego y la fabricación de herramientas hasta la invención de la agricultura, la navegación o la fisión nuclear, la historia de la humanidad no es otra que una reinvención constante. La fuente secreta de todos estos logros es una sola: la extraordinaria facultad de nuestro cerebro de formular hipótesis y seleccionarlas para transformar algunas de ellas en conocimientos solidos de nuestro ambiente”

Para el ser humano el aprendizaje ocurre todo el tiempo y a cada rato. Lo que sí cabe destacar es el invento de una institución, la “escuela” especializada en el aprendizaje. Dice Dehaene, “la pedagogía activa es un privilegio de nuestra especie, ningún otro animal se toma el tiempo de enseñarle nuevos talentos a sus hijos, deliberadamente, prestando atención a sus dificultades y errores. La invención de la escuela, que sistematiza la instrucción informal presente en todas las sociedades humanas, supuso un incremento significativo del potencial cerebral…..hoy en día la educación puede considerarse el principal acelerador de nuestro cerebro”.

A partir de estas ideas creo que a todos nos debiera preocupar la calidad de la educación que brindan jardines infantiles, colegios e instituciones de educación superior, entendiendo calidad más que sólo transmisión de información, sino que desarrollo de las habilidades básicas para participar de la vida social, intelectual y afectiva de la comunidad. Creo que no tenemos que ser expertos para hablar de educación. Parafraseando a Von Clausewitz, cuando decía que la guerra es tan importante que no se puede dejar solo en manos de los militares, creo que con la educación de nuestros niños pasa lo mismo, es algo tan importante que no se puede dejar solo en manos de los profesores o expertos en educación.

Dehaene se pregunta qué es el aprendizaje. Para él, aprender es “construir un modelo interno del mundo exterior”. Nuestro cerebro es portador de miles de esos modelos internos, “tenemos todo en la cabeza” y la riqueza de estas representaciones mentales supera la imaginación. En su opinión “el aprendizaje permite que el cerebro atrape una porción de la realidad que antes le era ajena y la use para construir un nuevo modelo del mundo, puede ser una porción de la realidad exterior pero también de la realidad interna.

En resumen “Todos los aprendizajes dependen de que se modifiquen los circuitos del cerebro durante un periodo sensible en que todavía son flexibles y poseen un enorme margen de plasticidad, pese a estar parcialmente especificados por la evolución”. A lo largo de la evolución el cerebro de los seres humanos consiguió y pulió cuatro funciones de gran importancia que maximizan la velocidad con la cual extraemos información del entorno, son lo que Dehaene llama “los cuatro pilares del aprendizaje”. Cada vez que necesitamos aprender y aprender rápido podemos confiar en ellos para optimizar los esfuerzos. Estos pilares son:

1 La atención. Se trata del conjunto de mecanismos mediante los cuales el cerebro seleccionar una información, la amplifica, la canaliza y la profundiza. Este mecanismo resuelve el problema de la saturación de información. Cada estudiante debe aprender a prestar atención y los profesores deben prestar más atención a la atención. Dice el autor “el mayor talento de un maestro consiste en canalizar y cautivar constantemente la atención de los niños para guiarla hacia el objetivo o nivel adecuado”.

Según el autor existen tres mecanismos diferentes de atención:

-          El alerta que indica cuándo prestar atención y adapta nuestro nivel de vigilancia.

-          La orientación de la atención que muestra a qué prestar atención y amplifica cada objeto de interés.

-          El control ejecutivo que decide como procesar la información a la que atendemos, selecciona los procesos que son apropiados para determinada tarea y controla su ejecución.

2 El compromiso activo. Que no significa que el niño deba moverse, sino que esté activo, comprometido. Sólo aprendemos bien si tenemos una idea clara del objetivo que queremos alcanzar y nos involucramos plenamente. Rara vez aprendemos si acumulamos pasivamente estadísticas de estímulos que recibimos. La curiosidad es fundamental para el compromiso activo y lamentablemente, muchas veces, las escuelas realizan prácticas que atentan contra la curiosidad.

