lunes, 9 de mayo de 2022

El líder inspirador (Cómo motivan los líderes extraordinarios) por John Zenger, Joseph Folkman y Scott Edinger

 


Sobre el tema del liderazgo hay muchísimas perspectivas, tanto en lo que respecta a su definición misma como respecto de qué es lo que lo caracteriza o qué es lo que explica que algunas personas asuman este rol en los grupos y otras no. Para mí el liderazgo es un fenómeno emergente, espontáneo, que surge de la dinámica propia de un grupo o comunidad humana. Es distinto del fenómeno de la jefatura o supervisión, rol propio de la estructura organizacional y social, que tiene a la base un nombramiento y por ello no tiene nada de espontáneo. Este blog precisamente ha sido un intento de investigar autores, modelos, enfoques sobre el tema para conocer perspectivas y ampliar nuestro conocimiento.

En un post anterior de este blog he citado otro trabajo de estos Zenger y Folkman, quienes en su libro “El líder extraordinario” desarrollan un modelo de 16 competencias de los líderes, agrupadas en 5 grandes variables (las que llaman “los postes de la carpa”), carácter, capacidad personal, orientación a resultados, habilidades interpersonales y liderazgo del cambio organizacional.

Los autores sostienen que los líderes que muestran una habilidad de liderazgo excepcional consiguen ostensiblemente mejores resultados en las organizaciones que lideran. Entre estos resultados se encuentran más fidelidad de los empleados, mayor satisfacción de los clientes, beneficios más altos y un compromiso y entrega mayor en los empleados.

Los líderes extraordinarios no son perfectos, tienen debilidades, sin embargo, cuentan con algunos puntos fuertes muy poderosos, se enfocan en ellos y usan una serie de mecanismos para compensar las posibles debilidades (como contratar a alguien con habilidades complementarias o reestructurar el puesto de trabajo de modo que otras personas realicen las tareas que le son más dificultosas). No es lo mismo construir un punto fuerte que corregir una debilidad.

En este segundo trabajo que titulan “El líder inspirador” los autores exponen la importancia de la inspiración, “un líder inspira y motiva para conseguir un alto rendimiento” ya que en su opinión esta cualidad o competencia destaca claramente en aquellos líderes que conducen a sus equipos hacia buenos resultados. Según sus investigaciones cuantitativas inspirar a los demás es el elemento de predicción más determinante para establecer quien es un líder extraordinario, inspirar a los demás es calificado como la competencia más importante de los líderes y que también es la mejor manera de predecir la satisfacción y el grado de implicación con su trabajo de los colaboradores con el líder.

Dicen “cualquiera que haya trabajado en una organización ha sido testigo de……a un grupo cuyos resultados eran flojos y mediocres se les asigna un nuevo líder. De repente surge una excitación en el ambiente, la gente sonríe y aumenta la productividad. ¿Qué es lo que lo provoca exactamente? (bueno, la respuesta es la inspiración, sobre lo que argumentan en este trabajo).

Por supuesto que cómo “vivimos en mundos interpretativos”, uno puede hipotetizar diversas alternativas que hagan que un grupo cambie cuando cambia de líder. Creo que a veces puede ser que simplemente quien se fue ejercía un mal liderazgo y por lo tanto quien llega viene cargado de buenas expectativas, puede ser que establezca mejor las metas, que contenga mejor, que sea más creíble, que sea más competente. Bueno, la argumentación de los Zenger, Folkman y Edinger es que el cambio se debe a la inspiración o el carisma.

Los autores apuestan por una metodología empírica, la que consiste en tomar una gran cantidad de líderes, dividirlos en diversos grupos según su habilidad de inspirar a los demás, basados en las evaluaciones de encuestas y relacionarlo con satisfacción y compromiso con la organización. Lo que demuestran es que existe una tendencia en que cuanto más efectivos son los líderes inspirando y motivando a los demás más satisfecho se muestra el equipo de trabajo y más comprometido con la organización en general.

Para ellos no existe una diferencia entre directivo y líder ya que los entienden como sinónimos, en el sentido que si alguien ha sido designado como jefatura es igual a líder. Creo que esta distinción es muy relevante en la vida organizacional ya que hay jefes que son vistos como líderes y jefes que no son vistos como tales. Además, en la vida organizacional hay líderes que son jefes y también hay líderes que no son jefaturas. Es muy posible que el fenómeno de la “inspiración” al que ellos aludan tenga más que ver con el liderazgo que con la jefatura propiamente tal por lo que podría ser muy interesante, haciendo esta distinción evaluar cuán inspiradores son muchos jefes.

Sostienen que, para ser capaces de inspirar hay un conjunto de tres características vitales para que la inspiración se materialice. Se trata de atributos o cualidades amplias, no comportamientos específicos. Estos atributos son: modelo, campeón del cambio e iniciador.

a)      Modelo: Los líderes más efectivos son excelentes modelos a seguir. Ejemplifican los valores de la organización y como querían que la gente se comportara. Con hechos y palabras simples transmite mensajes importantes. Las personas se cansan del doble estándar que usan muchos líderes (quienes dicen algo así como haz lo que digo y no lo que hago) y dejan de estar dispuestos a dar todo lo que pueden por esta clase de directivos. Cuando alguien es un modelo efectivo, inspira a las personas a comportarse de manera coherente con su manera de liderar o comportarse y ello tiene importantes implicaciones y es que provocan que esas características proliferen dentro de una organización.

Este tema del liderazgo como “dar el ejemplo” me parece que ha sido muy bien tratada por Kousez y Posner en sus trabajos, como “Credibilidad” o “El desafío del liderazgo”. Y creo que es una de las cualidades más relevantes de aquello que llamamos liderazgo ya que impacta en la credibilidad. Decir una cosa y hace otra o hacer una cosa en un tiempo y luego una distinta en otro tiempo afecta la credibilidad. Y la credibilidad es un atributo intangible fundamental para cualquiera que quiera inspirar a otros a comportarse de cierta manera. Para esto hemos inventado varios dichos populares, “padre gatica”, “otra cosa es con guitarra”, “capitán Araya”, etc., dichos que reflejan esta inconsistencia. Lamentablemente en la vida organizacional e incluso en la vida política la falta de credibilidad y el doble estándar son más habituales de lo que uno esperaría y por eso no es de extrañar, tanta falta de liderazgo.

b)      Campeón del cambio: Si un líder pretende inspirar realmente a otras personas entonces la habilidad de motivarles para efectuar cambios de cualquier tipo es un ingrediente clave. Para mantener el status quo no se requiere mucha inspiración, si para cambiar. Si la gente percibe que el cambio va a tener un efecto perjudicial para ellos sin duda se van a querer resistir a dicho cambio, por lo que es crucial que el líder cree y emprenda nuevos caminos para impulsar y apoyar los cambios de manera efectiva. En este sentido, el líder puede persuadir sobre el cambio, mostrar sus resultados y brindar reconocimiento a quienes lo hacen posible.

