Hace un buen rato que ofrezco
servicios de coaching ejecutivo y más allá de lo que aprendí en mi
entrenamiento básico siempre leo material sobre el tema para enriquecer mi práctica.
Quisiera comentarles algunas ideas del trabajo de Zenger y Stinnett llamado “El
coach extraordinario” que creo tiene algunas reflexiones interesantes para
nuestro trabajo. Si bien varias de las ideas se exponen desde una perspectiva
de líder coach puede tener alcances para quienes se desenvuelven como coaches
sin necesariamente desempeñarse como líderes en organizaciones.
La primera reflexión de los
autores me parece muy pertinente. ¿Por qué muchos líderes se dedican a dar
consejos en vez de efectivamente hacer coaching? La respuesta es que han tenido
éxito, les ha ido bien haciendo lo que hacen, entonces suponen que lo que las
personas con las que conversan necesitan es que les digan cómo resolver sus
problemas. Y, todos sabemos que los consejos pueden ser bien intencionados o
incluso “buenos consejos” pero no sirven, no son eficaces. Los coaches no dan
consejos.
Otra reflexión interesante tiene
que ver con cuándo cambiamos. En su opinión la gente cambia cuando cree que hay
necesidad de hacerlo, no ocurre porque otra persona lo desee a menos que las
consecuencias de “no cambiar” sean significativas e importante para nosotros.
Creo que esto nos lleva a una valiosa conversación con nuestro coachee, sobre
todo cuando alguien lo envía a coaching, ¿quiere cambiar?, ¿le va valor?, ¿qué
consecuencia negativa tiene no cambiar? Y de ser así ¿qué quiere cambiar?, ¿con
qué profundidad?, ¿con qué compromiso?
Para poder hacer buen coaching es
necesario crear una relación con el coachee. Cuando uno construye una relación
significativa, de confianza, puede entonces cuestionar o hacer preguntas que
desafíen al coachee en su proceso de cambio. En mi opinión, por supuesto que
construir una relación es algo que requiere tiempo y requiere una
interpretación fundada que tenemos buena intención, interés genuino en
colaborar y, sobre todo que cuidamos nuestras lealtades con el coachee, con el
cliente y con la empresa que paga nuestros servicios cuando se trata de coaching
ejecutivo.
Definen el coaching como “interacciones
que ayudan al individuo a ampliar su conciencia de las cosas, a descubrir
soluciones de nivel superior y a tomar e implementar mejores decisiones”. Y a
continuación proponen un modelo de coaching que incluye cuatro etapas:
Etapa 1: Formular la
conversación. Se trata de fijar el objetivo del coaching.
Etapa 2: Entender el estado
actual de la situación. Enfocado en conocer los detalles de la situación actual,
a fin de conocer el territorio que se quiere atravesar.
Etapa 3: Explorar la situación deseada.
Se trata del comienzo de la búsqueda de soluciones para el problema que hemos
definido.
Etapa 4: Diseñar un plan de
acción eficaz.
Yo encuentro la definición de
etapas del coaching que muestran los autores muy lineal, pareciera seguir casi “un
modelo médico”, objetivo – diagnostico - situación deseada- plan de acción. Mi
propia experiencia es que muchísimas veces ni el coachee sabe lo que quiere por
lo que interpretar la situación suele ser sino la más importante una de las
conversaciones más importantes del coaching. A veces hay que tener plan de
acción, una estrategia. Otras veces basta con cambiar la interpretación de la situación
y lo que era un problema deja de serlo. Además, creo que la conversación de
coaching no es tan lineal, tiene avances y retrocesos.
A veces hago buen coaching y mis
coachees me cuentan lo significativo que les ha resultado el trabajo conmigo.
Otras tantas veces siento que mi coaching no ha sido bueno y descubro que he
dado consejos, que he estado más interesado en el cambio yo mismo más que mi
coachee o que no he construido una relación significativa que me permita
confrontar, desafiar o estimular el cambio. Cada vez que inicio un proceso de
coaching tengo la incertidumbre de no saber donde vamos a llegar y que
profundidad va a tener. Combato la omnipotencia de pensar que si mi coachee
avanza en sus desafíos es merito mío. También combato la impotencia de sentir
que si no avanza es porque he sido un mal coach y no he estado a la altura.
Procuro entrar a un coaching con intención positiva, construir confianza y desafiar
al coachee en sus propios retos.
Como muchas veces digo, un buen libro, provocador, invito a mis colegas a leerlo con profundidad.
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