Ya es un libro algo antiguo pues fue publicado originalmente
el año 1979, sin embargo no pierde actualidad, menos en nuestro país donde la
educación (la buena y la mala educación) es un tema recurrente en las
conversaciones más ahora que nos encontramos en plena pandemia, con todos los
colegios y Universidades cerrados y muchos estudiantes aprendiendo de maneras
remotas vía plataformas electrónicas.
La educación es tan importante que las conversaciones en torno
a ella no se pueden dejar sólo a los profesores por importantes que sean y
menos a los políticos, que cuando conversan de esta la usan como munición
ideológica y a lo más se preocupan de temas financieros de la educación, sin
reflexionar acerca de su propósito.
El autor hace un juego de palabras, refiriéndose al fin de la
educación, como si dados todos los cambios tecnológicos ésta ya no fuera
necesaria y al fin de la educación, en el sentido de su propósito o finalidad.
Respecto de lo primero. ¿Es posible pensar el fin de la
educación como la conocemos?. En mi opinión creo que la educación presencial
seguirá existiendo por mucho tiempo más, pero es indudable que vendrán muchos
cambios post pandemia. Y creo que el principal cambio será la masificación del “tele
aprendizaje”, con un aumento de la oferta vía plataformas electrónicas.
Publiqué un post
sobre este tema hace poco.
En la misma línea creo que la educación presencial seguirá
existiendo por mucho tiempo más que por
la mera entrega de contenidos educativos por el espacio social que se genera
cuando se aprende con otros, y aun considerando toda la segmentación de nuestro
sistema escolar y universitario, no es lo mismo aprender frente a una pantalla
solo, que con otras personas con quienes se conversa, se juega, se dialoga, se
simula, en definitiva se interactúa en carne y hueso.
A lo anterior debe agregarse que las pantallas no reemplazan
a los profesores en el rol “mediador” del aprendizaje. Ya se acabó el concepto
que el profesor siempre sabe más que los estudiantes a los que les enseña. Ello
no tiene que ser así necesariamente, pero si el profesor sabe más como destacar
lo importante, como proveer de experiencias de aprendizaje, como organizar las
secuencias de lo que alguien tiene que aprender, como conectar lo aprendido con
otros temas y, sobre todo, oficiar de mentor en muchos aprendizajes, sobre todo
en la educación profesional.
También creo que es imprescindible que las instituciones
educativas cambien radicalmente en sus formas organizativas y en su relación
con el entorno. Requieren más dialogo con la comunidad, más escucha de lo que a
los niños les gusta, más flexibilidad en su organización, más diversidad en su
composición profesional, otros estilos de liderazgo. Hoy mismo nos pasaba con
el colegio donde tenemos a nuestros niños, luego de tres meses nos reunimos
para solicitar más horas de clases on line y producto de una mutua escucha
respetuosa se acuerdan cambios significativos en el aprendizaje de los niños. No
me cabe duda que van a continuar
aprendiendo con tic –toc o viendo youtube, pero necesitan que el colegio se
adapte a los nuevos tiempos e interactue con ellos de un modo distinto. Es un desafío
para profesores, por cierto. Es un desafío para el Jefe técnico, no me cabe
duda. Pero, sobre todo, es un desafío para la institución ajustar su coordinación
a estas circunstancias. Publiqué un post sobre este tema hace un tiempo
siguiendo las ideas de Ernesto
Gore
Respecto del segundo tema enunciado por Postman en su juego
de palabras referido al propósito de la educación.
La educación tiene dos problemas, plantea Postman, el primero
es de índole técnico y se refiere fundamentalmente al diseño educacional,
decidir por qué medios se va a instruir a los jóvenes. Dice “dicho problema trata
de las cuestiones relativas al dónde y al cuándo se harán determinadas cosas y,
por supuesto del cómo debe producirse el aprendizaje. Frecuentemente se le da
una importancia mayor de la que merece, hay muchos métodos y modelos, dice metafóricamente
que “hay una y mil formas de cantar himnos tribales, todas ellas correctas”.
Hace tiempo publiqué un post sobre el libro de David Perkins,
“educar
para un mundo cambiante”, donde a partir de la pregunta ¿Qué merece la pena
aprender en la escuela?, el autor hablaba de modelos, enfoques y prácticas,
siempre teniendo en cuenta que son temas discutibles donde no hay opiniones
únicas, pero donde no debe perderse el foco en que los estudiantes aprendan “cosas
que valen la pena”.
El segundo problema es de naturaleza metafísica, se necesita
una razón, algo más bien abstracto, que no resulta fácil de describir pero sin
cuya presencia la escolarización no funciona. Dice “para que la escuela tenga
sentido, los alumnos, sus padres y sus profesores necesitan un dios al que
servir o, aún mejor varios dioses. Si carecen de ellos, la escuela pierde todo
su significado”.
El autor se refiere con el concepto de dios, al término
“narrativa”, una historia que hable de orígenes y plantee un futuro, una
historia que construya ideales, prescriba reglas de conducta, proporcione una
fuente de autoridad y, sobre todo confiera un sentido de identidad y propósito.
Ya lo decía en un post anterior cuando hablaba de Yuval
Harari y su libro Sapiens. Los seres humanos desarrollamos una capacidad
única para la colaboración flexible y a gran escala, gracias a las historias,
narrativas o cuentos que nos contamos.
¿Cuál es el fin de la educación se pregunta Postman?, cual es
la narrativa que le da sentido a la educación. Si no contamos con ella queda
solo al nivel técnico, de cómo organizar un curriculum o una sesión de clases.
Ello puede tener complejidades técnicas, pero no apunta al propósito, al para
qué de la educación.
Dice que “hubo un tiempo en el que los educadores se hacían
famosos por su capacidad para proporcionar motivos para aprender ahora lo hacen
por su capacidad para inventar métodos”.
Este es posiblemente el gran desafío que enfrentamos hoy,
ponernos de acuerdo en el para qué de la educación, un para qué “grande” que
tenga sentido y significado y que no sea algo estrecho como una idea religiosa
particular, el nacionalismo chovinista, ni siquiera las competencias para tener
un buen trabajo en el futuro. Todas ellas quedan “chicas” para los desafíos que
enfrentamos como humanidad, que se hacen patentes ahora que estamos viviendo
una pandemia.
El autor propone varios fines de la educación y el que más me
gusta es “la metáfora de la nave espacial llamada planeta tierra”. Nuestro
planeta se desplaza por el universo a 110.700 kms. por hora según el Diario
La Vanguardia. Es una narrativa por desarrollar, pero debiera implicar que más
allá de habitantes de países, habitamos el mismo y único planeta. Dice Postman:
“El relato de la nave espacial tiene el poder de vincular a las personas,
convierte el concepto de racismo a la vez en irrelevante y ridículo, poniendo
de manifiesto la interdependencia entre los seres humanos y su necesidad de
solidaridad. Si alguna parte de la nave es contaminada todo el resto se
resiente” ”esta narrativa no colisiona con ninguna tradición religiosa….ni
entra en conflicto con los relatos nacionales o tribales”.
No tengo clara la respuesta al para qué de la educación. Creo
que el valor también está en la pregunta, más allá de una respuesta correcta o
incorrecta. Es una pregunta para conversar con nuestros niños y en familia, es
una pregunta para conversar en los colegios y en todos lados. Estoy seguro que
bien llevada como conversación nos sacará del mero aspecto técnico y nos pondrá
a hablar de sentidos.