Por supuesto que liderar procesos de cambio no es fácil, ni a nivel organizacional ni a nivel social, ya que por muy necesario que sea el cambio su tránsito, mientras no se está en ningún lado, ni en el pasado doloroso pero conocido ni en el futuro esperanzador pero incierto, arrecia la angustia, el miedo, la incertidumbre. Para ello la capacidad de una persona en sostener el cambio y en contener su angustia es fundamental, una buena prueba para cualquier líder. Sobre este tema es relevante los trabajos de Ronald Heifetz, como en su trabajo “Liderazgo sin límites” o “La práctica del liderazgo adaptativo”. Otro trabajo interesante es el de John Kotter en “La verdadera labor de un líder

c)      Iniciador: Los mejores líderes son los que se convierten en la causa de una dirección de o de un acontecimiento, no esperan que otros elijan el camino o permiten que la pasividad decida por ellos. Los líderes miran más allá del horizonte para ver oportunidades que emerjan y anticipan acciones apropiadas. Al analizar situaciones frustrantes para los empleados aparece el tema común de los atascos en el trabajo, esperas para tomar decisiones y procesos burocráticos. Es por ello que la habilidad del liderazgo de tomar iniciativa puede ser muy propicia para resolver estos problemas ya que quien toma la iniciativa transmite sentido de responsabilidad, se hace cargo.

Tomar la iniciativa puede ser muy peligroso, ya que implica correr riesgo de equivocarse, por lo que muchos líderes prefieren esperar para ver hacia donde evolucionan los acontecimientos antes que tomar iniciativas en las que puedan fracasar. Tomar la iniciativa puede también ser una gran experiencia de aprendizaje ya que como dicen los defensores de las metodologías ágiles es bueno equivocarse antes y rápido para así hacerlo mejor las siguientes veces. Sea como sea tomar la iniciativa demuestra proactividad no actuando de un modo reactivo a la situación.

Les recomiendo el trabajo de Zenger, Folkman y Edinger para seguir profundizando en otra perspectiva del liderazgo y preguntarse cuán inspirador soy con mi equipo, cuánto doy el ejemplo de aquellas conductas que quiero que este realice, cuán “campeón del cambio” soy respecto de los cambios que quiero impulsar en la organización y cuánta iniciativa despliego para hacerme cargo de los problemas y los desafíos que tiene la organización que lidero.

martes, 26 de abril de 2022

Choca esos cinco (la magia de trabajar en equipo) por Ken Blanchard

 


Por medio de un cuento Blanchard expone los que son a su juicio los cinco elementos del trabajo en equipo. El cuento trata de una persona que es despedida de la empresa (Alan), a quien le dan la explicación que es despedido por no saber trabajar en equipo. Por supuesto que esto lo lleva a una crisis donde se cuestiona su modo de trabajar y cómo tiene poco que hacer termina asesorando a un equipo de hockey del colegio, un equipo perdedor. Generosamente recibe la asesoría de una antigua profesora (la Srta. Weatherby), quien le ayuda a que el equipo gane, lo que lo lleva a dar charlas sobre sus aprendizajes y volver a la empresa que lo despidió. Un cuento con un final feliz.

Hemos comentado en este blog anteriormente diversos trabajos sobre gestión de equipos, como los trabajos de Lencioni en “las cinco disfunciones del equipo” y sobre “equipos ideales” o del mismo Blanchard sobre las etapas de los equipos y “la colaboración comienza con usted” que también es un cuento con enseñanzas.

Para Blanchard en “Choca esos cinco”, existen cuatro elementos esenciales para desarrollar un equipo. Los cuatro elementos se ven en la siguiente figura:



1 Un objetivo ilusionante.

Se trata de idear un reto, una razón para que el equipo funcione, algo con lo que la gente se comprometa y se motive a trabajar conjuntamente. Este propósito necesita ser apoyado por unos valores compartidos y unos objetivos. Un equipo necesita tener un programa, es decir, un acuerdo básico que define con claridad el propósito del equipo, por qué sus objetivos son importantes y cómo se a trabajar colectivamente para obtener esos resultados.

Siempre me ha parecido que esta es la parte más importante en el ámbito de la gestión de equipos, responder la pregunta qué nos conecta, qué nos une, qué hace que más allá de la amistad o el cariño que podamos tenernos trabajemos juntos. En mi experiencia muchas veces esta conversación se obvia, se sobreentiende y entonces predominan las agendas personales por sobre el propósito colectivo.

2 Desarrollar las capacidades del grupo de trabajo.

Lo básico es desarrollar competencias en cada integrante del equipo, alentando sus conocimientos, la confianza y la medición de resultados. Es necesario formar una conciencia de la capacidad colectiva a partir de las habilidades individuales y del equipo para lograr unos resultados extraordinarios.

Desde esta perspectiva para trabajar en equipo primero hay que contar con capacidades individuales, lo que implica formación, aprendizaje, desarrollo. Una vez que existe un “piso común” de capacidades pueden emerger capacidades colectivas, pero sobre la base de las capacidades individuales. Me parece valiosa esta apreciación del autor, ya que muchas veces también se minimizan las capacidades individuales pensando que los demás deben compensar a las personas ineptas o incompetentes, quienes muchas veces, al no estar suficientemente preparadas lastran el desarrollo del equipo.

3 Coordinar sinergias.

“Ninguno de nosotros vale más que la suma de todos”. Un equipo desarrolla un poder colectivo que es mas que una habilidad individual. Si las personas se centran en brillar por sí mismas pueden arruinar la efectividad del equipo. Por ello es necesario convertir las habilidades individuales en habilidades colectivas, para lo que es necesario compartir el liderazgo, recompensar la labor de equipo y hacer rotaciones para lograr versatilidad, introducir cambios y forjar capacidades psíquicas e intelectuales.

