He estado trabajando en una
presentación que me solicitó un colegio para la próxima semana, para conversar
con los directivos y profesores del colegio. La persona que me invitó a esta
actividad me propuso que habláramos respecto de qué hemos aprendido y que nos
falta por aprender, lo que me pareció muy buena idea.
Cuando comenzó la pandemia, al
menos en Chile, alrededor del 15 de marzo, fue un shock para muchos,
incluyéndome, ya sabíamos que esto había comenzado en China y habían muchas
noticias de Europa pero, al menos yo y muchos que conozco, nunca nos
anticipamos a que iba a llegar y tan rápido. Por ello que el primer tiempo fue
de mucha parálisis, “esto va a durar poco”, “no nos va a pasar nada”, “ya en
poco tiempo volveremos a la normalidad”. Muchas de las conversaciones giraban
luego en torno a la incertidumbre, no saber que podía pasar, temor por las
cifras de contagio y fallecidos, incertidumbre respecto del trabajo, de la
actividad escolar, etc.
Elizabeth Kubler Ross,
investigadora del duelo y de la muerte, propuso hace ya muchos años un modelo
para entender estos ciclos de cambio, el que me gustaría traer a colación para interpretar
que nos ha pasado y donde nos encontramos en el aprendizaje.
El ciclo comienza con la ocurrencia de un shock, un evento inesperado o indeseado. Muchas veces la reacción a esta situación nueva es de negación, lo que implica minimizarla, no darle importancia o derechamente ignorarla. De hecho esto ha ocurrido en muchos lugares, incluyendo altas autoridades políticas como el caso de EEUU, Brasil o México. Ello no ha sido sólo para estas figuras, también muchas personas comunes y corrientes han negado la pandemia incluyendo algunas que se han contagiado de gravedad al no tomar resguardos ni cuidados. Al respecto sugiero leer un artículo sobre un dirigente argentino que negaba la pandemia, salía a marchar contra ella y, tristemente, murió contagiado por coronavirus.
Luego de la fase de negación se
produce un conjunto de emociones como miedo, rabia, rechazo, dolor,
incertidumbre, etc. Es muy posible que en ello hayamos estado al principio de
la pandemia. Recuerdo como todo el mundo hablaba mucho de la incertidumbre.
Este sigue siendo tema pero ahora tiene
un matiz distinto, ya no estamos paralizados como al principio y estamos mucho
más activos, trabajando, estudiando, viviendo en una “nueva normalidad”
distinta.
Y llegamos a un punto de quiebre,
a una bisagra, donde de alguna manera tomamos una decisión de profundizar la
crisis e irnos a la depresión, amargura o quiebre o, por el contrario
visualizamos posibilidades, reflexionamos sobre lo aprendido, reinterpretamos
la experiencia en sus espacios de posibilidad y superamos el quiebre inicial.
A propósito de ello, el otro día
conversaba con un alumno y me decía que durante varios meses su interpretación
fue que “este había sido el peor año” hasta que conversando con alguien que lo
invitó a ver este como “el mejor año”, reinterpretó la historia y se dio cuenta
que ha compartido con su esposa, ha regaloneado con sus hijos, ha hecho mucha
vida familiar, ha estado trabajando de otro modo, y un sinfín de ganancias y,
por supuesto también algunas pérdidas, pero más ganancias que pérdidas.
Yo prefiero mirar con los ojos
del optimismo que del pesimismo, por lo que me parece que una buena manera de
pasar el “punto de quiebre” es volver los ojos hacia los aprendizajes que hemos
hecho y que seguiremos haciendo.
Por ello, le solicité a mis
amigos y alumnos que contestaran una encuesta de dos preguntas, la que estuvo
disponible dos días en la web. Recibimos 106 respuestas de todo Chile (Iquique, Antofagasta,
Calama, Copiapó, Vallenar, La Serena, Ovalle, Coquimbo, Illapel, Valparaíso,
Viña del Mar, Hijuelas, Concón, Olmué, El Melón, Santiago,, Rancagua, Santa
Cruz, Chillán, Concepción{n, Talcahuano, Temuco, Villarrica, Valdivia, Futrono,
Puerto Montt, Castro, Quellón, Teupa en Chiloé, Coyhaique y Punta Arenas) y de
países amigos como Argentina, Perú y Guatemala.
La primera pregunta fue: ¿Qué hemos aprendido durante esta pandemia?
