miércoles, 15 de mayo de 2013

Liderazgo: Dar el ejemplo


Hace un tiempo atrás me correspondió participar en un taller sobre “herramientas de influencia” dictado por Alejandro Matamala, taller enfocado en el desarrollo de habilidades de liderazgo.

En este taller, Alejandro hace un ejercicio muy bonito que quiero traer a colación. Espero no se enoje conmigo por contar públicamente la actividad que realiza. Le pide a los participantes que se pongan de pie y hagan un círculo. Luego les indica que levanten las manos, abran los dedos al máximo y todos griten “júntense dedos”……lo que se repite varias veces. El, al centro del círculo, hace exactamente lo mismo. Luego de varias repeticiones, pregunta, ¿Qué pasa que nadie ha juntado los dedos?. Hay varios comentarios y entonces, hace algo que siempre que lo veo lo encuentro mágico. Extiende los brazos, repite la consigna “júntense dedos”, pero esta vez agrega algo, él da el ejemplo y los junta…..y entonces, todos lo imitan juntando sus dedos. Alejandro concluye con esta reflexión: La gente escucha las palabras, pero imita la acción.
 
En uno de los talleres que me correspondió participar, Orlando, jefe en el norte, dijo algo así como  “tus acciones hablan tan fuerte, que no puedo escuchar lo que dices”, buena conclusión también de como lo que hago habla tan claramente, que para que voy a escuchar tus bonitas palabras.
 
En las organizaciones estamos llenos de consignas y “frases para el bronce”, sobre todo de parte de los líderes, “aquí valoramos a la gente”, “para mí lo más importante es la comunicación franca”, “a mí me gusta trabajar con las puertas abiertas”. Me acuerdo de una experiencia que tuve en una organización, en que un directivo me dio un buen discurso acerca de que a él le parecía importante que los colaboradores le dijeran lo que pensaban de él honestamente, que eso era una oportunidad para mejorar y luego me pidió que le dijera como lo veía. Tuve la mala ocurrencia de ser “honesto” y decirle como lo veía y no me hablo más.
En las empresas se gastan enormes recursos en programas y proyectos sobre liderazgo y formación de jefaturas, pero si estos no van acompañados de cambios en la acción, sus resultados son mediocres. Incluso, la gente comienza a preguntarse para que se gasta tanto dinero en esos programas si no se ven cambios simples, como saludar, como tratar con respeto, como cumplir los compromisos.
 
Esto me hace pensar también que el Departamento de recursos humanos tiene que ser muy activo en este tema y tiene que ser el primero en dar el ejemplo realizando aquello que predica para el resto de la organización.  Si la gente de recursos humanos transmite la importancia de hacer buenas reuniones y capacita a la organización en esto, RRHH debe ser el primero en hacer buenas reuniones. Si los consultores transmitimos verbalmente la importancia de mostrar reconocimiento, debiéramos ser los primeros en dar reconocimiento a los demás. Si hablamos de trabajo colaborativo, debiéramos trabajar de esa manera. Y, que lejos estamos que sea así en nuestras organizaciones.
 
Kouzes y Posner en su libro “El desafío del liderazgo” describen cinco prácticas fundamentales a través de las cuales los líderes consiguen resultados extraordinarios.  Estas prácticas son: desafiar los procesos, inspirar una visión compartida, habilitar a otros para actuar, brindar aliento y servir de modelo. Esta última tiene que ver con dar el ejemplo, el respeto se gana dando el ejemplo, para lo cual hay que actuar por convicciones más que por preferencia circunstanciales.
 
Recuerdo que una vez hice un taller de liderazgo en una compañía minera en La Serena y cuando hablaba de esto, todos se acordaban de una anécdota. Se había anunciado una lluvia intensa y había que tomar resguardos en la mina, cuidar las instalaciones y quedarse realizando algunas actividades excepcionales. El gerente, de manera enfática insistió en la importancia del compromiso y que los supervisores se debían quedar. Claro, cuál fue la sorpresa de todos, cuando ven que el gerente va en su camioneta raudo hacia La Serena, dejándolos a todos ellos arriba.
 
