(por Adolfo Valderrama, coach senior)
Nada es más noble, nada es más venerable, que la lealtad.
¿Nada es más noble, nada más venerable, que la lealtad?
Como buen estudiante y practicante del Estoicismo, siento una
profunda admiración por Cicerón, político, orador, escritor y filósofo romano.
Ello no me impide estar en desacuerdo con él respecto a esta frase.
En cambio me resuena esta otra frase del escritor de ciencia
ficción Brian Herbet (co-autor de Dune).
Lealtad a una causa injusta es la perversión del honor.
Basado en ella, podríamos ser capaces de observar
comportamientos que sin dudas son leales, pero que sin embargo no tiene nada de
honorables. ¿Ejemplos?
Te invito a pensar en cualquier caso de corrupción que
recuerdes. No debe ser muy difícil ya que hay muchos en carpeta en el
variopinto espectro político chileno. Inevitablemente se me viene a la mente
una frase que, dicen, es de Fernando Flores.
El exceso de lealtad es la base de la corrupción.
Todo acto de corrupción que requiere de más de una persona
lleva adherido un acto de lealtad. Es decir, los involucrados son leales unos
con otros, pero para nada son leales con la empresa, institución,
municipalidad, universidad, cuidad y/o país.
Variopinto espectro político - Del color que quieran
En relación a lo mismo, leyendo la carta de Carolina Cors,
madre de Catalina Cayazaya (la joven que se quitó la vida luego de tanto
maltrato y hostigamiento en una universidad chilena), reflexionaba sobre los
altos niveles de lealtad que deben haber tenido todas las autoridades y
docentes involucradas. Reitero: Lealtad por una causa injusta es la perversión
del honor.
Cabría preguntarse: ¿Leal a qué? ¿Leal a quién?, preguntas
que podrían invitar a otra meta-pregunta: ¿Qué deseas conservar con esta
lealtad?
A mi juicio, aquí es
donde entra la necesidad de ponerle apellido a la palabra Lealtad. ¿Lealtad
Valórica & Virtuosa o sólo Lealtad Valórica? Si la lealtad es un valor, que es un motor
que nos lleva a una acción, perfectamente este valor podría conducir a
comportamientos poco éticos. Los ejemplos de corrupción, maltrato y
hostigamiento colectivo así lo demuestran. Muchas lealtades políticas también
podrían caer en esta categoría. Aún más grave son las lealtades exigidas y
valoradas en organizaciones como la mafia, grupos delictuales, narcos y
terroristas. Todos ellos priorizan altamente el valor de la lealtad.
En los casos descritos, la lealtad es valórica, pero no
virtuosa. Lo virtuoso si o si lleva al bien, es un hábito bueno de conducta,
que nos conduce a hacer un bien a nosotros mismos y a los seres humanos con que
nos relacionamos.
Me ha pasado que al mencionar lo último frente a algunas
personas, surge naturalmente esta pregunta: “Ya pero… ¿qué es eso del bien?”
Este tema definitivamente lo tocaré en una instancia futura cercana, ya que
creo que el relativismo también ha comenzado a ser un “lugar común”, traducido
en frases como: “pero depende del contexto” o “depende del observador”... con
lo que la ética podría comenzar a ser considerada una especie en extinción.
No es ético y no es un comportamiento virtuoso, hostigar y
maltratar colectivamente a una persona. No lo es robar fondos municipales o
estatales, más aún si eres algún tipo de autoridad. No es ético asesinar a otro
ser humano para demostrar lealtad a un líder, una causa o una ideología.
Complementando, cabría preguntarse por la relación existente
entre la Lealtad y la Manipulación en todo tipo de organizaciones e
instituciones jerárquicas. No es justificable, sin embargo, puede ser
entendible, que la lealtad sea “forzada” por alguien con mayor autoridad y
poder. La palabra forzada la escribí entre comillas porque creo, como bien
decía el Dr. Maturana, que sólo puede ser manipulado quien se deja manipular
(excluyendo de esta afirmación a niños, y considerando sólo personas adultas
conscientes de sus conductas). ¿Alternativas? De pronto muy pocas. Sin embargo,
siempre las hay. De hecho, volviendo a la pregunta de lo que se desea conservar
al ser leal, podría responderse con “evitar que me despidan”, “que me permitan
pertenecer”, “que me valoren”, “mi vida”. Entendible, mas no justificable, ya
que tal situación no lo hace menos responsable del comportamiento poco o nada
ético.
Ahora bien, si esta fuese la situación y alguien estuviese
forzadamente en esa red de lealtades, ¿existen vías de “escape” institucionales
en la organización? Vías que sean confiables en términos de confidencialidad e
imparcialidad. En el corporativo chileno, esto estaría dado por Comité de
Ética. En el corporativo estadounidense y europeo se ha creado (ya hace
décadas) la figura del Ombudsman Organizacional. Se trata de una persona
independiente de la organización, que es neutral e imparcial en su actuación.
Normalmente le reporta al Directorio, no al Gerente General, estando siempre
disponible para que cualquiera pueda acceder y develar situaciones anómalas,
con la garantía de que será escuchado y ayudado bajo la mayor confidencialidad,
haciéndose cargo de indagar el asunto en cuestión. ¿Qué tanto hubiese ayudado,
crees tú, a que se hubiese dado otro desenlace, por ejemplo, en el caso de la
joven universitaria?
La lealtad hacia alguien o algo es una cualidad noble, muy
noble, siempre y cuando no entre en conflicto ético con otros valores. Si el
valor de la lealtad está por sobre otros valores, conllevando esto a
comportamientos no éticos, entonces deja de ser una cualidad noble, digna de
ser admirada.
Nada es más noble, nada es más venerable, que la lealtad.
Cicerón querido, definitivamente no estoy contigo en esta.