Mientras andaba por Santiago hace unas semanas atrás, entré a
una librería y me encontré con este libro. Ignacio Fernández es un tipo “peso
pesado” en el mundo de la psicología organizacional, no tengo el gusto de conocerlo
personalmente, pero sé de gente que lo conoce, lo admira y diría es muy
entusiasta e inspirador en el campo. Lo leí con rapidez, pues me pareció un texto
interesante y provocador. El sustento conceptual acerca de la felicidad es
impecable pero respecto de su aplicación hacia el mundo organizacional tengo
algunos reparos, desde el escepticismo moderado.
La psicología positiva últimamente (con Seligman) y el
movimiento humanista (con Maslow y Rogers)
en la década de los años 50 se encargó de poner en el tapete de las ciencias
humanas la inquietud por la “vida buena”, por la energía humana canalizada
hacia la autorrealización y el logro de resultados positivos en la vida. Las
reflexiones acerca de la felicidad y su florecimiento en diversos contextos son
herederas de estos movimientos. Toda esta preocupación surge como una respuesta
a otras corrientes de la psicología como el psicoanálisis y el conductismo que
se concentran en lo que falta o en la enfermedad. Creo que también frente a la
psicología centrada en la psicopatología y no en la adaptación positiva a la
vida.
El autor argumenta que la felicidad se ha mirado habitualmente
como un sentimiento. Además existe el paradigma que es un resultado, el que se
logra luego de un largo camino de esfuerzo, una suerte de premio a la
dedicación, obtenido externamente a partir de conseguir “algo”. Señala Ignacio Fernández,
a partir de investigación científica que estos son mitos, que la felicidad no
se encuentra ni se busca, se construye, que existe un 50% de componente
biológico en la felicidad (lo que llama rango fijo) y el restante tiene que ver
con la decisión consciente de ser feliz y que no tiene que ver con lo “externo”
o con el logro de algo, sino que con la actitud ante las circunstancias.
Desde la perspectiva de las creencias, existirían tres
creencias pro felicidad, (1) es un estado interior potencial que está esperando
ser activado, está adentro de uno y no afuera, (2) es una forma de mirar y
habitar el mundo, está en los ojos, en la manera de pensar e interpretar la
existencia y, (3) está en el presente, en los pasos del camino, no está en los
resultados, no hay un camino a la felicidad.
Estoy completamente de acuerdo con mirar la felicidad de esta
manera, lo que nos cambia el paradigma tan centrado en que cuando alcancemos
algo (un objeto material, un título profesional, el viaje deseado, la pareja de
los sueños o lo que sea) ahí de verdad seremos felices. Creo que este paradigma
es el paradigma del marketing o la publicidad, el que además de hacernos daño
estimula un consumismo voraz. También es el paradigma de las expectativas, en
que muchas veces nos sentimos más felices antes de obtener algo que cuando lo
obtenemos realmente, frustrándonos muchas veces al no cumplirse las
expectativas.
Basado en Seligman, señala que la felicidad tiene varios
componentes, que llama modelo PERMA, por sus siglas en inglés, que implica (1) emociones positivas, son felices quienes
viven en emociones que abren posibilidades y construyen un afecto positivo
estable (2) engagement, alude a
tener un conjunto de intereses y focos con los que comprometerse, los que
orientan el actuar, (3) relaciones
positivas, no se puede ser feliz solo, la felicidad relacional es
fundamental, (4) sentido, las
personas felices tiene un sentido y un propósito claro y definido (el sentido
puede ser individual, social y trascendente) y (5) logro, para ser feliz, se requiere también acción concreta y
resultados en el mundo, contar con una integración entre el mundo interno y
externo.
Me gusta esta enumeración de componentes ya que se enfoca en
otras variables más que sólo las emociones positivas, sobre todo me gusta la
inclusión de las relaciones, ya que enfocarse sólo en la felicidad individual
sin consideración de las relaciones en que se vive es una concepción egoísta y
narcisista, que además a la larga disminuye la felicidad.
Luego de describir los aspectos conceptuales de la felicidad,
se enfoca en el tema del libro que es la felicidad organizacional, la que define
como “la capacidad de una organización para ofrecer y facilitar a sus
trabajadores las condiciones y procesos de trabajo que permitan el despliegue
de sus fortalezas individuales y grupales, para conducir al desempeño hacia
metas organizacionales sustentables y sostenibles, construyendo un activo intangible
difícilmente imitable”. “La organización coordina recursos y gestión para hacer
una oferta de valor para los trabajadores que balancee la salud financiera de
la compañía y el bienestar psicosocial de los trabajadores”.