Hay un aspecto que tiene relación con el tema del ejemplo y es la ceguera. Somos seres humanos, nos equivocamos, se nos olvidan nuestras palabras, somos inconsistentes. Por lo que es muy probable que frecuentemente no coincida nuestro discurso y nuestra acción. Aquí está entonces el rol de un consultor o coach, quien puede “ayudarnos a mirar”, mostrarnos cuando estamos siendo inconsistentes, cuando lo que decimos no lo practicamos.
 
Esto que acabo de señalar requiere “humildad” de parte de todos, de parte de quien le muestra a otros sus inconsistencias, hacerlo de un modo “cariñoso”, cuidando al otro en su aprendizaje. También humildad de quien recibe la mirada para aceptar que hay espacio para aprender y mejorar.

Heifetz dice que todo líder debe diferenciar entre aliados y confidentes, estos últimos personas cercanas, que en el espacio privado escuchan las dificultades, aconsejan, ayudan a mirar y, desarrollan la confianza para decirle al líder lo que no le gusta escuchar o lo que no quiere ver. Aquí la consultoría y el coaching tienen un gran espacio.

martes, 7 de mayo de 2013

Personalidad, liderazgo y efectividad organizacional


Hace unos días atrás, gracias a una gentil invitación de alto impacto consultores (ver: www.altoimpacto.com) pude asistir a una conferencia de Robert Hogan, sobre “personalidad, liderazgo y efectividad organizacional”. Busqué en google el término y encontré un paper donde tratan el tema en extenso (ver http://www.deltatoptalent.com/hogan/white%20papers/Leadership.pdf).
Quiero citar algunas ideas expuestas en esta conferencia.
El autor establece una relación básica (en sentido inverso): el bienestar de las personas depende de la efectividad de los grupos a los que pertenecen. La efectividad de esos grupos depende de su liderazgo. El liderazgo depende de la personalidad.
Dicho de otra manera: Personalidad – Liderazgo – Efectividad del grupo  - Bienestar de las personas.
El autor, propone algunas distinciones respecto de cada uno de estos términos de la relación, los que listo para mayor claridad:
(1)    Personalidad. La personalidad se refiere a las diferencias individuales en la habilidad para lograr “relacionarse con otros” y “avanzar hacia nuestros objetivos”, o sea, desarrollar relaciones y desarrollar carreras. Estos temas se resuelven durante la interacción social, especialmente en el trabajo. Estos dos temas se pueden observar desde dos perspectivas: la identidad y la reputación, en este último caso, como los demás ven a una persona. Su opinión es que medir la personalidad es medir esta última dimensión, lo que puede hacerse en base a atributos (ver teoría de los cinco grandes factores).
(2)    Liderazgo. El rol del liderazgo es controlar los elementos de la efectividad grupal, por lo que el liderazgo debe definirse en función de la habilidad para construir y mantener un equipo de alto desempeño, lo que contribuye a la efectividad grupal. El liderazgo es un recurso para el grupo, no una fuente de privilegios para quien está en posición de autoridad. Primero está el equipo, los equipos que no funcionan bien fracasan y sus miembros sufren de manera proporcional.
(3)    Efectividad del grupo. Las organizaciones efectivas son esenciales ya que al final lo importante es la supervivencia grupal por sobre la sobrevivencia individual. Según Hogan los determinantes de la efectividad grupal son iguales para todos los grupos: miembros talentosos, miembros motivados, estrategias efectivas y sistemas de monitoreo.
(4)    Bienestar de las personas. No hay una definición de este término.
 