Este tema es relevante y lo relaciono con la “gestión del talento” o con las estrellas. Muchas veces existe gente talentosa, estrellas que brillan por sí mismas pero que hacen muy poco aporte al equipo o que no ponen sus cualidades al servicio del equipo, se saltan las reglas, no colaboran, esperan un trato especial solo por aparecer.

4 Insistir en las recompensas y el reconocimiento.

(Un kilo de elogios vale más que un kilo de reproches). Se trata de alentar comportamientos que estén en línea con el propósito y los valores, el desarrollo de habilidades y conocimientos y el trabajo en equipo, recompensando esas actuaciones una y otra vez. Para ello es necesario insistir en que la gente haga las coas bien o lo mejor posible. Se requiere evitar las reprimendas y castigos, más bien enfocar el reconocimiento y las recompensas atendiendo al objetivo.

Me parece que estas ideas apreciativas son muy valiosas, en el sentido que es más poderoso el reconocimiento y la valoración que el castigo y los reproches. Lamentablemente muchas veces no es así, tendemos a fijarnos más en lo negativo o lo que falta, consiguiendo con ello desmotivación y pérdida de entusiasmo.

Cuánto cuesta reconocer y valorar y que efecto tan importante tiene en el comportamiento individual y colectivo.


martes, 19 de abril de 2022

Coaching Estratégico (cómo transformar los límites en recursos) por Roberta Milanese y Paolo Mordazzi

 


A partir de las ideas de la terapia breve estratégica desarrollada por Giorgio Nardone, discípulo de Paul Watzalawick, estos autores desarrollan un modelo de coaching que me ha parecido interesante y provocativo para quienes nos desempeñamos en este ámbito. Si bien sus ideas originales provienen del mundo de la psicoterapia, el mismo Nardone comenta que tienen importantes implicancias hacia esta práctica que llamamos coaching.

En el capítulo 1 proponen tres distinciones conceptuales que quisiera comentar en este post. En los capítulos posteriores recomiendan técnicas específicas, interesantes de leer para quienes quieran profundizar en la aplicación de sus ideas.

Concepto 1:

No existe una única realidad, sino que muchas realidades subjetivas que varían según el punto de vista que adoptamos para observarlas. Dicho de otra forma “no nos es dada la posibilidad de un conocimiento verdadero de lo que el mundo es si por verdadero entendemos un conocimiento objetivo, exento de cualquier condicionamiento. Puesto que todo acto cognoscitivo implica una intervención activa de la persona que observa, esta se convierte en un auténtico constructor de la realidad que percibe y no sólo en un receptor pasivo de estímulos externos”.

Por supuesto que estas ideas constructivistas encuentran eco en muchos autores y es bien habitual su utilización en profesiones de toda índole, especialmente de las disciplinas humanistas. Lo que a mi me sigue sorprendiendo es como muchas de estas personas pueden darnos cátedra de este constructivismo, pero cuando se trata de sus ideas políticas o sociales las tratan como verdades incuestionables y tratan de malintencionados u otros calificativos a quienes simplemente piensan diferente.

Ya Watzlawick distinguía en “Es real la realidad” lo que él llamaba la realidad de primer orden relacionada con las propiedades puramente físicas de los objetos y la realidad de segundo orden, enfocada en el significado y valor que las personas le atribuyen a esos objetos o situaciones. Lo interesante de esta distinción es que nuestros problemas no están relacionados con las propiedades de los objetos o de las situaciones (la realidad de primer orden) sino que están ligados al significado, al sentido y al valor que atribuimos a esos objetos o situaciones (la realidad de segundo orden).

La principal derivada de lo expuesto para la práctica del coaching es que cualquier intervención orientada al cambio, debiera enfocarse en modificar la realidad de segundo orden (cambio de modelo mental, de observador, de paradigma, según el autor que revisemos), de modo que a partir de ello cambie la relación que la persona tiene consigo mismo, con los demás y con el mundo.

Creo que esto tiene otra derivada interesante y es que el valor de las interpretaciones no tiene que ver necesariamente con la verdad, sino que con la utilidad en cuanto al fin que queremos alcanzar, de manera que podamos lograr aquellos propósitos que nos proponemos, aquellos objetivos que deseamos. Esto, a su vez nos lleva a una interesante discusión respecto a la ética, lo correcto y lo incorrecto, lo deseable y lo indeseable, los acuerdos y los desacuerdos (algo que podemos dejar para otro post).

Concepto 2:

La segunda idea es la que llaman “el autoengaño”. Si toda realidad es una construcción, no podemos escapar a este fenómeno de formación de creencias, tanto positivas como negativas. El problema, se diría en el coaching ontológico es que muchas son infundadas, no tienen ninguna base, pero las reafirmamos y con eso surgen ciertas posibilidades o imposibilidades en la vida. Los seres humanos podemos estar convencidos de cualquier creencia, aunque no tenga base alguna. E incluso, en la medida que nos relacionamos con personas que tienen una creencia similar reafirmamos el valor de la creencia señalada.

La idea de los autores entonces es que puede ser muy útil usar este fenómeno en la terapia o en el coaching no para discutir si las ideas son fundadas o infundadas, sino para generar una suerte de profecía autocumplida, un engaño estratégico, de modo que al crear una nueva “realidad inventada”, usando la técnica del cómo sí, se produzcan efectos concretos, nuevos acontecimientos. Para ello deberá usarse entonces una lógica no ordinaria que da lugar al uso de paradojas y otras intervenciones que facilitan el cambio, no la comprensión cognitiva de una situación, sino que un cambio efectivo.

Concepto 3:

Finalmente, la tercera idea de los autores, es lo que llaman la solución intentada redundante. ¿Qué significa esto? Significa que uno de los autoengaños disfuncionales es la tendencia a utilizar como estrategias en relación con la realidad aquellas que, en el curso de nuestra vida, han resultado más funcionales, las que nos han permitido obtener los éxitos más importantes para nosotros. Dicen “estas soluciones intentadas nuestras, en virtud, a su continua repetición y a su inicial eficacia, se convierten gradualmente en nuestro modelo predominante de percepción – reacción frente a la realidad, estructurándose como auténticos guiones recurrentes”.

El problema de estos guiones es que al haber sido eficaces en ciertos momentos y ámbitos de nuestra vida tienden a ser aplicados y repetidos cuando, por desgracia, su aplicación ya no resulta tan eficaz. Y, frente al fracaso de esa estrategia (la solución intentada redundante) más que renunciar al modelo ya experimentado, se tiende por lo general a aplicarla incluso más que antes, acabando no sólo por no resolver la dificultad inicial, sino que producir un empeoramiento de la situación misma.

