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viernes, 25 de julio de 2025

La Calidad de las Conversaciones: Claves para el Liderazgo Directivo por Jaime Rojas.



Por: Jaime Rojas Briceño – Coach Ejecutivo Profesional

jaimearojasb@gmail.com

Como rector de un colegio y coach ejecutivo, he comprobado una y otra vez que los resultados en las organizaciones no dependen únicamente de estrategias o procesos, sino — fundamentalmente— de la calidad de las conversaciones que se generan dentro de ellas. Esta constatación no es solo una teoría para mí, sino una realidad palpable que he experimentado al acompañar a directivos escolares en su desarrollo y al trabajar con profesionales que contratan mis servicios de coaching ejecutivo.

En toda comunicación existe una distinción fundamental y muchas veces subestimada: la diferencia entre la intención comunicativa y el impacto que genera en el otro. La intención comunicativa es lo que yo pretendo transmitir con mis palabras, gestos y actitudes; es el mensaje que deseo enviar. El impacto, en cambio, es la reacción real que produce en quien recibe el mensaje, la percepción y el efecto que causa, que no siempre coincide con la intención.

Comprender esta diferencia es esencial para un liderazgo efectivo y responsable, pues el éxito de una conversación no depende solo de lo que el directivo quiere decir, sino de cómo su mensaje es recibido e interpretado. Esta conciencia permite regular el mensaje, ajustar el lenguaje y el tono para minimizar malentendidos, evitar conflictos y fomentar vínculos sólidos. En el ejercicio del liderazgo directivo, dominar esta distinción es clave para usar la comunicación con profesionalismo, empatía y resultados positivos sostenidos.

En este sentido, el libro “Tácticas de conversaciones para principiantes” de Steve Allen y los Axiomas de la Comunicación de Paul Watzlawick, ofrecen herramientas concretas y aplicables, que articuladas me resuenan profundamente con lo que he observado en mis prácticas habituales.

Comencemos por lo valioso de las distinciones lingüísticas presentes en la propuesta de Allen: pequeñas pero poderosas claves del lenguaje que pueden convertir una conversación superficial en una instancia significativa de liderazgo, ilustrándolas con ejemplos concretos basados en mi experiencia en contextos organizacionales educativos.

Escucha activa vs. oír pasivamente

Escuchar activamente implica una presencia real, emocional y cognitiva en la conversación. No se trata solo de “esperar a que el otro termine de hablar”, sino de comprender desde su mundo, captando tanto el contenido como el tono emocional. Por el contrario, oír pasivamente significa estar presente solo de manera física, sin involucrarse verdaderamente en el proceso comunicativo.

Ejemplo: En una reunión con docentes, un directivo enfrentaba el desafío de equilibrar las exigencias institucionales con las inquietudes del equipo pedagógico. Al practicar la escucha activa, no solo percibió el cansancio expresado por los profesores, sino que también pudo identificar señales de desgaste profesional y necesidad de mayor contención. Esto le permitió abrir espacios de diálogo más efectivos y construir soluciones compartidas, reforzando la cohesión del equipo en un contexto de alta presión.

Interpretaciones vs. hechos

Una distinción fundamental para evitar conflictos innecesarios es aprender a diferenciar entre hechos y las interpretaciones que hacemos de ellos. Los hechos son observaciones objetivas y verificables, mientras que las interpretaciones son nuestras conclusiones subjetivas, influenciadas por creencias y emociones.

Ejemplo: Durante una conversación con apoderados, un equipo directivo interpretó inicialmente ciertos comentarios como críticas personales a su gestión. Sin embargo, al indagar con apertura y separar los hechos (como inquietudes sobre los protocolos de seguridad) de las interpretaciones, lograron identificar preocupaciones legítimas de las familias. Esto no solo desactivó una posible tensión, sino que fortaleció la confianza en el liderazgo escolar al mostrar capacidad de escucha y ajuste.

Juicios fundados vs. juicios infundados

Los juicios fundados se basan en evidencias claras, competencias demostradas o criterios objetivos, mientras que los juicios infundados se sustentan en prejuicios u opiniones sin base real. La capacidad de distinguir entre ambos permite a los líderes tomar decisiones justas y evitar sesgos que dañan el clima laboral.

Ejemplo: Un directivo percibía que un asistente de la educación no estaba comprometido con su rol. Sin embargo, antes de actuar, decidió revisar evidencia concreta: registros de asistencia, observaciones en terreno y conversaciones con colegas. Esta revisión reveló no solo cumplimiento, sino disposición a colaborar bajo condiciones difíciles. El juicio fundado permitió reconocer su aporte real y fortalecer el clima laboral, mostrando que liderar también implica cuestionar las primeras impresiones.

Petición vs. exigencia disfrazada

Una petición genuina abre espacio al diálogo y la colaboración, mientras que una exigencia disfrazada genera resistencia y frustración. El tono y la intención detrás de la solicitud son cruciales para el resultado de la conversación.

Ejemplo: En la preparación de una jornada especial, un directivo solicitó apoyo al equipo de asistentes profesionales. En lugar de imponer la tarea bajo presión, eligió plantearla como una petición concreta y contextualizada: “¿Podrían ayudarme con esto para el viernes, por favor? Sería un gran respaldo para que todo funcione bien.” Esta forma de comunicación, alineada con la carga ya existente, facilitó la colaboración y generó un ambiente de respeto mutuo, incluso en medio de una alta demanda institucional.

Promesas como actos de compromiso

Hacer una promesa no es solo hablar bien, sino generar compromisos claros, explícitos y responsables. En el liderazgo, las promesas deben ser entendidas como actos que fortalecen la confianza y la credibilidad, y que implican un seguimiento riguroso.

Ejemplo: Frente a la percepción de desconexión entre la dirección y las familias, el director se comprometió a establecer reuniones mensuales de información y escucha. A pesar de su apretada agenda, cumplió con cada encuentro, demostrando que su palabra tenía peso. Esto mejoró la participación de los apoderados y alivió la presión sobre el equipo directivo al contar con una comunidad más informada y cooperativa.

El límite del liderazgo en la conversación

Es importante reconocer que, pese al esfuerzo consciente y sistemático de un directivo por propiciar conversaciones de calidad, no todo depende de él o ella. En ocasiones, ellos o ellas se encuentran frente a personas cuya personalidad, actitudes o dinámicas personales dificultan o incluso imposibilitan construir un diálogo productivo. Esto puede deberse a resistencia al cambio, falta de disposición para colaborar o incluso problemas emocionales que bloquean la comunicación.

En mi experiencia acompañando a directivos escolares, he visto que comprender y aceptar estos límites es clave para no desgastarse ni frustrarse. El liderazgo también implica gestionar esas dificultades con realismo, buscando alternativas, pero sin cargar sobre sí la responsabilidad exclusiva de la construcción del diálogo cuando la otra parte no está dispuesta o preparada para ello.

He aquí algunas recomendaciones claves que Allen señala para evitar sabotear una buena conversación:

No seas dogmático: Evita imponer tu opinión sin permitir espacio para la réplica o el diálogo. Si solo quieres expresar un punto de vista sin discusión, es mejor que lo hagas por escrito, como en una carta o un post, y no en una conversación donde el intercambio es esencial.

