Suelo ir al centro de La Serena a juntarme
con algún amigo a tomar café. Generalmente voy al café Trento, ubicado en Matta
antes de llegar a la calle Cordovez. Es un café pequeño, con pocas mesas,
atendido por su dueño italiano, Enzo, de una amabilidad encomiable, amigo de
todo el mundo y con un café espectacular.
Otras veces voy al café Centenario frente a
la plaza de armas. El café no es tan bueno como el de Enzo, pero tiene más
espacio, más amplitud, por lo que se pueden tener conversaciones en un espacio
más cómodo.
Hay otros buenos cafés en la ciudad. Me gusta mucho ir al cofre express (Prat esq Balmaceda), donde atiende Bernardita, quien cuida a sus clientes con un cariño único, el
café W en Eduardo de la Barra entre Matta y Los Carrera o el café que está en el subterráneo del
Edificio donde está el BBVA. O más cerca de mi casa el café La Trinidad (cuatro
esquinas con Alberto Arenas). O, adentro del jumbo, su cafetería.
Cada café tiene sus características propias,
mejor o peor café, mejor o peor escenografía, pero todos permiten algo esencial
en estos tiempos y en todos los tiempos: espacio para conversar, ya sea de
trabajo, de amistad o de cualquier cosa.
Reconozco que he cambiado mi opinión de los
cafés. En algún momento me parecía que eran lugares donde
la gente que trabaja va a sacar la vuelta. Ahora estoy convencido que son
prolongaciones del espacio de trabajo, donde se conversa en un contexto
distinto a lo que puede ser una conversación en la empresa donde se trabaja.
Lo mismo pasa con los cafés que se hacen en
medio de un curso u otra actividad laboral. No es en este caso el espacio o el
lugar lo importante sino que el corte de la actividad para relajarse o
distenderse. Estos cafés son espacios importantes para conversar con otras
personas que se conocen menos, intercambiar opiniones, fortalecer las
confianzas. Muchas veces se tienen conversaciones cuyo contenido es irrelevante
y no así el hecho de interactuar con otras personas y generar vínculos y lazos
personales.
Recuerdo al respecto una vez un jefe muy
descriteriado con el que me tocó trabajar, quien me llamó luego de un curso y
me preguntó porque había conversado tanto rato en el café, con un dirigente
gremial. Al decirle que habíamos hablado de distintos tópicos pero nada muy
específico me increpó si le ocultaba información. Nunca comprendió que sólo
estábamos estrechando vínculos, los que hasta eran útiles para él si hubiéramos
necesitado tener un canal para desactivar conflictos o negociar algo más
importante.
Suelo publicar en mi facebook que ando en
conversaciones de posibilidad. Una conversación donde inventamos alternativas,
donde aparecen nuevas opciones no inventadas, donde, como dice mi mamá
“arreglamos el mundo” y desarrollamos ideas para proyectos.
Un café ofrece un espacio propicio para estas
conversaciones, mayor relajo, mayor comodidad, mayor tranquilidad. Y el
contexto es importante en una conversación, ya que permite que algunas
conversaciones difíciles se puedan
realizar de un modo más familiar.
Para que hablar de las servilletas de los
cafés. En ellas se plasman grandes ideas, donde con dibujos, esquemas o notas
los conversadores inventan mundos. Quizás cuantas grandes ideas e inventos se
han dibujado primigeniamente en una servilleta de café. Tengo un libro muy interesante que habla
precisamente de esto ( ver Dan Roam “la clave es la servilleta”)
Al respecto cuando me reúno con alumnos a los
que dirijo sus tesis universitarias, en un café, solemos rayar servilletas para
establecer ideas de la investigación, problemas, hipótesis, modelos, etc.
Los cafés permiten también llevar a cabo
conversaciones para resolver problemas. Recuerdo un tiempo en que trabajé en
Santiago donde iba frecuentemente con mi jefe a “tomar café”, donde precisamente
hablábamos de decisiones importantes a tomar y las alternativas a considerar.
Un café es un lugar propicio para hacer
amistad. Tengo varios amigos de café, con los que nos juntamos a hablar de la
vida y de la muerte, contar anécdotas y disfrutar de la mutua compañía.
En este momento que escribo esta nota estoy
programando un curso de psicología laboral y consultoría de recursos humanos.
Tengo varios interesados, con quienes he quedado de reunirme en un café para
hablar del programa y aprovechar de conocerlos mejor para saber que inquietudes
los traen a este curso.
Así que ahora me arranco al último café de la
tarde.