Profundizando en el tema del liderazgo, el autor sostiene que al revisar la literatura, hay 6 conclusiones válidas desde la perspectiva de la efectividad grupal. Ellas son:
(1)    Modelo de competencias. Todas las organizaciones modernas tienen un modelo de competencias, que incluyen los mismos temas generales: habilidades intrapersonales (integridad, estabilidad emocional, autocontrol), habilidades interpersonales (capacidad construir y mantener relaciones, compasión, empatía, humildad), habilidades de liderazgo (visión, empoderamiento, ser un buen modelo), habilidades de negocios (análisis de datos, asignación de recursos, presupuestos, etc.).
(2)    Teoría del liderazgo implícito. La gente evalúa a sus líderes utilizando cuatro criterios: integridad (cumplir compromisos), decisividad (tomar buenas decisiones rápido), competencia (tener talento para el negocio), visión (explicar por qué importa).
(3)    Good to great (Collins y Porras). Los CEOS de compañías con desempeño superior sostenido se caracterizan por ser impresionantemente persistentes y humildes.
(4)    Personalidad – liderazgo (Judge, Bono, Illies y Gerhardt). Investigadores definen la personalidad en términos de cinco atributos: estabilidad emocional (postura y autoconfianza), ambición (actuar como líder y ser decidido), afabilidad (encantador y agradable), prudencia (civilidad y apego a la reglas), apertura (curiosidad y visión). Estabilidad emocional es el mejor predictor del liderazgo.
(5)    Liderazgo – desempeño unidad de negocios (Harter, Schmidt y Hayes). La personalidad de los gerentes influyen directamente en el engagement de los empleados, un alto engagement está asociado con resultado de negocios positivos. La gente no renuncia a las organizaciones, renuncia a sus jefes directos. (Nota: Engagement puede ser traducido algo así como compromiso)
(6)    Elite corporativa no es una raza de héroes. Cuál es la tasa de malos gerentes en el mundo de los negocios. Hogan estima que entre el 50 y 75% de los gerentes actuales está volviendo locos a sus subordinados. Los malos gerentes dan buenas entrevistas y son contratados en base a sus habilidades técnicas y conocimientos del negocio, pero no por sus habilidades de liderazgo. Los malos gerentes alienan a los empleados y crean resultados de negocios negativos.
 
Es interesante la reflexión final: todas las organizaciones tienen problemas con sus sistemas de selección, sus gerentes, sus modelos de negocios y sus sistemas de  monitoreo. Las mejores organizaciones no son inmunes a esto, sino que comenten menos errores en estas áreas.
Me parece interesante el trabajo de Hogan y creo que tiene interesantes intuiciones sobre el tema del liderazgo y el desempeño organizacional.
Valoro la concepción del liderazgo como un tema de gestión del equipo y no, como suele suceder, como acceso al poder o herramientas de manipulación. Un buen líder es quien selecciona colaboradores talentosos, es quien genera un equipo motivado, quien define colaborativamente estrategias poderosas y quien monitorea el desempeño.
Estoy de acuerdo que la gente abandona a los malos jefes, no a las organizaciones, sin embargo, es parte del trabajo de estas y de los consultores de recursos humanos, apoyar la selección y formación de buenos jefes, lo que se traduce a la larga en colaboradores motivados y comprometidos con la organización.
Invito a todos a seguir profundizando en estas ideas y comentarlas.

martes, 23 de abril de 2013

Consejos para ser un buen jefe





Tengo en La Serena un gran amigo que inventó un diagnóstico para aquellos que asumen por primera vez el rol de jefes, le llamó “jefitis”. Un diagnostico que incluye diversos síntomas y comportamientos asociados. A algunos se les pasa rápido, otros se les vuelve algo crónico y nunca se mejoran. Otros, además son contagiosos, pues los nuevos jefes los ven como modelos y se “infectan” rápidamente con el virus de la jefitis.

Andaba buscando un texto en internet y encontré en un sitio web http://www.laventanita.net consejos para que su jefe sea un gran jefe. Esto me hizo recordar a mi amigo, pues describe algunos síntomas con particular claridad.