En opinión del autor, estas prácticas sólo se pueden instalar
si hay una concepción ética de la empresa, la que se basa en una concepción del
ser humano que pone el bienestar subjetivo de las personas en el centro de la
estrategia, entendiendo que la felicidad y el florecimiento en el trabajo son
la causa de los resultados sustentables. Para ello se debe chequear la visión de
los dueños y ejecutivos principales, ya que si conciben a las personas solo
como instrumentos y recursos para la rentabilidad no sirve para implementar el
modelo.
Estoy de acuerdo en que aspirar a que las personas sean más
felices en el trabajo y procurar condiciones para que ello ocurra es noble y,
al menos en el discurso, parece muy deseable. También valoro el modo que
destaca la horizontalidad como actitud relacional sana y la convicción,
coherencia y credibilidad de los directivos. Sin embargo, me quedo con muchas
dudas y aspectos que requieren mayor reflexión.
Dividir al mundo en dos grupos, los escépticos y los
espirituales, los que tienen concepción ética y los que no, me parece
francamente maniqueo, el mundo es mucho más amplio y esos extremos admiten
tonalidades, grados, énfasis. Además los términos usados conllevan implícitamente
una descalificación hacia los que pudieran tener alguna crítica al modelo, ya
que si uno no es “espiritual” o “ético” significa que sólo está movido por el “ego”
y por la “soberbia”, razones que hacen más que entendible que no apoyen un
modelo como el expuesto.
Otro tema que no me gusta es que, tal como dice el autor, depende sólo de la concepción ética de los
dueños y ejecutivos principales. Esto me hace pensar en un concepto de la
empresa jerárquico y autoritario muy camuflado,. ¿No son relevantes los otros
stakeholders como los mismos trabajadores, los sindicatos, los clientes o las
políticas públicas impulsadas por el gobierno en materia de derechos laborales?.
Parecen ser irrelevantes en el planteamiento de Ignacio Fernández y podría
sospecharse que aunque no estén de acuerdo, bueno los dueños y ejecutivos saben
lo que es bueno y les conviene. Esto se parece mucho al absolutismo ilustrado
de ciertas épocas.
Poner el tema de la salud financiera en la ecuación me
preocupa. Al argumentar que tener una gestión que procure bienestar en los
trabajadores es una cuestión ética no entiendo qué papel juega el tema
financiero. Sólo puedo sospechar una relación instrumental entre “gestión de la
felicidad” y “resultados financieros”. Si es así, ¿ello no es contradictorio
con los mismos principios éticos enunciados? O, podría pensarse que si los
resultados van mal, ello podría significar que la empresa tiene la posibilidad
de revertir el modelo y con ello disminuir beneficios, desvincular trabajadores
o llevar adelante otras prácticas que garanticen su salud financiera.
El autor admite en su modelo que uno de los componentes
necesarios para gestionar la felicidad organizacional son las condiciones de
trabajo. Las describe, las caracteriza como higiénicas y argumenta la necesidad
de mejorarlas. Creo que este énfasis no es suficiente, en un país como el
nuestro, con gran inequidad, donde las diferencias de salario son gigantes,
donde los horarios, las jornadas, y otras condiciones de trabajo son negativas.
No es raro entonces que este sea un tema de ejecutivos o de profesionales bien
pagados, pero ¿qué pasa con todo el resto de las personas que trabajan, probablemente
más que preocupadas de la felicidad, están preocupadas de sus condiciones
laborales o por el bajo salario que reciben?
He visto mucha manipulación con el tema de la felicidad en el
trabajo. Creo que el discurso instrumental está muy presente en muchas
organizaciones y ejecutivos de recursos humanos. Algo así como “Aquí lo
importante es trabajar por la felicidad, así que de derechos, remuneraciones,
igualdad, participación, horarios, equilibrio trabajo – familia mejor no hablemos,
total lo importante es la felicidad y hablar de estos otros temas es banal”,
con lo cual se oculta que en muchos casos que las condiciones higiénicas son
deficitarias y se anula la posibilidad de discutirlas o negociarlas
abiertamente.
En la clasificación que realiza entre “espirituales” y “escépticos”
me incluiría dentro del segundo grupo, agregando el calificativo de moderado. Poca
gente discute que las personas tienen que trabajar en ambientes positivos, con
buen clima, satisfacción de sus necesidades y un sentimiento de bienestar
subjetivo y pocos discuten también que las empresas tienen que procurar
rentabilidad en el marco de su responsabilidad social. Tal vez el énfasis
actual pasa por equilibrar mejor esta ecuación y hacerla visible para todos los
actores organizacionales.
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