No sé si escucho bien, lo que sí
sé es que me esfuerzo por aprender a escuchar mejor, poniendo atención a lo que
mi pareja, mis padres, mis amigos, mis hijos, mis alumnos y mis coachees me
dicen. A veces me descubro “haciendo como que escucho”, otras veces me
encuentro haciendo “dos cosas a la vez” y no poniendo atención a ninguna, otras
veces me percato que he estado más en mi mismo que atento al mundo, como cuando
leo un libro y de repente me doy cuenta que he avanzado sin atender lo que el
autor me decía.
Conozco gente que escucha mucho
mejor que yo, o al menos eso es lo que a mi me parece. Y también juzgo muchas
veces que interactúo con personas que no escuchan nada o escuchan muy poco y
además no son conscientes, según mi parecer, de todo lo que se pierden con esa
actitud.
Por eso que me entusiasmé con
leer a Julia Cameron y siento que ha sido un bonito descubrimiento. He hablado
antes en este blog de escuchar, en escuchar, en El Arte
de conversar y ¿por
qué no lo dijo antes?.
Ella entiende que escuchar es “poner
atención”, poner atención en varios frentes: nuestro entorno, a otras personas,
a nuestro yo superior, escuchar a los seres queridos que han fallecido, a
nuestros héroes y a escuchar el silencio. Sobre cada uno de estos ámbitos versan
los capítulos del libro. Escuchar es algo que todos hacemos, pero lo podemos
hacer mejor, y al mejorar nuestra escucha mejora nuestra vida.
El primer paso en el arte de
escuchar es atender a aquello de lo que tal vez estemos adquiriendo el hábito
de desconectar: el mundo que nos rodea. ¿Cómo hacerlo? La herramienta
primordial es concentrarse en los sonidos de nuestro alrededor. En nuestra vida
cotidiana siempre hay una “banda sonora” característica de nuestro entorno, ¿cuál
es esa banda?, ¿qué sonidos tiene?, ¿nos gusta o no?
A propósito de lo anterior, propone
algo ya intuido por las disciplinas de la meditación y otras similares y es que
“escuchar de verdad” nos asienta en el momento presente, nos lleva a “estar”, a
tener presencia, algo necesario para cualquier desarrollo.
En la misma línea anterior, la
autora propone que “nuestro paisaje sonoro es fascinante y cuando decidimos
escucharlo, nos damos cuenta de que está repleto de información. Una de las
maneras más sencillas de practicar la atención en nuestro entorno es fijarnos
en los constantes cambios atmosféricos que se producen a nuestro alrededor: el
tiempo”
Al inicio del libro recomienda la
práctica de caminar y vaya que tiene razón ya que cuando uno sale a caminar
toma conciencia de muchas cosas que no observa cuando se desplaza en automóvil,
ruidos, colores, lugares, personas, temperatura, además de cosas personales
como los recuerdos que nos invaden, los pensamientos y muchísimas sensaciones
corporales, cómodas e incómodas. Además, recuerda a San Agustín, que dicen que
decía “solvitur ambulando”, esto se arregla caminando, ya que caminar también desenreda,
caminando se ve la luz de muchos problemas.
Un segundo paso en la escucha es “escuchar
a los demás”, donde el énfasis está puesto precisamente en poner más
atención a quienes nos rodean ya que cuando escuchamos a los demás conectamos
con ellos.
En este ámbito la autora propone
que atendamos a qué es lo que en realidad están expresando los demás, que
asimilemos sus palabras y sus intenciones. Señala la importancia de prestar
toda nuestra atención, que percibamos la emoción, el tono y la entonación de lo
que se está expresando, con empatía con el hablante, con el fin de interpretar
correctamente lo que nos está transmitiendo.
Esta escucha requiere más que
oídos, sin duda oímos las palabras, pero también es necesario poner atención al
tono del interlocutor, captar la intención que subyace en las palabras ya que
por medio de la intuición podemos captar un mensaje muy diferente al que
transmiten las palabras. En opinión de la autora, es crucial poner atención al
lenguaje corporal, ya que este expresa a veces con mayor claridad que el mero
lenguaje verbal.
Yo creo que en este apartado
Julia Cameron se acerca a la noción de escucha interpretativa propia del
coaching ontológico, donde se destaca la diferencia entre oír y escuchar, esta
última enfocada en hacer una interpretación al interlocutor y ofrecérsela como posibilidad.
Por supuesto que la esta escucha no surge de la nada, sino que surge de la observación
y de la intuición.
En relación a escuchar a los
demás me gustó mucho otra reflexión que hace la autora, donde dice que un buen
oyente deja espacio a propósito a la otra persona para que hable, citando a
Scottie Pierce. ¡Qué gran reflexión!, cuánto nos pasa a veces la desagradable
experiencia de personas que no dejan que otros tengan su espacio, que interrumpen
al que habla, que se apropian del espacio para expresarse y monopolizan las
conversaciones. Y, al revés, que cosa más grata aquellas personas que dan lugar
a que otros se expresen, que respetan los silencios, los turnos de la conversación,
que respetan el tiempo.
Me voy a saltar la escucha del “yo
superior”, del “más allá” y de “nuestros héroes” y me concentraré en lo que la
autora llama la escucha del “silencio”. Creo que aquí hace referencia a una
escucha más espiritual. Estamos acostumbrados al sonido y cuando conectamos con
el silencio dice “conectamos con nuestra fuente de sabiduría”, se ralentiza la
vorágine del pensamiento y llega la quietud y luego somos capaces de escuchar
la “pequeña voz interior”
Con el silencio podemos sentir
vacío, inquietud. Pero, sugiere, a medida que nos vamos habituando encontramos
algo benévolo, una voz superior que mira por nuestro bienestar.
Así como cuesta encontrar “lentitud”
en nuestra vida actual, también cuesta encontrar silencio. Algunos lugares
posibles son la naturaleza, una iglesia, lo profundo de una piscina, una
biblioteca u algunos otros. Estos lugares nos invitan a conectar con algo
superior a nosotros mismos y buscar en el silencio la voz interior y la sensación
de calma y posibilidades.
Reconozco que esta escucha me
gusta mucho. Me canso de los lugares ruidosos, donde hay aglomeraciones, donde
hay ruidos molestos y necesito el silencio. Me conecta con las iglesias de mi
adolescencia en colegio agustino. Me calma el silencio y me lleva a recuperar
la paz interior.
Luego de leer el libro no se si
haya que hacer mucho esfuerzo por escuchar, creo que más bien se requiere
actitud y disponibilidad a sentirnos afectados por el entorno, por los demás y
por el silencio. ¡Que desafío más lindo!