3 El feedback a partir del error. Los errores desempeñan un papel crucial en el aprendizaje. Cometer errores es la forma más natural de aprender, cada equivocación ofrece una oportunidad. Siempre que recibamos comentarios sobre cómo mejorar, que tengamos una señal sobre el camino correcto, los errores tenderán a disminuir. El error, lleva a la sorpresa y esta al aprendizaje, por ello ello es crucial un buen feedback (una devolución amable, precisa, que detecte, explique y corrija el error).

4 La consolidación. El cerebro dispone de mecanismos de automatización que compilan las operaciones que utilizamos periódicamente a modo de rutinas más eficaces. Se trata de un pasar de un tratamiento lento, consciente, laborioso a un funcionamiento rápido, inconsciente y automático. Para la consolidación se requiere que el aprendizaje se realice a intervalos regulares en vez de ocurrir en una lección engullida en una sola jornada. Esto ocurre porque el cerebro consolida todas las noches lo que aprendió durante la jornada.

Estos cuatro pilares del aprendizaje tienen derivadas hacia muchos ámbitos, cómo enseñarles a los niños a prestar atención, el estimular la curiosidad, el entregar una retroalimentación cariñosa, no castigadora y aprender en porciones y consolidar.

Creo que muchos de estos aprendizajes no aplican solo a los niños, también aplican a los adultos, cuando aprendemos en la Universidad o en otros espacios institucionales: prestar atención, motivarse, recibir feedback y consolidar.

Encontré un video del autor, breve y entretenido. En https://www.youtube.com/watch?v=0tOq-5SrhrE y aquí otro un poco más largo. En https://www.youtube.com/watch?v=lFyNZPV2uMM

Buen inicio del año 2022, con mucho aprendizaje para todos.

miércoles, 9 de marzo de 2016

Economía y Psicología de la felicidad. Comentario al libro "Diseña tu felicidad de Paul Dolan"



Cada cierto tiempo leo el blog de Amalio Rey, en el que habla de variados temas. Hace algunas semanas atrás publicó un post sobre el libro de Paul Dolan, de referencia en este artículo. En dicho artículo realiza un resumen del libro junto con algunos comentarios. Es un tema que siempre anda dando vueltas y hasta ahora no lo he estudiado, excepto la lectura de Martín Selligman y “la auténtica felicidad”, texto que ya comentaré. Compré el libro motivado por dicho artículo y después de leer los primeros capítulos definitivamente me aburrí leyéndolo. Tiene algunos giros simpáticos como cuando habla de su tartamudez o cuando elogia a Daniel Kahneman, pero el resto me pareció aletargante.

El autor aplica conceptos y modelos económicos al estudio de la felicidad, considerando  principios económicos como de escasez o como optimizar la producción de felicidad y otros conceptos parecidos. En mi opinión, pierde lo esencial que es la vivencia, el juicio, el sentimiento de las personas frente a este tremendo tema. Es lo que me pasa cuando se aplican modelos cuantitativos o experimentales a algo que es esencialmente cualitativo, no experimental.

Eso sí, debo rescatar algunas ideas interesantes. La primera es la definición que hace de felicidad, la que  define como “el conjunto de experiencias de placer y propósito a lo largo del tiempo”. Las experiencias de placer tienen que ver con disfrute, gozo. En cambio las experiencias de propósito tienen que ver con sentido. La felicidad está compuesta por ambas en proporciones variables según cada persona, pero tiene que tener algo de ambas y no como eventos específicos sino que como una evaluación de más largo plazo.

A partir de ello habla de las “máquinas de placer” y las “máquinas de propósito”, algo así como tipos puros, desequilibrados hacia alguno de los extremos de su definición de felicidad. Su planteamiento es que cada persona tiene que encontrar un “punto de equilibrio óptimo” entre ambos extremos. Esto me hace pensar también que quienes tienen mucho placer debieran buscar más propósito y, por el contrario, quienes tienen mucho sentido, debieran empezar a pasarlo mejor en la vida.

Creo que ello explica porque personas que tienen mucho placer pueden ser tan desdichadas al faltarle un sentido o propósito más allá, que le de valor a su vida. Alguna conexión tiene esto con lo planteado por Víctor Frankl y su “logoterapia”, que busca rescatar el sentido de lo que hacemos (sugiero revisar el libro El hombre en busca de sentido). Esto también me hace pensar como la realización de actividades ingratas y aparentemente poco placenteras, puede ser muy valioso para algunas personas al estar llenas de sentido.

