Publicado por primera vez el año
1974 según entiendo, es uno de los libros fundamentales en la historia del
coaching, al menos en EEUU. Gallwey, profesor de tenis, introduce algunos
conceptos relativos a la práctica y la enseñanza del tenis, los que, a la
manera de analogía se relacionan fuertemente con la naciente práctica del
coaching.
¿Qué propone Gallwey en esos
años, casi cincuenta años atrás que para la época era novedoso y hoy puede
parecer bastante simple y obvio?
No se puede lograr el dominio de
ningún juego (el tenis vendría siendo solo un juego, existen muchos más) sin
prestar atención a las habilidades del juego interior. El juego interior tiene
lugar en la mente del jugador y se juega contra obstáculos como la falta de concentración,
el nerviosismo, las dudas sobre sí mismo y la excesiva autocrítica. Todos estos
hábitos inhiben la excelencia en el desempeño (deportivo).
Es muy interesante la idea de
Gallwey ya que si bien en concreto está hablando de tenis u otro deporte,
metafóricamente está hablando de cualquier juego donde el resultado se alcanza
o no en función de los propios recursos o “zancadillas” que la persona se hace
a sí misma para desenvolverse. Esta puede ser una experiencia de muchos de nosotros,
conocer gente con fuertes recursos, que, por su nerviosismo, su autocrítica o
sus propias conversaciones interiores “se boicotea” y no llega a los resultados
esperados teniendo todos los recursos para lograrlo.
Dentro de cada jugador existen
dos yoes. Un yo parece dar órdenes, el otro, parece ejecutar esas órdenes.
Luego el primer yo evalúa esa ejecución. Gallwey llama a estos yoes, el yo 1 y
el yo 2. “El tipo de relación que existe entre el yo 1 y el yo 2 es el factor
principal para determinar nuestra capacidad para convertir nuestro conocimiento
de la técnica en acción efectiva”. La clave para mejorar en el tenis (o en
cualquier otra cosa) reside en mejorar la relación entre el yo que habla, el número
1 y las capacidades naturales del yo que actúa, el número 2.
Me parece muy provocativa la idea
de mirar, metafóricamente los dos yoes que coexisten en nosotros y que “la
conversación” entre estos yoes va determinando los resultados exteriores. Una
voz controla y la otra dirige la ejecución. Si la primera voz es crítica,
descalificadora, exigente, lleva a que la ejecución sea de bajo nivel.
Es curioso como esa primera voz
pueda afectar tanto la emoción o los gestos corporales que aparecen quitando
espontaneidad, libertad, fluidez. Tal vez ese primer yo refleje las
conversaciones que tuvimos con nuestros padres y cuan positivos y optimistas
estos eran con nosotros, tal vez también sea reflejo de la cultura en que nos
movemos, tan centrada muchas veces en la crítica y la falta más que en lo
positivo.
Siguiendo este mismo principio Daniel
Pink en “Vender es humano” compara las conversaciones
interiores de los vendedores exitosos versus aquellos a los que no les va tan
bien y rescata la técnica “Bob el constructor” de los buenos vendedores,
conversación de “podemos hacerlo”…que los lleva a persistir y no desanimarse.
Para lograr resultados hay que
silenciar el yo número 1 y hay que desarrollar una práctica de obstaculizarlo,
de dejarlo fuera. Para ello se requiere aprender a crear una imagen lo más
clara posible del resultado deseado, aprender a confiar en que el yo número 2
rendirá al máximo y sacará enseñanza tanto de los éxitos como de los fracasos y
aprender a ver sin juzgar, ver lo que está sucediendo sin juzgar si está bien o
mal.
Estas ideas me recuerdan mucho a
la PNL o la hipnosis ericksoniana, cuan necesario es bypasear el consciente
para que el inconsciente haga su trabajo, el que suele hacer de muy buena
forma. Si uno tiene una imagen clara del resultado que quiere alcanzar y
desarrolla confianza, de alguna manera los recursos inconscientes nos llevan a
esos resultados sin esforzarse mucho.