En opinión de los autores, “la funcionalidad o disfuncionalidad de un guion, no parece ligada a su contenido, sino más bien a su rigidez y generalización más allá de los confines que lo hacen funcional”.

Dicho todo lo anterior, ¿cuándo comienza el coaching estratégico? Comienza cuando analizamos las soluciones intentadas redundantes, concentrándonos en lo que la persona no sabe hacer, para guiarla a la superación de sus propios límites.

Comentarios:

Por supuesto que todas las ideas expuestas tienen muchísima relación con el coaching, en el sentido que no es labor del coach cuestionar “la realidad” de su coachee y convencerlo que es falsa, equivocada o incluso loca. Otra cosa es que el coach pueda señalar que no la comparte y ser tan intenso este no compartir que se niegue a atender al cliente. Este es un tema habitual de abogados, psicoterapeutas y también de coaches. Ello implica tener claridad en los límites y también tener claridad que se trabaja para el cliente y no para uno.

Otra relación importante que veo con el coaching es que muchas veces, se busca una interpretación a aquello que el coachee relata que sea “verdadera” y no se trata de eso, se trata de proponerle una nueva interpretación que le de valor, que le haga sentido y, sobre todo que le abra a nuevas posibilidades en la acción. Esto implica ser flexibles en nuestras interpretaciones y pensar en interpretaciones incluso paradójicas como proponen los autores, siempre y cuando le permitan fluir de mejor modo en el mundo.

Y, tercero, una pista para estas interpretaciones, las comuniquemos o no explícitamente a nuestro cliente es escuchar las soluciones intentadas redundantes, ¿qué hace repetidamente el coachee?, ¿qué guion sigue continuamente y que ahora, precisamente, ya no le está funcionando?. En el ámbito del coaching ejecutivo esto es muy notorio, especialmente cuando se trata de personas que son ascendidas a nuevas posiciones en la estructura organizacional, siguen haciendo lo que hacían antes y eso ya no les resulta útil para el nuevo cargo por lo que necesitan un acompañamiento para realizar nuevas acciones, nuevas estrategias, nuevas maneras de desenvolverse, con las que por supuesto no tienen familiaridad y además tienen incertidumbre si les van a resultar útiles o no. Ese es el desafío del coaching desde esta perspectiva estratégica.

lunes, 11 de abril de 2022

Solidaridad y Sociabilidad El carácter organizacional por Rob Goffee y Gareth Jones



(Texto elaborado por Jaime Rojas)

Hace ya un tiempo había escuchado sobre el libro llamado El Carácter Organizacional, de Rob Goffee y Gareth Jones, e incluso había leído un artículo que lo recomendaba y visto un video que entregaba una pequeña reseña. Todo esto, iniciado por la acertada sugerencia del profesor y amigo Carlos Díaz.

Debo confesar que las principales distinciones conceptuales de este libro los había incorporado ya en mis reflexiones al momento de analizar los fenómenos que ocurren al interior de la organización que dirijo, sin ni siquiera haber leído una página. Lo antes descrito fue motivo de sobra para motivarme a comprarlo y posteriormente entregarme al aprendizaje, lo que finalmente terminó siendo una experiencia fascinante, pasando a mi selecto listado, compuesto por aquellos libros que no quieres terminar de leer y desearías que hubiera una segunda parte.

Todo comienza con el fenómeno que explica el porqué de las diversas maneras de actuar que tienen las personas al interior de una organización, en lo singular y en lo colectivo. Este último es lo que llamamos ‘cultura’, es decir, una forma común de pensar que lleva a una forma común de actuar, conformada por asunciones, creencias y valores compartidos que terminan caracterizando una agrupación y que lo transforma en algo único y muy difícil de imitar. El concepto de cultura, tan utilizado y de manera tan amplia y abstracta en la investigación y literatura, es tratado acá, a mi juicio, de manera simple, concreta y cercana, en un esfuerzo categórico de los autores por enmarcarlo bajo dos grandes conceptos: sociabilidad y solidaridad, que definen la intersección entre las personas al interior de una organización:

Sociabilidad: Muy parecido a lo que entendemos de este concepto en la vida cotidiana, es decir, se refiere a la amabilidad, empatía e incluso amigabilidad que cimientan la construcción de relaciones entre las personas. De hecho, acá se plantea la firme idea de que la sociabilidad en el lugar de trabajo no es tan diferente a la de la vida privada. Significa que las personas se relacionan de una manera amable y amistosa entre ellas. Por ejemplo: ¿Qué haces cuando llega el cumpleaños de un amigo? Bueno, acá el concepto de sociabilidad define que lo mismo harías cuando llega el cumpleaños de un colega. Las personas -trabajadores- están de acuerdo en que trabajar en un entorno laboral agradable es un placer, lo que estimula la moral y el espíritu de equipo. Cuando la sociabilidad en el trabajo es alta, la línea entre nuestro trabajo y nuestra vida personal tiende a difuminarse.

Solidaridad: Plantean los autores que, “la solidaridad, a diferencia de la sociabilidad, no se aloja en el corazón”, sino más bien en la mente, algo así como en la misión de una organización, en el trabajo, en las tareas, en los procesos, en los procedimientos, en los objetivos compartidos; en definitiva, en la visión, expresada en un trabajo mancomunado donde cada pistón batiendo al unísono contribuye para crear lo más importante, es decir, el resultado. Aunque suene despiadado, según los autores, la solidaridad solo valora el logro y no se hace cargo del cómo y mucho menos de las relaciones emocionales entre las personas que trabajan para aquello.

Las grandes preguntas de este libro: ¿Son los dos conceptos mutuamente excluyentes?, ¿es recomendable centrarse en la sociabilidad o en la solidaridad?

Goffee y Jones distinguen que al interior de una organización podemos estar inmersos en cuatro tipos de cultura según sus niveles de sociabilidad y solidaridad: fragmentada, mercenaria, en red y comunal. Jamás menciona cuál es la mejor, sin embargo, determinando claramente que en alguna de ellas hay un mejor acceso a la flexibilidad, la creatividad y la innovación, esto podría llegar a ser importante para quienes necesiten o no de estas cualidades; por otra parte, son claros en la afirmación de que cada una de estas cuatro culturas tienen lados oscuros y otros luminosos, es decir, que pueden manifestarse de manera positiva o negativa, estregándonos las claves, primero para diagnosticar en qué cultura nos encontramos, luego para identificar sus manifestaciones positivas y negativas y, finalmente, para intervenir en el traslado desde una cultura a otra en el caso de necesitarla.

