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jueves, 9 de junio de 2016

Reid Hoffman. El Mejor Negocio eres tú. Adáptate al futuro, invierte en ti mismo e impulsa tu carrera. Mantenerse en beta permanente.


Compré este libro hace ya casi dos años en Buenos Aires mientras andaba con mi hija mayor recorriendo dicha ciudad. Me pareció atractivo leer a Reid Hoffman, fundador de linkedin para entender como comprendía el mundo y que se podía aprender de sus reflexiones. Si bien hace algo de marketing a su empresa aunque también expone algunas ideas valiosas sobre emprendimiento y gestión de redes, lo que puede ser interesante en estos tiempos en que las redes sociales “la llevan” como diría mi propia hija.

Inicia el libro señalando que “todos somos empresarios”, no en el sentido que todos estemos llamados a fundar empresas, sino que en la línea de pensar nuestro trabajo como una carrera, de concebirnos como emprendedores más que como trabajadores pasivos y dependientes.
Se enfoca luego en contrastar, a partir de los cambios tecnológicos y de la globalización como ha cambiado la carrera laboral en los últimos años:

Antes: La gente conseguía un empleo en una empresa, la iban preparando y el empleador costeaba su capacitación y formación profesional. Al ganar mayor experiencia, ascendía en la estructura organizacional ganando en cada ascenso mayor poder, ingresos y seguridad laboral. Luego, a los sesenta y cinco años se salía de esta escalera, dejando lugar a los jóvenes, a un retiro financiado por una pensión. Creo que esta fue la experiencia de mucha gente en nuestro país y en el mundo, trabajos estables, empresas grandes y tiempos lineales lo que comenzó a acabarse a partir de la crisis económica del año 81 y 82.

Ahora: La carrera tradicional ha muerto y no se puede contar con una formación financiada por el empleador, se espera que los empleados, incluso los más jóvenes, sepan hacer el trabajo para el que han sido contratados desde su llegada. Ahora es responsabilidad de cada uno capacitarse e invertir en sí mismo. Las empresas no quieren invertir en el trabajador porque es poco probable que dedique muchos años a trabajar en ellas. Ahora existe un contrato de corto plazo basado en el rendimiento, mayor lealtad horizontal hacia la red de relaciones que lealtad vertical hacia el jefe o hacia la misma empresa

Estoy completamente de acuerdo con sus comentarios acerca del cambio de la carrera profesional. Hoy en día pensar en estar en la misma empresa toda la vida, excepto tal vez si se trabaja para el Estado, al menos para la mayor parte de las personas, es una ilusión, ya que ni las empresas suelen querer a alguien para toda la vida ni muchas personas están dispuestas a estar donde mismo todo el tiempo. Las empresas procuran mayor flexibilidad y orientación a resultados y, muchas personas, quieren más novedad, más experiencias y capitalizar de buen modo su formación y trayectoria. Algunos viven esta realidad con agrado, otros lo viven con nostalgia.

El mundo ha cambiado y cita dos ejemplos para argumentar dicho cambio, el caso de Detroit y el caso de blockbuster v/s netflix, perder el norte, rigidizarse, “mirarse el ombligo”, creer que el mundo es estable, quedarse en la seguridad, dejar de innovar y aprender y varios etc. Mantenerse en “beta permanente”, aprender más, aceptar que cometemos errores, que necesitamos adaptarnos y evolucionar, en definitiva sentir que estamos siempre en desarrollo.

Aplicada esta noción a la carrera laboral tiene dos ideas interesantes, fundamentales en su libro.

La primera es que necesitamos desarrollar nuestras ventajas competitivas, combinando activos, aspiraciones y realidades del mercado. Los activos pueden ser tangibles como dinero, acciones y posesiones materiales o intangibles como conocimiento, contactos profesionales, reputación, aptitudes y estilo personal y puntos fuertes (aquello que nos resulta bien). Sin duda en el mundo que vivimos estos últimos son de la mayor importancia y es necesario “invertir” en ellos para incrementarlos y desarrollarlos, pudiendo luego usarlos competitivamente.