No hagas multitarea durante la conversación: Estar “a medias” presente en una conversación, distraído o pensando en otra cosa, transmite desinterés y dificulta la conexión. Si realmente quieres salir de la conversación, lo más honesto es retirarte, pero mientras estés ahí, enfócate completamente.

Usa preguntas abiertas: Las preguntas que invitan a la reflexión y a la expresión libre (por ejemplo, “¿Cómo te sentiste en esa situación?”) fomentan un diálogo más profundo y sincero, a diferencia de preguntas cerradas que limitan las respuestas. Las preguntas cerradas obtienen una afirmación o negación, ¿te asustaste? Si. Mientras que una pregunta abierta ¿Por qué te asustas? Obtiene una idea de fondo sobre la cual generar una conversación.

Sigue el ritmo de la conversación: Mantén tu atención en lo que la otra persona dice y en el flujo natural del intercambio. No te adelantes a pensar en otra cosa ni interrumpas con ideas desconectadas, ya que esto rompe la conexión emocional y cognitiva.

Evita ser repetitivo: Repetir una idea una y otra vez puede cansar y bloquear el avance de la conversación. Escucha y busca avanzar en nuevos temas o en mayor profundidad, no en circular sobre lo mismo.

Evita los detalles irrelevantes: No es necesario llenar la conversación con datos como fechas, nombres o años, a menos que sean cruciales para la comprensión. La atención suele perderse con demasiados detalles, así que enfócate en lo esencial para mantener el interés y la claridad.

La importancia de una comunicación directiva basada en el asertividad

La comunicación asertiva es, en esencia, la habilidad de transmitir un mensaje de manera directa, sin ambigüedades ni rodeos, pero cuidando el vínculo humano. Es decir, comunicar sin dejar espacio para malas interpretaciones, y al mismo tiempo, sin herir, imponer o invalidar al otro.

En este sentido, comprender los axiomas de la comunicación no tiene solo valor teórico: es una base imprescindible para que los líderes escolares desarrollen una comunicación asertiva, es decir, una forma de relacionarse que combina claridad, firmeza y respeto mutuo. Invertir en mejorar nuestra forma de comunicarnos es, sin duda, invertir en el éxito sostenible de cualquier proyecto humano.

Los axiomas de la comunicación son principios fundamentales propuestos por los teóricos Paul Watzlawick, Janet Beavin Bavelas y Don Jackson, en el marco de la Teoría de la Comunicación Humana (1967). Estos axiomas explican cómo funciona la comunicación interpersonal más allá del contenido verbal, tomando en cuenta aspectos no verbales, relacionales y contextuales:

Es imposible no comunicarse

“Todo comportamiento es comunicación.”

Este primer axioma nos recuerda que incluso cuando guardamos silencio, estamos comunicando algo. En el liderazgo directivo, esto cobra una relevancia enorme. Una pausa larga, una mirada esquiva o una ausencia reiterada en reuniones clave envían mensajes tan poderosos como cualquier palabra.

Ejemplo: Un director que no asiste a las reuniones del comité de convivencia escolar puede creer que está simplemente delegando. Sin embargo, su ausencia comunica (aunque no lo diga) un posible desinterés o despriorización del tema. El equipo lo percibe así, y eso afecta el clima organizacional y la motivación.

Por eso, un líder debe ser consciente de su comunicación no verbal tanto como de sus palabras. Liderar es también hacerse cargo del impacto de los gestos, de la presencia y del silencio.

Toda comunicación tiene un nivel de contenido y un nivel relacional

“El mismo mensaje puede entenderse de forma muy diferente según la relación que exista entre quien habla y quien escucha”

Este axioma nos enseña que la comunicación no es solo lo que se dice, sino también lo que se interpreta. Por eso, un líder directivo no solo debe cuidar sus palabras, sino también el estado del vínculo desde el cual esas palabras serán escuchadas.

Dicho de otro modo: la relación es el contexto que le da sentido al contenido. Y un directivo que no cuida ese contexto, pierde el poder transformador de su mensaje.

Ejemplo:

“Necesito que vengas a mi oficina después de clases.”

Si lo dice un directivo cercano, que tiene buena relación con el docente:

El profesor puede pensar:

“Seguro quiere conversar de algo importante o pedirme apoyo en algo.”

Si lo dice un directivo con el que ha habido tensiones:

El profesor puede pensar:

“¿Qué pasó ahora? ¿Me va a retar o cuestionar algo?”

La frase es la misma, pero el tono emocional cambia completamente según la relación previa

La naturaleza de una relación depende de la puntuación de las secuencias de comunicación

El axioma dice que, en una interacción, cada persona interpreta lo que hace como una respuesta (efecto) a lo que el otro hizo primero (causa). Pero el otro también piensa lo mismo, invirtiendo los roles de causa y efecto.

En contextos organizacionales, este axioma se manifiesta cuando diferentes actores (docentes, apoderados, estudiantes, asistentes) ven una misma situación desde lugares distintos y creen tener la verdad.

Ejemplo: Un apoderado dice: “No participo en reuniones porque nunca me toman en cuenta”, mientras que el equipo directivo piensa: “No lo tomamos en cuenta porque no participa”. Este ciclo se alimenta y ambas partes refuerzan su interpretación como causa del comportamiento del otro.

Un líder hábil es capaz de reconocer estas secuencias, interrumpirlas y resignificarlas, proponiendo nuevas formas de diálogo que corten los ciclos defensivos.

La comunicación puede ser digital (verbal) o analógica (no verbal)

Este axioma señala que el lenguaje verbal (lo que decimos) convive constantemente con el lenguaje no verbal (cómo lo decimos, gestos, tono, expresiones). En la práctica del liderazgo, la coherencia entre ambos canales es determinante.

Ejemplo: Un jefe de UTP puede decir: “Estoy aquí para apoyarlos”, pero si lo dice sin mirar a los ojos, apurado y revisando el celular, el mensaje no verbal contradice al verbal. El equipo lo percibirá como desconexión o falta de interés.

Por eso, una conversación de liderazgo efectiva exige coherencia entre lo que se dice y cómo se dice. El cuerpo, la voz y la actitud también son herramientas de liderazgo.

Las interacciones pueden ser simétricas o complementarias

En una relación simétrica, las partes tienden a igualarse; en una complementaria, hay una diferencia de rol que se acepta.

En toda interacción humana, la forma en que nos comunicamos no depende solo de lo que decimos, sino también de la relación que tenemos con la otra persona. Según Paul Watzlawick y sus colegas, uno de los axiomas fundamentales de la comunicación humana dice que toda comunicación es simétrica o complementaria.

Como directivo, una parte fundamental de mi tarea no solo es tomar decisiones, sino también comunicarme de manera efectiva con distintos actores: docentes, estudiantes, apoderados, asistentes de la educación, y superiores jerárquicos. Y una de las cosas que he aprendido con la experiencia —y que confirma la teoría de Watzlawick— es que la forma en que me comunico cambia según el tipo de relación que tengo con cada persona.