A continuación, te presento los cuatro tipos de cultura en su lado oscuro y luminoso según Goffee y Jones.

Cultura en red                                                                                                          

Llamada también “entre amigos”, es el tipo de cultura definida por sus altos niveles de sociabilidad y relativamente baja solidaridad, manifestándose en su forma positiva como una cultura de amistad y amabilidad, en la que las personas se comportan de manera relajada e informal. Con una alta disposición para colaborar y comprometerse con las personas de la organización, una de sus principales características es que la gente se conoce, se valora en lo personal y se aprecia, es decir, se hacen amigos, como dice la regla, por toda la organización. Las personas tanto en los cargos superiores como en los inferiores tienen un alto grado de lealtad y compromiso, el asunto no es solo un trabajo para las personas, sino que está en juego mucho más, el corazón manda. Un ejemplo concreto es que al inicio de una reunión se pueden dedicar 15 minutos para tratar la preocupación de uno de los miembros del equipo por el resultado de unos exámenes médicos de su cónyuge y otros 10 minutos al final, para planificar una próxima junta en la casa de playa de uno de ellos para celebrar el inicio de año. En esta cultura este tipo de situación tiene un gran valor y una fuerte inversión en el cultivo de la filosofía de la empresa. Finalmente, a pesar de lo arduo que puede haber sido la reunión, todos abandonan la sala tal como llegaron: relajados y tranquilos.

En sus manifestaciones más oscuras, menciono la más obvia: la alta tolerancia hacia el bajo rendimiento. Resultará muy difícil para los amigos criticarse mutuamente en el caso de encontrarse frente a un trabajo mediocre, el bajo rendimiento será tolerado en silencio y emergerán las reuniones largas e inútiles en las que no se llega a ningún acuerdo; todo esto, sesgado por el cariño, la amistad y, por, sobre todo, la amigabilidad. Son incontables los casos de empresas en las que ha ocurrido esto, donde los miembros de esta cultura terminan siendo leales y comprometidos primeramente entre ellos y solo después de aquello, con una visión, misión u objetivos de la organización.

En resumen, una cultura positiva en Red pone el énfasis en conceptos como la amabilidad, lo que conduce a la lealtad y el compromiso, vitales para una ventaja competitiva; sin embargo, en su forma negativa la tolerancia y la paciencia hacia el bajo desempeño pueden ser elementos contraproducentes hacia un alto rendimiento.

Cultura mercenaria                          

Hace referencia a “trabajar en domingo”. Caracterizada por una alta solidaridad y una baja sociabilidad, tiene la etiqueta de hacer que la gente se estremezca o manifieste su más profundo rechazo; sin embargo, en sus manifestaciones positivas también podemos encontrar valor. Acá nos encontramos frente a una cultura fuerte, incluso agresiva, con acuerdos sobre objetivos y trabajos, un entusiasmo admirable por llevar a la práctica rápidamente un proyecto, un potente y compartido sentido de la finalidad, una obsesión por los objetivos y un cierto valor para superar conflictos y aceptar el cambio - “haremos que las cosas ocurran”-. El periodo entre la idea y el movimiento es llamativamente corto y el trabajo es el trabajo. En empresas mercenarias socializar es algo instrumental. Sí, te aporta algo, pero solo en la medida en que puedas recabar información, consejos o ideas, porque la amistad no es la cuestión; no obstante, todos sus miembros comparten los mismos objetivos, un fin en la mente: lograrlo, ganar, vencer al enemigo. En definitiva, a pesar del rechazo que a muchos pueda generar este tipo de cultura, hay organizaciones que se coordinaron mejor, se centraron más en los resultados y lo lograron, se mostraron más eficientes en la resolución de los problemas y, en resumen, lograron ser efectivas. Por otra parte, la baja sociabilidad de la cultura mercenaria trae con ella una cierta sensación de justicia, debido que la ausencia de camarillas y politiqueo permiten concentrarse en el mérito y en el resultado, lo cual es altamente valorado por las personas.

En su forma más oscura, aparecen la intranquilidad, la implacabilidad, el odio a la competencia, la obsesión por la meta y los resultados. A pesar de todo, estos terminan siendo las principales fuerzas de destrucción a nivel organizacional y personal. Las culturas mercenarias pueden convertirse en despiadadas y un ejemplo concreto se da cuando alguien es despedido por su bajo rendimiento laboral y no se escuchan frases como “Ha sido una pena tener que despedir a Adolfo”. Muy por el contrario, se expresan frases como “Es que esta persona no llegaba al mínimo requerido para desempeñar ese puesto, en definitiva, la empresa tenía que despedirlo”. O lo más probable es que nadie diga nada, ni mucho menos haya un cuidado por un trato digno hacia la persona. En esta cultura, el enemigo no solo está fuera de la organización, sino también dentro, debido a ese obsesivo enfoque en resultados medidos, donde las personas que no lo consiguen serán consideradas y tratadas como inútiles.

Cultura fragmentada

“Todos juntos y solos”, esta se caracteriza por una baja solidaridad y sociabilidad. ¿De qué estamos hablando, entonces, de que este tipo de cultura no es cultura? Nada de aquello. El fenómeno que aquí ocurre es que las personas inmersas en este tipo de cultura ni siquiera son conscientes de su arquitectura, porque aquí la cultura no es un asunto importante para nadie; lo más probable es que si le preguntas a algún miembro de este tipo de organizaciones cómo es la cultura allí, te respondería algo así como ¿De qué me está usted hablando? Pero, tal como sucede en los otros tipos de cultura, la fragmentada tiene sus aspectos positivos y negativos. Dentro de sus características podemos mencionar que en determinadas circunstancias es la cultura que da a sus miembros el máximo de libertad, flexibilidad y justicia, no requiere nada, excepto un excelente desempeño, así como tampoco se deben generar esfuerzos para congraciar al jefe ni a nadie, ni siquiera estar presente en las oficinas para aparentar y mucho menos en ocupar energías para promocionar algún aspecto de la institución. No existe trabajo articulado entre las personas ni se requiere ser socialmente aceptado, pero, al igual que en la cultura mercenaria, lo único que importa es el resultado.