Les he hecho pequeñas modificaciones de estilo. Vayan mis reconocimientos al autor.

1.- Nunca me de el trabajo en la mañana, démelo después de almuerzo o cuando el día esté terminando, siempre es gratificante contar con el reto de trabajar bajo presión y contra el tiempo. O, cuando al final del día me vaya a despedir, justo recuerde que hay un gran trabajo esperándome y asígnemelo con prioridad.

2.- Si es algo urgente, por favor interrúmpame cada 10 minutos para saber cómo voy. Eso sí que ayuda. O mejor aún, mire sobre mi hombro y corríjame a cada rato.

3.- Siempre que salga de la oficina no me diga para donde va o cuanto se va a demorar. Eso me brinda la oportunidad de estimular mi creatividad cada vez que alguien me pregunte por usted.

4.- Si mis manos están llenas de papeles, cajas ó libros, ¡no me abra la puerta!. Necesito aprender a valerme por mí mismo. En el caso de que me quede impedido... abrir las puertas sin ayuda es un excelente ejercicio.

5.- Si me da más de una misión por cumplir, no me diga cuál es la prioridad. Así podré ejercitar la telepatía y capacidades de adivinación.

6.- Haga hasta lo imposible por tenerme en la oficina hasta tarde. Me encanta estar aquí y en realidad no tengo adónde ir ni nada más que hacer que no sea mi trabajo. Carezco de vida propia, no tengo otros intereses además de trabajar.

7.- Si mi desempeño le satisface, manténgalo en secreto. Si se sabe, podría ser objeto de habladurías o comentarios malintencionados.

8.- Si no le satisface mi trabajo, hágaselo saber a todo el mundo: me encanta que mi nombre sea el más mentado en las conversaciones. Pero no me lo diga a mí; podría herir mis sentimientos.

9.- Si tiene instrucciones especiales para la realización de algún trabajo no me las escriba. De hecho, ni siquiera las mencione hasta que ya casi haya terminado el trabajo. ¿Qué necesidad hay de confundirme con información poco útil?

10.- Nunca me presente a la gente con la que está. No tengo derecho a saber nada, capaz que me quede conversando con ellos.

11.- Cuando usted haga una referencia a esas personas en el futuro, yo utilizaré mis poderes psíquicos como la adivinación para saber de quién me habla.

12.- Sea agradable conmigo solamente cuando en el trabajo que yo estoy realizando esté en juego su propia vida, o bien, si un mal resultado pudiera enviarle directamente a usted al infierno de los jefes.

13.- Cuénteme todos sus pequeños problemas. Nadie más los tiene y es bueno saber que alguien es menos afortunado que uno mismo. En especial disfruto la historia en la que me explica la enorme cantidad de impuestos que tiene que pagar cada vez que le dan un bono por ser un gran jefe y haber hecho que entre todos consigamos los objetivos.

14.- Espere a que venga el proceso anual de evaluación de desempeño para entonces decirme cuál debió de haber sido mi objetivo principal. No me de retroalimentación antes de eso, pues puedo malentender cual es mi trabajo en esta organización.

15.- Califique mis resultados como mediocres y deme un aumento basado en la inflación. De cualquier forma, yo no estoy aquí por dinero: ¡Soy un profesional!, como me voy a estar preocupando de algo tan banal como el dinero.

Se me han ocurrido otros síntomas.

16.- Cíteme  a una hora precisa y, si no llego a la hora, réteme por no valorar lo importante que es su tiempo. Pero si usted tiene algo que hacer, déjeme esperando todo el tiempo que sea necesario, total, no tengo nada más que hacer que esperarlo.

17.- Si por casualidad almorzamos o tomamos un café, pídame que pague y olvídese de devolverme el dinero, como yo soy ordenado siempre me sobra y puedo financiarlo.