Ejemplo: cuando converso con un docente sobre un tema pedagógico, la relación es complementaria, en el sentido de que yo represento un rol de liderazgo institucional. Eso implica que hay una diferencia reconocida de función: no soy simplemente un colega, sino quien debe orientar, supervisar y tomar decisiones. Por eso, mi forma de comunicar debe ser respetuosa pero clara, reconociendo esa diferencia, sin autoritarismo, pero tampoco diluyendo mi responsabilidad.

En cambio, cuando me reúno en una red de trabajo de pares o en una reunión de equipo directivo, la comunicación se vuelve más simétrica: todos tenemos responsabilidades similares y buscamos colaborar desde una base más horizontal. Ahí mi forma de hablar cambia: comparto experiencias, discuto decisiones, busco acuerdos de igual a igual

Conclusiones

He reafirmado una convicción - lejos de presentarla como una verdad absoluta - que liderar no es solo tomar decisiones ni trazar planes estratégicos; es, ante todo, sostener conversaciones que transformen. A lo largo de mi experiencia como rector y coach ejecutivo, he visto que los avances más significativos en las organizaciones educativas no surgen exclusivamente de grandes reformas, sino de pequeños giros en la forma de comunicarnos: una escucha más atenta, una pregunta bien formulada, una interpretación replanteada a tiempo.

Las distinciones lingüísticas de Allen, junto con los principios propuestos por Watzlawick, no son fórmulas mágicas, pero sí herramientas poderosas para que el liderazgo se ejerza desde un lugar más humano, más consciente y más efectivo. Comprender que cada conversación es una oportunidad para construir —o debilitar— vínculos, nos sitúa frente a una responsabilidad ineludible: la de cuidar no solo lo que decimos, sino también cómo lo decimos, desde qué lugar emocional y con qué intención.

Reconocer que no todo está en nuestras manos —que hay límites en la disposición y en las dinámicas del otro— no es resignarse, sino madurar como directivos lideres. Saber cuándo insistir y cuándo soltar, cuándo proponer nuevas rutas y cuándo aceptar el silencio, también forma parte del arte de conversar bien.

Porque al final, liderar es conversar. Y la calidad de esas conversaciones determina, en gran medida, la calidad de los resultados, del clima organizacional, y, sobre todo, de las relaciones que dan vida y sentido a cualquier proyecto educativo. Invertir en nuestra forma de comunicarnos es, sin duda, invertir en un liderazgo más presente, más respetuoso y más transformador. 

jueves, 25 de junio de 2020

Caperucita Roja – La versión del Lobo. Todas las historias tienen (al menos) dos versiones

la foto es de https://ubuntulife.wordpress.com/2016/11/06/la-verdadera-historia-de-caperucita-y-el-lobo-feroz/


Hace un tiempo atrás escribí un post sobre el libro “conversar” de Cesar Grinstein. Una de las ideas interesantes expuestas ahí, aunque no privativa de este autor,  es que vivimos en mundos narrativos, nos contamos cuentos acerca de todo.

Desde el momento que somos seres lingüísticos elaboramos interpretaciones de todo lo que nos rodea, interpretaciones que además muchas veces ni siquiera son nuestras sino que nos vienen dadas por la familia de origen o la cultura de la que formamos parte.

Y de alguna manera nos vamos quedando atrapados en nuestros cuentos, los que algunas veces nos abren posibilidades y otras nos las cierran, sobre todo cuando se vuelven limitantes, defensivos, autorreferentes y excluyentes.

En el enfoque ontológico se hace una distinción entre las afirmaciones y los juicios, actos de habla característicos del lenguaje humano. En el primero se describe lo que se observa y puede ser considerado verdadero o falso (o incierto en algunos casos). En el caso del segundo se refiere a opiniones, puntos de vista, interpretaciones y, definitivamente, no pueden ser considerados verdaderos ni falsos, sino que validos o inválidos, fundados o infundados.

Uno de los errores ontológicos más habituales es confundirse de plano y tratar las afirmaciones u observaciones como si fueran una opinión o tratar las opiniones como si fueran observaciones. En el primer caso, la psicología y psiquiatría tradicional dictaminaría una alteración del juicio de realidad y, en el segundo caso, estamos en presencia de “dueños de la verdad” que se distancian de sus puntos de vista, que omiten al observador que enjuicia y proponen que lo dicho por ellos es como “las cosas son objetivamente”, “de verdad”

Creo que esto es tan común y es fuente de tanto malestar, de tanto conflicto entre personas. Basta mirar el caso de la política, como las personas tienen legítimamente ideas acerca de cómo debiera ser la convivencia entre los habitantes de la polis, ideas de las normas que nos deben regir, del comportamiento económico y de muchas cosas más. Todas son opinables, ninguna es una verdad absoluta. Y, sin embargo, a la hora de conversar muchos tratan sus ideas como si fueran la verdad y a la otra parte, que sostiene algunas ideas distintas, como si fuera un “contrincante”, “un enemigo”, “alguien inmoral”. Yo opino que de esto no se salva ni la izquierda ni la derecha.

Lo que digo me recuerda incluso las guerras religiosas de la edad media, entre católicos y protestantes, cada uno dueño de una verdad y legitimando la violencia para destruir a la otra parte, que no era que tenía una opinión distinta, sino que definitivamente “era malvada”, “no veía como las cosas eran de verdad” u otros razonamientos parecidos.

Ya lo dice Maturana en su magnífico libro “La objetividad, un argumento para obligar”, como apelar a un acceso privilegiado a la verdad, más que una cuestión cognitiva o científica u ontológica tiene que ver con el poder de ponerse encima de otros seres humanos y obligarlos a hacer lo que queremos que hagan y así legitimar la violencia.

Todo tiene dos versiones, al menos. Todos los cuentos se pueden contar de distinta manera.

Me acordé del cuento  de “la caperucita roja contada por el lobo”, historia que nos invita a desafiar nuestra perspectiva rígida del mundo y centrada sólo en como nosotros vemos las cosas. También nos invita al diálogo, ya que solo dialogando con sinceridad se descubren todas las perspectivas y se pueden construir buenos acuerdos.

Les dejo el cuento de regalo.

