Ya he comentado con anterioridad
los trabajos de Laura Fierro sobre liderazgo. Laura basa su
trabajo en los planteamientos de Hal y Sidra Stone con “diálogo de voces”. Me
gusta mucho la originalidad de su enfoque. Creo que es un modelo muy útil para
realizar coaching ya que permite “meterse” a las conversaciones (con el coachee
y del coachee) desde otro eje, el de las conversaciones internas y como ellas
llevan a la acción. Además, su idea del “equipo interno”, en términos de
escoger la voz que mejor actúa en la circunstancia otorga flexibilidad al
comportamiento y con ello mayor efectividad.
Hal y Sidra Stone proponen que los
seres humanos, a partir de experiencias tempranas en la infancia, se ponen en
contacto con temores, por lo que se van gestando “voces” que internamente les
dictan lo que debe y no debe ser, lo que se espera de un niño o niña bueno y lo
que le pasa cuando se comporta mal. Con el paso del tiempo y gracias a los
aprendizajes acumulados, ya no se necesita el regaño externo, pues “dentro de
nosotros pareciera como si las voces de nuestros padres habitaran y nos
castigaran por las cosas que hacemos”. Por ello, “cada vez que nos describimos
mediante las características que más nos distinguen, no estamos haciendo otra
cosa que nombrar a nuestras voces interiores”.
Señala la autora que la serie de
voces con las cuales nos identificamos son llamadas “voces primarias” y que
constituyen una especie de guía o mapa que activan nuestro cerebro “para actuar
en el camino de la vida, nos ayudan a filtrar información, a seleccionar lo
agradable, lo aceptable, lo bueno, lo útil, lo que nos alimenta internamente. Y
claro, a rechazar lo que nos han dicho que es despreciable, malo o incorrecto”.
Estas voces definen nuestra
identidad, lo que somos, v/s lo que no somos. De este modo, nos regimos por
esas voces o fuerzas internas que tenemos programadas, ni cuenta nos damos de
su existencia, dado que aparecen en la forma de pensamientos automáticos,
impulsos, hábitos y toma de decisiones. Esta diversidad de voces nos lleva a
conflictos, una nos mueve para un lado, otra para otro.
La tesis básica del modelo
entonces es que “si logramos distinguir los diálogos interiores y diferenciar
las energías propias de cada voz, descubriremos de qué manera la diversidad nos
habita y comenzaremos a comprender el origen de nuestras guerras interiores”. Ello
nos da libertad y poder.
Sistematizando las ideas básicas,
la autora propone que:
1 Voces primarias: Lo que
decimos al mundo que es nuestra identidad es la expresión de algunas voces
interiores con las que nos identificamos.
2 Polaridad y yo rechazado:
Siempre nos identificamos con una polaridad y del lado opuesto y de igual
tamaño aparece su contrario.
3 Estilo: Es un conjunto
de voces interiores que se puede imaginar que se reúnen como “en un coro” y
constituyen una forma de ser coherente, con la que nos identificamos.
4 Intención positiva: La
intención última de una voz es el bienestar de la persona. Surgen para
protegerla de alguna vulnerabilidad específica.
A mí me gusta mucho la propuesta
que hace Laura, basada en Sidra y Hal Stone de la multiplicidad de voces. En
último término no sé si es verdad que seamos o no seamos así, lo que sería una
larga discusión de naturaleza ontológica. Sin embargo, si la miro como
interpretación me sirve mucho ya que me permite sostener otras conversaciones
con mis clientes, lo que les otorga mucha mayor libertad y mayor poder.
Me acuerdo de un coachee en
particular con el que trabajé hace algún tiempo. De manera intuitiva se me
ocurrió preguntarle quien era el que hablaba en una situación. Mi coachee le
puso nombre a esa voz y la llamó el crítico interior implacable. Así que
conversamos con el crítico interior, cómo había surgido, de qué lo protegía,
cómo le había ayudado a salir adelante y, lo más importante que necesitaba para
“bajar la guardia” y dejar aparecer a otra voz que llamamos el “papá tierno”.