18.- Llámeme la atención en público, dígame lo mal que lo hago delante de las personas que me importan, no tengo problemas de autoestima y no me interesa que aquellos para nada loq ue los demás piensan de mí.

19.- Si le hago llegar un correo, no me lo responda, ni siquiera me diga “ok” o “recibido”, sigo siendo buen adivino y sé por telepatía si lo que le escribí es inteligente o absurdo o si me aprueba o niega el permiso que le solicité.

20.- (este me lo envió mi amigo Eduardo) Si me llaman a alguna reunión, y estoy lleno de cosas que hacer, es súper valorable que los primeros 90 minutos de la reunión se hable de futbol, ya que no me importa quedarme hasta las 22:00 trabajando solo en la oficina.

 

Invito a colaborar con esta recopilación de consejos.


lunes, 15 de abril de 2013

Descarriladores del liderazgo.

Hace tiempo atrás entré a la página de altoimpacto consultores (www.altoimpacto.cl) y bajé un paper sobre liderazgo. Amablemente Rodrigo del Campo, gerente de la empresa, me ha hecho llegar otros materiales sobre educación gerencial los que me han resultado especialmente inspiradores.
En la página de la consultora encontré un artículo muy interesante sobre los potenciales descarriladores del liderazgo, artículo que comento.
Las personas talentosas también fracasan y esto es un hecho más común de lo que normalmente se piensa. Lo que las diferencia es que consideran estos fracasos un aprendizaje y en vez de “echarle la culpa al empedrado” están dispuestas a revisar sus propias (in)competencias y mejorar para la próxima vez. En el ámbito del liderazgo, revisar porque se ha fracasado y aprender de la experiencia puede ser una gran oportunidad de mejoramiento.
En las organizaciones el impacto del buen o mal liderazgo es importante tanto en la productividad como en la satisfacción de sus integrantes. Buenos líderes contribuyen a mejores organizaciones, malos líderes llevan a que, en muchas ocasiones, la productividad y la insatisfacción sean la tónica organizacional.
Un caso interesante de comentar es el de los líderes que tienen altas competencias técnicas y, simultáneamente, una alta inadecuación personal, personas brillantes que al verse enfrentadas a situaciones de ansiedad, de exigencia, de presión, de incertidumbre, muestran lo peor de si, se transforman en jefes tóxicos o destructivos.
No estamos hablando de falta de liderazgo o falta de habilidades, sino que de comportamientos característicos que, como dice el paper, pueden degradar o neutralizar cualquier habilidad o competencia que un líder pueda poseer.
Ahora bien, este no es un tema sólo de los líderes, es un tema de cualquier ser humano. En situaciones límite o por efecto de la cultura, aparece el lado oscuro del liderazgo y entonces el líder se transforma en alguien negativo para la organización y para las personas que trabajan cerca de él.
Según la encuesta de desarrollo de Hogan, se pueden identificar estos descarriladores y, por lo tanto, al reconocerlos empezar un programa de apoyo, de coaching, con los líderes, para que administren mejor sus “lados oscuros”.
Según Hogan (ver www.altoimpacto.cl) los potenciales descarriladores son:
Categoría I: Alejarse de los demás cuando se presentan problemas interpersonales.
1.  Volátil: Personas que presentan variaciones significativas de estados de ánimo, son difíciles de complacer y parecen inconsistentes en sus reacciones. Se entusiasman fácilmente con las personas y proyectos, pero luego se decepcionan de ellos.
2.  Escéptico: Personas desconfiadas, altamente sensibles a la crítica y profundamente cuestionadoras de las verdaderas intenciones de los demás.
3.  Cauteloso: Reticentes a tomar iniciativa o asumir riesgos debido a miedo al fracaso o a la crítica. Buenos “ciudadanos corporativos”, pero que evitan innovar, ofrecer opiniones, asumir posiciones controversiales o tomar decisiones.
