Esta navidad decidimos como familia jugar al amigo secreto y
justo me tocó hacerle un regalo a mi sobrino. Salí en búsqueda del presente sin
saber muy bien que regalarle y me encontré con este libro de Laurie Helgoe “El
poder de la introversión”, que lo encontré ideal para él.
Claro que me “aproveché del pánico” y lo he leído estos días
antes de entregárselo. Me imagino que mi sobrino comprenderá que no podía
llegar y entregárselo sin leerlo antes. Un libro provocador, entretenido,
novedoso es una gran tentación para los buenos lectores.
Me ha encantado por varias razones, sobre todo por rescatar
el valor de la introversión, un estilo lleno de virtudes y luces, muchas veces despreciadas por el mundo occidental
tan extravertido, apurado y ruidoso.
Me siento un introvertido y varios comentarios de la autora
me han dado pistas acerca de este estilo, como lo que me pasa cuando alguien me
pregunta ¿Cómo estás? Y descubro que sólo es una pregunta retórica de buena
educación cuando o no soy escuchado en lo que digo o me sorprendo preparando
una enorme respuesta sobre los libros que he leído, los coaching que he
realizado, los descubrimientos interiores que he efectuado. O, lo que me pasa
cuando viajo que no quiero recorrer lugares, sino que sólo oler la ciudad,
caminar por sus calles, mirar a la gente, imaginarme cómo es vivir en aquel
sitio.
¿Qué es introversión y
extraversión?
Hace ya mucho tiempo Carl Jung hablaba de la intraversión y
la extraversión como dos fuerzas que se oponen dentro de cada individuo. Jung
las describió como tipos de actitud de la personalidad, la introversión se
“caracteriza por la orientación en la vida a través del contenido psíquico
subjetivo” mientras que la extraversión “se caracteriza por la concentración
del interés sobre el objeto externo”.
Por su parte Isabel Briggs Myers y Katharine Cook Briggs,
quienes crearon el famoso MBTI, basado en las ideas de Jung, sostenían que
todos empleamos ambos tipos de actitud, pero que los introvertidos están más
atraídos por el mundo de las ideas, los conceptos y las vivencias interiores,
en cambio los extravertidos están más centrados en el mundo exterior.
MBTI es una muy bonita herramienta, que además de mostrar las
preferencias por la introversión y la extraversión habla de intuición –
sensación, feeling – thinking y juicio – percepción. Escribí un post sobre el tema hace un tiempo atrás.
Según sostiene la autora, las personas somos “bipolares” en
el sentido que tenemos tanto la actitud introvertida como la extravertida, pero
preferimos y desarrollamos una más que la otra. Según Laurie Helgoe, Jung creía
que la preferencia por la introversión o la extraversión tenía un fuerte
componente biológico y la investigación así lo confirma. Dice que aunque Jung
hablaba de preferencia, tampoco quería decir que las personas eligieran, sino
que consideraba más bien que las personas preferían actuar del modo que les
resultaba más natural, “de la misma manera que una persona diestra prefiere
utilizar la mano derecha”.
En rescate de la
introversión:
En opinión de la autora muchas veces, en la propia psicología
como en los tests basados en el Big five, como en la cultura se devalúa la
introversión por lo que se pierde el acceso a una fuente de vida fundamental.
Entonces, un introvertido puede adaptarse y hacerse el
extravertido, pero tiene que cargar con una sensación pertinaz de desarraigo.
Lo que necesitan los introvertidos frustrados no es aproximarse a la
extraversión, sino que “fundirse en la introversión”, buscar el equilibrio,
permitiéndose ser introvertidos de
manera plena. De esa forma se puede abrazar el poder de la introversión:
gozar, absorber, fusionarse y sumirse en la alegría, en el genio y en el poder
de ser introvertido.
Los introvertidos no son una minoría. A diferencia de los
extravertidos, más ruidosos, que parecen ser la mayoría, más o menos el 50% de
la población es introvertida. La introversión no se deja ver con facilidad.
