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miércoles, 23 de noviembre de 2022

4 mil semanas. Gestión del tiempo para mortales por Oliver Burkeman

 


Llevo varias semanas revisando literatura sobre la gestión del tiempo, ya que es un tema que me apremia continuamente pues cada vez que hago coaching ejecutivo me aparece el tópico, “es que no tengo tiempo”, “es que no me alcanza el día”, “que los incendios me consumen”. Frente a ello voy a mis libros habituales, “la fábrica del tiempo”, “primero lo primero de Covey” y otros más centrado en la efectividad en el uso del tiempo. Por esto al principio el libro me decepcionó ya que no encontré lo que buscaba y, regalo de la vida, me abrió a mirar el tema con otra mirada y no hago más que recomendarlo a todo el mundo hoy día.

Si uno viviera 80 años viviría aproximadamente 4 mil semanas, asumiendo que viviéramos 80 años, ya que podríamos vivir menos y eso nos dejaría con menos semanas aún. En mi caso ya llevaría 2650 semanas, según el cálculo de Burkeman y quizás cuantas me quedan disponibles en la cuenta. El misterio de la vida no más. Además, de las primeras semanas ni nos acordamos ya que gracias a la “amnesia infantil” están borradas de nuestra memoria y son más bien los otros (nuestros padres, abuelos, tíos, hermanos mayores) quienes se acuerdan por nosotros, o sea las vivimos, pero no nos acordamos, por lo que ponerlas en la cuenta no se si tiene mucho valor. Raya para la suma: Si vivimos 80 años y no nos acordamos de los primeros 5 años, contamos con algo así como 3750 semanas de vida.

Constatar este dato lleva a muchísimas conclusiones que son las que va desarrollando el autor a lo largo del libro. Una de estas es que una de las principales preocupaciones del ser humano debiera ser “la gestión del tiempo”, ya que la vida no es más que gestionar tiempo, el poco tiempo que nos es dado vivir. Y, lamentablemente la disciplina de la gestión del tiempo, asociada a la productividad, se enfoca en aumentar la relación entre el trabajo y el uso del tiempo, haciendo más cosas en el mismo tiempo, más que celebrar que estamos vivos y podemos disfrutar esta vida que nos ha sido dada.

Desde la perspectiva del autor esto no es sólo tonto, sino que también inútil. Nunca podremos hacer todo lo que queramos, necesariamente tenemos que aprender a priorizar, a definir que es lo importante de hacer y que es innecesario. Y esto no se refiere solo al trabajo, se refiere a la vida misma. No podemos hacer todo lo que nos gustaría, tenemos que elegir que hacemos y que dejamos de hacer, lo que nos conecta con la libertad (u obligación) de aprender a elegir asumiendo los costos de lo no elegido.

Aprender a priorizar el tiempo del que disponemos puede ser el gran aprendizaje de la vida creo yo, ya que muchas veces ocupamos horas valiosas en inutilidades. Por eso disfrutar la vida, compartir con los seres queridos, cultivar los gustos y las pasiones, “trabajar menos” me parece cada vez más relevante, porque al final, en poco tiempo, estaremos todos muertos. Esto me recuerda el trabajo de Bronnie Ware sobre los “5 arrepentimientos de la vida”, uno de los cuales precisamente no es haber trabajado más. Por eso que tenemos que usar bien el tiempo laboral, trabajar las horas justas y reducir la procastinación.

Y, para lograr este objetivo, de hacer un buen uso del tiempo, ya que es finito y no podemos hacer más de lo que podemos hacer propone una lista de diez ideas para hacer un buen uso del tiempo. Estas son:

1 Adoptar un modelo de volumen fijo en la productividad.

2 Abordar proyectos de uno en uno.

3 Decidir de antemano en que fallar.

4 Centrarse en lo que ya has hecho y no en lo que te queda por hacer.

5 Poner foco en la empatía.

6 Emplear la tecnología aburrida y que sirva para un solo propósito.

7 Buscar la novedad en lo mundano.

8 Ser un investigador en las relaciones.

9 Cultivar la generosidad instantánea.

10 Ejercitar la capacidad de no hacer nada.

A propósito, no voy a desarrollar las diez recomendaciones para que mis amig@s, alumn@s y quienes lean este post, sientan curiosidad y lean el libro para revisar las recomendaciones con más detalle.