4.  Reservado: Tímidos, desconectados, poco comunicativos y faltos de interés en las emociones de los demás. Les cuesta trabajar en equipo, son reticentes a dar retroalimentación, son poco sensibles a las claves sociales y, a menudo, parecen intimidantes.
5.  Pasivo-Agresivo: Independientes, resistentes a la retroalimentación y que reaccionan negativamente (aunque no lo expresen) a las interrupciones o a las solicitudes de otras personas. Tienden a postergar las tareas, querer hacer las cosas a su manera y a su tiempo, y están poco dispuestos a ser parte de un equipo.
Categoría II: Confrontar a los demás cuando se presentan problemas interpersonales.
6.  Arrogante: Tienen una auto-confianza inusual, son reticentes a admitir sus debilidades o errores y tienen expectativas grandiosas. Suelen sentir que merecen un trato especial, les cuesta compartir el crédito por el trabajo bien hecho y pueden ser bastante demandantes, tener opinión acerca de todo y ser autorreferentes.
7.  Arriesgado: Amistosos y encantadores, pero impulsivos, llevados a sus ideas, manipuladores y explotadores. Les gusta desafiar los límites, ignorar los compromisos, tomar riesgos poco razonables y resisten aceptar la responsabilidad por los errores.
8.  Melodramático: Expresivos, dramáticos, distraíbles, buscan la atención y son desorganizados. Confunden la actividad con la productividad, son incapaces de permitir que otros hagan sugerencias y son intuitivos más que estratégicos en la toma de decisiones.
9.  Imaginativo: Creativos, excéntricos, poco prácticos y peculiares en los pensamientos e ideas. Evitan los detalles, se aburren fácilmente, no tienen conciencia de su impacto en otros y, a menudo, son incapaces de ver las limitaciones prácticas de sus sugerencias.
Categoría III: Acercarse a los demás cuando se presentan problemas interpersonales.
10. Perfeccionista: Meticulosos, críticos e inflexibles acerca de las reglas y procedimientos. Tienden a microgestionar a su gente, les cuesta delegar y tienen dificultades para establecer prioridades sensatas para sus subordinados y ellos mismos.
11. Servicial: Ansiosos por complacer, dependientes de la guía de otros, reticentes a tomar acción en forma independiente. Tienen dificultades para tomar decisiones por su propia cuenta, pueden no defender a sus subordinados y prometer más de lo que pueden entregar
Me gusta la distinción que hace Hogan entre identidad y reputación. La primera es la forma en que cada uno se ve a sí mismo. La segunda es la forma en que los demás nos ven. Esta es muy importante, ya que en el caso de la identidad suelen haber muchas cegueras y, en muchos casos, una apreciación de sí mismo benevolente. Por eso preguntarles a los demás, a un coach o consultor, que nos conozca y nos ayude a ver estos “lados oscuros” puede ser una gran experiencia de descubrimiento, de aprendizaje y de desarrollo, para ser un mejor líder, especialmente cuando se enfrentan situaciones difíciles.
Me acuerdo de un directivo con el que me tocó trabajar que se veía a si mismo con gran perfección, pero la opinión generalizada de los demás podría corresponder al tipo 2 Escéptico, desconfiado al máximo, altamente sensible a la crítica (incluso positiva), paranoico respecto de las intenciones de los demás.  Desarrollar con él una relación positiva y mostrarle este descarrilador le habría servido enormemente para hacer mejor su trabajo y disminuir el sufrimiento de quienes lo rodean.
He ido aprendiendo que aquí hay mucho espacio para el coaching ejecutivo, mostrar las fortalezas, el lado luminoso del liderazgo y también mostrar, con cariño, los lados oscuros, de modo que haya mayor equilibrio.
Esto también es valioso para el coach, nuestro lado luminoso y nuestros propios lados oscuros, frente a los cuales también podemos tener cegueras. Vaya que tenemos mucho que aprender.

