He escrito varios posts
relacionados con Lynda Gratton (post
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3). Me gusta mucho su manera de escribir, además que juzgo que integra muy
bien lo conceptual con lo aplicado, algo que es valioso en el ámbito de
recursos humanos, donde muchos exponen conceptos difíciles de llevar a la
empresa y otros se quedan en la casuística y el mero sentido común.
La autora comienza criticando la
manida frase “las personas son nuestro capital más precioso”, frase para la
galería en muchísimas organizaciones, donde ni los empleados, ni menos los
clientes o proveedores sienten que se los trata de un modo respetuoso,
considerado y menos a la altura del valor declarado. Por ello no es raro que la
gente no se sienta inspirada, comprometida ni motivada y por ello entregue un
porcentaje menor de su dedicación del que potencialmente podría entregar.
Mi experiencia es que esta frase
está lejos de ser verdad en la mayor parte de las organizaciones que conozco.
Creo que las personas que trabajamos en recursos humanos nos dolemos ante esta
realidad, pues sabemos lo importante que son las personas en la creación de
valor y el impacto que tiene en la calidad del trabajo contar con personas,
sino felices, al menos contentas. Y, esto no vale solo para los integrantes de
la organización sino que también para los proveedores y clientes, parte de la
red de empresa ampliada, que en función de cómo se sienten tratados se vuelven
“terroristas, rehenes,
mercenarios o apóstoles”.
Propone Lynda Gratton que existen
diferencias fundamentales entre las personas en tanto que capital y los activos
tradicionales, como las finanzas y la tecnología. Sostiene que a partir de esta
comprensión se debe desarrollar la estrategia de la organización, la que solo
se puede realizar a través de las personas. Ello lleva a conseguir los
resultados organizacionales y se traduce en rendimiento financiero.
Las empresas de vanguardia
definen ciertos objetivos empresariales que se traducen en un contexto humano
adecuado donde las personas trabajan. Las personas realizan conductas armónicas
con los objetivos corporativos, lo que afecta el rendimiento de la empresa y ve
reflejado en el rendimiento financiero.
Estoy muy de acuerdo con el
planteamiento de Gratton, sin embargo, también es algo simplista ya que primero
este alineamiento no es siempre fácil de producir ni de mantenerlo en el tiempo
y además, posiblemente, los resultados organizacionales son mulicausados, no dependen solo de la
personas, también dependen de otras variables de contexto como el entorno en
que se desenvuelve la organización, el tipo de industria y muchas otras
dimensiones.
Desde una perspectiva estratégica
siempre se propone que una empresa debe contar con ventaja competitiva
sostenible, lo que le permite ganar una posición desde donde puede conseguir
sus objetivos. En épocas anteriores esta ventaja competitiva se basaba en
economías de escala, en recursos financieros, en tecnología, en general, en
recursos escasos, valiosos o inimitables. Hoy sólo las personas reúnen esos
requisitos, transformándose en el recurso esencial para una organización,
recurso que no todas las organizaciones poseen, que influye en el rendimiento básico
de la empresa y que no es fácil de copiar ni de sustituir por otras
organizaciones.
Estoy de acuerdo con estas ideas
de la autora pero creo que hay que precisarlo mucho más. No todas las personas
en una empresa reflejan recursos escasos, valiosos o inimitables. Algunas si lo
son, aquellas que hoy llamamos talento o capital humano, por lo que es
necesario identificarlas, reconocerlas y sobre todo cuidarlas, en términos de
retenerlas y apoyar su desarrollo. Sobre esto me parece muy interesante el
trabajo de Stewart
y su propuesta de matriz de capital humano.
Lamentablemente hay otras
personas en las organizaciones, que por razones de índole motivacional o de
competencia no son ni escasas, ni valiosas ni inimitables, más bien son
prescindibles ya que su aporte a la creación de riqueza es bajo y más bien
representan un costo para la organización. Aquí caben las personas poco
competentes, que lo que saben hacer es básico o se han ido quedando obsoletas
en el tiempo y también las personas poco motivadas, con poca energía, poco
entusiasmo, poco interés, quienes realizan poco aporte también.
Sostiene Gratton que las personas
son fundamentalmente diferentes del capital financiero y de la tecnología, por
lo que al pasar a basar los resultados organizacionales en el capital humano es
necesario conocer esas características, para poder gestionarlas con una
estrategia coherente. ¿Cuáles son esas características?
1 Funcionamos en el tiempo: No somos criaturas que vivan el momento. Vivimos el
tiempo en dos dimensiones. La primera, el tiempo cronológico, el funcionamiento
del reloj biológico, pasando por etapas de desarrollo y evolución y, la
segunda, el tiempo significativo, los recuerdos y compromisos del pasado, las
emociones y vivencias del presente y los sueños y esperanzas del futuro. A
partir de esto, cada ser humano tiene una historia y una memoria personal, que
influyen en nuestro modo de ver el mundo y en las expectativas y esperanzas que
tenemos. Funcionamos en el tiempo se
traduce en:
las
creencias, las esperanzas y los compromisos del pasado influyen en nuestra
conducta actual, es la "memoria del pasado"
|
la
conducta actual se ve influida por las creencias sobre lo que sucederá en el
futuro, es la "memoria del futuro".
|
Es
necesario mucho tiempo para adquirir conocimientos y capacidades.