Fue un coaching precioso y en posteriores sesiones mi coachee me contó cómo
esta conversación le había generado tantas posibilidades.
Además de los Stone, Laura basa
su trabajo en Friz Riemann, quien diseña una matriz para dar orden a los
opuestos desde los cuales se valora la vida. La matriz se basa en los conceptos
de espacio y tiempo.
En relación al espacio, los opuestos son: cercanía v/s distancia. Ello implica que por un lado
las personas buscan contacto, interacción, pertenencia o ser independientes,
autosuficientes y poner límites a los demás. La paradoja entre dependencia y
autonomía.
En relación a tiempo, los opuestos son permanencia v/s cambio.
Ello implica entonces que por un lado las personas buscan seguridad y
estabilidad y por otro lado, tendencia a buscar el cambio. La paradoja entre
conservación y cambio.
Al integrar las polaridades se
genera una matriz de cuatro estilos:
Esta matriz permite diferenciar
cuatro “estilos guerreros”
1 Cambio y distancia: Estilo
Vikingo.
2 Cercanía y permanencia: Estilo
maya.
3 Permanencia y distancia: Estilo
Espartano
4 Cercanía y cambio: Estilo
Bereber
Lo que hace la autora es proponer
una agrupación de voces como un estilo ya que entre estas voces hay semejanzas,
cercanías, temas comunes. No está proponiendo una tipología exhaustiva, por lo
que no hay que caer en el error de pensar en “tipos”, como podría ser el modelo
MBTI o el modelo eneagrama. Se trata de “melodías”, “coreografías”
características. Ninguna es “buena” o “mala”, tenemos todas las voces por lo
que podemos circular por todos los estilos, sin embargo, mientras más
polarizado se viva un estilo, mayor será el nivel de conflicto que se tendrá
con los “contrarios.
No es mi interés resumir el
libro, pues al describir cada estilo, está lo jugoso y valioso del trabajo de
Laura, los enuncio como mero sumario.
1.- Estilo vikingo: Determinación, orientación a resultados, aguerrido
espíritu de aventura y necesidad de tener el poder. Voces vikingas: el fuerte,
el independiente, el arriesgado, el impulsivo, el exigente, el exitoso, el
aventurero, el rebelde, el ambicioso, el impaciente, el ejecutivo.
2.- Estilo maya: Empatía, personas buenas para encontrar el punto medio
entre posturas opuestas. Cultivadoras de las tradiciones, la vida en familia y
las costumbres. Cuidan las relaciones y las cosas, les cuesta trabajo adaptarse
a los cambios. Cercanía afectiva con los demás. Voces mayas: el complaciente,
el respetuoso, el empático, el postergador, el seguidor, el esforzado, el
tradicional, el romántico, el entregado, el buena gente, el humilde.
3.- Estilo espartano: Pensamiento estratégico, búsqueda de la perfección,
seguidor de hábitos, autónomo, disciplinado. Voces espartanas: el
perfeccionista, el crítico, el responsable, el justo, el competidor, el
racional, el escéptico, el controlador,
el disciplinado, el ahorrador, el eficiente.
4.- Estilo bereber: Necesita de los otros, sociable, entusiasta, le
gusta el cambio, sociable, creativo, desorganizado, soñador. Voces bereberes:
el entusiasta, el emprendedor, el sociable, el soñador, el creativo, el
cambiante, el seductor, el espíritu libre, el hedonista, la víctima.
La presentación de estilos me
recuerda otros modelos, como el propuesto por Carlos Sandoval, quien hace referencia a la idea
de arquetipos. Creo que los estilos guerreros señalados por Laura, si bien
distintos a los de Sandoval, también integran esta idea de arquetipo, como una
configuración característica, integrada.
Para terminar, cada voz habla de
manera característica, adopta una corporalidad propia, protege a la persona de
algo en particular y, de alguna manera, le ha servido en la vida. El desarrollo
aparece entonces cuando vemos la voz como una más, que ha tenido utilidad en la
vida pero que se puede integrar con otras voces, usando aquella que se necesite
en relación a las circunstancias y no cayendo en la rigidez de excluir las
voces complementarias.
Los invito a leer el libro, un excelente aporte.