Hace pocos días regresé de la
tercera jornada de dos días del curso de coaching ejecutivo que realizo en
Buenos Aires y nuevamente ha sido muy inspirador participar en este programa.
Además de la formación propiamente tal, de aprender nuevas técnicas, de ver a
Laura realizando coaching a un ejecutivo “de verdad”, de observar la diversidad
de estilos en los coaches con los que hemos trabajado, me ha gustado el enfoque
en habilidades profesionales más que en la acumulación de conocimientos. Creo
que esto es muy distinto de los programas de formación habituales donde
precisamente lo que se echa de menos es la “maestría” del profesor, que combine
conocimientos con habilidades, en un “saber hacer” integrado.
Me entusiasma ser un mejor coach,
dominar mejor las técnicas de coaching ejecutivo, hacer preguntas “sexys” como
dice nuestra profesora y estoy convencido que es algo que se aprende y no se
termina nunca de aprender. Eso me gusta, esta profesión se está inventando cada
día y si estamos en una actitud de “aprendices”, sin arrogancia, con entusiasmo,
en un estado de ánimo propicio, necesariamente suceden cosas positivas.
He descubierto interesantes
autores. Entre ellos: Michaell Hall, Jim Sellman, Alain Cardon. Además que
estando en Buenos Aires he visitado las librerías y he comprado otros tantos
libros con autores que de a poco iré revisando.
Uno de los autores que me ha
llamado la atención es Alain Cardon (http://www.anse.fr/espanol/pagina-initial/),
de quien me gustó una reflexión que hace respecto del coaching como profesión,
en la línea de lo que comento en el primer párrafo de este texto. A juicio de
Cardon el coaching como profesión se desarrolla sobre la base del desarrollo de
habilidades más que con la comprensión de problemas o la adquisición de
conocimientos. Dice que las habilidades de aprendizaje requieren de una
práctica en determinados contextos y se puede tardar mucho tiempo el
aprendizaje de algunas de ellas, lo que solemos llamar experiencia o “know how”.
Estoy completamente de acuerdo con ello y creo que tienen gran valor esta
dimensión, la que de alguna u otra forma se engloba actualmente bajo el
concepto de competencia.
Sin embargo, la otra dimensión en
la formación profesional es la de los conocimientos, el desarrollo de un cuerpo
de distinciones que permitan tener una “narrativa”, un “relato”, una “comprensión
profunda” de lo que hacemos. En un post
anterior señalé una herramienta aprendida en este programa que da buena cuenta
de esta distinción (http://lastreto.blogspot.com/2015/05/coaching-ejecutivo-matriz-de.html)
Creo entonces que la dimensión
“habilidad” y la dimensión “conocimientos” tienen que conversar, de modo que
ambas se retroalimenten permanentemente. Saber para hacer y hacer para saber
para hacer mejor.
Y a propósito de esto, me parece
interesante conectarlo con los trabajos de Schon sobre el “profesional
reflexivo” (ver libro “El profesional reflexivo”) donde argumenta que los
mejores profesionales combinan inteligencia y sabiduría de un modo que va mucho
más allá de lo que puedan expresar con palabras sin supeditar la técnica a la
teoría o viceversa, desarrollando una capacidad para saber enfrentarse a
problemas de naturaleza práctica en medios complejos. En algún lugar habla de
la “improvisación experta”, de enfrentarse a una situación y saber que hacer
frente a ella sin un guion preconcebido. Creo que el coach es un improvisador
experto, nunca sabe con qué “le va a salir” el coachee en una sesión, por lo
que tiene que estar preparado para moverse con todas las herramientas que tenga.
Recuerdo haberle escuchado a un coach por ahí que la actitud correcta es la “actitud
del arquero”, que puede que en un partido sea el que menos toca la pelota pero
es el que más “juega” el partido al estar permanentemente atento de donde “puede
venir la pelota”.