Quizás el mayor de los problemas de la cultura fragmentada, tanto en su formato negativo como positivo, sea el tremendo obstaculizador que es en sí misma para el aprendizaje organizacional. A mi juicio, resulta natural preguntarse cuándo es apropiada la cultura fragmentada. Según Goffee y Jones, lo es como un lugar intermedio, es decir, como una etapa para el tránsito de una cultura a otra. O sea, cuando necesitas armar algo para construir otra -entiendo yo-, cuando necesitas desaprender para aprender. Por otra parte, los autores también mencionan que la cultura fragmentada es una forma útil para aquellos que no quieren lidiar con las típicas burocracias organizacionales. Quizás la única situación competitiva que exige una cultura fragmentada y encontrará valor en su propuesta, sea la organización virtual, que se nos dice ha llegado o llegará pronto, debido a que en algunas de estas organizaciones las personas trabajan desde donde y cuando quieren, comunicándose por correo electrónico u otros. La autonomía, la independencia y la individualidad priman como características o atributos fundamentales; sin embargo, la baja solidaridad y sociabilidad de la forma fragmentada es difícil de comprender, porque la interacción humana en cualquiera de sus perspectivas es la base del constructo del concepto organización.

Cultura comunal

“Somos una familia”, señala ésta. A primera vista es la más atractiva de las culturas organizacionales, sin duda la que más contribuye para construir una organización invencible. Acá se hace necesario mirar con atención las organizaciones en red y las mercenarias, en un afán de combinarlas para obtener lo mejor de ellas: los altos niveles de amistad y compromiso de la cultura en red y la energía por el logro de los resultados de la cultura mercenaria. Es difícil imaginarse en un mismo lugar ambos tipos de comportamientos trabajando unidos, sin embargo, la buena noticia es que, a juicio de los autores, esto puede pasar y el resultado es la cultura comunal. Cuando esto sucede su manifestación se hace evidente, es habitual encontrar profundas amistades y respeto entre las personas, articulado efectivamente con una evidente pasión por la empresa y sus objetivos, donde el resultado es finalmente el logro de metas mancomunadas, las cuales previamente han sido declaradas en la visión y misión de la organización.

Desde mi perspectiva, quizás por mis creencias, por mi propia historia, tiendo a confundir la cultura en red con la comunal, por lo atrayente que me resulta la construcción de relaciones con las personas y la prioridad que le otorgo a esto; no obstante, y aunque suene reiterativo, en la cultura comunal “existe un poderoso sentido de familia, de compromiso a través de los buenos y malos tiempos. Sin embargo, la cultura comunal supera a la cultura en red en este campo porque la familia se estructura alrededor de una causa: el producto. Este es el punto crítico que proporciona una elevada solidaridad”. Por otra parte, las culturas comunales y su gran sentido de finalidad no llegan a ser mercenarias, los altos niveles de sociabilidad bloquean cualquier tentación de centrarse únicamente en el resultado y olvidar el proceso, y mucho menos a las personas. Curiosamente, y fiel a la convicción de las ideas planteadas en este libro, en la cultura comunal también encontramos un lado oscuro, y éste radica específicamente en que la estimulación de sus virtudes conlleva a la complacencia y arrogancia, producto de la sensación de satisfacción de ser parte de una cultura extraordinaria, donde deja de mirarse a sí misma, deja de refinar sus procesos e incluso a olvidar la competencia. Junto con esto, está lo difícil de mantener las creencias y valores arraigados en la cultura y la constante amenaza de que en el día a día se desequilibre la balanza hacia la solidaridad o la sociabilidad, es decir, siempre a un paso de ser tentados por la cultura en red o atraídos por la cultura mercenaria.

Para finalizar, me parece necesario repetir que los autores ponen especial énfasis en que no existen culturas mejores que otras, que todo estará determinado por la filósofa de la organización y la esencia de su existir.

He compartido con ustedes aquellas ideas que representan especial significancia en lo personal y profesional, sin duda dejando fuera muchas otras que no he logrado transmitir. La invitación es a que también puedas acceder a los planteamientos de Goffee y Jones en su libro ‘El Carácter Organizacional’ y puedas hacer tus propias interpretaciones y otorgar tus propios significados. De seguro compartirás alguna de estas ideas y encontrarás otras. Finalmente declaro que, si eres parte de una organización y sientes una especial fascinación por ser consciente y reflexivo de aquello, este libro te encantará. 

martes, 5 de abril de 2022

Neurooratoria por Jurgen Klaric

 


Hace un buen rato que sigo el blog de Juan Carlos Cubeiro, quien publica todos los días entretenidas notas sobre talento, además de recomendar lecturas varias. Algunos días atrás en un post comentaba este trabajo de Jurgen Klaric, que me pareció interesante para quienes nos dedicamos a ofrecer nuestras ideas al público como charlas o cursos.

Saber comunicar es una competencia crucial hoy en día. Por supuesto que siempre nos comunicamos, como decía Watzlawic cuando proponía sus axiomas de la comunicación, no existe “no comunicar”, todo comunica. La pregunta es si comunicamos aquello que queremos comunicar o comunicamos algo diferente.

Por otro lado, comunicar no tiene que ver con transmitir información, sino que, con persuadir, ya que como propone Daniel Pink en “Vender es Humano”, todos estamos en el negocio de la persuasión, en el sentido de impactar con nuestros conocimientos, ideas, valores, en el comportamiento de los demás. Para Jurgen Klaric, no existen malas ideas, sino que malos oradores, por lo que el objetivo del libro es que quien lo lea “venda mejor su mensaje” e influya en los demás.

No me gusta tratar como sinónimos el concepto de persuasión con el de venta, si bien entiendo que son conceptos cercanos. Yo no creo que uno “venda” un mensaje ya que no necesariamente hay una transacción comercial de por medio y la persuasión puede tener otros intereses distintos de los meros intereses comerciales.

Hace un tiempo publicamos un post reflexionando sobre el modelo TED para exponer en púbico

¿Cuáles son los diez principios de un buen orador según Klaric?

Principio 1: La voz. Poner atención a la forma en que se maneja la voz. La clave de una buena voz es respirar diafragmáticamente. Todos tenemos una voz única y ese toque es una mezcla de timbre, tono, intensidad y cadencia. Timbre y tono dependen de la constitución, en cambio, intensidad y cadencia se pueden modular para tener un mayor impacto. Dice, “un buen orador saber perfectamente cuando subir o bajar la voz en momentos adecuados……..es como la música que acompaña una película”.

