A partir de las ideas de la
terapia breve estratégica desarrollada por Giorgio Nardone, discípulo de Paul Watzalawick, estos
autores desarrollan un modelo de coaching que me ha parecido interesante y
provocativo para quienes nos desempeñamos en este ámbito. Si bien sus ideas
originales provienen del mundo de la psicoterapia, el mismo Nardone comenta que
tienen importantes implicancias hacia esta práctica que llamamos coaching.
En el capítulo 1 proponen tres
distinciones conceptuales que quisiera comentar en este post. En los capítulos
posteriores recomiendan técnicas específicas, interesantes de leer para quienes
quieran profundizar en la aplicación de sus ideas.
Concepto 1:
No existe una única realidad,
sino que muchas realidades subjetivas que varían según el punto de vista que
adoptamos para observarlas. Dicho de otra forma “no nos es dada la posibilidad
de un conocimiento verdadero de lo que el mundo es si por verdadero entendemos
un conocimiento objetivo, exento de cualquier condicionamiento. Puesto que todo
acto cognoscitivo implica una intervención activa de la persona que observa,
esta se convierte en un auténtico constructor de la realidad que percibe y no
sólo en un receptor pasivo de estímulos externos”.
Por supuesto que estas ideas
constructivistas encuentran eco en muchos autores y es bien habitual su
utilización en profesiones de toda índole, especialmente de las disciplinas
humanistas. Lo que a mi me sigue sorprendiendo es como muchas de estas personas
pueden darnos cátedra de este constructivismo, pero cuando se trata de sus
ideas políticas o sociales las tratan como verdades incuestionables y tratan de
malintencionados u otros calificativos a quienes simplemente piensan diferente.
Ya Watzlawick distinguía en “Es real la
realidad” lo que él llamaba la realidad de primer orden
relacionada con las propiedades puramente físicas de los objetos y la realidad
de segundo orden, enfocada en el significado y valor que las personas le
atribuyen a esos objetos o situaciones. Lo interesante de esta distinción es
que nuestros problemas no están relacionados con las propiedades de los objetos
o de las situaciones (la realidad de primer orden) sino que están ligados al
significado, al sentido y al valor que atribuimos a esos objetos o situaciones
(la realidad de segundo orden).
La principal derivada de lo
expuesto para la práctica del coaching es que cualquier intervención orientada
al cambio, debiera enfocarse en modificar la realidad de segundo orden (cambio
de modelo mental, de observador, de paradigma, según el autor que revisemos), de
modo que a partir de ello cambie la relación que la persona tiene consigo
mismo, con los demás y con el mundo.
Creo que esto tiene otra derivada
interesante y es que el valor de las interpretaciones no tiene que ver necesariamente
con la verdad, sino que con la utilidad en cuanto al fin que queremos alcanzar,
de manera que podamos lograr aquellos propósitos que nos proponemos, aquellos
objetivos que deseamos. Esto, a su vez nos lleva a una interesante discusión
respecto a la ética, lo correcto y lo incorrecto, lo deseable y lo indeseable, los
acuerdos y los desacuerdos (algo que podemos dejar para otro post).
Concepto 2:
La segunda idea es la que llaman
“el autoengaño”. Si toda realidad es una construcción, no podemos escapar a
este fenómeno de formación de creencias, tanto positivas como negativas. El
problema, se diría en el coaching ontológico es que muchas son infundadas, no
tienen ninguna base, pero las reafirmamos y con eso surgen ciertas
posibilidades o imposibilidades en la vida. Los seres humanos podemos estar
convencidos de cualquier creencia, aunque no tenga base alguna. E incluso, en
la medida que nos relacionamos con personas que tienen una creencia similar
reafirmamos el valor de la creencia señalada.
