Leí hace ya muchos años su libro
Metamanagement y me pareció una bonita compilación de ideas y trabajos
desarrollados por otras personas como Chris Argyris, Peter Senge y varios otros
más. Me llamó la atención, igual que en “La
empresa consciente” que no citara en el cuerpo del texto los autores en los que
basaba su trabajo (aunque debo reconocer que a diferencia de Rafael Echeverría,
los cita en la bibliografía del libro, aunque en ningún momento cita a Fernando
Flores, de donde estimo vienen varias de las ideas que propone) También me
llamo la atención un prólogo tan parecido al del primer libro.
Comienza su texto señalando algo
que por obvio no es menos importante. Muchos profesionales de formación técnica
ascienden en la jerarquía organizacional y tienen que trabajar cada vez más con
personas y estas tienen “una mente propia”. Dice: “en los negocios, para
alcanzar el éxito es necesario tratar con seres humanos, lo que equivale a
decir con seres conscientes”. No sólo en los negocios, en la vida misma hay que
tratar con personas a cada rato, tanto de manera directa o presencial como cada
vez más de manera remota o mediada por la tecnología.
El libro se enfoca entonces en
presentar algunos principios y habilidades básicas que se necesitan para tratar
con personas, honrando su naturaleza consciente. La conciencia es la “capacidad
de aprehender la realidad, de estar atento a nuestro mundo interior y al mundo
que nos rodea. Es lo que nos permite adaptarnos a nuestro medio y actuar para
potenciar nuestra vida”. “Ser conscientes nos permite comprender las
circunstancias y decidir cómo actuar frente a ellas de una manera que honre
nuestras necesidades, valores y objetivos”.
Desde que, dado el lenguaje,
“vivimos en mundos interpretativos” tengo mis dudas cuando alguien afirma la
importancia de la realidad o de aprehender la realidad verdadera, pues supongo
que si estamos llenos de juicios e interpretaciones es difícil decir que pueda
haber algo independiente de esos juicios u interpretaciones. Además, viniendo
de alguien con formación sistémica aludir a la realidad ¿qué quiere decir?, ¿a
algo más allá del observador?, ¿a algo de naturaleza material o espiritual
independiente de nosotros? En esto me pierdo con F. Kofman y creo que es la influencia
de Wilber sin decirlo.
¿A qué se refiere Kofman con esto
de ser conscientes.? A poner atención, a usar la capacidad de abstracción y
juzgar, razonar, manejar situaciones complejas, a declarar algunos valores y
trabajar para materializarlos, observarse a uno mismo para vivir una vida
virtuosa, plena de sentido y feliz. También, “comprender a los clientes y
ofrecerles productos y servicios que den sostén a su crecimiento y bienestar”.
“Una empresa consciente promueve la paz y la felicidad en los individuos, el
respeto y la solidaridad en la comunidad y el cumplimiento de la misión en una
organización”.
Con todo esto no puedo estar más
de acuerdo. Las organizaciones son espacios donde además de ocupar muchas horas
de nuestra vida permiten socialmente satisfacer las necesidades de sus
integrantes y de sus clientes, además de aportar valor a la comunidad y la
sociedad. Tal como señala Kaplan y Norton en su modelo “balanced scorecard” los
resultados financieros sólo son uno más de los resultados de una organización y
muchas veces pensamos que o son los únicos o son los más importantes.
A partir de lo anterior Kofman
propone la existencia de nueve actitudes conscientes y sus correspondientes
actitudes inconscientes.
Actitudes conscientes
|
Actitudes inconscientes
|
Responsabilidad incondicional
|
Culpa incondicional
|
Integridad esencial
|
Egoísmo esencial
|
Humildad ontológica
|
Arrogancia ontológica
|
Conductas conscientes
|
Conductas inconscientes
|
Comunicación auténtica
|
Comunicación manipuladora
|
Negociación constructiva
|
Negociación narcisista
|
Coordinación impecable
|
Coordinación negligente
|
Emociones conscientes
|
Emociones inconscientes
|
Competencia Emocional
|
Incompetencia emocional
|
Las tres primeras actitudes
inconscientes dan origen a una organización inconsciente al establecer una
infraestructura tóxica que conduce a resultados desastrosos en la dimensión
impersonal, interpersonal y personal.
Culpa incondicional: tendencia a explicar todas las
dificultades exclusivamente como consecuencia de fuerzas que están más allá de
su propia influencia y a verse como víctimas absolutas de circunstancias
externas. No somos víctimas absolutas, ante determinadas circunstancias tenemos
capacidad para responder y modificar la manera en que nos afecta. A partir de
esta idea proponer trabajar sobre el protagonismo, hacernos cargo.