“El bosque era mi hogar. Yo vivía allí y me gustaba mucho. Siempre trataba de mantenerlo ordenado y limpio. Un día soleado, mientras estaba recogiendo las basuras dejadas por unos turistas sentí pasos. Me escondí detrás de un árbol y vi venir una niña vestida en una forma muy divertida: toda de rojo y su cabeza cubierta, como si no quisieran que la vean. Andaba feliz y comenzó a cortar las flores de nuestro bosque, sin pedir permiso a nadie, quizás ni se le ocurrió que estas flores no le pertenecían. Naturalmente, me puse a investigar. Le pregunte quien era, de donde venía, a donde iba, a lo que ella me contesto, cantando y bailando, que iba a casa de su abuelita con una canasta para el almuerzo.
Me pareció una persona honesta, pero estaba en mi bosque cortando flores. De repente, sin ningún remordimiento, mató a un mosquito que volaba libremente, pues también el bosque era para él. Así que decidí darle una lección y enseñarle lo serio que es meterse en el bosque sin anunciarse antes y comenzar a maltratar a sus habitantes. La dejé seguir su camino y corrí a la casa de la abuelita. Cuando llegue me abrió la puerta una simpática viejecita, le expliqué la situación. Y ella estuvo de acuerdo en que su nieta merecía una lección. La abuelita aceptó permanecer fuera de la vista hasta que yo la llamara y se escondió debajo de la cama.
Cuando llegó la niña la invite a entrar al dormitorio donde yo estaba acostado vestido con la ropa de la abuelita. La niña llegó sonrojada, y me dijo algo desagradable acerca de mis grandes orejas. He sido insultado antes, así que traté de ser amable y le dije que mis grandes orejas eran par oírla mejor.
Ahora bien me agradaba la niña y traté de prestarle atención, pero ella hizo otra observación insultante acerca de mis ojos saltones. Ustedes comprenderán que empecé a sentirme enojado. La niña tenía bonita apariencia pero empezaba a serme antipática. Sin embargo pensé que debía poner la otra mejilla y le dije que mis ojos me ayudaban para verla mejor. Pero su siguiente insulto sí me encolerizo. Siempre he tenido problemas con mis grandes y feos dientes y esa niña hizo un comentario realmente grosero.
Sé que debí haberme controlado pero salté de la cama y le gruñí, enseñándole toda mi dentadura y diciéndole que eran así de grande para comerla mejor. Ahora, piensen Uds.: ningún lobo puede comerse a una niña. Todo el mundo lo sabe. Pero esa niña empezó a correr por toda la habitación gritando y yo corría atrás de ella tratando de calmarla. Como tenía puesta la ropa de la abuelita y me molestaba para correr, me la quité pero fue mucho peor. La niña gritó aún más. De repente la puerta se abrió y apareció un leñador con un hacha enorme y afilada. Yo lo mire y comprendí que corría peligro así que salté por la ventana y escapé.
Me gustaría decirles que este es el final del cuento, pero desgraciadamente no es así. La abuelita jamás contó mi parte de la historia y no pasó mucho tiempo sin que se corriera la voz que yo era un lobo malo y peligroso. Todo el mundo comenzó a evitarme. No sé qué le pasaría a esa niña antipática y vestida en forma tan rara, pero si les puedo decir que yo nunca pude contar mi versión. Ahora Ustedes ya lo saben”

Una invitación a no sentirnos dueños de la verdad, a preguntar por la otra historia, a conocer como miran desde el otro lado las cosas, a chequear antes de formarnos una idea definitiva de cualquier tema.

Si vamos a comportarnos como jueces de los demás, escuchar siempre las dos versiones antes de emitir un veredicto final acerca de las intenciones o acciones de las otras personas.

martes, 7 de noviembre de 2017

Rafael Echeverría, Ontología del lenguaje.


Leí por primera vez el libro de Echeverría a sugerencia de mi amigo Marco Ortiz hace ya muchos años. Tengo que reconocer que no entendí nada, además que lo encontré un libro árido y pesado de entender. Luego de eso lo he leído numerosas veces, ahora mismo lo he estado revisando para preparar clases y cada vez encuentro conceptos de los que no me había percatado en lecturas anteriores.

Escrito por Rafael Echeverría, primera edición en castellano del año 1994, basado en los aprendizajes que hizo con Fernando Flores. De hecho en todos los inicios de capítulos dice algo así como “agradezco al doctor Flores y a BDA, propietarios de los derechos de autor de trabajos en los que se basa este segmento, por permitirme gentilmente hacer uso en este libro de largas secciones de tales trabajos”, tema no menor pues excepto en el libro escrito por Cristian Warknen Conversaciones con Rafael Echeverría donde cuenta del trabajo con Flores no le he leído jamás mención a su participación en la consultora de Flores. Hay que reconocer eso sí que Flores nunca le llamo a este modelo coaching ontológico ni ontología del lenguaje y, por lo que se, eso es un invento de Echeverría.

Tampoco cita a nadie en la bibliografía, algo común en los libros de Echeverría, lo que a mí en particular no me gusta, ya que muchas de las ideas contenidas en el libro pueden haber sido inventadas, reflexionadas, integradas por él, pero no es un invento que venga de la nada y hay reminiscencia a autores que, por honradez intelectual, convendría mencionar. Creo que un esfuerzo mínimo de cualquier profesional es indicar los autores en los que se basa su trabajo.

Alguna vez haciendo clases o en otras actividades me he encontrado con “florianos” o con “maturanianos”, quienes no le tienen cariño a Echeverría. También ha habido polémicas por los medios entre estos gurús. Yo les tengo cariño a todos ellos por el tremendo aporte que han hecho a nuestra interpretación del mundo, allá los genios con sus peleas de egos.

Dicho todo esto, ahora que lo he leído muchísimas veces, un libro lleno de ideas profundas, algunas de las cuales vale la pena mencionar. He escrito algo antes sobre el tema en (1) (2).

La importancia del lenguaje.

Ya desde pequeños los seres humanos nos caracterizamos por ir entrando a la dimensión del lenguaje e ir coloreando nuestra vida primero con ruidos, luego con balbuceos y finalmente con palabras y toda una gramática. Nos parece tan natural habitar en el lenguaje que se nos olvida que es una propiedad que nos hace tan humanos que aquellos que tienen dificultades de lenguaje o pierden el lenguaje empiezan a quedarse sin lo más humano que tenemos.

En este ámbito existen enormes desarrollos conceptuales para explicar que es el lenguaje, como surge, como se desarrolla, su conexión con el cerebro, su conexión con la vida social. Recuerdo cuando leí en la Universidad a Berger y Luckman y quedé impresionado por sus reflexiones sobre este tema.

El lenguaje genera identidad, genera coordinación de acción, es responsable del sufrimiento o la felicidad.

El lenguaje crea realidad.

Basado en los trabajos de los teóricos de los actos de habla, primero Flores y luego Echeverría, discuten acerca de cómo el lenguaje es acción y como tiene propiedades generativas. Los seres humanos hacemos algo que es hablar y hablar es una acción. Y cuando hablamos, generamos realidad, la que luego nos crea a nosotros los seres humanos, no en cuanto a nuestra anatomía pero si en cuanto a nuestra concepción misma del mundo. El lenguaje puede usarse con fines descriptivos, lo que hacemos a cada rato. Y el lenguaje puede generar mundos lo que nos acerca a las propiedades divinas: “hágase la luz y la luz se hizo”.

Existe un libro muy bonito de Jerome Brunner “la fábrica de historias” donde discute como los abogados, poetas y otros “cuentan cuentos” y con ello ayudan a delimitar la realidad en la que luego viven jueces y jurados, así como otros seres humanos. Cuanto de ello hacen los líderes, los filósofos, los profesores y cualquier persona con solo hablar.

Actos de Habla.

Ya que el lenguaje es acción el libro se detiene largo rato en caracterizar los actos de habla, acciones en el lenguaje, universales a todos los seres humanos independiente del idioma que hablen. Echeverría distingue los seis actos lingüísticos fundamentales: afirmaciones, declaraciones, juicios, peticiones, ofertas y promesas. Cada acto de habla se hace cargo de compromisos específicos.

Si bien transmito mucho en todos lados acerca de peticiones, ofertas y promesas, las responsables de la coordinación de acción, no dejan de maravillarme las declaraciones, acción lingüística que muestra en toda su potencia el poder del lenguaje, ya que primero se declara y luego aparece el mundo.

Vivimos en mundos conversacionales.

