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martes, 20 de agosto de 2013

Amigos de avión

Desde que inicié mi carrera profesional he participado en proyectos que han significado viajar a otras ciudades, a veces solo por algunos días y otras veces por largos periodos. Así, si hago una lista rápida me ha tocado trabajar en Arica, Iquique, Antofagasta, Tocopilla, Calama, San Pedro de Atacama, Copiapó, Vallenar, Ovalle, Valparaíso, Rancagua, Talca, Concepción, Tomé, Chillán, Temuco, Puerto Montt, Valdivia, Coyhaique y, hasta Punta Arenas, sin dejar de considerar largas pasadas por Santiago.

Reconozco que desde que era pequeño me ha gustado viajar, por vacaciones, por campamentos scouts, por retiros con los curas, por lo que sea. Siempre me ha gustado ese sentimiento del día anterior al viaje, de preparar la maleta, de anticiparse a la aventura, de llegar al lugar y sentir otros olores, asombrarse con la gente, observar un lugar distinto o redescubrir lugares conocidos.

Por eso creo que un buen trabajo tiene que implicar viajar. No necesariamente vivir arriba de un avión o un bus, pero si cada cierto tiempo salir, moverse, visitar otras regiones, interactuar con otras personas.

Cuando viajo lo primero que hago es escoger un buen libro y aprovechar los tiempos muertos para leer. En la vorágine del día a día me cuesta darme tiempo libre para leer y viajar es una gran oportunidad para cultivar este hábito. Soy un lector ávido de lo que sea y me cuesta dejar tiempo libre para leer, viajar es una excelente oportunidad para leer sin culpa.

Y me suele pasar que me encuentro con gente conocida, que conozco de distintos mundos: la Universidad, antiguos clientes de la consultora, ex alumnos, incluso, gente que ni se el nombre pero de tanto vernos en los aeropuertos terminamos por saludarnos.

En el último viaje por ejemplo, iban dos personas conocidas que trabajaban en una empresa de Coquimbo, que se acaba de fusionar con una gran empresa de Santiago, uno de ellos gerente de recursos humanos, cliente mío muchos años. Me contaban la experiencia que ha significado para ellos esta fusión, con sus aspectos positivos y negativos. Por lo pronto han tenido que irse a vivir a Santiago con la dificultad familiar que ello implica. Y también les ha significado insertarse en una nueva cultura organizacional, donde las cosas se hacen distinto a la empresa que ellos trabajaban,  lo que conlleva gran aprendizaje.

Estoy convencido que viajar implica adquirir nuevas perspectivas, separarse de lo conocido y mirarlo con otros ojos o, derechamente descubrir nuevos mundos. Recuerdo haberme encontrado en el aeropuerto de Antofagasta con un apoderado del colegio de mi hija, quien trabaja en una compañía minera, con el que había cruzado solo algunas palabras y escucharlo hablar de su trabajo, de los minerales, de la propiedad minera, etc. Aprendí muchísimo de esa conversación, sobre todo de cómo él  prefería concentrar el conocimiento antes que explicitarlo en algún manual, como garantía de empleabilidad. Esto dio lugar a una interesante conversación sobre conocimiento tácito y explícito.

A veces me encuentro con gente que no he visto en mucho tiempo y es agradable darse un buen abrazo. El otro día me encontré a un viejo amigo del colegio, a Ignacio Salinas, no lo veía desde su matrimonio hace como 10 años o más años atrás, conversamos un buen rato, nos reímos de los viejos tiempos y prometimos llamarnos para encontrarnos en Santiago a tomar un buen café.

He quedado varado un par de veces en los aeropuertos, sobre todo cuando al de La Serena no se puede aterrizar. Una vez me tocó quedarme en Antofagasta, una de las pocas veces que llovió en esa ciudad. Ahí me encontré con la Patty, amiga de mi ex mujer, quien trabaja como vendedora de insumos de un laboratorio. Fue una oportunidad de conocer en que trabaja, hablar de nuestros hijos y reírnos de la vida y de la muerte.

Leyendo a Castells en “La era de la información”, hay un capitulo muy interesante acerca del nuevo significado que tiene el espacio en este mundo globalizado y tecnológico, como ha cambiado nuestro concepto de espacio. La carrera profesional ya no se desarrolla solo en una ciudad o área geográfica, uno puede residir en una ciudad, pero la profesión se ejerce en un territorio mucho más vasto.

Recuerdo que varias veces me han ofrecido trabajo en algún viaje, sin ir más lejos el otro día me encontré con un antiguo compañero de la Universidad, gerente de una consultora, quien me pidió le enviara mi curriculum para participar con él en un proyecto relacionado con coaching en Iquique.

Viajar es una oportunidad para fortalecer las redes informales, esas que se desarrollan al calor de un café, de una conversación de aeropuerto, con personas con las que no somos amigos, ni trabajamos juntos pero que pertenecen a nuestro circulo de contactos.


Cada vez que viajo miro a mi alrededor a ver si encuentro a alguien conocido, si es así, me dispongo a saludar. Y si no, como ocurre también frecuentemente, abro mi libro y me embarco en el placer de la lectura.