El rol del coach ha sido
tradicionalmente dar instrucciones técnicas, decirle al jugador lo que tiene
que hacer para que este obedezca. Estas instrucciones técnicas parece que no
sirven mucho si no llevan al alumno a fomentar su aprendizaje natural en vez de
interferir con él. Una de las claves de este aprendizaje es “no esforzarse” en
ajustar los golpes de tenis a un modelo externo. Se pueden usar modelos en el
aprendizaje, pero “el aprendizaje natural es y siempre será un aprendizaje que
surge del interior”.
El rol del coach por analogía no
es decirle al coachee lo que tiene que hacer sino que ser capaz de estimularlo
a hacer pruebas, a establecer una imagen mental de lo que quiere alcanzar y
despejar obstáculos, más que estimular algún esfuerzo.
El aprendizaje no es acumulación
de información sino el descubrimiento de algo que cambie tu comportamiento
(externo como un golpe de tenis o interno como una forma de pensar). El
aprendizaje tiene que ver con cambio de hábitos. Un hábito es una pauta de
comportamiento característica que existe porque desempeña una función. El
momento del cambio se produce cuando nos damos cuenta de que la misma función
podría realizarse de una manera mejor. De alguna manera los hábitos no se
abandonan, se reemplazan por otro comportamiento, por una pauta alternativa.
Por ello, no hay que luchar contra los hábitos viejos, sino que hay que crear hábitos
nuevos.
Cuan novedosa para la época la
formulación del aprendizaje como cambio de conducta más que como acumulación de
información, hoy algo bastante aceptado en la educación y en el mismo mundo del
coaching. Por otro lado, valiosa la idea que no es luchar contra los hábitos,
sino que reemplazarlos por otros nuevos que, cumpliendo la misma función,
sirven mejor, son más útiles y no requieren lucha para su instalación.
La gente juega tenis por diversas
razones, Citando a Eric Berne y su libro “Juegos en los que participamos”, va a
jugar distintos juegos. En la cancha están ocurriendo muchas cosas distintas y
lo que uno ve no es más que una pequeña parte de la historia. Cada juego se
compone de al menos un jugador, un objetivo, algún tipo de obstáculo entre el
jugador y su objetivo, un espacio (físico o mental) en el que se desarrolla el
juego y una motivación para jugar.
En el caso del tenis, plantea que
pueden haber tres categorías de juegos: excelencia, relaciones, salud y
diversión. De esto se deriva que hay personas que juegan por “la perfección”, o
por la “competición”, otras a la “imagen” o a la posición social” o a “maridos
y esposas”, etc.
Creo que es muy acertada su
reflexión sobre los juegos y el coaching tiene mucha relación con este tema,
¿qué juego estoy jugando aquí?, ¿en qué juego estoy metido?, ¿a qué juego me
están invitando?, todas preguntas que tanto un coach como un coachee tienen que
responder antes o durante un coaching. Ello me hace pensar en el juego por
ejemplo de pedirle a un coach que atienda a alguien, con el discurso explícito
de ayudarle a avanzar en su carrera cuando ya está decidido desvincularlo o el
juego de ayude a esta persona a resolver sus problemas mientras los problemas
primordiales son de naturaleza organizacional o están precisamente en quien
deriva al coachee al coach. El chivo expiatorio es otro juego, donde
precisamente se busca a quien culpar de malos resultados, saliendo libre de
responsabilidades otros.
Ha sido muy entretenido leer a
Gallwey y ver como sus ideas tan inspiradoras influyen en muchas de nuestras
ideas de coaching en la actualidad. Desconozco si tuvo alguna formación
conceptual, en psicología u otra disciplina si así fuera aplicó interesantes
conceptos psicológicos al coaching naciente, si no fue así, habla de su
claridad conceptual para imaginar un campo, el coaching deportivo e inspirar el
coaching en general.