Se sigue de los actos de habla, la importancia de las conversaciones. De hecho Flores ya había señalado en su libro “inventando la empresa del siglo XXI” que se puede mirar a la organización como redes de conversaciones. Echeverría insiste en esto y formula una tipología de conversaciones: privadas y públicas; de juicios, de coordinación, de posibles acciones y de posibles conversaciones, cada una de las cuales tiene su particular composición e importancia.

Nuestras relaciones personales son las conversaciones que tenemos, no existe algo así como una relación sin conversación, a menos que sea una relación imaginaria, en cuyo caso sólo tendrá conversaciones privadas con nosotros mismos a propósito de algún otro.

Concepción interpretativa de la escucha.

Si hablar es fundamental, escuchar es más fundamental aún ya que es el que le da sentido al hablar. Propone Echeverría mirar el escuchar como oír + interpretar, el que en versiones posteriores reformula como percibir + interpretar. Oír o percibir es un fenómeno biológico dado por nuestros sistemas perceptivos, en cambio escuchar tiene que ver con interpretar, con hacerse cargo de las historias que construimos a partir de las palabras de otro, historias que tienen que ver con la acción, con las inquietudes, con lo posible, con el alma humana.

La escucha se convierte entonces en la base del coaching ontológico, ya que un coach se dedica a escuchar y a partir de lo que oye es capaz de proponer interpretaciones a su coachee que le hagan nuevo sentido, que le permitan construir nuevos significados, que le abran nuevas posibilidades en la vida.

Hacerse cargo de la escucha como práctica interpretativa nos permite entender porque muchas veces lo escuchado no tiene ninguna relación con lo dicho por la otra persona, lo que puede generar brechas, malas interpretaciones, así como nuevas posibilidades mutuas.

Papel de las emociones y estados de ánimo:

Uno de los puntos que me gusta especialmente del libro, sobre el que creo que Echeverría sigue en deuda pues no ha profundizado mucho más allá en el tema es el capítulo relativo a emociones y estados de ánimo. Las primeras relacionadas con la interpretación de un evento y cambios en la predisposición a la acción y, las segundas, como un fenómeno de trasfondo, un fenómeno conversacional, que genera también predisposiciones a la acción. Me parece poderosa la distinción paz, ambición, resentimiento, resignación.

Me parece que estas dos últimas describen muy bien el clima organizacional y al mirarlo así se abren posibilidades de intervención muy distintas de las miradas clásicas del DO centradas en variables.

Conclusión:

Ha pasado “mucha agua bajo el puente” desde la publicación el año 1994 en castellano del libro y todas sus ediciones posteriores. El mismo Rafael ha publicado varios libros posteriores donde profundiza en varias distinciones y el coaching ontológico ha ganado popularidad en nuestro medio y en el mundo. Juzgo que eso ya es muy positivo y que bueno que Rafael Echeverría haya sido parte de este camino. 


viernes, 1 de septiembre de 2017

Reinterpretación del Clima Organizacional como estado de ánimo compartido


El año 2013 me invitaron a hacer una presentación en la Universidad de Talca en un Encuentro de coaching. Preparé un artículo que fue publicado en Revista Esgis, AÑO 9, N° 18, SEPTIEMBRE DE 2013. Aquí les copio el artículo.

1.- Introducción:
Las organizaciones se orientan a cumplir resultados, consistentes con las finalidades que ellas declaran como sus objetivos. Se ha desarrollado una enorme literatura sobre la gestión estratégica  para dejar claro este punto y ayudarles a los gerentes a administrar las organizaciones hacia el logro de dichos resultados. (Majluf, 2011). Al respecto, por ejemplo, Kovacevic y Reynoso (2010) destacan en su libro El diamante de la excelencia organizacional que para lograr dicha excelencia organizacional, los gerentes deben cultivar el foco estratégico, diseñar medidas, metas y medios, producir alineamiento estratégico, favorecer la cultura de ejecución y procurar la agilidad organizacional.

Desde la perspectiva de los resultados, uno de los autores más clásicos, estudiados en todas las Escuela de negocios es Michael Porter (1982) quien propone distinciones claves como cadena de valor, estrategias genéricas, análisis estructural de la industria, fuerzas competitivas, entre otros. Este es un lenguaje común en directivos, gerentes y consultores de empresas.

Simultáneamente, las organizaciones se encuentran constituidas por personas, quienes contribuyen a crear la estrategia de negocios, inventar los productos o servicios, establecer relaciones con los clientes, innovar en la tecnología, etc. Se han desarrollado algunos enfoques para destacar el aspecto  central de las personas en la organización, como el enfoque del capital intelectual (Sveiby, 2000) (Stewart 1988).

Las personas buscan darle sentido a su ambiente, interpretando su modo de estar y relacionarse con la organización. En sentido amplio, esta interpretación que hacen del ambiente se ha llamado clima, caracterizado por el juicio que hacen las personas acerca de distintas dimensiones organizacionales.

Estos dos mundos, el mundo de los resultados y el mundo de las personas, se relacionan con tensión ya que quienes gerencian organizaciones buscan el logro de resultados y objetivos, a la vez que mantener un clima positivo y armónico, lo que no siempre es logrado, dando lugar a quiebres recurrentes en esta relación. Nuestra comprensión de sentido común organizacional respecto del clima no da cuenta de este quiebre y nos hace llevar a cabo conductas que no resuelven el problema y más aun muchas veces lo exacerban.

Los modelos de coaching en sus distintas versiones presentan planteamientos interesantes de tener en cuenta para observar el fenómeno del clima, interpretarlo y, a partir de allí, proponer acciones para hacerse cargo de los quiebres.

El objetivo de este trabajo es desarrollar una reinterpretación del fenómeno del clima organizacional, como estado de ánimo compartido, desde el coaching ontológico desarrollado por Rafael Echeverría y otros autores.

2.- Concepción del clima organizacional dominante:

A partir de la revisión de la literatura (Rodriguez 1992) y la experiencia en consultoría, se pueden señalar algunas características dominantes en consultores y profesionales del área respecto a su  concepción de clima organizacional. Esta concepción incluye las siguientes ideas:

Se interpreta el clima organizacional como la opinión subjetiva que tienen quienes trabajan en una organización. Según Rodríguez (1992) “las percepciones compartidas por los miembros de una organización respecto al trabajo, el ambiente físico en que se da, las relaciones interpersonales que tienen lugar en él y las diversas regulaciones formales que afectan dicho trabajo”.

Como esta opinión es individual, buscan hacer una sumatoria de estas opiniones para construir la opinión colectiva. Para ello se usan promedios u otra consideración estadística los que suelen ser engañosos, al no representar fielmente lo que le pasa a las personas como colectivo. Si una persona juzga el clima como positiva y otra lo juzga como negativo, al obtener el promedio resulta un clima neutral, lo que es completamente inexacto.

Se basa en tests o instrumentos cuantitativos, buscando un determinado número o índice, sobre el cual se interpreta si el clima es positivo, negativo o neutral.

Asume que las personas que contestan dicen la verdad en sus respuestas y no las manipulan por una intencionalidad política o por alguna interferencia de orden emocional. Se supone que las respuestas a los tests de clima reflejan lo que las personas “de verdad” juzgan respecto de cada ítem o variable.