Gracias Oliver por tan buen material, cuando haga la lista de los libros de este año 2022 estarás en los top ten.

viernes, 9 de junio de 2017

Andrés Pucheu, coaching para la efectividad organizacional: modelos, técnicas y ejemplos de aplicación.



Mi alumno Carlos Parada me sugirió revisar este libro de Andrés Pucheu y ha sido un buen descubrimiento. Si dejo de lado un cierto “dejo psicoanalítico” en varios de sus planteamientos tiene muy buenas distinciones, presenta el campo del coaching en organizaciones y, de un modo serio y académico, propone reflexiones sobre el contexto del coaching, sobre el coaching desde el punto de vista del cliente – coach y organización, sobre orientaciones teóricas, sobre técnicas, sobre situaciones habituales y sobre situaciones en las que es necesario derivar a otros profesionales.

Previo a iniciar la presentación de las diversas temáticas, plantea que el coaching es un campo que se encuentra en pleno desarrollo, que no hay requisitos formales para ejercerlo y además no se encuentra regulado razón por la cual se pueden cometer muchos errores, llamando a la prudencia de quienes lo ejercen.

No puedo estar más de acuerdo con Andrés en este planteamiento inicial, a cada rato nos informamos de personas que han hecho algún curso sencillo, de algunos días, cursos genéricos, y ya se declaran coaches ejecutivos, sin explicitar al cliente su efectiva preparación. Además, también sabemos de personas que si bien pueden haberse formado como coaches pero carecen de la más mínima formación en el ámbito organizacional, careciendo de distinciones en el campo y actuando con una gran ceguera.

Por eso Pucheu señala, de entrada, que para desempeñarse como coach en el ámbito de organizaciones un coach debiera formarse en cinco ámbitos: comprensión del entorno del mercado y la manera en que funcionan las empresas, comprender los roles, desafíos y modelos de acción requeridos en las posiciones claves, aplicar modelos y técnicas de ayuda, desarrollar capacidad para discriminar lo que puede y no puede hacer y, finalmente, cultivar integridad profesional.

Esta última es de gran importancia, pues la integridad indica, no sólo a un coach, sino que a cualquier profesional, la importancia de operar en relación a la efectiva competencia, de declarar conflictos de interés cuando ellos ocurren, de continuar formándose permanentemente y, sobre todo, de actuar en pro del beneficio de nuestros clientes. Ello implica, además a mi entender, la importancia de pedir ayuda en casos más difíciles y de estar conectados en redes de formación y aprendizaje permanente.

Me parece pertinente el libro cuando afirma que “precisamente porque el coaching se ha hecho crecientemente popular, sustituyendo a diversas intervenciones en capacitación, clima desarrollo de capacidades o ajustes en cultura organizacional, es que sigue siendo un ámbito de acción difuso y en el que no está muy claro que es lo que se busca o cómo se debiera poder evaluar su calidad” (pág. 28). Por ello, clarifica los niveles de intervención organizacional y discute como cabe en ellos el coaching.

A juicio del autor estos niveles serían (pág. 28):


Nivel


No cumple con un compromiso, por ejemplo, la entrega de un informe.
6
Problema organizacional.
La planificación central es inadecuada, generando conflictos debido a un diseño organizacional incompleto o disfuncional.
5
Problema en el diseño de un proceso o función staff
Los procesos de generación de información no son confiables, los sujetos debe responder a imprevistos sin los recursos adecuados.
4
Problemas de coordinación inter unidad
Existen problemas de coordinación en la cadena de valor, de modo que no cumplió porque no le cumplen.
3
Problemas en el carácter del sujeto
No le importan los problemas causados al cliente o jefe, así como el daño a su imagen.
2
Problemas al nivel de la capacidad individual
No cuenta con información adecuada respecto a su capacidad de respuesta y asumió un compromiso que no podía cumplir.
1
Error corregible por acuerdo.
Error en la comunicación. No comprendió una fecha.

