Todo un descubrimiento el trabajo de Juan Carlos Cubeiro,
quien no sólo ha escrito este entretenido libro sino que cultiva un blog muy inspirador
donde comenta distintos eventos y actividades a la vez que reflexiona sobre
diversos autores. Ya quisiera yo tener el tiempo para leer sus publicaciones
diarias y recomendaciones.
El principal argumento de su
libro es que nos estamos moviendo desde el capitalismo (régimen económico y
social fundado en el predominio del capital como elemento de producción y creación
de riqueza) al talentismo (régimen económico y social donde el talento es más
escaso, y por lo tanto más valioso, que el capital).
En su trabajo intenta mostrar
como este tránsito está ocurriendo delante de nuestras narices, qué
características tiene y qué posibilidades se nos abren en este momento
histórico. Además, se apoya en numerosos autores, con quienes sostiene
conversaciones asincrónicas sobre talento, capital humano, era conceptual,
importancia de las emociones, economía conductual, economía del bien común, cultura de lo gratis y muchas
ideas más. Ya mirar la bibliografía de autores es una invitación a establecer valiosos
hipervínculos.
Algunas de sus ideas centrales:
¿Qué es el talento? Carol
Dweck proponía la distinción entre mentalidad fija y mentalidad de
crecimiento. El talento se puede mirar desde cualquiera de estas mentalidades.
Si se mira como algo fijo, se trata entonces de algo que se tiene o no se tiene,
de hecho muchos dichos reflejan esta creencia como el muy antiguo “lo que
natura non da Salamanca non presta”. En cambio, si se mira el talento como algo
en desarrollo, el esfuerzo y el aprendizaje lo incrementan, el talento se
desarrolla, por lo que bien vale el dicho “unas veces se gana y otras se
aprende”.
Todos tenemos talento, la
cuestión, siguiendo por ejemplo a Ken Robinson
o a Howard Gardner es determinar en qué lo tenemos y cómo lo desarrollamos. En opinión
de Cubeiro, siguiendo a José
Antonio Marina, es “inteligencia triunfante, que consiste entonces en transformar
conocimientos en comportamientos”.
Se me ocurre que hay muchas
mejores definiciones de talento y de gestión del talento como las que propone Roberto
Luna Arocas, sin embargo, entiendo que el ánimo de Cubeiro es destacar con
el concepto los conocimientos, habilidades, actitudes, disposiciones que tiene
una persona para aportar al mundo. (En el anexo 1 del libro caracteriza al
talento como vocacional, que se forma, que es cuestión de capacidad, que necesita
identidad propia, que se reconoce, que es motivador, que es dinámico, que
necesita directrices, que depende del contexto y que no es justo ni injusto).
Esto es coherente con otra idea
que expresa en su libro, consistente con el movimiento desde el capitalismo al
talentismo. Cada vez es más valioso lo intangible que lo tangible. Esto se
traduce en que hoy en día tiene mucho más valor en la creación de riqueza el
capital humano, las marcas, los clientes, las ideas, en general todo aquello
que se relaciona con el ámbito creativo que con lo tangible que pudiera ser un
edificio, una máquina.
Por supuesto que no se debe
despreciar lo tangible como la tierra, las máquinas y los edificios, que tienen
su propio valor. Sin embargo, el énfasis en lo intangible está dado por la
creación de valor a partir de la creatividad, la imaginación, las emociones,
las relaciones, la empatía, el conocimiento.
Creo que está lleno de ejemplos
de estas ideas como cuando se destaca que Uber no tiene ni un automóvil o
Airbnb no tiene ni una habitación de hotel y que poco a poco se han ido
transformando en gigantes, gracias primero a la idea creativa que tuvieron
quienes las inventaron y segundo, gracias al uso de información, gestión del
conocimiento, relación con los clientes y muchas otras variables más.
Creo que otro ejemplo de esto es
el trabajo profesional en general. ¿Por qué valen los honorarios de un
profesional cualquiera, ya sea médico, ingeniero, abogado o cualquier otro?,
bueno, valen por el conocimiento que tienen, lo que le permite a sus clientes
resolver problemas en el sistema judicial, recuperar la salud, construir un
edificio y muchas cosas más. Lo interesante es que este “capital humano” si
bien debe estar almacenado en alguna parte del cuerpo o el cerebro del
profesional, es fundamentalmente intangible. He escrito sobre estos temas en mi
blog
con anterioridad.
También expone la importancia de
entender que nos hemos movido a lo que llama la “era conceptual”. Si en la época
del capitalismo “la llevaban” los abogados que redactaban contratos, los ingenieros
que programaban códigos o los ingenieros con sus números, en el talentismo “la
llevan” inventores, diseñadores, artistas, narradores, cuidadores, pensadores
con visión global, ya que pasamos de la exclusividad del hemisferio izquierdo (racional,
analítico, lógico, secuencial) a la combinación con el hemisferio derecho (instintivo,
conceptual, simultáneo, holístico). Basado en las ideas de Daniel Pink en “Una
nueva mente”, propone que se necesitarán nuevas destrezas en la era conceptual:
diseño, narración, sinfonía, empatía, juego y sentido.
Dadas todas estas características
del talentismo no es raro entonces que cambie la relación entre las personas y
las organizaciones, se acaba el empleo para toda la vida y estilos de liderazgo
basados en obediencia ciega, arribando estilos de liderazgo más parecidos a
entrenadores de futbol de elite, que motivan e invitan a innovar, a sacar lo
mejor de cada uno.
Este es un tema que me parece
cada vez más recurrente. El liderazgo a la antigua, basado en la jerarquía y el
uso del poder no es que deje de existir, es que no sirve para esta nueva época,
donde las personas inteligentes, creativas, motivadas, curiosas no hacen su
trabajo porque alguien las mande, sino que lo hacen porque tienen un proyecto,
una motivación distinta.
Por lo anterior también la
empleabilidad se vuelve cada vez más crítica. La principal inversión a la que
debemos dedicar tiempo, esfuerzo y dinero es al aprendizaje. Antes, 10, 20, 30,
50 años atrás bastaba con estudiar una vez en la vida y luego usar esos conocimientos
para labrar una profesión. Hoy, eso es una tontera, el mundo cambia, las
profesiones cambian y el conocimiento se incrementa de un modo exponencial por
lo que muchas veces no actualizarse es ir para atrás.
No me gusta para nada el énfasis
en la titulitis o diplomitis, como si lo importante fuera acumular diplomas. Me
sorprende mucho la gente que dice “tengo un diplomado”, “tengo un magister”,
cómo si aquello se tuviera en alguna parte, en vez de decir aprendí sobre X, Y
o Z en un diplomado o magister que cursé y aprobé. Además mucho ya no se
aprende en programas formales de estudio, se aprenden de otras maneras como
tutoriales, libros, conversaciones, cursos informales, etc.
El trabajo de Juan Carlos da para
muchas más reflexiones, ya que cada punto que expone en los 13 capítulos de su
libro + 6 anexos da para muchas conversaciones. Sólo me queda invitarlos a
leerlo y seguir su blog.