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El
desarrollo humano sigue una secuencia común.
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Las
actitudes y los valores se resisten ante el cambio rápido.
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2 Buscamos significado: No somos receptores pasivos de todo lo que la vida nos ofrece. Más bien
participamos activamente. Atribuimos significado, interpretamos los estímulos
que la vida nos presenta. Por ello, en el ámbito laboral, intentamos comprender
y atribuir un sentido a nuestro trabajo, comprender el objetivo de la
organización y el papel que desempeñamos en ella. Somos sensibles a lo que
dicen los fundadores y los directivos. Observamos el modo que se expresa la
estrategia, la política y los valores organizacionales, tanto en el discurso
como en la práctica. Lo anterior implica:
Nos
esforzamos por interpretar las señales de nuestro entorno, participamos
activamente en el mundo para encontrar significados, para comprender quienes
somos y qué podemos ofrecer.
|
Los
símbolos, que pueden ser acontecimientos u objetos, son importantes para
crear significado.
|
A
lo largo del tiempo, los grupos humanos crean puntos de vista colectivos y
significados compartidos.
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3 Tenemos alma: No somos máquinas programadas para comportarnos de manera racional y
predeterminada. El concepto de alma busca referirse a que contamos con una vida
emocional: esperanzas, temores, sueños, etc. Dada esta condición, podemos
decidir compartir o reservarnos conocimientos, ideas y creatividad. En ciertos
entornos positivos florecen los conocimientos y las ideas, en otros (entornos
de desconfianza) nos reservamos ideas y creatividad. Existe un contrato
psicológico entre las personas y las empresas, que cuidar y que renegociar para
que las personas aporten lo mejor de sí. Ello conduce a:
Cada
uno de nosotros tiene un profundo sentido de la identidad personal, de
quienes somos y de lo que creemos.
|
Podemos
confiar y ser inspirados por nuestro trabajo y es entonces cuando somos más
creativos.
|
Podemos
soñar con posibilidades y con acontecimientos.
|
Podemos
ofrecer y retener nuestros conocimientos, según como nos sintamos.
|
Estos tres principios plantean un
desafío a las organizaciones, ya que la
gestión organizacional debe tener en cuenta estas características y más que
verlas como una dificultad, verlas como una palanca para movilizar a las
personas tras los objetivos organizacionales.
Es cierto que se podrían listar
de otra manera o destacar unas cualidades más que otras pero me parece un buen
resumen el que propone Lynda Gratton, muy propio además de los modelos de coaching,
cuando se destaca que “vivimos en mundos interpretativos” o que estamos en
cuerpo – lenguaje y emociones o, como dice Jim Selman, a propósito del futuro, “la
acción del liderazgo es declarar un futuro posible, declararse responsable y
comprometerse con las acciones para que dicho futuro suceda responsablemente”.
A partir de estas tres
características humanas, propone la autora que la organización debe desarrollar
capacidades, asociadas a cada uno de los principios. Ellas son.
Cada una de estas competencias da
para muchas conversaciones y reflexiones, me quedo con dos ideas que me hacen
sentido.
La primera es la noción genérica
que utiliza la autora de “crear capacidades”. Entiendo la creación de
capacidades como algo tanto individual propio de cada colaborador de la organización
pero también como algo colectivo que se traduce en una competencia
organizacional. Estas capacidades se desarrollan a partir de las prácticas de
RRHH como seleccionar, capacitar, retener y otras más. Para mi esta es la misión
estratégica de recursos humanos, ya que todas estas prácticas sirven para
generar en la organización capacidades escasas, valiosas y difíciles de imitar,
la definición misma de ventaja competitiva sostenible a través de las personas.
La gente individualmente se lleva estas competencias pero si se transforman en
una competencia organizacional se quedan aunque la gente se vaya.
Y, la segunda es la importancia
de renegociar el contrato psicológico con los colaboradores día a día. Hasta
hace algunos años atrás el contrato era algo así como te doy estabilidad
laboral y “te pones la camiseta”. Esto ya no es así en la mayor parte de las
organizaciones, porque el mundo ha cambiado y prima la incertidumbre respecto
del futuro, por lo que el contrato hoy se parece más a la convivencia, “estamos
juntos mientras esto dure para los dos” lo que lo transforma la relación
laboral en algo mucho más transaccional definitivamente. De esto se siguen
muchas cosas negativas como falta de compromiso y falta de interés en el
desarrollo mutuo, un estilo mucho más mercenario de relación. Pero también
genera, a mi juicio, que no haya deudas ni de la empresa hacia sus
colaboradores ni de estos hacia la empresa, lo que lo hace una relación mucho
más libre, más basada en la contribución y aporte mutuo, más adulta y menos
dependiente. Es un definitivamente un nuevo contrato que requiere equidad para
las dos partes que firman.