En mi trabajo cotidiano como profesor de post grado, veo como muchos alumnos se enfocan en “obtener diplomas o certificaciones” más que en las competencias profesionales que ellas pudieran implicar, pensando que sólo tener acreditaciones les abrirá puertas. Y, si bien es verdad que ello ocurre a veces, a “la hora de la verdad” lo central es que sabemos hacer y no sólo los diplomas que tengamos. He argumentado esto en un post anterior.

La segunda idea central es la importancia de construir relaciones reales y duraderas y disponer estas relaciones en una poderosa red profesional. Su argumento central es que “los grandes profesionales construyen redes que los ayudan a abrirse paso en el mundo”. “No importa cuán brillante seas tú o tu estrategia, si trabajas en solitario siempre perderás ante un equipo”. Vivimos en culturas obsesionadas con el mito del héroe, de la persona que se ha hecho sola y entonces al narrar historias de éxito se nos olvida cuanto han participado de aquello equipos de personas.

Construir relaciones es fundamental en la vida profesional, relaciones verdaderas y no meramente transaccionales. Para ello sostiene que es fundamental la empatía y la disposición a ayudar. Existen los aliados profesionales y los lazos débiles. Los primeros son personas a las que se consulta por consejo, con quienes se comparten oportunidades y se colabora de forma proactiva, suelen ser pocas personas. Los segundos son personas que se conocen en conferencias, compañeros de curso, colegas o gente interesante con las que nos cruzamos por ahí, aunque en buenos términos, se encuentran fuera del círculo íntimo y pueden ser fundamentales a la hora de conocer posibilidades, obtener información y “ampliar la red”.

En el enfoque de capital intelectual esto se ha llamado “capital relacional” y es fundamental alimentarlo, cuidarlo, alimentarlo con reciprocidad, con atención y con cuidado. Veo como muchas personas “explotan” este capital pero no lo “nutren”.

Al respecto, hace algunas semanas atrás una buena amiga, una “aliada profesional” me invitó a formar parte de la red de recursos humanos, un grupo de google que comparte información, datos de trabajo, oportunidades profesionales y otras cosas más, en Chile. Me he inscrito con gusto y si bien aún no participo mucho me dedico a observar al grupo. He visto que hay prácticas que no fortalecen este espíritu nutritivo, como pedir ayuda y luego de recibirla no agradecer a quienes han colaborado, o solicitar en tono autoritario, demandante, en vez de pedir por favor o con gentileza. También hay gente valiosa para la red como quien la administra gratuitamente o quienes agradecen haber recibido un curriculum valioso o incluso quienes habiéndolo recibido y contratado a alguien informan que así lo han hecho.

Recalco la importancia de nutrir estas redes y cuidarlas con reciprocidad y buenas ofertas de ayuda a los demás.

martes, 20 de agosto de 2013

Amigos de avión

Desde que inicié mi carrera profesional he participado en proyectos que han significado viajar a otras ciudades, a veces solo por algunos días y otras veces por largos periodos. Así, si hago una lista rápida me ha tocado trabajar en Arica, Iquique, Antofagasta, Tocopilla, Calama, San Pedro de Atacama, Copiapó, Vallenar, Ovalle, Valparaíso, Rancagua, Talca, Concepción, Tomé, Chillán, Temuco, Puerto Montt, Valdivia, Coyhaique y, hasta Punta Arenas, sin dejar de considerar largas pasadas por Santiago.

Reconozco que desde que era pequeño me ha gustado viajar, por vacaciones, por campamentos scouts, por retiros con los curas, por lo que sea. Siempre me ha gustado ese sentimiento del día anterior al viaje, de preparar la maleta, de anticiparse a la aventura, de llegar al lugar y sentir otros olores, asombrarse con la gente, observar un lugar distinto o redescubrir lugares conocidos.

Por eso creo que un buen trabajo tiene que implicar viajar. No necesariamente vivir arriba de un avión o un bus, pero si cada cierto tiempo salir, moverse, visitar otras regiones, interactuar con otras personas.

