Entre las muchas escuelas de
coaching la PNL (Programación neuro lingüística) merece un lugar bien destacado
ya que muchos coaches trabajan con este modelo, además de utilizarse en
psicoterapia y otras prácticas.
A partir de los trabajos clásicos
de Bandler y Grinder hay varios autores además que realizan aportes a este
campo. Joseph O’Connor es uno de ellos, quien señala que el nombre PNL indica
las tres grandes áreas que le dan su nombre:
Programación: El modo en que secuenciamos nuestras acciones
para alcanzar nuestros objetivos.
Neurología: La mente y el modo en que pensamos.
Lingüística: el modo en que utilizamos el lenguaje y en que
éste nos afecta.
De acuerdo a ello la PNL estudia
el modo en que estructuramos nuestras experiencia subjetiva: como pensamos
acerca de nuestras creencias y nuestros valores, como creamos nuestros estados
emocionales y como construimos nuestro mundo interior y le dotamos de
significado.
A juicio del autor, las personas
llegan a solicitar coaching por diversas razones, pero el denominador común es
la existencia de alguna disonancia entre sus sueños y la realidad. Dado esto,
para la PNL el coaching se centra en lograr lo que la persona desea (el
objetivo) cuestionando las creencias limitadoras y reforzando las positivas
mediante tareas que proporcionan retroalimentación. La PNL y el coaching que se
deriva de ella tiene cuatro suposiciones:
1 Cada cual tiene los recursos que necesita o puede adquirirlos. El
coach trata siempre a su cliente como si tuviese todos los recursos que
necesita, no es el coach quien tiene la respuesta sino el cliente
2 En cualquier situación cada cual toma la mejor opción que puede.
Ello implica que hacemos lo mejor que podemos en la situación actual, dados los
recursos que tenemos.
3 El comportamiento humano está dotado de propósito. Nos movemos por
objetivos y valores, lo que queremos y porque lo queremos.
4 Si quieres comprender, actúa. Muchas personas comprenden lo que les
sucede pero no pasan a la acción, para cambiar es necesario actuar, implementar
un nuevo comportamiento.
Yo no sé si la gente que concurre
a procesos de coaching tiene todo tan claro y es precisa en indicar el objetivo
a lograr, de hecho muchas veces solo tiene malestar y no sabe lo que quiere,
por lo que precisamente parte importante del trabajo es construir un objetivo y
propósito del mismo coaching. Tal vez en procesos de naturaleza más ejecutiva,
cuando la meta la define un externo puede ser más nítido, pero en mi propia
experiencia, es muy habitual que el coachee no tenga nada claro y sienta
malestar o insatisfacción y por ello precisamente acude a un proceso de
coaching.
Y, por otro lado, puedo estar de
acuerdo con las suposiciones de la PNL pero con matices. Tal vez, en general, las
personas tengan recursos pero precisamente concurren a un proceso de coaching
porque la situación que vivencian los tiene sobrepasados y por ello necesitan
nuevos recursos de los que en el momento actual carecen. Además, si bien la
acción es fundamental, no basta la acción, muchas veces lo central es
desarrollar una nueva interpretación o comprensión de lo que sucede para, a
partir de allí, desarrollar nuevas conductas. Como decía Kurt Lewin, “nada más
práctico que una buena teoría”.
El autor profundiza en los
capítulos posteriores acerca de que es un objetivo, el que define como “un
sueño con piernas”. Ello implica que los objetivos nos hacen avanzar. Los
objetivos son diferentes de los problemas ya que estos centran en lo que está
mal, en lo que falta. Por eso los objetivos deben formularse en positivo, ser
específicos y contar con pruebas de que se han logrado. De ello se deriva que
la acción del coach es ayudar al coachee a desarrollar un plan de acción para
lograr esos objetivos definiendo los pasos que seguirá para llegar a la meta
propuesta.
Joseph O’Connor describe luego
algunas técnicas de PNL que se pueden usar al inicio y en distintas partes de un proceso de coaching,
tales como “construir sintonía”, “igualar el comportamiento”, “igualar palabras”,
“igualar el pensamiento”, “la rueda de la vida”, “calibrar” y “escuchar”. Todas
estas técnicas se basan en las modalidades perceptivas (visual, auditivo y
kinestésico) y en el igualar para generar empatía.
Siempre tengo mis dudas con estas
“técnicas” ya que entiendo que la actitud fundamental de un coach es la empatía
y esta, si bien puede tener una que otra técnica es más bien una actitud.
Conozco excelentes coaches, empáticos, que no usan ninguna técnica ad hoc para
ganar esa empatía y muy malos coaches que se centran en calibrar, igualar y
otras acciones más, pero igual son lejanos para el coachee.