Como los instrumentos se aplican una vez al año o una periodicidad mayor, se asume la estabilidad del clima en el tiempo y no hay indicadores intermedios para poder decir si una intervención ha sido útil o si han ocurrido cambios climáticos significativos. Además suele ocurrir que por un afán de mejorar los números los gerentes hacen esfuerzos por generar mejores evaluaciones previo a la medición.

Se enfoca en dimensiones. Cada test tiene diferentes dimensiones, que representan partes del clima. Estas dimensiones se suelen ordenar desde la que tiene una opinión más positiva hasta la que tiene una opinión más negativa y de esa forma se priorizan las intervenciones. Las dimensiones más consideradas suelen ser comunicación, identidad, liderazgo, infraestructura, reconocimiento, etc.

A partir de esto las intervenciones suelen enfocarse en las dimensiones, sin una visión integrativa y sistémica respecto de cómo se comporta el clima en su globalidad. Por ejemplo, si el test indica que existe poco reconocimiento se entrena a los jefes a dar mayor reconocimiento. Si el resultado es deficiente en identidad se realiza alguna acción de marketing para generar mayor identidad colectiva con poleras o camisas con la marca de la empresa. Estas intervenciones carecen de enfoque sistémico, no son integradas

Esta interpretación del fenómeno del clima organizacional, centrada en una mirada numérica, dimensional, apolítica, no es la más útil, ya que no se hace cargo del núcleo del fenómeno, que es de naturaleza emocional, centrado en cómo las personas se sienten, entusiasmadas o resignadas, si se respira miedo o alegría, si sienten que la exigencia es desmedida, si hay contradicciones flagrantes entre discurso y acción, etc.

Lo anterior no lo reflejan los tests de clima organizacional. Incluso, puede suceder que los tests de clima organizacional digan lo contrario, que el clima está bien, con buena nota, ya que las personas los contestan de manera positiva precisamente por miedo a las consecuencias negativas que puede tener contestarlos con sinceridad.

3.- Otra manera de interpretar el clima organizacional

Parece especialmente interesante interpretar el clima organizacional como el estado de ánimo compartido entre los integrantes de un equipo o de una organización, interpretación que se centra en las cualidades emocionales de la experiencia compartida que tiene trabajar en una organización, con cierto estilo de liderazgo.

Mirar el clima de esta manera permite mayor fluidez, flexibilidad y está más conectado con la experiencia que tienen quienes se desempeñan en las organizaciones.

Observar el clima de esta manera permite preguntarse, ¿qué condiciones organizacionales dan lugar a estados de ánimo, donde los integrantes de la organización miran el futuro como cierre de posibilidades?, ¿qué estilos de liderazgo son más propicios para generar apertura de posibilidades hacia el futuro?, ¿cómo se pueden diseñar entornos organizacionales que favorezcan la sustentabilidad de los resultados?

Esta mirada permite otras intervenciones, más sistémicas, menos enfocadas en dimensiones y relacionadas con la generación de espacios de posibilidades diferentes. También permite hacerse cargo de inquietudes que tienen quienes trabajan en las organizaciones, inquietudes que no se ven reflejadas en los tests usuales de clima organizacional. Entre ellas: que quieren las personas en el trabajo?, que las motiva a trabajar?, qué significado le dan al trabajo?, que valoran?, que les produce satisfacción?, como se sienten?, cual sienten o creen que es su aporte?. 

Este enfoque puede ser de gran valor y potencia organizacional pero tiene dos limitaciones: la primera es que la educación profesional de quienes gestionan organizaciones se orienta a otras competencias llamadas “duras”, de orden técnico, relegando a una formación secundaria todo estos aspectos relacionados con lo “blando”, lo emocional, lo humano. La segunda, es que carecemos de lenguaje para nombrar los estados de ánimo y quien gerencia puede sentir, “oler” que la dificultad de fondo es de orden emocional, pero le cuesta articular en el lenguaje lo que está pasando. Trabajar en estos dos frentes es de la máxima importancia.

4.- Emociones y estados de ánimo.

A fin de justificar la propuesta anterior, el clima organizacional como estado de ánimo, resulta pertinente revisar algunos autores que han formulado distinciones en este ámbito.

Fernando Flores (1997) señala la importancia que los estados de ánimo tienen para la vida de las organizaciones. Señala Flores que se suele entender las emociones y estados de ánimo como algo personal, que les sucede a las personas, sin embargo, se debe considerar los estados de ánimo como algo colectivo que surge en la interacción entre las personas. El individuo participa del estado de ánimo, pero no es él, el poseedor de dicho estado de ánimo.

Rafael Echeverría (2003) plantea una distinción entre emociones y estados de ánimo.

Las emociones surgen cuando se experimenta una interrupción en el fluir de la vida. Por ello se asocian con los quiebres, es decir, con la ocurrencia de sucesos que nos conducen a modificar significativamente las fronteras de nuestro espacio de posibilidades, cuando nos vemos conducidos a variar nuestro juicio de lo que podemos esperar en el futuro.

Afirma Echeverría (pág. 153), que “la emoción es una distinción que hacemos en el lenguaje para referirnos al cambio en nuestro espacio de posibilidades a raíz de determinados acontecimientos”.

Al hablar de emociones se puede identificar las circunstancias particulares que las generan, se pueden identificar los acontecimientos que las gatillan. Según Echeverría las emociones son específicas y reactivas, los acontecimientos las preceden. Susana Bloch (2006) muestra acuerdo con esto, diciendo (pág 35) “corresponden a estados funcionales adaptativos del organismo que cambian de un momento a otro según los acontecimientos que se producen en el ambiente externo o el medio interno (pensamientos)”.

Susana Bloch (2006) investigadora chilena de las emociones, distingue seis emociones básicas presentes en todos los individuos, las que cumplen una función adaptativa, ya sea para la persona o para la especie. A juicio de Bloch estas emociones son: rabia, tristeza, ternura, alegría, miedo y erotismo.

Alfredo Rojas (2006) citando a Fernando Flores plantea que los estados de ánimo a diferencia de las emociones que fluyen, que vienen y van, tienden a ser permanentes, a persistir y, por lo tanto, a que de modo más permanente estemos abiertos o cerrados a ciertas posibilidades.

Cuando hablamos de estados de ánimo hablamos de un fenómeno de trasfondo, se habla de una emocionalidad que no remite necesariamente a condiciones específicas y que no se puede relacionar con acontecimientos determinados. Al ser un fenómeno de trasfondo, se refieren a estados desde los cuales se realizan las acciones.

Echeverría (2003) sostiene, citando a Maturana, que los estados de ánimo son predisposiciones para la acción, que un estado de ánimo define un espacio de acciones posibles.

Los estados de ánimo son aperturas hacia el futuro. Los estados de ánimo son como lentes a través de los cuales observamos el futuro. Si sucede que estamos de buen ánimo el futuro se verá brillante. Si estamos en mal ánimo el futuro se verá oscuro.

Los estados de ánimo conforman el mundo en que vivimos. Los seres humanos no se relacionan con el mundo tal cual este es, sólo sabemos cómo es para nosotros en función del espacio de inquietudes y estados de ánimo en que nos encontramos.

