En nuestro curso de introducción al coaching ontológico
tuvimos una valiosa conversación con una de las participantes, acerca de la
distinción ingenuidad – prudencia, a propósito de la confianza, según lo
distingue Fernando Flores. La ingenuidad es confiar sin
evidencia, algo que hacen los niños (y algunos adultos también), en cambio la
prudencia es confiar con evidencia (algo mucho más adulto), la ingenuidad es
todo o nada y en algún minuto se acaba, la prudencia puede aumentar o
disminuir, de acuerdo a la evidencia que obtengamos. Además, la ingenuidad
puede comportar peligro, en cambio la prudencia puede abrir posibilidades.
Otra distinción en torno a la confianza es si esta se refiere
a lo global, a todo o más bien está referida a dominios particulares. Puedo
decir que confío o no confío en alguien totalmente o me puedo referir si confío
en que alguien llegue a la hora, devuelva el dinero prestado, sepa realizar
alguna tarea, etc. La confianza en su primera acepción es frágil, se puede
romper muy fácilmente, en cambio la segunda es más sólida, ya que se refiere a
aspectos de la conducta y por lo tanto puede mejorar, gestionarse, aprenderse,
etc.
Estas dos distinciones fueron poderosas y me hicieron
recordar que el observador cambia, se transforma, cuando cambia sus narrativas,
sus juicios o interpretaciones y también cuando cuenta con más distinciones.
Tal vez esta última manera de modificar el observador sea menos glamorosa que
las otras, pero no por ello menos valiosa y necesaria.
Esto me recordó el libro “No es lo mismo” de Silvia Guarnieri
y Miriam Ortiz de Zárate, la segunda conocida por un muy buen artículo que
tiene sobre la historia del coaching. En otro post he comentado estas distinciones.
Comienzan el libro precisamente refiriéndose al concepto de
“distinción”. Dicen “el lenguaje nos
proporciona la capacidad de distinguir aquello que nombramos”, “cuando
distinguimos algo nuevo, adquirimos un aprendizaje que amplía nuestra mirada y
que, por tanto, modifica nuestra capacidad de acción”, “sólo somos capaces de
observar aquello que podemos distinguir o separar en el lenguaje como algo
diferente”.
Completamente de acuerdo con todo ello. Dado que somos seres lingüísticos
que aprendemos a realizar distinciones en el lenguaje y precisamente aprender
significa en muchos casos contar con más distinciones que permitan luego
observar aquello que nombran. Creo que este es el caso del aprendizaje
profesional, donde, a partir de la distinción se genera capacidad de operar,
siendo más efectivos en la acción.
A propósito de ello me viene el aprendizaje del coaching,
donde contar con más distinciones hace que un coach pueda ver más, ver mejor y
apoyar mejor a su cliente. No es lo mismo quiebre que problema, no es lo mismo
promesa que expectativa, no es lo mismo afirmar que juzgar, no es lo mismo
ayudar que acompañar, no es lo mismo aconsejar que ayudar a mirar y muchas
muchas más.
El libro sigue con distintas “distinciones”, entre sueño y
visión, exigencia y excelencia, tolerancia y aceptación, expectativas y
compromisos, quejarse y reclamar y muchos otros, cada uno de los cuales da para
un post entero, ya que las autoras profundizan en cada una de ellas. Hay un post
en un blog con un resumen de las distinciones.
En esta línea, hay una que hemos distinguido con mi socio
Marco Ortiz y que creo que hay que agregar a la lista. No es lo mismo logro que
éxito. Logro significa proponerse objetivos y alcanzarlos en cambio éxito
implica la opinión social de que un logro es valioso para alguien, no es lo
mismo tener logros que tener éxito. Alguien puede tener mucho logro y ser poco
exitoso y otro puede tener poco logro y ser muy exitoso. Qué es lo importante
hoy en día para uno mismo y para nuestro entorno importante, ¿el logro o el
éxito?
Hay otro que nos gusta mucho, no lo inventamos nosotros, no
es lo mismo ser que tener. No es lo mismo ser papá que tener hijos, no es lo
mismo ser esposo que tener mujer, no es lo mismo ser profesional que tener
conocimientos, no es lo mismo ser feliz que tener cosas. Esta distinción nos
parece fundamental respecto de la profundidad en que vivimos, ya que moverse en
el terreno del tener comporta un nivel de superficialidad distinto de moverse
en el ámbito del ser.
Podemos seguir trabajando en este enfoque y hacer nuevas
distinciones que enriquezcan nuestro observador.