Hace unos días pregunté en
redes sociales por mujeres que escribieran sobre liderazgo y alguien me
recomendó leer a Sheryl Sandberg. Encontré este trabajo donde escribe sobre
resiliencia a partir de su propia experiencia de quedar viuda de manera
inesperada. A partir de esta dolorosa experiencia se asocia con Adam Grant para
investigar sobre la resiliencia y cómo recuperarse y reponerse de las
adversidades.
La vida es misteriosa y así como
ocurren acontecimientos que nos generan alegría también tenemos siempre la
posibilidad de pérdidas: accidentes, enfermedad y muerte. Es parte de la vida.
Los acontecimientos dolorosos
ocurren y los procesamos de diferentes maneras. Las personas resilientes, se
recuperan más rápido “cuando se dan cuenta de que no son completamente
responsables de los reveses, que no afectan a todos los aspectos de su vida y
que no los van a perseguir siempre”. A partir de esta idea cita la trampa de
los tres factores propuesta por Martin Seligman:
1 La personalización: la creencia de que es nuestra culpa.
2 la generalización: la creencia de que lo que ha ocurrido afectará a
todas las áreas de nuestra vida.
3 la permanencia: la creencia de que las secuelas de lo ocurrido
durarán siempre.
Aprender a manejar estas tres
trampas es crítico para volverse más resiliente, “reconocer que los
acontecimientos negativos no son personales, ni generales, ni permanentes
disminuye las posibilidades de caer en una depresión y mejora la capacidad para
superarlos”.
En su interesante trabajo sobre “El arte
de no amargarse la vida” Rafael Santandreu expone que lo que
nos hace ser felices o infelices no siempre tiene que ver con los
acontecimientos mismos sino que con cómo los interpretamos. En este sentido aprender
a interpretar que un acontecimiento solo es eso un acontecimiento y que muchas
veces su ocurrencia no ha dependido de nosotros, ni nos afectará en todo ni
para siempre, nos abre posibilidades enormes en la vida. Siempre recuerdo
alguna conversación con mi amigo Marco Ortiz, el dolor y el placer tienen son
físicos, en cambio la felicidad y el sufrimiento tienen que ver con nuestras
interpretaciones.
Otra idea importante que plantea
la autora es la importancia de aprender a conversar de las pérdidas. Para ello
utiliza la metáfora del “elefante en la habitación”, situación en la cual es
evidente que algo ocurre pero nos resulta incómodo hablar de aquello y, por lo
tanto, preferimos evitar la situación de incomodidad. Esto pasa cuando ha
ocurrido una muerte, un accidente, dificultades económicas, un divorcio, una
violación, una adicción etc.
¿Cómo hablar de los elefantes en
la habitación? Dice “hasta que no lo reconocemos, el elefante siempre estará
presente, hablar con empatía y sinceridad es una buena forma de empezar a conversar.
No podemos desterrar el elefante, pero podemos decir lo veo, sé que estás
sufriendo y me preocupo por ti”.
Por supuesto que estas
conversaciones se tornan difíciles por la culpa que cualquiera puede tener, por
no saber exactamente qué decir, por temor a incomodar. Ya decía Stone en su
libro “Negociación.
Una orientación para conversaciones difíciles” que las
conversaciones difíciles implican hablar de qué pasó, de los sentimientos que
tenemos y de nuestra identidad. Por ello es preciso salir de la culpa y de las
presunciones de buena o mala intención y atrevernos a decir lo que sentimos.
Construir resiliencia es algo que
puede comenzar desde la niñez y dependerá de las oportunidades que tengan los
niños y las relaciones que establezcan con padres, cuidadores, profesores y
amigos. La autora propone que los niños desarrollen 4 convicciones
fundamentales:
1 que tienen un cierto control sobre sus vidas.
2 que pueden aprender de los fracasos.
3 que ellos mismos importan en tanto que seres humanos.
4 que tienen verdaderos puntos fuertes en los que pueden confiar y que pueden
compartir.
Me parece que cada uno de estos
puntos es crucial y pueden resumirse en no sentirse víctimas de las
circunstancias sino que seres activos que, por duro que puedan ser los acontecimientos,
siempre se tiene la posibilidad de salir adelante, de aprovechar las
oportunidades y conseguir recursos para avanzar.
Qué fácil resulta muchas veces
echarle la culpa al sistema o tener una interpretación inmovilizante, de
aquellas en que la persona tiene una súper buena explicación de sus
dificultades pero no le sirve en absoluto para moverse o salir de ahí.
Me gustó mucho la sinceridad y
honestidad con la que la autora escribe su libro y narra sus dolores y
dificultades y cuan agradecida se encuentra de su familia y amigos que la
acompañaron para salir adelante. Tal vez ahí también hay una pista importante
para la resiliencia, acompañarnos en nuestros dolores y rescatar siempre que
más allá de lo material las relaciones son lo importante, sobre todo esas
relaciones próximas e incondicionales.