Los estados de ánimo son transparentes. El observador juzga como propiedades del mundo aquello que especifica el estado de ánimo, sin ver que es el estado de ánimo el que hacer ver el mundo de esa forma.

Los estados de ánimo son contagiosos y se originan dentro del estado de ánimo más amplio de la comunidad en que se encuentra el individuo. Hay una relación sistémica, las comunidades determinan el estado de ánimo de los individuos que pertenecen a ellas y los individuos también determinan el estado de ánimo de sus comunidades de las que forman parte.

El fenómeno anterior, se relaciona con el liderazgo, los líderes son capaces de afectar el estado de ánimo de su comunidad, generando nuevos horizontes de posibilidades para sus comunidades, haciendo posible nuevas acciones.

El poder de los estados de ánimo puede verse en varios dominios particulares. Echeverría señala el campo del deporte, estrategia militar, del comportamiento económico y de la política. Como en cada uno de ellos, el estado de ánimo compartido determina el horizonte de posibles acciones de las personas y, por lo tanto, constituye un factor primordial en lo que pueden o no lograr los equipos.

En el ámbito del deporte es sabido el impacto que tiene el estado de ánimo de un equipo deportivo o de un deportista particular en el desempeño que estos tienen en el deporte de que forman parte. Se ha desarrollado toda una industria de la psicología del deporte o del coaching deportivo, donde el psicólogo o el coach, más que hacer indicaciones técnicas trabaja con los estados de ánimo de los deportistas. De sentido común que grandes deportistas hipotecan sus carreras por aspectos de orden emocional más que de orden técnico.

En el ámbito de la estrategia militar, el estado de ánimo de un ejército es fundamental para realizar pronósticos respecto de su desempeño, siendo una variable fundamental la llamada “moral de la tropa”, además de la implementación o las tácticas de guerra.

En el ámbito del comportamiento económico. La psicología económica ha hecho hincapié de manera importante en el papel que juegan las expectativas en el comportamiento económico de las personas. Así cuando estas esperan que el desempeño económico sea halagüeño incrementan su consumo, produciendo como resultado mayor actividad económica y, viceversa, cuando las personas esperan la llegada de crisis, restringen su actividad económica, produciendo la crisis esperada.

En el ámbito de la política y el liderazgo se ha desarrollado un interesante enfoque. Rojas (2006) analizan el liderazgo histórico, como los líderes son capaces de interpretar el estado de ánimo de su tiempo para producir interpretaciones que le hagan sentido a la gente. Desde ese enfoque se analiza el liderazgo de Gandhi, Churchill y otros líderes  mundiales.

5.- Estados de ánimo positivo y negativo:

Una forma de comprender los estados de ánimo es realizar una “reconstrucción lingüística” de los mismos. Así, Echeverría (pág 163) propone “que independientemente de su soporte biológico y corporal, los estados de ánimo pueden ser presentados y reconstruidos en términos lingüísticos”.

Desde esta perspectiva, los estados de ánimo se pueden tratar como juicios automáticos del mundo y de las posibilidades futuras que ese mundo permite. La distinción juicios automáticos es interesante, pues no se trata de juicios que la persona emita sino más bien de una reconstrucción que hace el observador para reconstruir lingüísticamente el estado de ánimo en cuestión.

Cada estado de ánimo genera un mundo particular, ya sea de apertura o de cierre de posibilidades, a partir de lo cual se pueden distinguir estados de ánimo positivos y estados de ánimo negativos. En el caso de los primeros se genera una predisposición a actuar, a desplegarse, a colaborar, a emprender acciones. En el caso de los segundos las personas se predisponen a defenderse, protegerse, ocultarse, dejar de compartir, cuidarse, etc.

Entre los estados de ánimo negativos cabe citar el resentimiento y la resignación. Y, entre los estados de ánimo positivos se puede citar el entusiasmo y la aceptación.

El resentimiento puede ser reconstruido como una conversación subyacente en la cual interpretamos que hemos sido víctimas de un acción injusta, el juicio de que alguien nos cerró determinadas posibilidades en nuestra vida y el juicio que ello es injusto. Además implica una declaración o promesa hecha a uno mismo, que quien sea el responsable de dicha injusticia en algún momento la págará y, por lo tanto se hará justicia.

La resignación puede ser reconstruido como una conversación subyacente en que alguien considera como inmutable algo que otras personas podrían considerar sujeto a cambio. Dice Echeverría (pág 191) “una persona en el estado de ánimo de resignación, es el hecho que ella a diferencia de otras, no ve el futuro como un espacio de intervención  que le permite, a partir de las acciones que ella misma emprenda, transformar el presente”.

En el entusiasmo o ambición una persona u organización en este estado de ánimo, ve posibilidades de acción donde otros normalmente no las ven y se compromete en la ejecución de acciones para materializar dichas posibilidades.

6.- Clima y resultados.

A fin de integrar lo planteado en los acápites anteriores, conectando resultados y clima organizacional, se propone una matriz para caracterizar tipos de organizaciones según la relación entre ambas variables.

Las primeras teorías psicológicas sobre liderazgo o las teorías situacionales (Blanchard 2007) entre otros, hicieron una distinción que perdura hasta nuestros días, distinción entre orientación a la tarea o resultados y la orientación a las personas o las relaciones humanas. La primera se refiere a cuan orientado está el líder a cumplir con las actividades propias del negocio en pos de lograr las metas de su cargo. La segunda se refiere a cuan orientado está el líder a construir relaciones humanas positivas, colaborativas, de apoyo.

En algún momento se suele pensar estas orientaciones como polares, es decir, que mientras más alguien se preocupa de las metas o resultados, menos se preocupa de las personas o relaciones o viceversa. Ambas orientaciones deben complementarse. Las organizaciones tienen valor social en la medida que cumplen con sus resultados, sean cuales sean estos. Y por otro lado, las personas son lo más importante en una organización, son las que crean valor y es preciso cuidarlas y apoyarlas.

La relación entre resultados y clima es compleja y los resultados no dependen única y exclusivamente del clima organizacional.

A continuación se presenta una matriz con dos dimensiones, logro de resultados – clima predominante (clima como estado de ánimo). A partir de ello se pueden caracterizar cuatro tipos de organizaciones.

Matriz Clima / Resultados:
 Clima positivo
Todo es una fiesta
El mejor lugar para trabajar
Clima negativo
Camino al despeñadero
Parecemos mercenarios
Resultado -
Resultado +

Camino al despeñadero: Se trata de organizaciones que no logran sus resultados y tienen un estado de ánimo negativo, de cierre de posibilidades, con desgano, desánimo, desinterés. Las personas que trabajan en estas organizaciones se sienten frustradas, temen quedarse sin fuente de trabajo.

Todo es una fiesta: Organización con baja orientación al cumplimiento de resultados y un estado de ánimo positivo. Organizaciones que por alguna razón no se orientan a los clientes, no desarrollan procesos de negocios profundos y, sin embargo, por alguna razón (falta de competencia, propiedad estatal, posición monopólica, etc.) no sienten la presión de cumplir metas o resultados. Lugares donde las personas se sienten contentas por la dinámica interna de la organización, aunque los clientes o usuarios no sientan lo mismo.