martes, 2 de abril de 2013

Malas preguntas en Selección de Personal

Cuando me corresponde hacer clases de recursos humanos y abordo el tema de la selección de personal los alumnos cuentan todas sus experiencias personales (buenas y malas) al respecto, haciendo catarsis de esas experiencias y luego hacen muchas preguntas pensando en mejorar su desempeño en los procesos en los que les toque participar.
Estas preguntas van en la línea de ¿para qué sirven las manchas?, que contestar en los tests?, ¿cómo ir vestido?, hasta que hacen una que me cuesta mucho contestar porque la pregunta es la mala, ¿cuáles son sus fortalezas y debilidades?, sobre todo con la última parte de la pregunta.
Ayer me hicieron esta pregunta en otro contexto y me acordé del tema.
En un contexto de evaluación, de cuyo resultado depende que alguien lo contraten o no, contestar esta pregunta con honestidad es de mal resultado seguro. “Es que soy flojo”, “me gusta robar”, “soy incompetente”, “no me gusta el trabajo”, “soy irresponsable”.....o cualquier otra pregunta que devele una debilidad de este tipo deja inmediatamente fuera de carrera a cualquier postulante.
Por eso que las personas inteligentes contestan a la pregunta por las debilidades con “fortalezas camufladas”, entonces dicen algo así como “soy exageradamente puntual, siempre llego media hora antes”, “soy muy responsable, por eso reviso las cosas varias veces”, “me gusta tanto el orden que tengo todo súper archivado”, “soy tan correcto, que mis compañeros me reclaman que cumplo hasta las más mínimas reglas” Y, si uno mira cualquiera de estas respuestas, no son debilidades, sino que son hasta deseables.
A mis alumnos les digo que hacer esta pregunta habla más de las competencias del consultor que hace selección de personal, ya que a mi juicio, quienes la hacen sólo reciben obviedades como las que señalé pero no capturan si el postulante es competente o no para el cargo que está postulando.
Conocer a otra persona es una tarea difícil en la vida misma y, conocerla en algo así como 45 minutos o una hora, además en un contexto en que la persona trata de  dar su mejor impresión para ser bien evaluada y quedar trabajando es más difícil aún.
Por eso que las técnicas de entrevista basadas en competencias, del tipo “cuénteme una situación donde le haya tocado enfrentar una situación de X tipo” son de mucho mejor pronóstico que las entrevistas biográficas o las entrevistas con preguntas obvias como “¿cuáles son sus debilidades para el cargo?

jueves, 7 de marzo de 2013

Estilos de Liderazgo y Clima Organizacional

Hace un tiempo atrás alguien me hizo llegar un paper titulado “Estilos de dirección como determinantes del clima laboral en Chile” escrito por Andrés Rainieri, profesor de la Escuela de Administración de la PUC. El artículo puede encontrarse en internet.
Me pareció un artículo especialmente claro acerca de la relación entre estas dos variables.
Abundante literatura investiga la relación existente entre el estilo de gestión usado por los supervisores de grupos de trabajo, el clima organizacional percibido por sus subordinados y el desempeño laboral de estos últimos. Esta literatura muestra que el estilo de gestión utilizado afecta el clima organizacional y este impacta en el desempeño laboral.
El autor utiliza la definición de clima organizacional de Litwin y Stringer. El clima organizacional se puede definir como “las percepciones directas o indirectas de la gente sobre un conjunto de propiedades del ambiente laboral en que esas personas trabajan y que se supone influye en sus motivaciones y conductas”. Por ello, el clima organizacional es un tamiz, no mide la realidad tal cual es, sino que como ella es percibida.
Señala que hay muchas variables que pueden afectar el clima, aunque la literatura enfatiza el rol preponderante de administradores y líderes en la generación del clima organizacional. Evidentemente hay una distinción entre ambos y señala que utilizará el concepto estilos de dirección o de gestión para referirse a las preferencias conductuales usadas para ejercer ambos roles, de líder o de administrador.
La literatura indica que el estilo de gestión de un supervisor afecta las percepciones de clima organizacional de sus subordinados y estas afectan el desempeño laboral.
La investigación realizada, utiliza un instrumento que clasifica los estilos de liderazgo según Goleman en coercitivo, directivo afiliativo, democrático, exigente y formador. Por su parte, el instrumento de clima utilizado, evalúa las dimensiones estructura, estándares, responsabilidad, flexibilidad, reconocimiento y compromiso. Se les aplicó los tests a 148 administradores y 612 subordinados.
Destaco el significado de los estilos exigente y coercitivo. El estilo exigente lidera con su ejemplo, se caracteriza por ser autoexigente y exigir de igual manera a sus subordinados. El estilo coercitivo se caracteriza por dar instrucciones sin solicitar opiniones o leer reacciones.
Los resultados del trabajo indican dos elementos importantes:
(1)    Los ejecutivos pueden afectar el clima organizacional percibido por sus subordinados.
 