Egoísmo esencial: es el enfoque exclusivo en la
gratificación del yo, sin preocupación por el bienestar de los otros. Es el
recorrido hacia la satisfacción inmediata, sin considerar las consecuencias que
las acciones realizadas pueden deparar en el largo plazo a otras personas o
incluso a quien las lleva a cabo.
Arrogancia ontológica: es la pretensión de una persona
de que las cosas son tal como ellas las ve, que su verdad es la única verdad.
Es la creencia de que sólo es válido su punto de vista y cualquier opinión
diferente está equivocada. El arrogante ontológico no distingue entre sus
opiniones y la “verdad objetiva”.
En el ámbito organizacional, tres
actitudes dificultan comunicarnos para entendernos el uno al otro, negociar las
diferencias para tomar decisiones y coordinar las acciones a través de
compromisos mutuos.
Comunicación manipuladora: es la elección de escatimar
información relevante a fin de obtener lo que se desea. Las personas que se
comunican manipuladoramente persiguen sus agendas personales por encima de
todo. Ocultan datos si estos no sirven para sostener sus argumentos y fabrican
información para apoyar su posición.
Negociación narcisista: Es la intención de demostrar el
propio valor venciendo al adversario. El objetivo del narcisista es demostrar
“quien manda”, por lo que su manera de sobresalir es aplastar a los demás. En
una negociación busca ganarle el otro, en lugar de ganar con el otro.
Coordinación negligente: es una manera indolente de
colaborar, haciendo promesas sin asumir el serio compromiso de cumplirlas.
Cuando la palabra empeñada no implica compromiso las personas se decepcionan
unas a otras, el nivel de desempeño se deteriora y la confianza se desvanece
reinando la ansiedad.
Finalmente, en el ámbito de las
reacciones inconscientes, la falta de competencia emocional se manifiesta en
dos actitudes inconscientes: explosión y represión.
Emociones inconscientes: Expresión de sentimientos
permitiéndose conductas contraproducentes que solo sirven para descargar
impulsos emocionales. Explosiones emocionales.
Incompetencia emocional: Ocultar los sentimientos tras
una fachada de estoicismo, simulando que nada ocurre a pesar de sentirse
furioso.
Cada uno de los capítulos del
libro se enfoca en la descripción y caracterización de cada una de las
actitudes conscientes ya señaladas.
Me parece especialmente bueno el
capítulo de humildad ontológica y el capítulo de coordinación impecable, que
remite, desde la teoría de actos de habla a afirmaciones – juicios y a pedir –
ofrecer – prometer, temas desarrollados extensamente por la propuesta del
coaching ontológico. Además el capítulo sobre “responsabilidad incondicional”
donde habla de víctimas y protagonistas tiene una fuerte conexión con la
propuesta de Covey en los 7 hábitos de la gente altamente efectiva y también
con el coaching, sobre todo con la idea de “hacerse cargo”.
Kofman dice en alguna parte del
texto que lo critican de ingenuo. Y, estoy de acuerdo con ello, pues si bien
todas estas ideas nos mueven mucho a quienes trabajamos en DO, RRHH o coaching,
creo que no están suficientemente internalizadas en las empresas con las que
trabajamos, donde muchas veces lo que suele primar es precisamente la noción de
actitudes inconscientes. Entonces o llegamos predicando algo que no “se
escucha” en esas organizaciones o de verdad somos ingenuos al no tener en
cuenta dimensiones como el poder, tema crucial de tener en cuenta para hacer
una buena lectura política y operar con efectividad en una empresa.
Quienes hacemos consultoría o
coaching en las empresas, así como quienes se desenvuelven como líderes organizacionales
no tenemos porqué ser mártires “cayendo muertos por defender la causa”, ni
tampoco evangelistas de una ideología o un modelo, más bien nos corresponde
asistir a nuestros clientes si somos consultores o impulsar a la organización si
somos líderes hacia el logro de objetivos valiosos en un marco de relaciones
humanas respetuosas.
Además creo que es crucial poner
en práctica estas actitudes en nuestra conducta cotidiana como profesionales
del área para “predicar con el ejemplo”. Si bien en este punto todos podemos
tener “tejado de vidrio”, es crucial mirar permanentemente cuanto vivimos en la
humildad ontológica, cuanto cumplimos nuestros compromisos, cuanto somos
protagonistas, cuanto negociamos ganar – ganar, etc. Mi impresión es que muchos
coaches o consultores que hablan de estos temas se quedan atrás y más parece
discurso que práctica. También conozco otros que hacen el sincero esfuerzo de
ser generosos y cultivar en la acción los valores que declaran con la palabra.
Ese es nuestro desafío cotidiano.
Volviendo al libro, cada capítulo
puede leerse con mucha tranquilidad y reflexividad, tiene muchas derivadas hacia
las prácticas de consultoría, hacia el desarrollo organizacional y recursos
humanos por lo que da buenas pistas sobre como hacer nuestro trabajo con más
efectividad y ser personas más íntegras.
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