Un introvertido obtiene fuerza y energía por medio de la
reflexión interior y le emocionan más las ideas que las actividades externas.
Cuando conversan, escuchan bien y esperan que los demás hagan otro tanto. Piensan
antes de hablar. Les gusta escribir, porque les permite expresarse sin
intromisiones y es frecuente que prefieran comunicarse de este modo. Un introvertido
prefiere rumiar los pensamientos y las impresiones en vez de reaccionar
rápidamente ante ellos. Para un introvertido, el centro de actividad está dentro,
no fuera.
Dice la autora “cuando se satisface la sencilla preferencia
de vida interior, el introvertido se
abre a una riqueza y a una complejidad muy personales y que son una
verdadera ¡personalidad! En vez de limitarse a definir la introversión desde
fuera, véase la descripción que hace Jung del introvertido: “para él es un
placer entrar en comunión consigo mismo. Su mundo propio es su refugio, su
jardín bien cuidado y vallado, cerrado al público y oculto a los ojos de los
curiosos. La mejor compañía para él es la suya propia. Se siente en casa en su
propio mundo, donde él es el único que realiza cambios. Como mejor trabaja es
con sus propios recursos, siguiendo su propia iniciativa y a su manera. Su retiro
interior no es un abandono definitivo del mundo, sino una búsqueda de quietud,
en el único lugar donde le es posible realizar su aportación a la vida de la
comunidad”.
Estoy muy de acuerdo con la autora, en una sociedad donde se
valoran las “habilidades blandas”, donde se estila hablar en público, donde
hasta se entrena para hacer “pitchs” ser más reflexivos, ser de pocas palabras,
bueno para escuchar y con gusto “por retirarse” puede ser mal evaluado. Por eso
los introvertidos muchas veces lo pasan mal en los colegios, en los trabajos,
en las familias.
Valorar la introversión:
Definitivamente los introvertidos no somos “bichos raros”,
somos la mitad más silenciosa de la población y por eso parecemos menos o al menos “sonamos” menos que los
extravertidos.
A los introvertidos nos gusta la soledad y no nos sentimos
solos, que mejor compañía que uno mismo. Los introvertidos arrancamos de las multitudes
y preferimos interactuar con pocas personas, de manera profunda. Los
introvertidos muchas veces arrancamos de las fiestas, no porque no nos guste
compartir o interactuar con otros, sino que las fiestas no son un buen lugar
para tener conversaciones íntimas y profundas. Nos gusta el tiempo para pensar,
para “darle vueltas a las cosas”, y poder mirarlas desde distintos ángulos. No
nos gusta que nos apuren, nos tomamos nuestro tiempo antes de hablar, antes de
exhibir algún producto de nuestro trabajo.
Los introvertidos valoramos la intimidad, “hacer retiros”,
conversar con otras personas escuchándose de verdad, sin superficialidad,
trabajar con profundidad en un proyecto sin interrupciones constantes. También a los introvertidos nos agrada la
autonomía, organizar nuestros asuntos y ordenar nuestro tiempo y espacio para
entregar productos en algún tiempo futuro.
Todas estas características tienen grandes derivadas hacia la
aceptación o falta de aceptación de las características introvertidas en las
familias, en las parejas y en los trabajos. Aceptación en el sentido de valorar
a los introvertidos en sus grandes rasgos luminosos.
Hablo en primera persona porque me he sentido identificado
con muchísimas de las reflexiones que hace la autora. Ser introvertido no es
ser egoísta, no es ser narciso, no es ser antisocial, no es ser fome, no es ser
tímido, no es ser autista, no es ser aislado ni ninguna otra etiqueta que nos
puedan aplicar. Ser introvertido es una energía diferente, enfocada en el mundo
interno y esa es nuestra riqueza.
Rescatemos y valoremos más la introversión como una potente
fuerza en el mundo.