(2)    Los estilos de gestión exigente y coercitivo muestran una relación positiva con algunas dimensiones de clima organizacional. Esto no es consistente con los resultados de otros estudios similares en otras culturas, donde dichos estilos tienen una relación negativa con las diferentes dimensiones del clima organizacional. La explicación puede ser que estos estilos al fomentar mayor precisión y dirección o establecer estándares de desempeño pueden tener un impacto positivo sobre el clima organizacional. Otra explicación tiene que ver con la cultura nacional, la que ha sido descrita como paternalista, evitadora de conflictos, autoritaria, improvisadora, la que tendría mayor afinidad con los estilos exigente y coercitivo.
 
Luego de revisar estos resultados me quedo con una dosis de perplejidad.
Estoy claramente de acuerdo que el estilo de liderazgo afecta el clima organizacional. Intuyo que afecta la productividad, pero lo hace con demora (revisar Peter Senge, la quinta disciplina, paradigmas sistémicos), no es algo que ocurra de inmediato, es algo que ocurre cuando el mal clima se mantiene, ya sea por la pérdida de personas valiosas, ya sea por la instalación de resentimiento o resignación o cualquier otra condición emocional que baja la productividad, incluso, como una forma de “vengarse” de ese mal jefe que crea una atmosfera de trabajo molesta.
Es bueno señalar que el estilo de liderazgo no es la única variable que afecta el clima, pues hay otras que también lo afectan y que son relevantes. Traigo a colación una clase que tuve por ahí con Rogelio Díaz, quien señala como otras variables relevantes: el ambiente externo, la estrategia organizacional, las fuerzas históricas y los arreglos organizacionales (estructura, metas, roles, etc).
Respecto de los estilos de liderazgo, el estilo exigente, así como está definido en el paper, destaca el papel del ejemplo, el que suele ser evaluado muy positivamente por las personas. Si el jefe  exige algo difícil, pero él es el primero en hacerlo, sus puntos suben. En cambio si solicita algo complejo, pero se resta de realizarlo, sus bonos bajan.
Lo que no estoy de acuerdo es que el estilo coercitivo pueda estar correlacionado con buen clima, a menos que las personas contesten x deseabilidad social. A veces se argumenta que las personas necesitan que las reten, que las traten mal, una versión de “quien te quiere te aporrea”.  Es probable que personas con poca educación, con pocas alternativas en el mercado de trabajo, con poco capital humano, “aguanten “un estilo así porque carecen de mayores alternativas, pero de ahí que puedan estar gratas con ese clima, tengo mis dudas.
Estoy convencido que personas con mayor nivel educacional, mayores oportunidades en el mercado laboral o mayor capital humano, prefieren sitios gratos, un estilo más conversacional, lugares donde aprender etc, lo que es contradictorio con aceptar un clima organizacional negativo.