El tema de los equipos, el
trabajo en equipo o el trabajo colaborativo me interesa hace mucho rato por lo
que he leído varios trabajos que he ido comentando en este blog. Al respecto
cabe citar: equipos
extremos, Lencioni y las
cinco disfunciones de los equipos, por
qué fallan los equipos, equipos
ideales, choca
esos cinco o la magia de trabajar en equipo por Ken Blanchard, las cinco
características del equipo perfecto según google y varios más.
En este libro Daniel Coyle,
basado en la observación de numerosos equipos de alto desempeño, así como del
análisis de algunas investigaciones y experimentos procurar demostrar cómo se
construye la cultura de un grupo para rendir por encima de grupos similares.
Muchas de las ideas están contenidas en alguno de los trabajos citados en el
párrafo anterior, pero Coyle los integra de otra manera y procura
ejemplificarlo a partir de casos concretos.
Comienza contando un experimento
desarrollado por Peter Skillman, el experimento de los tallarines. Se le
entrega a un grupo 20 tallarines sin cocinar, un metro de scotch, un metro de
cuerda y un malvavisco. Se les pide que construyan una torre con la única regla
que el malvavisco tiene que ir en la cima. Se compara a grupos de jardines
infantiles y grupos de estudiantes de ciencias empresariales. Según el autor lo
hacen mejor los niños de jardín v/s los estudiantes universitarios. ¿Por qué?
Porque los primeros simplemente colaboran, en cambio los segundos están sumidos
en un proceso de gestión del status, se pregunta, quien manda, que pasa si
critico, etc. Según Coyle, los preescolares ganan no porque sean más listos
sino que porque su forma de trabajar es más inteligente.
He hecho este juego de manera
parecida en varios equipos de trabajo (no lo he hecho con preescolares, pero
estoy pensando probar con mis hijos y sus amigos) y me sorprende como muchas
veces, personas bien formadas, inteligentes, competentes en la dimensión
individual hacen un trabajo tan malo en la dimensión colectiva. Por supuesto
que se trata de una competencia diferente a las meras competencias individuales
y es una competencia que hoy resulta relevante ya que (casi) nadie trabaja
solo, necesitamos permanentemente colaborar con otras personas. Ahora mismo me
pasa que me ha tocado trabajar con profesores universitarios, profesionales del
ámbito de la salud, equipos asesores de emprendedores, directivos
educacionales, en general gente preparada y competente y las dificultades son
de orden colaborativo.
Para Coyle la cultura que permite
un trabajo en equipo exitoso se compone de tres habilidades, las que presentaré
con mayor profundidad a continuación: (1) Labrar la seguridad; (2) compartir la
vulnerabilidad y (3) definir un propósito.
1 Labrar la
seguridad. El autor indica que esta característica se relaciona
con el ámbito emocional. Se observa en un conjunto de patrones de interacción
que revelan conexión social, tales como: proximidad física a menudo en
círculos, contacto visual frecuente, contacto físico (apretones de manos,
palmadas, abrazos), constantes diálogos breves y animados en lugar de
discursos, mezcla abundante (todo el mundo habla con todo el mundo), pocas interrupciones,
multitud de preguntas, escucha detenida y activa, humor y risas, detalles
amables (abrir la puerta, decir gracias, etc).
¿Existe entonces una relación
entre seguridad y pertenencia? Dice el autor que “Los indicadores de
pertenencia hacen posible la comunicación segura en los grupos”. Su función es
responder a esas preguntas que nunca han dejado de aflorar en la mente humana:
¿Estamos a salvo aquí? ¿Qué futuro nos espera con esta gente? ¿Corremos algún
peligro?
Los indicadores de pertenencia
obedecen a tres características básicas: Energía: se proyectan en el intercambio
que está teniendo lugar; Individualización: hacen sentir a la otra
persona que es única y que se la valora y Orientación futura: sugieren
que la relación continuará.
Estos indicadores complementan un
mensaje que puede resumirse en una única expresión: «Aquí estás a salvo». Su
cometido es notificar a nuestro cerebro, siempre en guardia, que puede dejar de
preocuparse por los posibles peligros y entrar en modo de conexión, estado que
recibe el nombre de «seguridad psicológica».
Esta noción de seguridad psicológica
ha sido ampliamente expuesta en otros trabajos citados y al final permite
hablar, opinar, formar parte, sin sentirse amenazado, pudiendo hacer aportes al
equipo. Creo que en definitiva tiene que ver con no sentir que se va a ser
penalizado si se hace un aporte al equipo.
2 Compartir la
vulnerabilidad. Dice el autor que “si uno se fija en la actuación
de los grupos altamente cohesionados, verá muchos momentos de cooperación
fluida y en confianza……..pero también comprobaremos que intercalados entre la naturalidad
y la fluidez generales hay también otros momentos que no son tan hermosos. Son
momentos de torpeza y de incomodidad llenos de interrogantes incómodos, implican
instantes de gran tensión, dado que los miembros reciben evaluaciones muy críticas
y luchan en conjunto por determinar qué ocurre”.
Aquí es donde aparecen los bucles
de vulnerabilidad que implican que en la interacción del equipo una persona
envía una señal de vulnerabilidad que es captada por los demás, los demás
señalan su propia vulnerabilidad, la persona inicial capta esta vulnerabilidad
y en este juego se instala la norma que la vulnerabilidad es aceptable,
aumentando la cercanía y la confianza.
Esta franqueza para admitir la
vulnerabilidad y aceptarla es la que genera cercanía y hace crecer la confianza
en los equipos. Por supuesto que la vulnerabilidad no suele ser la tónica de
muchos equipos, donde es más aceptable “camuflar” o “esconder” la vulnerabilidad,
so riesgo que al mostrarla tenga consecuencias negativas.
3 Definir un
propósito. Daniel Coyle destaca que los grupos de éxito comunican
con mucha fuerza su propósito o sus valores y que para ello siembran el entorno
de recordatorios de su misión, con fotos, trofeos y muchísimos símbolos
explícitos. También usan el lenguaje para destacar su propósito con himnos,
dichos y lemas. Esto no es trivial ya que se trata de señales que le muestran
permanentemente al grupo hacia donde caminan juntos, qué es aquello que los
une, los conecta.
Dic el autor que los equipos
exitosos construyen «entornos de propósito elevado», llenos de pequeñas y
vívidas señales pensadas para establecer un vínculo entre el momento presente y
un modelo futuro. Estas señales aportan las dos referencias básicas que se
requieren en todo proceso de navegación: «Aquí es donde estamos» y «Aquí es
adonde queremos llegar».
Por supuesto que el contar con un
propósito claro, que además sea compartido por los integrantes de un grupo
permite enfocarse en lo central y no perderse en las agendas personales que cada
integrante del grupo pueda tener. Como dice Sinek “comienza
con el porqué”, teniendo clara la misión, el sentido, lo importante. Creo
que el problema es que muchos equipos se olvidan de esto o lo entienden solo
como “metas cuantitativas”
En mi opinión no es fácil
trabajar en equipo ya que muchas veces priman las agendas individuales o, al
menos en el ámbito organizacional, se llena de juegos políticos de ocultamiento,
de manipulación, de conflictos soterrados. Por eso que ideas como las expuestas
por Coyle permiten aportar al desarrollo de estas competencias y con eso
conseguir lugares de trabajo más gratos y productivos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario