Hablar en público es una de las tantas
tareas a las que nos vemos enfrentados a lo largo de nuestra carrera
profesional. Sin embargo, con el tiempo me he ido dando cuenta de que esta
situación es, más que un aspecto laboral, parte de nuestra cotidianidad y está
presente en los distintos ámbitos de la vida. Después de todo, por ser entes
eminentemente sociales, buscamos también a través esta acción el afecto, el
cariño y el respeto de los demás.
La intención de conocer más sobre
este tema parte con Francisco, mi hermano, con quien tengo el privilegio de
compartir además cuestiones profesionales. Él me dijo lo siguiente: “Creo
que debes dejar de preocuparte tanto por la forma y más bien focalizarte en que
lo que digas a los demás salga desde el corazón”. Su consejo me
impactó y es, de hecho, el motor que me moviliza a conocer más acerca de la
oratoria.
Interesado como estoy en esta
área, llegué hasta Chris Anderson, director de TED, quien en su
libro Charlas TED entrega la guía oficial para hablar en público,
con todos los secretos para comunicar las ideas y generar impacto. Al inicio de
la lectura me sentí cautivado por la sencillez con que esta temática,
aparentemente tan compleja, es tratada por el autor, invitando a mirar esta
acción como un aspecto natural de la vida, aun cuando reconoce que constituye
uno de los miedos más grandes de los seres humanos, incluso por delante del
provocado por las serpientes, las alturas e incluso la muerte. No obstante, invita
a no paralizarse y sí utilizar el miedo como un movilizador para preparar bien
una charla.
Si bien mi intención no es llegar
a ser un charlista ni tampoco sentía el miedo del cual habla el autor, inicié
la lectura con altas expectativas respecto del conocimiento que podría adquirir,
específicamente para mejorar con consejos prácticos la calidad con la que
ordeno mis ideas cuando les hablo a los demás. Ese sería mi objetivo, así como
también corroborar el consejo de mi hermano, ya que su postura me entusiasmó. Respecto
del miedo, prefiero asumirlo como respeto, debido que el dolor en la panza probablemente
siempre existirá en mí por la presión de hacerlo bien.
No creo tener grandes
dificultades para hablar en público. Es más, no pienso que sea una de mis
debilidades, pero ocupo muletillas, me detengo encontrando la palabra perfecta
y algo que me ocurre con más frecuencia es que repito siempre la última palabra
y en ocasiones la última idea, y generalmente el humor pareciera ser un recurso
recurrente. Al menos estas son algunas cosas que me han comentado. Seguramente
debo tener muchas otras más características que no aportan a la hora de
comunicar mis ideas, de modo que es importante para mí saber qué nos dice
Chris Anderson.
El autor parte con dos grandes
ideas: “La facilidad en la oratoria no es un don que unos pocos afortunados
reciben al nacer, es más bien un conjunto de habilidades que a través de la
práctica se transforma en una manera de hablar, de convencer, de persuadir”.
También dice “Acá lo más importante es tener algo que merezca la pena decirse,
ser contado y, entonces, merezca la pena de ser escuchado”. Esa es la línea
argumental de su libro, ¡qué mejor invitación!
En el ámbito laboral, para todos
quienes entendemos que el liderazgo no es una posición en la organización, sino
más bien un estímulo de influencia, el escuchar es una cuestión de
disposición y no de obligación. Si se mira la acción de hablar en
público desde este paradigma, entonces el autor será un verdadero aporte,
debido a que invita a asumir con responsabilidad la misión de contar una idea,
planificando hablar de algo que realmente te importe profundamente, con la intención
de reconstruir la mente de los miembros del auditórium, con la sana intención
de querer sumar y convencido de que el viaje al cual se les invita recorrer,
tendrá un sentido, un aporte, en definitiva, un regalo.
Frente a lo anterior, Anderson propone
la siguiente estructura, a la hora de planificar las intervenciones:
Conexión: Antes de poder
construir una idea en la mente de otra persona hace falta contar con su
permiso. Las personas no son ordenadores, han desarrollado armas para
protegerse de conocimientos peligrosos que contaminan la visión del mundo de la
que dependen. Esas armas tienen nombre: escepticismo, desconfianza, desagrado,
aburrimiento, incomprensión. Nuestra primera misión será encontrar la manera de
desactivar estas armas y crear un vínculo humano de confianza con los oyentes,
a fin de que estos se muestren dispuestos. Algunos prácticos consejos son:
ü Establece contacto visual
desde el principio.
