Vivimos en un mundo que cambia de manera continua y en el que la incertidumbre parece volverse un elemento constante. Hoy, por ejemplo, no sabemos qué pasará con la crisis de deuda europea y cualquier directivo que trate de planear su gestión debe incorporar esa incertidumbre como una variable central ya que podría afectar sus resultados de manera crítica el día de mañana
Frente al cambio los seres humanos contamos con una capacidad central, que es la capacidad de aprendizaje, capacidad que puede significar distintas cosas; mirar cual es la situación y pensar en una conducta para hacerle frente; realizar una acción – equivocarse y hacer algo distinto que resulta exitoso; observar lo que otro ha hecho para resolver un problema e imitarlo, haciendo lo mismo o introduciendo algunas mejoras.
Autores como
Bateson, Argyris o Echeverría introducen la noción de aprendizaje de varios
niveles, que puede esquematizarse: OBSERVADOR – ACCION – RESULTADOS.
Cada vez que un
observador contempla su acción y concluye que los resultados de la misma no son
satisfactorios, puede introducir cambios en la conducta que lo lleva a esos
resultados, dicha conducta puede ser una conducta motriz o lingüística, más
simple o más compleja. Cuando se practica para que esas conductas sean más
efectivas estamos en el terreno del aprendizaje de habilidades o aprendizaje de
primer nivel.
Sin embargo en
muchas ocasiones, el cambio requerido parece estar a otro nivel, no ya de una
conducta específica que lleva a un resultado, sino en el observador mismo que
tiene ciertas creencias, paradigmas o interpretaciones, las que lo llevan a
realizar ciertas conductas que tienen los resultados obtenidos. Muchas veces
nos hacemos conscientes de este nivel por experiencias recurrentes de fracaso,
por reflexión o al observar a otros que tienen modelos interpretativos o paradigmas
diferentes que les resultan más exitosos en cuanto a resultados o satisfacción.
He señalado todo
lo anterior para llegar al punto central: coaching en las organizaciones.
Sé que hay otras
definiciones, pero me gusta la siguiente. El coach ayuda a mirar y luego a
aprender. Cuando la organización, el directivo o quien sea, se encuentra ante
un atasco, una insatisfacción, un fracaso, una dificultad, un sentimiento de
falta de logro, el coach ayuda a mirar, ¿qué está pasando aquí?, ¿qué
conductas, habilidades o emociones requiere la persona desarrollar-aprender
para hacerlo mejor y sentirse más satisfecha? Puede ser que la respuesta sea
aprendizaje de primer nivel: nuevas habilidades o puede ser que la respuesta
sea aprendizaje de segundo nivel: mirar las cosas de otra manera.
Hay un coach
argentino, Leonardo Wolk, quien le llama “el arte de soplar las brasas”, el
coach, a través de preguntas va ayudando a mirar aquello que el coachee no ve o
no quiere ver. A través de preguntas le permite al coachee conectarse con
aquello que le cuesta, que le duele, que lo entrampa y, también a través de
preguntas, empezar a ver nuevas alternativas de acción o de cambio de observador,
que le permitirían salir de la dificultad.
Creo que un
requisito fundamental para hacer buen coaching es que el cliente se sienta
insatisfecho y pida ayuda y parte inicial de cualquier coaching en el contexto
organizacional puede ser que el cliente se atreva a pedir ayuda. Eso es un gran
comienzo, ya que desafía el paradigma habitual en las organizaciones de negar
que no se sabe o que se tienen dificultades, lo que suele ser muy habitual
sobre todo en jefaturas o supervisores.
Esta
manifestación de insatisfacción puede tener una derivada, no siempre es
necesario que el cliente diga que necesita ayuda, también puede decir que
quiere o necesita aprender. Eso es un buen comienzo también pues pone la
intervención como una acción de aprendizaje, de capacitación y le da un
contexto menos terapéutico, más propiamente organizacional. Puede que este
aprendizaje sea de competencias técnicas, aunque generalmente se referirán a
competencias interpersonales o de liderazgo.
Lo anterior
tiene que ver con el dominio organizacional. Muchas organizaciones están tan
enfocadas exclusivamente al cumplimiento de metas que no visualizan las
dificultades que pueden tener las personas a cargo de ellas para cumplirlas que
no les ofrecen los apoyos necesarios para lograr esas metas. Uno de estos
apoyos es el coaching, entendiendo al coach como un aliado estratégico de la
gestión que nos ayuda a mirar y aprender aquello que necesitamos para mejorar
nuestro trabajo y sentirnos más satisfechos.
Pongo el énfasis
en estos dos elementos, hacer mejor el trabajo y sentirse más satisfecho.
Cumplir las metas, lograr los resultados es central en cualquier trabajo, pero también
alcanzar niveles cada vez más altos de satisfacción, de agrado, de sentir que
el trabajo cumple con un propósito.
Referencias:
-
Leonardo Wolk, “el arte de
soplar las brasas”.
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