Cuando viajo lo primero que hago es escoger un buen libro y aprovechar los tiempos muertos para leer. En la vorágine del día a día me cuesta darme tiempo libre para leer y viajar es una gran oportunidad para cultivar este hábito. Soy un lector ávido de lo que sea y me cuesta dejar tiempo libre para leer, viajar es una excelente oportunidad para leer sin culpa.

Y me suele pasar que me encuentro con gente conocida, que conozco de distintos mundos: la Universidad, antiguos clientes de la consultora, ex alumnos, incluso, gente que ni se el nombre pero de tanto vernos en los aeropuertos terminamos por saludarnos.

En el último viaje por ejemplo, iban dos personas conocidas que trabajaban en una empresa de Coquimbo, que se acaba de fusionar con una gran empresa de Santiago, uno de ellos gerente de recursos humanos, cliente mío muchos años. Me contaban la experiencia que ha significado para ellos esta fusión, con sus aspectos positivos y negativos. Por lo pronto han tenido que irse a vivir a Santiago con la dificultad familiar que ello implica. Y también les ha significado insertarse en una nueva cultura organizacional, donde las cosas se hacen distinto a la empresa que ellos trabajaban,  lo que conlleva gran aprendizaje.

Estoy convencido que viajar implica adquirir nuevas perspectivas, separarse de lo conocido y mirarlo con otros ojos o, derechamente descubrir nuevos mundos. Recuerdo haberme encontrado en el aeropuerto de Antofagasta con un apoderado del colegio de mi hija, quien trabaja en una compañía minera, con el que había cruzado solo algunas palabras y escucharlo hablar de su trabajo, de los minerales, de la propiedad minera, etc. Aprendí muchísimo de esa conversación, sobre todo de cómo él  prefería concentrar el conocimiento antes que explicitarlo en algún manual, como garantía de empleabilidad. Esto dio lugar a una interesante conversación sobre conocimiento tácito y explícito.

A veces me encuentro con gente que no he visto en mucho tiempo y es agradable darse un buen abrazo. El otro día me encontré a un viejo amigo del colegio, a Ignacio Salinas, no lo veía desde su matrimonio hace como 10 años o más años atrás, conversamos un buen rato, nos reímos de los viejos tiempos y prometimos llamarnos para encontrarnos en Santiago a tomar un buen café.

He quedado varado un par de veces en los aeropuertos, sobre todo cuando al de La Serena no se puede aterrizar. Una vez me tocó quedarme en Antofagasta, una de las pocas veces que llovió en esa ciudad. Ahí me encontré con la Patty, amiga de mi ex mujer, quien trabaja como vendedora de insumos de un laboratorio. Fue una oportunidad de conocer en que trabaja, hablar de nuestros hijos y reírnos de la vida y de la muerte.

Leyendo a Castells en “La era de la información”, hay un capitulo muy interesante acerca del nuevo significado que tiene el espacio en este mundo globalizado y tecnológico, como ha cambiado nuestro concepto de espacio. La carrera profesional ya no se desarrolla solo en una ciudad o área geográfica, uno puede residir en una ciudad, pero la profesión se ejerce en un territorio mucho más vasto.

Recuerdo que varias veces me han ofrecido trabajo en algún viaje, sin ir más lejos el otro día me encontré con un antiguo compañero de la Universidad, gerente de una consultora, quien me pidió le enviara mi curriculum para participar con él en un proyecto relacionado con coaching en Iquique.

Viajar es una oportunidad para fortalecer las redes informales, esas que se desarrollan al calor de un café, de una conversación de aeropuerto, con personas con las que no somos amigos, ni trabajamos juntos pero que pertenecen a nuestro circulo de contactos.


Cada vez que viajo miro a mi alrededor a ver si encuentro a alguien conocido, si es así, me dispongo a saludar. Y si no, como ocurre también frecuentemente, abro mi libro y me embarco en el placer de la lectura.