La rueda de la vida es una buena
técnica, donde se le pide al coachee que evalúe su vida en distintos planos:
finanzas, amor, relaciones, desarrollo personal, carrera, salud, entorno
físico, ocio y diversión, pudiendo a partir de estas evaluaciones tener un
panorama de cómo se siente y en que ámbitos se juzga mejor o peor.
Algo común del coaching con PNL
con otros modelos de coaching es el proceso de hacer preguntas, acción
fundamental que desarrolla el coach con su coachee para llevarlo a reflexionar
sobre su experiencia y encontrar nuevas luces. Destaca Joseph O’Connor la
importancia de las preguntas poderosas, las que comparten cinco características,
según PNL.
1 Suelen comenzar con la palabra que.
2 Conducen a la acción.
3 Están más orientadas a objetivos que a los problemas.
4 Llevan al cliente hacia el futuro más que a buscar
explicaciones en el pasado.
5 Contienen presuposiciones poderosas que ayudan al
cliente.
He hablado de este tema de las
preguntas poderosas en otro post de mi blog. Me gustó del
planteamiento de la PNL la reafirmación de la importancia de hacer buenas
preguntas ya que estas son las que definitivamente mueven al coachee a quedarse
mudo, silencioso, “metido para adentro” buscando nuevas conexiones y nuevos
significados.
Uno de los últimos
capítulos del libro se refiere a las creencias. Estas son las normas de la
vida, las reglas según las cuales se vive. Pueden ser liberadoras y
potenciadoras pero también pueden ser obstáculos que hagan imposibles los
objetivos o lleven a pensar en incapacidad de lograrlos. Las creencias no tienen
que ver solo con lo que la persona dice, sino que con su “teoría de la acción”
lo que hace a partir de sus creencias o dicho de otro modo, para ver lo que una
persona cree es mejor mirar lo que hace.
Las creencias se pueden elegir y
se pueden cambiar. Lo difícil de aquello es que muchas veces hemos invertido
mucho en nuestras creencias por lo que renunciar a ellas tiene un fuerte costo
en seguridad y certidumbre. Hay muchas creencias potenciadoras. Otras son
limitantes. Algunas de estas:
“tengo que trabajar muy duro para
ganar mucho dinero y poder vivir”.
“sin sufrimiento no hay
beneficio”.
“para ser feliz tengo que ser
rico”
“el éxito requiere tiempo”
“no puedo fiarme de nadie”
“la mayoría de la gente tiene más
surte que yo”
“no hay forma de superar un mal
comienzo en la vida”
“no puedo vivir sin ese trabajo”
“no puedo ganar sin que otros
pierdan”
“nunca consigo lo que quiero”
“los otros son mejores que yo”
“el coaching es difícil”
“no soy una persona flexible”
“no me merezco tener éxito”
“no puedo lograr lo que deseo”.
Dice O`Connor que el primer paso
para cambiar creencias es cambiar el lenguaje, de manera que la creencia se
exprese de otra manera, por lo que puede animarse a usar palabras como: “de
momento no se cómo ……”, “no creo que sepa cómo…..”, “todavía no soy capaz de
………”, “en el pasado nunca he sido……”, todas formulaciones que abren la
posibilidad de tener otras creencias menos limitantes.
Me pareció encontrar aquí una muy
bonita cercanía con el coaching ontológico, el que se centra muchas veces más
en el “observador” que la mera conducta, pues cuando cambia el “observador” se
abren nuevas posibilidades de acción. En lenguaje PNL se trataría de cambiar
creencias. También veo una importante cercanía con la importancia que le otorga
al lenguaje. En el coaching ontológico se diría contar con nuevas distinciones,
hacer nuevos juicios, construir nuevas narrativas.
Finalmente, el autor se refiere a
la rueda de las perspectivas, la que permite introducir mayor flexibilidad y,
precisamente mayor perspectiva en el ámbito de las relaciones. Se le pide al
coachee que hable desde la primera posición,
es decir, su punto de vista. Luego se le pide que hable desde la segunda posición, que se cambie de
lugar y hable como la otra persona. Finalmente se le pide que se ponga a mitad
de camino entre las posiciones primera y segunda, adoptando la tercera posición, haciéndose coaching a
sí mismo, qué ve en esta relación, en qué están de acuerdo las dos personas,
donde está el conflicto, qué consejo le daría a la persona de la primera
posición.
Hace unas semanas atrás en un
coaching ejecutivo que estoy haciendo le solicité a mi coachee quien tiene un conflicto
importante con otra persona que escribiera la biografía de la otra persona en
primera persona. Escribió varias páginas con lo que sabe de la otra persona.
Luego al conversar me sorprendió grata y positivamente la empatía que mostraba
hacia el punto de vista de la otra persona y como ello le otorgó más
perspectiva y prudencia en la relación.
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