La idea de los autores entonces
es que puede ser muy útil usar este fenómeno en la terapia o en el coaching no
para discutir si las ideas son fundadas o infundadas, sino para generar una
suerte de profecía autocumplida, un engaño estratégico, de modo que al crear
una nueva “realidad inventada”, usando la técnica del cómo sí, se produzcan
efectos concretos, nuevos acontecimientos. Para ello deberá usarse entonces una
lógica no ordinaria que da lugar al uso de paradojas y otras intervenciones que
facilitan el cambio, no la comprensión cognitiva de una situación, sino que un
cambio efectivo.
Concepto 3:
Finalmente, la tercera idea de
los autores, es lo que llaman la solución intentada redundante. ¿Qué significa
esto? Significa que uno de los autoengaños disfuncionales es la tendencia a
utilizar como estrategias en relación con la realidad aquellas que, en el curso
de nuestra vida, han resultado más funcionales, las que nos han permitido
obtener los éxitos más importantes para nosotros. Dicen “estas soluciones
intentadas nuestras, en virtud, a su continua repetición y a su inicial
eficacia, se convierten gradualmente en nuestro modelo predominante de percepción
– reacción frente a la realidad, estructurándose como auténticos guiones
recurrentes”.
El problema de estos guiones es
que al haber sido eficaces en ciertos momentos y ámbitos de nuestra vida
tienden a ser aplicados y repetidos cuando, por desgracia, su aplicación ya no
resulta tan eficaz. Y, frente al fracaso de esa estrategia (la solución
intentada redundante) más que renunciar al modelo ya experimentado, se tiende por
lo general a aplicarla incluso más que antes, acabando no sólo por no resolver
la dificultad inicial, sino que producir un empeoramiento de la situación
misma.
En opinión de los autores, “la
funcionalidad o disfuncionalidad de un guion, no parece ligada a su contenido,
sino más bien a su rigidez y generalización más allá de los confines que lo
hacen funcional”.
Dicho todo lo anterior, ¿cuándo
comienza el coaching estratégico? Comienza cuando analizamos las soluciones
intentadas redundantes, concentrándonos en lo que la persona no sabe hacer,
para guiarla a la superación de sus propios límites.
Comentarios:
Por supuesto que todas las ideas
expuestas tienen muchísima relación con el coaching, en el sentido que no es
labor del coach cuestionar “la realidad” de su coachee y convencerlo que es
falsa, equivocada o incluso loca. Otra cosa es que el coach pueda señalar que
no la comparte y ser tan intenso este no compartir que se niegue a atender al
cliente. Este es un tema habitual de abogados, psicoterapeutas y también de
coaches. Ello implica tener claridad en los límites y también tener claridad
que se trabaja para el cliente y no para uno.
Otra relación importante que veo
con el coaching es que muchas veces, se busca una interpretación a aquello que
el coachee relata que sea “verdadera” y no se trata de eso, se trata de
proponerle una nueva interpretación que le de valor, que le haga sentido y,
sobre todo que le abra a nuevas posibilidades en la acción. Esto implica ser
flexibles en nuestras interpretaciones y pensar en interpretaciones incluso
paradójicas como proponen los autores, siempre y cuando le permitan fluir de
mejor modo en el mundo.
Y, tercero, una pista para estas interpretaciones,
las comuniquemos o no explícitamente a nuestro cliente es escuchar las soluciones
intentadas redundantes, ¿qué hace repetidamente el coachee?, ¿qué guion sigue
continuamente y que ahora, precisamente, ya no le está funcionando?. En el
ámbito del coaching ejecutivo esto es muy notorio, especialmente cuando se trata
de personas que son ascendidas a nuevas posiciones en la estructura organizacional,
siguen haciendo lo que hacían antes y eso ya no les resulta útil para el nuevo
cargo por lo que necesitan un acompañamiento para realizar nuevas acciones,
nuevas estrategias, nuevas maneras de desenvolverse, con las que por supuesto
no tienen familiaridad y además tienen incertidumbre si les van a resultar
útiles o no. Ese es el desafío del coaching desde esta perspectiva estratégica.