La inmensa mayoría de quienes contestan la pregunta se refieren a aspectos de
la vida personal más que de la vida laboral o profesional. Ello me resultó
significativo pues esperaba más respuestas enfocadas en el ámbito laboral o
profesional.
Desde la perspectiva de la vida
personal las personas destacan mayoritariamente la valoración de la familia
como espacio íntimo y de cuidado: compartir en familia, conversar en familia, disfrutar en
familia, distribuir mejor las tareas familiares, valorar la familia de la que
somos parte.
En la misma línea de valoración los encuestados destacan la
importancia de valorar las verdaderas amistades, los afectos, la salud y
espacios de disfrute. También se destaca valorar lo material en su justa
medida.
Muchos destacan la importancia de
aprender a agradecer: la salud, la familia, el trabajo, etc. También relevan
haber tomado conciencia de la
importancia de la vida, que la vida es corta, que la vida hay que disfrutarla,
de vivir el presente, de no preocuparse tanto de lo material, etc.
Finalmente se destaca la importancia de aprender más paciencia, tolerancia y aceptación.
Desde una perspectiva laboral, me
llama la atención varios aprendizajes destacados por los participantes en la
encuesta. A propósito de ello, recuerdo que en marzo escribí un post sobre cómo
cambiarían las organizaciones y las competencias a propósito de la pandemia.
Qué dicen los encuestados que han aprendido:
- A amigarse con la tecnología, perderle
el miedo a trabajar de manera remota, con plataformas tipo zoom.
- A trabajar desde la casa, que no es
indispensable moverse a una oficina, se ahorra tiempo, desplazamientos y se
está más cerca de la familia.
- A capacitarse, estudiar on line,
realizar cursos virtuales, valorar el perfeccionamiento y la capacitación.
- A mantener la calma y el equilibrio en
un tiempo de crisis, tomar decisiones reflexivas.
- A ser más flexibles y dispuestos al
cambio, desarrollar nuevas competencias para hacer frente a situaciones nuevas,
emergentes, poco habituales.
- Utilizar el tiempo de mejor manera,
organizar las actividades, contar con un plan de trabajo, auto organizarse.
- Gestionar la incertidumbre como una
oportunidad para reinventarse profesionalmente.
- Gestionar las emociones de otra manera,
con paciencia, empatía, conexión.
- Trabajar en equipo de otra manera, igual
de colaborativa, pero de manera virtual.
La segunda pregunta formulada fue: Con la incertidumbre de no
saber cuándo se acabará la pandemia, ¿Qué nos falta por aprender? A partir de
las respuestas que dan los encuestados he hecho una clasificación de los aprendizajes
más importantes en los cuales tendremos que seguir trabajando:
- Aprender a cumplir mejor con las normas
y las reglas establecidas.
- Aprender mayor desarrollo emocional,
cultivar empatía, paciencia, solidaridad.
- Trabajar en la memoria para no olvidar
lo que hemos vivido.
- Aceptar mejor la incertidumbre,
reconocer que muchas veces tenemos poco o escaso control sobre el futuro.
- Aprender más autocuidado, echarle menos
la culpa a las autoridades y aprender a cuidarnos.
- Diferenciar los tiempos de trabajo de
los tiempos del hogar o la familia.
- Aprender a vivir una nueva rutina
laboral, con más distanciamiento y otras prácticas.
- Aprender nuevas formas de trabajar, ya
que se producirá más automatización o distanciamiento.
- Aprender a ver los problemas como
posibilidades de reinvención.
Agradezco muchísimo a todos quienes se dieron el tiempo de
contestar la encuesta y regalarnos sus opiniones respecto del tema.
Aún seguimos en cuarentena en muchas ciudades, como La Serena
donde resido. Aún no tenemos una vacuna efectiva y de aplicación masiva, pero
ya no estamos como en marzo de este año con una incertidumbre exacerbada, ya
empezamos a adaptarnos de mejores maneras a la situación y a vislumbrar cómo
vamos a cambiar cuando esto termine.
Incluso, creo que en muchos
lugares y personas se ha producido una “sobreadaptación”, como si ya la
pandemia se hubiera superado y trabajando como “si nada estuviera pasando”.
Ello tiene sus propios peligros.
No creo que el término de la
pandemia produzca un giro de 180 grados en la humanidad en muchas de nuestras
costumbres actuales, creo que ello sólo podría ocurrir con un desastre nuclear
o ambiental de proporciones. Sin embargo valoro mucho los aprendizajes que
estamos teniendo y eso me anima a seguir siendo optimista.