ü Muestra la propia
vulnerabilidad, no hay problema si necesitas decir “Un momento, estoy nervioso”.
ü Haz reír de manera
natural, un intento fallido de recurrir al humor es peor que su ausencia.
ü Deja a un lado tu ego, sé
tú mismo y no intentes ser quien no eres.
ü Cuenta una historia. Desde
la invención del fuego nos gusta reunirnos a escuchar historias.
ü Ojo con los temas
sensibles; cuando las personas no se muestran dispuestas a escuchar sobre algo,
la comunicación no es posible.
Narración: El poder de las
historias se ha mantenido hasta el presente, como ponen en evidencia las
industrias multimillonarias que crecen en torno a novelas, películas y
programas de televisión, y no sorprende descubrir que muchas de las mejoras
ideas se basan en un relato, en una historia contada. Por lo general cuenta una
historia lineal simple, que facilite su seguimiento.
Cuando se trata de compartir una
historia recuerda poner énfasis en lo siguiente:
ü Básala en un personaje
por el que tu público pueda sentir empatía.
ü Crea tensión, ya sea mediante
la curiosidad, de la intriga social o de un peligro.
ü Ofrece el nivel adecuado
de detalle. Si aportas poco, la historia no resultará vívida; si aportas
demasiado, se estancará.
ü Concluye con una
resolución satisfactoria, ya sea divertida, conmovedora o reveladora.
Explicación: Al comunicar, el objetivo
es construir una idea en el interior de la mente de alguien; entonces, la
explicación es la herramienta esencial para alcanzar dicho objetivo. Comenzamos
con lo que sabemos e incorporamos pedazos, pieza a pieza; cada parte se
posiciona gracias al uso del lenguaje, que se fortalece con el uso de metáforas
y ejemplos, en una mezcla equilibrada entre los conceptos que introduces y las
historias para hacerlos comprensibles. A la hora de planificar la explicación,
es altamente recomendable que pienses en responderte las siguientes preguntas:
ü ¿Qué supones que el
auditórium ya conoce al respecto?
ü ¿Cuál será tu tema de
conexión?
ü ¿Cuáles serán los
conceptos necesarios para construir tu explicación?
ü ¿Qué historias, metáforas
o ejemplos usarás para hacer comprensibles los conceptos?
No se defiende la tesis de que
todo haya que explicarlo como si en el auditórium tuvieran todos 10 años, no
hace falta explicar las cosas en exceso; de hecho, quienes explican mejor son quienes
dicen lo justo para que los oyentes sientan que las ideas fundamentales se les
ocurren a ellos. En TED se rigen por la idea de Einstein: “Hazlo todo lo más
simple posible, pero no más”.
Persuasión: Si la explicación es la
construcción de una idea totalmente nueva dentro de la mente de alguien, la
persuasión es un poco más radical; implica convencer al oyente de que su manera
de ver el mundo no es del todo correcta, es destruir por completo, en
ocasiones, un modelo mental, una creencia, mediante un riguroso proceso que
permita guiar al auditórium en la dirección que le interesa al hablante. Para
que el argumento resulte persuasivo, el oyente debe sentir que han realizado
juntos el mismo viaje (hablante/oyente) en lugar de tan solo recibir hechos..
Entre otras herramientas, se
recomienda:
ü Introducir algo de humor.
ü Incorporar algunas
anécdotas.
ü Aportar ejemplos vividos.
ü Usar elementos visuales
potentes.
Revelación: La fórmula más directa de
regalar una idea al auditórium es simplemente mostrándosela, es guiar a través
de evidencias que van creando emoción en el camino, al principio, al medio o al
final. La idea puede compartirse mediante bocetos, imágenes, demos o
simplemente palabras. La revelación puede no ser tan solo una demostración o
una conclusión, sino también una visión de futuro:
“Miren lo que hemos logrado”, “Miren
lo que soñamos con lograr” o “Miren qué intrigante es esto”.
Finalmente siento que el autor logra tomarlo a uno de la mano en un viaje por distintas estrategias prácticas, que de seguro ayudarán a planificar la comunicación de una idea de manera efectiva y eficaz, desde cómo usar los recursos audiovisuales, cómo y a quién mirar, qué ropa usar, cómo iniciar, cómo cerrar, qué hacer y qué no hacer. Sin duda, cada una de sus recomendaciones serán útiles de considerar, no obstante, me he quedado con la maravillosa sensación de que lo más importante es sentirse cómodo, ser uno mismo, actuar con naturalidad y, sobre todo, de haber confirmado la importancia fundamental de hablar desde el corazón.