Me lo recomendó un alumno a quien
guío en su tesis de magister, lo he leído este verano y ha sido un muy buen
descubrimiento ya que expresa ideas que yo mismo he pensado alguna vez a
propósito de mi trabajo como profesor universitario o, ahora mismo, que me he
entusiasmado con comenzar a escribir de manera más asidua. Encontré un muy buen
resumen en el blog de Miguel Angel Pulido.
A partir de una descripción del
trabajo de Jung y otros (Mark Twain, Woody Allen, Bill Gates, J.K. Rowling, etc),
formula una distinción entre “trabajo a
fondo” o trabajo profundo y “trabajo
superficial”. El primero se refiere a “actividades profesionales que se
llevan a cabo en un estado de concentración desprovisto de distracciones, de
tal manera que las capacidades cognitivas llegan a su límite máximo. Este
esfuerzo crea valor, mejora las habilidades y no es fácil de replicar”. En
cambio, el segundo está “constituido por tareas que no son exigentes desde el
punto de vista cognitivo, tareas de tipo logístico que se suelen ejecutar en
medio de distracciones. Estos esfuerzos por lo general no crean gran valor en
el mundo y son fáciles de replicar”.
A continuación se dedica a
defender la importancia del trabajo profundo con diversos argumentos basado en
la hipótesis que “la aptitud para llevar a cabo un trabajo en profundidad es
cada vez más escasa, pero, al mismo tiempo, cada vez más valiosa en nuestra
economía. Como resultado de esta dinámica, triunfarán quienes cultiven esta aptitud
y hagan de ella el pilar de su vida laboral”.
Tanto la distinción entre trabajo
profundo y superficial, así como la argumentación respecto del valor y la
importancia del trabajo a fondo me han parecido notables. Estoy de acuerdo que
una de las competencias importantes que debe aprender cualquier persona que
quiera destacarse en algún campo es aprender a dedicarle tiempo y energía a ese
campo. No entiendo como podría ser que alguien, incluso en campos donde se
requiere creatividad, inspiración o pensamiento lateral, sólo pudiera
destacarse sin practicar, sin entrenar. Me recuerda haber leído un dicho a propósito
de escribir que dice que se requiere algo así como 1% inspiración y 99%
transpiración.
En el campo en el que yo mismo
trabajo (coaching ejecutivo – habilidades directivas) me sorprendo de aquellas
personas que realizan un curso de pocas horas y luego se declaran expertos sin
hacer más cursos, sin leer un libro, sin dedicar horas a entrenarse, sin hacer
aprendizaje continuo ni reflexionar en la acción acerca del trabajo realizado. A
estas alturas muchas veces lo juzgo arrogante y temerario.
Sostiene Newport que el trabajo
profundo es una destreza que tiene gran valor en la vida moderna, dado cómo se
comporta la economía de la información. Al respecto realiza una reflexión respecto
de que categorías profesionales tendrán éxito y concluye que serán los dueños
del capital, los trabajadores altamente calificados y las superestrellas.
Dejando de lado los primeros, el trabajo profundo beneficia a los que requieren
la capacidad de dominar rápidamente cosas difíciles y la aptitud para producir
a un nivel superior tanto en calidad como en velocidad, propicio para
trabajadores calificados y estrellas.
La idea propuesta por Newport me
recuerda la idea expuesta por Gladwell en relación a las 10 mil horas para
convertirse en maestro en algo. También me recuerda algo que le escuché a un
coach - mago hace tiempo atrás quien decía que para hacer magia hay que
practicar 800 veces, de modo que cuando se realiza el truco parece magia pero
es básicamente entrenamiento y práctica. Lo conecto también con la idea de experto expuesta por Karl Sveiby
En este sentido Newport utiliza
la distinción aportada por K Ericsson que le llama “práctica deliberada”, donde
nuestra atención se concentra firmemente en una destreza específica la que
estamos tratando de mejorar o en una idea que buscamos dominar y, se recibe
retroalimentación para corregir la visión y mantener la atención donde es
productiva.
Ahora bien y, en eso también estoy
de acuerdo con Newport, si las personas influyentes se dedican al trabajo
profundo, ello contrasta fuertemente con la tendencia a la falta de
familiaridad con dicho trabajo en muchos trabajadores del conocimiento
actuales, quienes en virtud de su dedicación excesiva a las redes sociales, al
correo electrónico o simplemente a la procastinación o distracción permanente,
son incapaces de dedicarse a un trabajo sostenido.