Principio 2: El cuerpo. El cuerpo comunica por lo que es necesario saber usarlo. Es importante que el cuerpo no hable de forma inconsciente, que no transmita miedo ni inseguridad, sino que confianza. Es importante transmitir un buen estado de ánimo y un buen manejo del espacio.

Por supuesto que muchas veces al estar en un escenario expuesto ante los demás y tener algo que decir (o actuar, o cantar) ocurre el pánico escénico, sensación de desprotección y vulnerabilidad que puede llevar a bloquearse o quedarse en blanco. Es una sensación muy molesta y es necesario aprender a manejarla. Una sugerencia del autor es que al cambiar el termino ansiedad por emoción, un porcentaje alto de oradores (sintiendo más o menos lo mismo) lo connotan de mejor manera.

Principio 3: La ropa. Es una herramienta muy poderosa al presentarse en un escenario, se trata de elegir un atuendo que deje hablar al cuerpo. El autor recomienda la ropa negra, como Steve Jobs.

Principio 4: El power point. No se trata de impresionar con hermosas imágenes y sonido envolvente, se trata de comunicar ideas, de compartir con el público algo nuevo, algo que pueda ayudarlo en su vida. La presentación solo es una herramienta de la oratoria y no puede robarse el show, por lo que, si bien hay que seguir recomendaciones respecto de fondos, tipos de letras y diseño no hay que perderse con las ppts.

Principio 5: El tiempo. Los seres humanos disponemos de una atención voluntaria, sostenida que dura poco rato, pierde intensidad y nos distraemos. ¿Cuánto dura?, 20 – 45 minutos. Por eso hay que saber usar el tiempo para no matar de aburrimiento al auditorio.

Principio 6: El estilo. Es importante desarrollar un estilo personal, que no está dado ni por la ropa ni los modales (aunque ello forma parte del estilo). Se trata fundamentalmente de que es lo que se identifica como propio y característico y hace que las personas se sientan conectadas con el orador. El estilo debe ser original, no puede ser copiado. Se trata de tener “marca personal”.

Principio 7: Los errores. Siempre cabe la posibilidad de equivocarse en una presentación con público. El tema no es no equivocarse sino como administrar los errores para poder asumirlos como oportunidad de crecimiento. Una clave de manejo de los errores es aprender a reírse de ellos.

Principio 8: La interacción. Es importante interactuar con el público de un modo que le resulte cómodo al orador. Algunos bajan a la sala y se meten entre la gente y pasan el micrófono, otros no se sienten cómodos haciendo eso. Lo relevante es la interacción, que comienza con la mirada, estableciendo contacto visual con el público, incluyéndolo en nuestra conversación. El contacto con la mirada, con el público que muestra interés es también una buena forma de ganar seguridad.

Principio 9: El mensaje: Es necesario preparar lo que se va a decir y para ello hay que tener claro cuál es el objetivo de lo qué se va a decir, de qué se quiere convencer al público, cuál es la idea que se quiere transmitir. No bastan las emociones, es necesario tener argumentos que exponer. Para ello, el orador, debe pensar como si contara una historia, que tenga peaks de tensión que mantengan atento al público.

Principio 10: La credibilidad. Se trata de algo fundamental en un orador y, bueno, también en cualquier líder, profesor, profesional, consultor, etc. He presentado las ideas de Kouzes y Posner sobre credibilidad en este blog. En opinión de Klaric, basado en Covey jr, la credibilidad se basa en la confianza, la que implica: integridad, intención, capacidad y resultados. La credibilidad también tiene que ver con estudiar y poder presentarnos como portavoces experimentados del tema que exponemos

 

Desde mi ingenuidad, de quien nunca ha estudiado oratoria, uno podría pensar que lo único o al menos lo mas importante es el mensaje, el que no pierde nunca importancia, pero se ve contextualizado por todos estos aspectos que cita Klaric y que pueden llevar al mensaje a ganar o a perder fuerza, impacto, relevancia.

Por eso que sí, es necesario tener una buena historia, un objetivo para el discurso, una estrategia respecto de cómo presentar las ideas, pero es necesario siempre considerar sus otros consejos.

Estoy de acuerdo con el autor, “no hay nada más lindo que ser orador”, nos da la oportunidad de motivar e inspirar a la gente y eso nos permite contribuir a dejar un mundo mejor.

miércoles, 23 de marzo de 2022

Estrategias de coaching ejecutivo (CE) por Laura Bicondoa y Marcela Fernández

 


Hace ya algunos años me formé como coach ejecutivo con Laura, una de mis mejores experiencias de formación tanto por el contenido del curso como además porque me llevó a declararme como coach ejecutivo y ofrecer mis servicios como tal. Y hoy, además de desenvolverme como consultor y profesor realizo activamente coaching ejecutivo lo que ha impactado en mi identidad y mis acciones profesionales.

En este trabajo Laura y Marcela reflexionan sobre el coaching ejecutivo (CE) que efectúan y que enseñan, poniendo en práctica las ideas de Schon sobre el “profesional reflexivo”, autor que argumenta que los mejores profesionales combinan inteligencia y sabiduría de un modo que va mucho más allá de lo que puedan expresar con palabras sin supeditar la técnica a la teoría o viceversa, desarrollando una capacidad para saber enfrentarse a problemas de naturaleza práctica en medios complejos. Publiqué un post sobre este tema, precisamente cuando cursaba mi programa de entrenamiento en CE. En http://lastreto.blogspot.com/2015/05/coaching-ejecutivo-habilidades.html?m=0

He publicado otros posts sobre CE,  entre ellos: ”Coaching ejecutivo”, ”Qué es el coaching ejecutivo”, “Herramientas de CE por Francisco Yuste”, “Coaching ejecutivo: Cómo acompañar a jefaturas que son ascendidas a nuevos cargos gerenciales”, etc.

El coaching, dicen, es una disciplina que apunta a liberar el potencial de las personas a través del cambio en el observador, lo que genera acciones y resultados concretos relacionados con el objetivo que el cliente quiere lograr. Un coach funciona como un observador diferente que ve lo que no ven quienes están involucrados en la acción y por eso tiene la capacidad de mostrarle al cliente aquello que a este le cuesta ver, generando con ello cambios en su manera de observar, de ser, de acciones o de relacionarse con lo que le ocurre, cambiando sus resultados.