Schon, a propósito del
profesional reflexivo, desarrolla la idea que el pensamiento práctico tiene tres fases: (ver http://www.practicareflexiva.pro/docs/D.SCHON_FUNDAMENTOS.pdf
) Las fases que distingue Schon.
i) Conocimiento en la acción. Es el componente inteligente
que se encuentra en el “saber hacer”. Se trata de una rica acumulación de conocimiento
tácito personal que se encuentra vinculado a la percepción. Este conocimiento
tiene dos componentes: el saber de carácter teórico que corresponde a lo
adquirido por medio del estudio científico en la Universidad (“el saber de
libro”) y el “saber en la acción”,
procedentes de la práctica profesional, que es tácito, espontáneo y dinámico.
ii) Reflexión en
y durante la acción. Se trata del pensamiento producido por el individuo
sobre lo que hace según actúa. Es una conversación reflexiva con la situación
problemática concreta. Viene marcado por la inmediatez del momento y la
captación in situ de las diversas variables y matices existentes en la
situación que se está viviendo. Se trata de una reflexión que surge de la
sorpresa antes lo inesperado. Este conocimiento permite corregir, reorientar o
mejorar sobre la marcha los planteamientos previos y la propia acción.
iii) Reflexión sobre la acción y sobre la reflexión
en la acción. Este análisis se hace a posteriori sobre los procesos y características
de la acción. Constituye un componente esencial del proceso de aprendizaje permanente
de un profesional. En este caso el conocimiento aparece como un instruyendo de
evaluación, análisis, reconocimiento y reconstrucción de las intervenciones
pasadas.
Es bueno distinguir estos niveles
de Schon, pues así podemos transformarnos en profesionales reflexivos, que no
sólo aprenden en la acción, también aprenden después de la acción. Recuerdo a
propósito que en los programas con Rafael Echeverría se habla de la “cocina”,
práctica en la que después de una sesión de coaching se comenta que vimos, que
aprendimos, que podemos hacer mejor.
Me parece pertinente traer a
colación una distinción que hace la PNL sobre este mismo tema, cuando habla del
ciclo del aprendizaje, distinguiendo una situación inicial de “incompetencia
inconsciente” (no sé que no se) para movernos luego a la “incompetencia
consciente” (sé que no sé), avanzando luego a la “competencia consciente” (sé
que sé) para llegar finalmente a la competencia inconsciente (no sé que sé). Es
bonita esta última etapa, pues quien se encuentra ahí simplemente danza con el
conocimiento, moviéndose de un modo que a muchos puede parecerle mágico. Esto
no es trivial pues la magia muchas veces aparece luego de la repetición
recurrente y exitosa de un truco. Esto
nos decía precisamente un coach que fue a visitarnos, que además de
coach es, vaya sincronías, mago.
Finalmente creo que hay que
volver a citar a Flores, quien señala en uno de sus libros (“Creando
organizaciones para el futuro”) a propósito del aprendizaje, las etapas por las
que atraviesa cualquier aprendiz, desde el ser principiante hasta transformarse
en maestro, desarrollando en cada etapa mayores habilidades.
En la “escala de aprendizaje”
citada por Flores, el “principiante” tiene distinciones básicas y sigue reglas,
instrucciones y prácticas estándares anticipando solo lo que las regles indican
que va a pasar. El “principiante avanzado” comienza a reconocer aspectos de la
práctica como síntomas de posibilidades futuras, observando síntomas de problemas
y oportunidades. El “competente” es capaz de anticipar preocupaciones del
cliente y la comunidad por lo que es capaz de evaluar rendimientos
satisfactorios. El “perito” cuenta con estándares de excelencia existentes en
la comunidad por lo que es capaz de buscar formas de mejorar el desempeño y
hacer un uso efectivo de recursos. El “virtuoso” se desenvuelve de manera
exitosa en una variedad de contextos diferentes, formulando estrategias para
moverse en la práctica de acuerdo a tendencias emergentes y avances probables.
Finalmente el “maestro” es capaz de observar y participar en los cambios históricos
de la práctica, siendo capaz de reinventarla.