Ayer
me llamaron de un colegio para pedirme los pudiera ayudar a enfrentar la muerte
repentina de su Directora. Me llamaba una ex alumna de la Universidad que trabaja
en ese colegio como psicóloga educacional. Concurrí con gusto para poder darle
apoyo, ya que la muerte por si sola no es fácil y más aún cuando quien ha
fallecido es el líder formal de la organización.
Este
es un tema sobre el que he escrito antes en el blog, ya que cuando trabajaba
como consultor en el SII nos tocó varias veces esta situación y hemos realizado
algún aprendizaje al respecto.
Le
propuse al colegio que organizáramos una actividad, que la realizáramos pronto
para que fuera oportuna ya que podría hacerse algo extemporáneo y no tendría
mayor sentido. Les pedí que invitaran a todos los profesores y quienes habían tenido
relación con la persona fallecida.
Cuando
alguien fallece hay sentimientos de tristeza y dolor. Esos eran los
sentimientos predominantes en el personal del colegio. Estos sentimientos
llevan a la personas a una predisposición característica: desgano, pérdida de
energía, irse hacia adentro, melancolía. Y, sin embargo la dinámica propia de
la organización hace que tengan que continuar trabajando ya que hay alumnos y
niños que atender, lo que hace difícil y trabajoso estar allí presente cuando las
personas de corazón quisieran estar en cualquier otro lado.
Por
otro lado, cuando es el líder el que fallece hay también un sentido de pérdida
de referencias, quien dirige, para donde se va, quien está a cargo. Por lo que
me contaban la directora fallecida tenía un liderazgo muy carismático, muy
cercano a la gente, muy contenedor y cariñoso. Mi interpretación es que las
personas que se quedan trabajando en la organización necesitan que emerja
alguien que se haga cargo, que contenga y de un sentido de rumbo a quienes
quedan.
No
tenemos muchas rutinas establecidas respecto a la muerte en las organizaciones.
No suelen haber protocolos definidos para hacerle frente. En muchos casos se
recurre a las organizaciones religiosas que nos prestan prácticas como una
misa, una liturgia, las palabras de un sacerdote o un pastor.
Berger
y Luckman (La construcción social de la realidad) hablan de la importancia de
los ritos en las organizaciones. Otros autores como Schein (Liderazgo y Cultura
organizacional) hablan del rito como parte integrante de la cultura. Un rito es
una actividad pautada, repetitiva, esquemática, donde se actualizan ciertos
valores y se hace frente a situaciones de quiebre.
Y
eso les propuse, que realizáramos un rito. Diseñamos una actividad en que la
directora suplente convocara a todos los integrantes de la comunidad a una
determinada hora. En esta actividad (rito) dijo unas palabras de inicio, le
pidió a algunas personas que contaran anécdotas que habían vivido con la
directora fallecida, contó que la dirección del colegio había establecido un
premio anual para el alumno que más se destacara por su esfuerzo y perseverancia
(valores similares a los sostenidos por la ex directora) y pidió a todos los
presentes rezar un padrenuestro. El sostenedor del colegio dijo algunas
palabras de cierre, donde comunicó formalmente que el Directorio del colegio había
nombrado a la nueva directora, agradeció la participación y colaboración,
comentó su relación personal con la ex directora y concluyó pidiendo que
volvieran a trabajar con más o menos normalidad, sabiendo que no era fácil y
que la razón de estar todos ahí era la dedicación a los niños del colegio.
Durante
el rito, la emocionalidad del grupo se movió de un modo curioso. Al principio
incertidumbre y curiosidad ya que nadie sabía muy bien a que iba. Luego al
contar anécdotas e historias una mezcla de tristeza y alegría, tristeza al
recordar a la profesora y alegría porque todas las anécdotas la mostraban
cándida, confiada, generosa, entregada, simpática. Y, al final, observé al
grupo relajado, la tristeza se transformó en algo así como nostalgia y
agradecimiento, al punto que no se querían ir de la actividad y comenzaron a
hablar de trabajo, a planificar algunas actividades.
Quedé
feliz con que me hubieran llamado. No sé si lo que hicimos es consultoría,
psicología educacional, psicología organizacional, intervención en crisis,
coaching. Sé que una comunidad humana dolida, triste necesita expresar esos
estados de ánimo y hacerse cargo de ella. No es el consultor quien tiene que
hablar ni hacer mucho, es el propio grupo el que tiene que hacer el duelo y
aprender a transitar a un estado distinto.
Hay
una dimensión del liderazgo que me sorprendió y es como la nueva directora se
hizo cargo de contener emocionalmente al grupo y darle sentido de presencia y
dirección. Con su miedo y su propia tristeza, hizo algunas declaraciones
precisas y eso cambió la condición emocional del grupo. Ahora tendrá harto
trabajo en recuperar la cotidianidad y volver a la normalidad laboral, va a
tener harto que aprender. Es positiva la actitud del dueño, quien se preocupó
personalmente de apoyarla, de hacer algo con el grupo, de buscar ayuda externa
para cuidar a los seres humanos que trabajan en la institución, creo que eso es
valioso y destacable.
En
situaciones como esta siento que hacemos un aporte y agradezco haber
participado de esta experiencia tan significativa. Como dicen en el coaching,
ser algo así como el partero de algo bonito que está ocurriendo.
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