Es importante reconocer que como el coaching es una industria en crecimiento, existen distintas especialidades y tipos de coaching. El coaching de vida o personal es una de ellas y el coaching ejecutivo es otra. En los procesos de CE participan personas que desempeñan roles ejecutivos en organizaciones, en distintos niveles y se enfoca en su desarrollo. El CE es individual, aunque un buen coach no deja de visualizar el impacto sistémico del coaching.

En un proceso de CE, el coachee busca alcanzar ciertos objetivos, los que tienen que estar alineados con los objetivos de la organización. Esto es muy relevante ya que si la organización es la que contrata los servicios del coach lo hace para impulsar en algún sentido los resultados del negocio. La mejor manera de generar este alineamiento es con una conversación entre el coachee y su jefatura en la organización, donde se establezcan los objetivos, se negocien expectativas, se compartan visiones y fundamentalmente el coachee reciba retroalimentación de su desempeño.

A mi me parece clave esta idea, cuando la organización es la que paga los servicios del coach y por ello está interesada en el desarrollo de sus ejecutivos no puede trabajarse sobre cualquier objetivo o hacer un coaching de vida. En estas situaciones debe conversarse acerca de las expectativas sobre el CE y traducirlas en un “acuerdo de coaching” en el que participa por supuesto el coachee y también otras figuras relevantes de la organización como su jefatura. He visto procesos de coaching donde la empresa envía a alguien a participar y esta nunca sabe cuál es el objetivo lo que contribuye a quitarle valor a estos procesos en las empresas.

Dicho todo lo anterior las autoras concluyen que: “el CE es el coaching que se realiza en los contextos donde hay ejecutivos”. Lo anterior debe considerar que una organización es un conjunto de personas que se relacionan para lograr resultados y el núcleo de una organización exitosa o fallida reside en su gente. Los patrones de relaciones y las capacidades para formarlos son más importantes que las tareas, funciones, roles y posiciones. Dicen “el CE es una alianza profesional que ayuda a los ejecutivos y sus equipos a maximizar su potencial profesional y lograr metas de la organización”

Estas distinciones llevan a un concepto transversal en el CE que Laura y Marcela exponen como R=R, resultados y relaciones. Su marco (basado creo yo en los trabajos de Fernando Flores) es que las organizaciones son un sistema de redes de conversaciones definidas por las relaciones que se mantienen en ese contexto. Por ello, la calidad de las relaciones interpersonales desarrolladas por los líderes es el contexto que define la calidad de los resultados obtenidos en la gestión.

Por eso que el CE propuesto por las autoras pone énfasis en estos dos ámbitos: los resultados de los que el ejecutivo está a cargo y las relaciones que sostiene que hacen posible dichos resultados. Desde esta perspectiva, dicen “nuestra propuesta es definir cuál es la relación que permite los mejores resultados, y cual es la responsabilidad y las competencias del líder en su diseño y operación”, ”la calidad de nuestras relaciones es directamente proporcional a la calidad de nuestros resultados”.

Esta mirada se puede aplicar a relaciones con los clientes, proveedores, integrantes del equipo de trabajo, etc.

En mi opinión muchas veces los ejecutivos tienen gran capacidad de observar resultados, definidos como indicadores, KPIs, metas, etc. La mayor parte del tiempo la ceguera está en el espacio relacional, cómo construir confianza, cómo administrar conversaciones difíciles, cómo gestionar angustias, cómo tratar el error, cómo retroalimentar, cómo negociar y muchas veces lo hacen comportándose de manera autoritaria y directiva o ”siendo amigos” del proveedor, cliente o miembro del equipo, confundiendo solidaridad con sociabilidad y transgrediendo límites en las relaciones.

A partir de estas definiciones iniciales las autoras proponen reglas de la relación de CE como la confidencialidad, el tiempo de las sesiones, las modalidades de trabajo y otros aspectos prácticos adicionales. También cuentan en extenso como ellas hacen CE y las herramientas que utilizan, como los análisis FODA, el feedforward, la intuición, los documentos, objetivos, manera de medir, etc.

¿A qué nos comprometemos cuando participamos de un CE?

El cliente que participa de un proceso de CE tiene que comprometerse a (1) Aprender, lo que significa que tiene que soltar un montón de certezas, creencias, interpretaciones, supuestos, formas, saberes, etc. porque quien busca un coach quiere lograr algo que no está pudiendo y si parte de que sabe no va a llegar a ningún lado; (2) estar dispuesto a llevar a la práctica nuevos conocimientos, esto significará que el coachee tiene que lanzarse a probar nuevas cosas, no se trata de un aprendizaje meramente cognitivo, se trata de ampliar el mundo de acciones; (3) hablar con transparencia y honestidad, contribuyendo a crear una relación de confianza y así permitirle al coach contribuir al logro de sus objetivos; (4) declarar lo que quiere lograr, atreverse a decir qué es lo que quiere, ya que el coaching no es para lograr los objetivos del coach, sino que del coachee; y (5) Declarar lo que no funciona y está faltando, lo que permite establecer brechas entre la situación actual y deseada y nos permite saber cuál es su modo de observar y con qué está comprometido.

Por su parte el coach también establece algunos compromisos en la relación con el coachee, que le permite servir mejor al cliente. Estos compromisos son: (1) comprometerse con los compromisos del cliente, en el sentido que trabajamos para sus compromisos, somos sus socios para sus resultados y actuamos como un observador externo y distinto para ayudarle a mirar y reflexionar; (2) Hacer preguntas, a veces nos “dan ganas” de dar la respuesta y agilizar los tiempos lo que puede ser contraproducente, por eso que el compromiso es ser curiosos y hacer preguntas que le permitan al cliente hacer su propio aprendizaje; (3) Evolucionar juntos, ya que como coaches también estamos aprendiendo continuamente, no es coherente pedir aprendizaje y no hacerlo nosotros; (4) Desafiar; (5) Escuchar; (6) Abrir posibilidades; (7) Cultivar estados de ánimo; (8) Definir expectativas y límites; y; (9) Declarar acontabilidades (aquello por lo que rinde cuentas) dentro de la relación, lo que significa que no somos amigos, ni confidentes, ni consejeros de los coachees, cuidando la seriedad de la relación coach – coachee.

Me parece bonito conversar de estos compromisos mutuos, que no se trata solo de compromisos en términos de horario, lugar, cobro y otras “formalidades” sino que se trata de promesas mutuas que enmarcan la relación y permiten el desarrollo en conjunto.

Gracias Laura y Marcela por este material que enriquece nuestra profesión y nos permite seguir desempeñándola de manera seria y liviana y sobre todo con corazón.