Juegos de poder es un tema de mi
mayor interés, especialmente en el ámbito de las relaciones que se producen al
interior de las organizaciones. He escrito con anterioridad en este blog: relaciones
de poder en la oficina, el poder
en las organizaciones, las 48
leyes del poder, el poder
según Bertrand Russell, etc.
Este trabajo de Jean Jacques
Crevecouer se concentra más en los juegos de poder en las relaciones sin estar
enfocado precisamente en el ámbito organizacional, sin embargo, me ha parecido
interesante como describe el juego comunicativo que se da entre las personas
para configurar una relación donde hay juego de poder, lo que es perfectamente
aplicable el ámbito de las relaciones dentro de las organizaciones.
Define el poder de un modo
simple: “hacer que alguien haga lo que uno quiere que haga”. Creo que en
principio ello no es negativo, ya que el poder es algo presente en nuestras
relaciones, más aún en el ámbito de las organizaciones donde existe una
estructura organizacional, que legítimamente distribuye el poder para lograr
los objetivos de la organización.
Pero, y eso es lo importante,
otra cosa son los juegos de poder, donde de manera manipuladora se usa
el poder para conseguir objetivos ilegítimos o de modos poco claros, poco
directos. En todos lados se dan juegos de poder y, en mi opinión, no hay que jugarlos,
pero hay que aprender a identificarlos.
Ahora mismo estoy trabajando con
una coachee, quien se desenvuelve en una organización y está aprendiendo con
dolor, ya que ha sido muy ingenua, la presencia de juegos de poder y cómo ellos
la afectan. Insisto entonces en la idea ya expuesta, es importante aprender a
leer y observar juegos de poder, no para jugarlos, pero si para administrarlos
y no verse dañado por su presencia.
Para el autor del libro un juego
de poder se reconoce por siete indicios:
Indicio 1:
Presión psicológica que ejerce alguien para obtener lo que quiere del otro.
Esto se traduce siempre en una sensación de malestar en quien “padece” el
poder. Esta presión incluso puede ser amable, no necesariamente quien inicia el
juego de poder amenaza con usar la fuerza de mala manera. El autor cita varios
ejemplos:
“el halago”: te ves estupenda.
“la lástima: ya estaba
desesperado.
“la auto recriminación”: pucha
que soy tonto.
“hacerse la víctima”: me van a
matar.
“el chantaje afectivo”: va a
pasar algo terrible sí….
“la implicación del otro en el
problema propio”: ¿Que podremos hacer?, ¿no se te ocurre otra cosa?
Indicio 2: Se
produce una distorsión entre el mensaje explícito y el mensaje implícito. El mensaje
explicito dice una cosa y el mensaje implícito dice otra. Al enviar dos
mensajes distintos, incluso contradictorios a su interlocutor este se
desestabiliza, puede ser incapaz de distinguir cuál es el verdadero y cuál es
el falso, gastando energía en dilucidar la cuestión. El interlocutor se siente desposeído
de los medios con los que contaba, pierde fuerza y, a medida que el dialogo
avanza, resulta más presa del poder del otro.
Indicio 3: Al
oponer resistencia al juego de poder, se alimenta su fuerza. La víctima
utiliza, para defenderse, los mismos medios que emplea quien ejerce el poder,
tratando de obtener algo de quien inició el juego, sin decírselo
explícitamente, o sea, trata de manipular y para obtener lo que quiere presiona
enviando un doble mensaje.
Indicio 4: Un
juego de poder siempre implica tener un “proyecto implícito” o una “demanda
implícita” en relación con el otro. Esto significa “querer obtener algo del
otro sin decírselo o pedírselo”. Ello es bien característico e implica la
posibilidad de decir luego, “me entendiste mal”, “yo nunca te pedí nada” y
otras formas parecidas.
Indicio 5:
Dependencia recíproca. De alguna manera en un juego de poder, ambos
participantes están involucrados, no hay una víctima inocente, cada uno de los
involucrados obtiene algo de la situación. Una parte posee un poder tangible y la
otra parte uno que es más sutil. Por eso es interesante preguntarse qué ventaja
obtiene cada uno al sostener su posición, dominante – dominado, perseguidor –
perseguido, salvador o víctima. Este concepto de “ganancia secundaria” puede
ser de varios tipos: evitar la ruptura de la relación, no hacerse responsable
de lo que sucede en la relación, recargarse en el otro para satisfacer las
propias necesidades.
Indicio 6: Un
juego de poder se presenta como comportamientos que no están adaptados a la
realidad, es decir, que son poco eficaces a largo plazo y resultan poco
satisfactorios tanto para las necesidades de uno como de otro.
Indicio 7: Ciertos
juegos de poder, poseen un carácter repetitivo.
Supongo que el autor tiene una
formación muy psicoanalítica, ya sus interpretaciones acerca de las casusas de
los juegos de poder son muy de necesidades inconscientes. Ello podría ser
discutible y podrían hacerse otras interpretaciones más de orden comunicativo,
sistémico o incluso cultural.
¿Qué hacer con
los juegos de poder en las relaciones? Primero
aprender a identificarlos, sobre todo a partir de la sensación organísmica de
malestar, de incomodidad, de engaño, de molestia, de presión, en definitiva, de
disgusto frente a la lectura que hay dos mensajes dando vuelta, por un lado, me
dicen algo explícito, pero, por debajo, camuflado, me están diciendo otra cosa.
Y este segundo mensaje es una petición “subrepticia” que al no decirse puede
ser negada.
Por eso que, y en esto el
coaching ontológico puede proponer algunas buenas herramientas, ya que una
manera de desactivar el juego es decir algo así como “no entiendo, ¿tienes algo
que pedirme?”, para hacer explícita la petición y por lo tanto poder responder
de buena forma.
Y, tal como enseña el coaching
ontológico frente a una petición existen varios modos de respuesta: decir que
sí, decir que no o abrir una negociación. Es legítimo pedir, por supuesto, como
dice el dicho “en el pedir no hay engaño” y también es legítimo decir que no a
peticiones que no nos corresponde satisfacer, a peticiones que nos incomodan o
peticiones que nos puedan incluso dañar.
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