Podría pensarse que las
organizaciones debieran estimular el trabajo profundo y la paradoja es que con
muchas de sus prácticas (mensajes de texto instantáneo, presión para estar en
las redes sociales, trabajo en espacios abiertos), lo que hacen es
desincentivarlo y más bien reforzar el trabajo superficial, con lo que, la
buena noticia es que al ser cada vez más escaso, también será más valioso. Esto
puede ser una oportunidad para muchos profesionales en la actualidad.
Distingue algunos modos de
realizar trabajo profundo, cada uno con sus respectivas características:
Modo monástico: Esta filosofía se inclina por maximizar la profundidad eliminando o
reduciendo drásticamente las obligaciones superficiales. Este es el modelo en
que, para hacer trabajo profundo, es necesario aislarse y desconectarse por un
cierto periodo.
Modo bimodal: No siempre es necesario ni posible aislarse completamente del mundo como
un monje. En la filosofía bimodal se divide el tiempo de modo que se dedican
porciones claramente definidas a labores profundas y el resto queda para lo
demás. Durante el periodo profundo se actúa monásticamente y en el otro no se prioriza
la concentración.
Modo rítmico: Se inclina por el desarrollo de un hábito de trabajo profundo,
estableciendo sesiones de trabajo profundo regulares, ritualizadas de algún
modo, para que no sea necesario invertir mucha energía en decidir cómo y cuándo
hacer trabajo profundo.
Modo periodístico: Se trata de trabajar en cualquier momento, con profundidad. Similar a los
periodistas que tienen una fecha de entrega límite y tienen que concentrarse
aunque a su alrededor haya ruido y agitación.
No lo dice el autor, pero me
imagino que en el modo monástico uno
se toma un mes de aislamiento para hacer trabajo profundo, en el modo bimodal, se dedica un día a la
semana a trabajar en el proyecto profundo y el resto de la semana normal; en el
modo rítmico, dedica una hora
diaria, todos los días y en el modo
periodístico cuando puede.
Finalmente, propone algunas
reglas, necesarias de considerar para efectos de convertir en espacio
productivo el trabajo en profundidad. Al respecto.
Organizar el tiempo: Tratar el tiempo con respeto. Estructurar la jornada, mezclando organización
y flexibilidad, teniendo claro los propósitos que se quieren alcanzar ya que si
uno no se organiza es muy sencillo que el tiempo se consuma navegando por
internet, contestando correos electrónicos y concluyendo el día con la
sensación de no haber avanzado.
Aprovechar al máximo el trabajo profundo: Además de los cuatro estilos ya citados, propone
establecer rituales para realizar trabajo profundo. Estos rituales deben
considerar pautas, donde trabajar, como trabajar una vez que se comienza y un
ritual de cierre. También implican respetar tiempos de descanso y recuperación
para poder desconectarse y recuperar energía. Cuando trabajes, trabajo duro.
Cuando lo dejes, déjalo por completo.
Aprender a aburrirse: La habilidad para concentrarse intensamente es una habilidad que se puede
entrenar. Por ello se requiere entrenarlo y, a la vez, aprender a distraerse, a
aburrirse. La filosofía debiera ser “más que encontrar un espacio en la
distracción para concentrarse encontrar un espacio en la concentración para
distraerse”.
Alejarse de las redes sociales: Considerar a priori que estar conectado es positivo y
desconectado negativo puede ser una gran equivocación ya que la utilización
indiscriminada de la red consume energía, tiempo y atención, recursos que
entonces no están disponibles para el trabajo profundo.
Me ha gustado mucho el libro y me
ha hecho mucho sentido en este momento profesional en que me encuentro. He
concluido con la ayuda de mi amigo Mauricio Bertero, la edición del libro “herramientas de liderazgo y coaching”
y me propongo escribir dos libros más durante el año que sinteticen lo que han
sido mis aprendizajes como psicólogo organizacional y coach ejecutivo, además
de las muchas lecturas que sigo haciendo todo el tiempo.
Precisamente, descubro como
muchas veces el trabajo superficial me saca de mi objetivo de seguir
aprendiendo y escribir, por lo que tomaré varios de los consejos del autor. No
pienso volverme un monje pero si adoptar algunas prácticas para incursionar más
en el trabajo en profundidad.