Tengo en La Serena un gran amigo que inventó un diagnóstico
para aquellos que asumen por primera vez el rol de jefes, le llamó “jefitis”.
Un diagnostico que incluye diversos síntomas y comportamientos asociados. A
algunos se les pasa rápido, otros se les vuelve algo crónico y nunca se
mejoran. Otros, además son contagiosos, pues los nuevos jefes los ven como
modelos y se “infectan” rápidamente con el virus de la jefitis.
Andaba buscando un texto en internet y encontré en un
sitio web http://www.laventanita.net
consejos para que su jefe sea un gran jefe. Esto me hizo recordar a mi
amigo, pues describe algunos síntomas con particular claridad.
Les he hecho pequeñas modificaciones de estilo. Vayan
mis reconocimientos al autor.
1.- Nunca me de el trabajo en la mañana, démelo
después de almuerzo o cuando el día esté terminando, siempre es gratificante
contar con el reto de trabajar bajo presión y contra el tiempo. O, cuando al final del día me
vaya a despedir, justo recuerde que hay un gran trabajo esperándome
y asígnemelo con prioridad.
2.- Si es algo urgente, por favor interrúmpame cada
10 minutos para saber cómo voy. Eso sí que ayuda. O mejor aún, mire sobre mi
hombro y corríjame a cada rato.
3.- Siempre que salga de la oficina no me diga para
donde va o cuanto se va a demorar. Eso me brinda la oportunidad de estimular mi
creatividad cada vez que alguien me pregunte por usted.
4.- Si mis manos están llenas de papeles, cajas ó libros, ¡no me abra la puerta!. Necesito aprender a valerme por mí mismo. En el caso de que me quede impedido... abrir las puertas sin ayuda es un excelente ejercicio.
5.- Si me da más de una misión por cumplir, no me
diga cuál es la prioridad. Así podré ejercitar la telepatía y capacidades de adivinación.
6.- Haga hasta lo imposible por tenerme en la oficina
hasta tarde. Me encanta estar aquí y en realidad no tengo adónde ir ni nada más que hacer que
no sea mi trabajo. Carezco de vida propia, no tengo otros intereses además de
trabajar.
7.- Si mi desempeño le satisface, manténgalo en
secreto. Si se sabe, podría ser objeto de habladurías o comentarios
malintencionados.
8.- Si no le satisface mi trabajo, hágaselo saber a
todo el mundo: me encanta que mi nombre sea el más mentado en las
conversaciones. Pero no me lo diga a mí; podría herir mis sentimientos.
9.- Si tiene instrucciones especiales para la realización de algún trabajo no me las escriba. De hecho, ni siquiera las mencione hasta que ya casi haya terminado el trabajo. ¿Qué necesidad hay de confundirme con información poco útil?
9.- Si tiene instrucciones especiales para la realización de algún trabajo no me las escriba. De hecho, ni siquiera las mencione hasta que ya casi haya terminado el trabajo. ¿Qué necesidad hay de confundirme con información poco útil?
10.- Nunca me presente a la gente con la que está. No
tengo derecho a saber nada, capaz que me quede conversando con ellos.
11.- Cuando usted haga una referencia a esas personas
en el futuro, yo utilizaré mis poderes psíquicos como la adivinación para saber
de quién me habla.
12.- Sea agradable conmigo solamente cuando en el
trabajo que yo estoy realizando esté en juego su propia vida, o bien, si un mal
resultado pudiera enviarle directamente a usted al infierno de los jefes.
13.- Cuénteme todos sus pequeños problemas. Nadie más los tiene y es bueno saber que alguien es menos afortunado que uno mismo. En especial disfruto la historia en la que me explica la enorme cantidad de impuestos que tiene que pagar cada vez que le dan un bono por ser un gran jefe y haber hecho que entre todos consigamos los objetivos.
14.- Espere a que venga el proceso anual de evaluación
de desempeño para entonces decirme cuál debió de haber sido mi objetivo principal.
No me de retroalimentación antes de eso, pues puedo malentender cual es mi
trabajo en esta organización.
15.- Califique mis resultados como mediocres y deme
un aumento basado en la inflación. De cualquier forma, yo no estoy aquí por
dinero: ¡Soy un profesional!, como me voy a estar preocupando de algo tan banal
como el dinero.
Se me han ocurrido otros síntomas.
16.- Cíteme a
una hora precisa y, si no llego a la hora, réteme por no valorar lo importante
que es su tiempo. Pero si usted tiene algo que hacer, déjeme esperando todo el
tiempo que sea necesario, total, no tengo nada más que hacer que esperarlo.
17.- Si por casualidad almorzamos o tomamos un café,
pídame que pague y olvídese de devolverme el dinero, como yo soy ordenado
siempre me sobra y puedo financiarlo.
18.- Llámeme la atención en público, dígame lo mal
que lo hago delante de las personas que me importan, no tengo problemas de
autoestima y no me interesa que aquellos para nada loq ue los demás piensan de
mí.
19.- Si le hago llegar un correo, no me lo responda,
ni siquiera me diga “ok” o “recibido”, sigo siendo buen adivino y sé por
telepatía si lo que le escribí es inteligente o absurdo o si me aprueba o niega
el permiso que le solicité.
20.- (este me lo envió mi amigo Eduardo) Si me llaman
a alguna reunión, y estoy lleno de cosas que hacer, es súper valorable que los
primeros 90 minutos de la reunión se hable de futbol, ya que no me importa
quedarme hasta las 22:00 trabajando solo en la oficina.
Invito a colaborar con esta
recopilación de consejos.