Parecemos mercenarios: Se trata de organizaciones en que predomina el cumplimiento de las tareas y las metas, con baja preocupación por las personas. El estado de ánimo predominante puede ser el miedo, el agobio o el resentimiento. En este caso, si bien cumplen con sus resultados, las personas se declaran insatisfechas, buscan cambiarse de trabajo y cunde un sentido de resentimiento con quienes dirigen la organización. En lugares como este los resultados no son sostenibles en el tiempo y quienes las lideran buscan estar poco tiempo para irse “en la cresta de la ola” para no dejarle a quienes los sucedan el trabajo de “págar los costos”.

El mejor lugar para trabajar: Lugares donde simultáneamente se logran buenos resultados y existe un estado de ánimo positivo, de entusiasmo, de ambición, de deseo de innovar y comprometerse. En estos lugares idealmente las personas desean hacer contribuciones y se disfruta el trabajo.

7.- Otros modelos:

Javier Fernández Aguado en España, en el IESE, ha desarrollado un modelo interesante a tener en consideración, el que ha llamado feelings management, el que parte de la distinción de emociones y las complejiza incorporando dimensiones para cada una de ellas. En la tabla que se presenta a continuación se pueden ver los estados emocionales y sus distintas dimensiones.

ESTADOS
Miedo
Enfado
Tristeza
Alegría
Estabilidad
Dimensiones
Indefensión
Rechazo
Resignación
Optimismo
Confianza
Dimensiones
Inseguridad
Ansiedad
Desanimo
Satisfacción
Bienestar
Dimensiones
Frustración
Estrés
Abatimiento
Euforia
Calma

Aguado, además construye un test que permite medir las emociones predominantes en personas y equipos, a partir de lo cual sugiere intervenciones.

Otra autora interesante es Pilar Jericó, quien desarrolla un modelo que llama “No miedo”, donde propone evitar la gestión basada en el miedo y optar por otra alternativa mucho más rentable: la basada en el talento, el cambio y la innovación. Señala esta autora que el miedo ha sido el modelo clásico de gestión, pero dadas distintas variables no puede seguir siendo la estrategia fundamental de dirección de personas.

Ambas propuestas son interesantes y vale la pena estudiarlas. Su mayor debilidad es que no distinguen entre emociones y estados de ánimo y, por otro lado, sobre todo la de Aguado, insiste en la medición como base de las intervenciones, lo que es incompleto para intervenciones que vayan al fondo del fenómeno del clima organizacional.

8.- Acciones para intervenir en los estados de ánimo: coaching:

A partir de lo anteriormente expuesto, la  pregunta es ¿cuál puede ser la contribución del coaching a la creación de entornos de trabajo, donde predominen los estados de ánimo positivos? O dicho de otro modo, como pueden los líderes gestionar sus organizaciones para que surjan estados de ánimo positivos, que generan una predisposición a conductas positivas de colaboración, confianza, apoyo, que facilite de manera sustentable el logro de los resultados.

El coaching puede operar a dos niveles. El primero es el coaching individual, centrado en quienes gestionan organizaciones. El segundo es el coaching organizacional, enfocado en equipos de trabajo. Ambas aproximaciones pueden tener características distintivas.

En el primer caso, el coaching se centra en las competencias de liderazgo, de quienes dirigen formalmente equipos de trabajo. Se trata de un trabajo centrado en el aprendizaje, en el desarrollo de competencias.

En el segundo caso, se enfoca al desarrollo de prácticas de trabajo, que permitan generar otros modos de alineamiento, distintos del tradicional modo jerárquico de alinearse. Esto implicará el desarrollo de conversaciones para la acción, generación de confianza, prácticas de retroalimentación, etc.

El coaching ontológico, en particular, da algunas ideas a ser tenidas en cuenta.

Aprender a observar estados de ánimo. Ser capaces de identificarlos como tales y no como propiedades del mundo o de las cosas como son. Ser capaces de ver el lente que nos hacer ver de cierta manera. Ver las gafas de colores que nos hacen asignarle color al mundo sin culpabiliza al mundo por el color con que lo observamos.

Aprender a conversar. Si los estados de ánimo tienen que ver con el horizonte de posibilidades para la persona o un grupo humano, al modificar dicho horizonte se cambia el estado de ánimo. Una forma que tenemos los seres humanos de cambiar el horizonte de posibilidades es conversando. Todas las conversaciones tienen el poder de producir cambios en los estados de ánimo de quienes participan de dichas conversaciones.

Formulación clara de compromisos. Cuando se efectúan conversaciones de coordinación, donde las partes acuerdan acciones a realizar puede ocurrir que surja el estado de ánimo del resentimiento porque las partes involucradas en dicha conversación escuchan compromisos de modos distintos. Por ello la forma de hacer promesas es un área de diseño básica, estableciendo adecuadamente las acciones a realizar, el ejecutar de las mismas, los estándares de satisfacción y los tiempos involucrados.

Cumplimiento de compromisos. Cuando se han acordado compromisos, realizar los máximos esfuerzos por cumplirlos. El éxito en el cumplimiento de los compromisos fortalece el estado de ánimo de la confianza ya sea en su acepción de honestidad, de competencia o de responsabilidad.

Declarar el reclamo como una acción legítima. Como siempre existe algún grado de posibilidad que los compromisos establecidos entre los integrantes de la organización no se cumplan o se cumplan con estándares distintos a los establecidos, declarar la posibilidad de reclamar como algo legítimo y deseable, que no traerá consecuencias negativas sino que será valorado.

Explicitar expectativas. Todas las personas tienen expectativas respecto a un sinfín de aspectos de la vida organizacional. Muchas de estas expectativas no son explicitadas dando origen a insatisfacción, a decepción, desencanto u otros estados de ánimo de cierre de posibilidades. Por ello pedirle a las personas y equipos de trabajo que hagan explícitas sus expectativas a fin de negociar si se pueden traducir en compromisos mutuos.

Escuchar. Nuestra escucha es altamente interpretativa. Al punto que desde el coaching ontológico se entiende escuchar como oír + interpretar. Por ello, desarrollar capacidad para escuchar mejor, haciéndonos cargo de nuestra escucha interpretativa. En esta línea aprender a escuchar no sólo el texto de lo que nos dice la otra persona, sino que escuchar sus inquietudes y preocupaciones.

Distinguir afirmaciones de juicios. En las conversaciones de los equipos o entre jefes y colaboradores distinguir cuando se refieren a hechos del mundo, observables, que pueden ser verdaderos o falsos, de opiniones, que más bien describen las preferencias que tiene un observador. En este caso, ser capaces de fundamentar especificando los criterios o estándares que las sostienen.

9.- Conclusiones:

Se ha revisado el concepto de clima organizacional dominante en consultores y profesionales, se ha propuesta una mirada desde los estados de ánimo. A partir de la literatura se ha distinguido el concepto de estado de ánimo y se ha hecho una caracterización de organizaciones según la relación clima – resultados. Finalmente se proponen algunas acciones desde el modelo del coaching ontológico para intervernir el clima como estado de ánimo y así procurar contar con organizaciones que gestionen mejor este importante aspecto organizacional.

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PILAR JERICO. Visto en http://www.pilarjerico.com/nomiedo    10/09/2013