Hace un tiempo atrás me correspondió
participar en un taller sobre “herramientas de influencia” dictado por
Alejandro Matamala, taller enfocado en el desarrollo de habilidades de
liderazgo.
En este taller, Alejandro hace un ejercicio muy bonito que quiero traer a colación. Espero no se enoje conmigo por contar públicamente la actividad que realiza. Le pide a los participantes que se pongan de pie y hagan un círculo. Luego les indica que levanten las manos, abran los dedos al máximo y todos griten “júntense dedos”……lo que se repite varias veces. El, al centro del círculo, hace exactamente lo mismo. Luego de varias repeticiones, pregunta, ¿Qué pasa que nadie ha juntado los dedos?. Hay varios comentarios y entonces, hace algo que siempre que lo veo lo encuentro mágico. Extiende los brazos, repite la consigna “júntense dedos”, pero esta vez agrega algo, él da el ejemplo y los junta…..y entonces, todos lo imitan juntando sus dedos. Alejandro concluye con esta reflexión: La gente escucha las palabras, pero imita la acción.
En este taller, Alejandro hace un ejercicio muy bonito que quiero traer a colación. Espero no se enoje conmigo por contar públicamente la actividad que realiza. Le pide a los participantes que se pongan de pie y hagan un círculo. Luego les indica que levanten las manos, abran los dedos al máximo y todos griten “júntense dedos”……lo que se repite varias veces. El, al centro del círculo, hace exactamente lo mismo. Luego de varias repeticiones, pregunta, ¿Qué pasa que nadie ha juntado los dedos?. Hay varios comentarios y entonces, hace algo que siempre que lo veo lo encuentro mágico. Extiende los brazos, repite la consigna “júntense dedos”, pero esta vez agrega algo, él da el ejemplo y los junta…..y entonces, todos lo imitan juntando sus dedos. Alejandro concluye con esta reflexión: La gente escucha las palabras, pero imita la acción.
En uno de los talleres que me correspondió
participar, Orlando, jefe en el norte, dijo algo así como “tus acciones hablan tan fuerte, que no puedo
escuchar lo que dices”, buena conclusión también de como lo que hago habla tan
claramente, que para que voy a escuchar tus bonitas palabras.
En las organizaciones estamos llenos de
consignas y “frases para el bronce”, sobre todo de parte de los líderes, “aquí
valoramos a la gente”, “para mí lo más importante es la comunicación franca”, “a
mí me gusta trabajar con las puertas abiertas”. Me acuerdo de una experiencia
que tuve en una organización, en que un directivo me dio un buen discurso
acerca de que a él le parecía importante que los colaboradores le dijeran lo que
pensaban de él honestamente, que eso era una oportunidad para mejorar y luego
me pidió que le dijera como lo veía. Tuve la mala ocurrencia de ser “honesto” y
decirle como lo veía y no me hablo más.
En las empresas se gastan enormes recursos en
programas y proyectos sobre liderazgo y formación de jefaturas, pero si estos
no van acompañados de cambios en la acción, sus resultados son mediocres.
Incluso, la gente comienza a preguntarse para que se gasta tanto dinero en esos
programas si no se ven cambios simples, como saludar, como tratar con respeto,
como cumplir los compromisos.
Esto me hace pensar también que el
Departamento de recursos humanos tiene que ser muy activo en este tema y tiene
que ser el primero en dar el ejemplo realizando aquello que predica para el
resto de la organización. Si la gente de
recursos humanos transmite la importancia de hacer buenas reuniones y capacita
a la organización en esto, RRHH debe ser el primero en hacer buenas reuniones.
Si los consultores transmitimos verbalmente la importancia de mostrar
reconocimiento, debiéramos ser los primeros en dar reconocimiento a los demás.
Si hablamos de trabajo colaborativo, debiéramos trabajar de esa manera. Y, que
lejos estamos que sea así en nuestras organizaciones.
Kouzes y Posner en su libro “El desafío del
liderazgo” describen cinco prácticas fundamentales a través de las cuales los líderes
consiguen resultados extraordinarios.
Estas prácticas son: desafiar los procesos, inspirar una visión
compartida, habilitar a otros para actuar, brindar aliento y servir de modelo.
Esta última tiene que ver con dar el ejemplo, el respeto se gana dando el
ejemplo, para lo cual hay que actuar por convicciones más que por preferencia
circunstanciales.
Recuerdo que una vez hice un taller de
liderazgo en una compañía minera en La Serena y cuando hablaba de esto, todos
se acordaban de una anécdota. Se había anunciado una lluvia intensa y había que
tomar resguardos en la mina, cuidar las instalaciones y quedarse realizando algunas
actividades excepcionales. El gerente, de manera enfática insistió en la
importancia del compromiso y que los supervisores se debían quedar. Claro, cuál
fue la sorpresa de todos, cuando ven que el gerente va en su camioneta raudo
hacia La Serena, dejándolos a todos ellos arriba.
Hay un aspecto que tiene relación con el tema
del ejemplo y es la ceguera. Somos seres humanos, nos equivocamos, se nos
olvidan nuestras palabras, somos inconsistentes. Por lo que es muy probable que
frecuentemente no coincida nuestro discurso y nuestra acción. Aquí está
entonces el rol de un consultor o coach, quien puede “ayudarnos a mirar”,
mostrarnos cuando estamos siendo inconsistentes, cuando lo que decimos no lo
practicamos.
Esto que acabo de señalar requiere “humildad”
de parte de todos, de parte de quien le muestra a otros sus inconsistencias,
hacerlo de un modo “cariñoso”, cuidando al otro en su aprendizaje. También humildad
de quien recibe la mirada para aceptar que hay espacio para aprender y mejorar.
Heifetz dice que todo líder debe diferenciar entre aliados y confidentes, estos últimos personas cercanas, que en el espacio privado escuchan las dificultades, aconsejan, ayudan a mirar y, desarrollan la confianza para decirle al líder lo que no le gusta escuchar o lo que no quiere ver. Aquí la consultoría y el coaching tienen un gran espacio.
Heifetz dice que todo líder debe diferenciar entre aliados y confidentes, estos últimos personas cercanas, que en el espacio privado escuchan las dificultades, aconsejan, ayudan a mirar y, desarrollan la confianza para decirle al líder lo que no le gusta escuchar o lo que no quiere ver. Aquí la consultoría y el coaching tienen un gran espacio.
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