jueves, 27 de septiembre de 2018

Xavier Guix. Ni me explico ni me entiendes. Los laberintos de la comunicación.



Creo que una de las experiencias más comunes que nos toca vivir es la de los “malentendidos”, decir algo y darse cuenta luego que el otro ha entendido algo completamente diferente. O, al revés, darnos cuenta que nosotros mismos hemos comprendido otra cosa distinta de la que nos quería decir nuestro interlocutor. En estos casos, lo habitual es que “le echemos la culpa al otro”, ya que como dice el mal dicho “a buen entendedor pocas palabras”, como si la responsabilidad de entender bien estuviera en el interlocutor y no en el que habla o, lo más razonable a estas alturas, más sistémicamente en ambos. Esta experiencia genera descoordinación de acción pero, a la vez, y tal vez lo más relevante, suele dañar muchas veces nuestras relaciones.

He escrito algunos posts sobre este tema desde la perspectiva del escuchar, el arte de conversar o las conversaciones difíciles.

De eso diría que se trata fundamentalmente este trabajo de Xavier Guix, apoyado por sus conocimientos en Programación Neurolingüística (PNL), de las relaciones, entendidas como comunicación, la habilidad más importante en la vida. Dice el autor, “nos jugamos mucho en las relaciones, a través de ellas nos definimos a nosotros mismos y a la vez participamos en la definición de los demás”. Por otra parte, “nos pasamos la vida relacionándonos, a no ser que usted viva alejado del mundanal ruido, cada día va a protagonizar relaciones de todo tipo; breves, largas, amistosas, interesadas, profundas o superficiales, las relaciones están ahí para aprender cómo somos”. Por ello que cuando las relaciones van bien, nos resulta transparente, el problema aparece cuando se produce “descomunicación” (término usado por el mismo autor), es decir, en las interferencias y efectos perceptivos que se producen cuando nos relacionamos.

Completamente de acuerdo en la importancia que tienen las relaciones con los demás en la definición de identidad y de posibilidades que cada uno visualiza en la vida. Vivimos en espacios relacionales todo el tiempo, incluso, dadas las posibilidades del lenguaje, no es necesario tener a otro presente al frente para relacionarse con él, puede bastar la experiencia previa y la imaginación. Prueba de ello es que la relación con los padres por ejemplo no se acaba cuando estos mueren, siguen ahí presente, hasta que nosotros mismos morimos.

No sé si solo se puede entender la comunicación como el vehículo de las relaciones. Hoy creo que es mejor entender la comunicación como la relación misma y si uno quiere saber cómo es la relación con otro tiene que mirar la comunicación con ese otro, frecuencia, intensidad, profundidad, etc. Por eso hay gente con la que nos vemos poco pero tenemos una relación profunda, dado que nos comunicamos con frecuencia o con profundidad o con intensidad o con las tres al mismo tiempo.

La PNL es un buen modelo para mirar la comunicación, al estar centrada en nuestros paradigmas o creencias y en las acciones lingüísticas que llevamos a cabo cuando interactuaros con otros. No es la panacea, sólo es un modelo ya que las relaciones no sólo se pueden mirar desde una perspectiva técnica – mecánica, sino que tienen una dimensión existencial que escapa a cualquier modelo.

Según el autor, citando a John Powell, cuando nos comunicamos podemos interactuar a cinco niveles:

Nivel 5: Superficial: Se trata de aquellas conversaciones completamente triviales en las que no se comparte nada excepto la convencionalidad (frases hechas, hablar del tiempo, etc).

Nivel 4: Social. Se trata de cotilleos, trivialidades, no damos nada de nosotros ni pedimos nada a los otros a cambio.

Nivel 3: Personal. Ya nos comenzamos a comprometer. Comunico cosas de mí al otro, hago revelaciones, muestro opiniones. Nos observamos detenidamente para ver como el otro capta, como está recibiéndonos. El otro hace lo mismo.

Nivel 2: Emocional. Se abren las puertas de quien soy y le muestro al otro mis sentimientos. Es una comunicación difícil, pues podemos tener la sensación que los demás podrían no soportar que comuniquemos con tanta sinceridad nuestras emociones.

Nivel 1: Interpersonal. Es la comunicación comprometida con transparencia y sinceridad. No sólo hablo de lo mío sino que expreso como me siento contigo, manifiesto los sentimientos que me despierta el otro, tanto lo que nos une como con el desacuerdo.

Es importante darse cuenta en qué nivel estamos interactuando para evaluar si ese nivel de profundidad es el que queremos en una relación o es nuestro interés relacionarnos en un nivel más profundo. Además, a medida que conocemos a otra persona, las relaciones se van profundizando y volviendo más estrechas por lo que muchas veces, de manera no intencionada van ganando profundidad.

En el capítulo segundo se concentra el autor, basado en la PNL en distintas interferencias y distorsiones cognitivas que se producen durante el proceso comunicativa. Algunas de estas son: las presuposiciones, la lectura mental, causa – efecto, interpretaciones, juicios, consejos, querer tener la razón, instrucciones paradójicas, decir lo que hay que sentir, decir la última palabras o hablar sin decir nada, el filtraje o abstracción selectiva, el pensamiento dicotómico o polarizado, las sobre generalizaciones, las inferencias arbitrarias, la personalización, los “debería”, las falacias de justicia, razón y cambio. Definir y caracterizar cada una no tiene mucho sentido para un post como este, se pueden buscar en los libros. Lo importante a mi modo de ver es la gran cantidad de posibles maneras de entramparnos en la comunicación y con eso crear ruidos en nuestras relaciones con los demás.

Sería largo referirse a cada una de estas interferencias y distorsiones pues cada una de ellas tiene sus propias características. Nadie de nosotros está exento de usarlas y con ello comprometer la calidad de la comunicación y por lo tanto de la relación que establece con los demás. Una buena señal de humildad para “expertos en relaciones humanas” es darse cuenta que este es un territorio de aprendizaje que no termina nunca, incluyendo a coaches y otros gurúes de la comunicación.

Buen comienzo de primavera.

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