Otra de las ideas lúcidas que rescato del libro es que la felicidad no tiene que ver con los “inputs”, sino que con el procesamiento. Dicho de otra manera si bien pueden existir correlaciones entre algunos eventos y la felicidad resultante, sólo son correlaciones no relaciones causales. Esto corre para el dinero, sexo, matrimonio y cualquier otra variable que podamos considerar. El que sean correlaciones no significa que haya causa directa entre esa variable y la felicidad. Además ignora el principio de causalidad inversa, es decir, dado que alguien es más feliz eso causa que gane más dinero o que tenga más sexo o cualquier otra cosa. Esto confirma algo que he leído en otros lados, muchas veces vivimos con la expectativa que tener más objetos producirá mayor sentido de felicidad y, definitivamente ello no es así. No es lo que tenemos lo que nos hace feliz, sino que el “modo” en que vivimos.

Otra idea interesante que señala es la relación entre felicidad y atención. Dice que “la clave para ser feliz está en prestar más atención a lo que te hace feliz y menos a lo que no”. Parece obvio pero no es así necesariamente. Muchas veces ponemos más atención a lo que nos hace falta, a lo que nos deja insatisfechos, al vaso medio vacío. Se parece al enfoque apreciativo, si preguntamos por debilidades, vemos lo que falta, si preguntamos por fortalezas vemos puntos fuertes. Esto es también una invitación a poner más atención en lo que nos da sentido o nos agrada y lo otro aprender a minimizarlo, no darle tanta importancia.

Finalmente, dice que para ser más feliz hay que hacer lo que a uno le gusta y le genera sentido, dedicando más tiempo a aquello que nos hace felices, entre los que cabe pasar tiempo con las personas con las que somos felices. Lo encuentro tan obvio y no por ello falto de relevancia. Hacer lo que nos gusta, estar con quienes lo pasamos bien, disfrutar lo que hacemos, estas son claves sencillas para sentirnos felices.

Hay un tema que no aborda y es el poder de las expectativas. El otro día hablaba con dos amigos sobre este tema. Vivimos en una generación más longeva, más educada, más rica económicamente que las generaciones anteriores y no estoy tan seguro que el sentimiento de felicidad haya aumentado, más bien predomina una cierta insatisfacción en mucha gente. Y ello puede tener que ver con cómo manejamos nuestras expectativas, en vez de valorar los logros, miramos lo que falta. Creo que en esto impacta fuertemente los medios, quienes permanentemente nos están invitando a comprar otro auto, una casa más grande, ropa más nueva, viajes más lejos o cualquier otra cosa. Estoy seguro que sentirse feliz incluye aprender a decir que no a estas ofertas y tener más libertad para elegir lo que queremos o lo que no queremos.


Me pregunto cómo le enseñamos a nuestros hijos a ser felices también, a lograr un equilibrio entre lo que tienen y lo que no tienen, lo que son y lo que pueden ser, sus expectativas, sus sueños, sus esfuerzos, sus sentimientos. Tremendo tema para seguir halando en otros posts.

lunes, 1 de febrero de 2016

Daniel Goleman. Focus. Desarrollar la atención para alcanzar la excelencia



Leí este libro de Goleman en pocos días. Pensaba encontrarme con más de lo mismo y me encontré con un tema que me pareció muy interesante. He hablado antes de este autor y sus ideas sobre inteligencia emocional y liderazgo. En este libro se enfoca sobre un tema bien particular, con amplias implicancias para la vida y para el liderazgo, el tema de la atención.

Señala que el término atención viene del latín attendere que significa “ir hacia”, es lo que nos conecta con el mundo, delinea y define nuestra experiencia, “el modo en que utilizamos nuestra atención determina lo que vemos”.

Es interesante esta idea, pues señala reiteradamente que nuestra capacidad de atención determina nuestro desempeño al realizar una tarea. Si es raquítica, lo haremos mal. Si es musculosa podremos sobresalir. Por ello, pese a su importancia en nuestro modo de afrontar la vida, es un bien poco conocido y poco valorado. Solemos darla por sentado y notar su impacto cuando ella falta.

La atención tiene varios aspectos básicos como la concentración, la atención selectiva, la conciencia ampliada y su direccionamiento, el que puede estar enfocado hacia el exterior, hacia el interior o hacia los demás. Respecto de esto último dice que “una vida satisfactoria exige destreza en cada una de estas facetas”.

La atención es una capacidad que se puede desarrollar, funciona de un modo similar a la musculatura, si se usa poco se atrofia y si la ponemos en acción se desarrolla. Por ello quienes tienen algún tipo de déficit no deben caer en la resignación, se puede hacer mucho por mejorar. Probablemente el primer paso es darse cuenta de esta situación y, paso a paso, trabajar para mejorarla.

Distingue dos tipos de atención: la atención ascendente y la descendente. La primera es más rápida, involuntaria y automática, intuitiva (funciona a través de redes de asociación), impulsiva (guiada más por las emociones), ejecutora de rutinas, rectora de nuestros modelos mentales del mundo. La segunda es más lenta, laboriosa, el sitio del autocontrol, capaz de aprender nuevos modelos, es el lugar de la atención voluntaria, la disciplina y la decisión selectiva.

La relación entre atención ascendente y descendente es muy interesante, sobre todo en relación al aprendizaje. Muchas pautas se aprenden poniendo atención descendente y luego, cuando se va alcanzando maestría se van “traspasando” al control de la atención ascendente y, de hecho, colocarles mucha atención consciente hace que el desempeño disminuya de nivel o calidad.

La atención selectiva, descendente, es la capacidad de seleccionar un objeto, ignorando un mar de estímulos en los que es posible enfocarse. Cuando más fuerte sea esta atención tanto más podemos involucrarnos en lo que hacemos y alcanzar también mayor aprendizaje. Para ello hay que evitar las distracciones, que pueden ser de dos tipos: sensoriales (un “mar de estímulos”) o emocionales (las emociones propias y de los demás).

Goleman hace una interesante relación entre atención y liderazgo. Para lograr sus metas los líderes necesitan los tres tipos de dirección de la atención: interior, exterior y hacia los demás.

Respecto de la atención hacia el interior, la atención dirigida hacia uno mismo. Este es el lugar del autocontrol, de la intuición, de la conexión con los valores, del darse cuenta de las emociones por las que estamos atravesando. Un líder “poco atento a su interior” es un líder desconectado que no maneja el timón de su vida, que no se da cuenta de lo que le sucede.

En relación a la atención hacia el mundo de los demás. Esta atención tiene que ver con la empatía, con la capacidad de leer a los otros. Un líder atento, en esta dimensión, mejora las relaciones con las personas que forman parte de su vida, es capaz de “leer a los demás” y hacer algo productivo con ello. Un líder “ciego” al mundo de los demás se pierde, se desconecta.

Finalmente, la atención dirigida al exterior, permite leer sistemas y navegar por el mundo, desarrollando capacidad estratégica, perspectiva. Señala Goleman que en el desarrollo evolutivo del ser humano esta capacidad no se ha desarrollado mucho y es crucial trabajar en ella. Un líder “indiferente” a los sistemas más amplios es un líder vulnerable, incapaz de detectar patrones y pautas relevantes en el entorno.

Los últimos capítulos del libro se enfocan particularmente en liderazgo y atención. Hay algunas ideas interesantes

Los líderes se encuentran constantemente demandados por situaciones, problemas que resolver, personas o asuntos que atender por lo que aprender a dirigir la atención a lo necesario y fundamental es prioritario. Si los líderes no aprenden ello se pierden en sus objetivos.

En este sentido, los líderes talentosos son hábiles para reorientar la atención en el sentido correcto, en el momento indicado, detectando tendencias y realidades emergente y capturando oportunidades.

Los líderes van construyendo un relato acerca de lo que es significativo en la organización para sus seguidores, este relato transmite lo que es significativo, lo importante, motivando a las demás personas a resonar con su atención y energía.

La atención tiene mucha relación con otros fenómenos como el aprendizaje, la empatía, las relaciones personales, la felicidad, temas que seguiremos conversando. Sobre este último, comencé a leer el libro “diseña tu felicidad”, de Paul Dolan, quien hace interesantes alcances sobre atención y felicidad, aunque sin mencionar a Goleman.


Descubrí un video donde entrevistan a Goleman, quien habla del tema del libro. Ver https://www.youtube.com/watch?v=wRblKadYTKQ