El coaching como intervención podría situarse en el nivel 2 y 3 según el autor, el que admite que pueden existir variaciones como el coaching de equipos que se puede situar en el nivel 4. No obstante lo anterior, creo que un buen coach puede trabajar con su cliente en cualquier nivel siempre que tenga claridad respecto de estas distinciones y enfoque su acción de manera sistémica. Creo que un coach debe ser muy cuidadoso en interpretar en qué nivel se sitúan los “dolores organizacionales” de sus clientes, de modo de no responsabilizarlo por algo que está situado en otro lado.

Otro aspecto interesante que trata el libro es el proceso del coaching desde el cliente. En este punto reflexiona el autor acerca de las posibles características iniciales del cliente. Entre ellas destaca:

(1)   Cree que lo que piensa es un reflejo correcto de la realidad y que por lo tanto las demás opiniones y puntos de vista son innecesarios o errados.
(2)   No es capaz de pensar sobre las diferencias entre sus modelos mentales y la realidad, por lo que experimenta una creciente ansiedad al advertir los desajustes.
(3)   No ha tenido modelos o experiencias que le permitan generar estrategias adecuadas a los desafíos que enfrenta.
(4)   No cuenta con las competencias necesarias para implementar los planes de acción que es necesario implementar.
(5)   Cree que debe mantener lealtades o comportamientos adecuados a condiciones distintas que las que experimenta.
(6)   Ha deteriorado las confianzas y afectos que le permitirían recibir apoyo.
(7)   Ha construido una representación fantasiosa de sí mismo y los demás, lo que lo lleva a alterar el significado de los comportamientos de los otros, erotizando, agrediendo o evitando incluso al coach.

Comentar cada uno de estos en particular tomaría bastante tiempo, sin embargo, parece ser la característica inicial de cualquier proceso de coaching, advertir que el coachee se encuentra en algún desajuste entre sus creencias, capacidades, ideas y los desafíos de los que le corresponde hacerse cargo. En algunos casos este desajuste puede ser muy significativo, en otros puede ser menor. Por ello, al inicio de cualquier coaching es esencial discutir con el cliente sobre estos déficits y plantearse en un rol de ayuda, apoyo y recurso para acompañarlo en su desarrollo. En ello la confianza en la relación establecida es fundamental.

El autor se enfoca luego en el coaching desde el coach, para lo cual trae a colación a Gerard Egan, quien desarrolla lo que se conoce como el “modelo básico de ayuda”, aplicable a cualquier psicoterapia y al coaching mismo. Dice Egan que la ayuda tiene tres etapas:

(1)   Clarificación o re conceptualización del problema, el cliente debe dedicarse a expresar y analizar sus percepciones y afectos, de tal modo que pueda identificar los elementos en los que debe intervenir. Para esto se debe facilitar la exploración y apoyar en el manejo de los afectos.
(2)   Se orienta a la identificación de metas, donde se establecen sus metas y estrategias adecuadas para alcanzarlas.
(3)   Se implementan los planes  de acción y se apoya al cliente a entender desafíos y fortalecer sus capacidades.

En este modelo debe entenderse que el “ayudador” no sólo está resolviendo un problema específico sino que traspasando las competencias para enfrentar los problemas que puedan no ser previsibles en el momento actual. Esto último me parece especialmente interesante a los efectos del coaching, ayudamos al cliente a resolver un problema a cierto nivel, a otro, lo acompañamos a “cambiar su observador” y, por lo tanto, desarrollar nuevas competencias, nuevas prácticas, nuevos modos de verse a sí mismo, que le hagan más fácil en el futuro hacerse cargo de la dificultad que lo trajo al coaching.

El autor describe las distintas orientaciones teóricas en coaching, realizando una clasificación entre enfoques conductuales, sistémicos, psicodinámicos, humanistas y transpersonales. Aquí “queda al debe”, ya que cada modelo da para muchos capítulos y la profundidad con los que los aborda es muy baja a mi entender.

Finalmente, describe las principales técnicas del coaching, donde describe: escucha, énfasis o marcación, preguntas, reflejo, retroalimentación y confrontación, interpretación, contar anécdotas o historias, modelaje y ensayo, uso de instrumentos para guía y práctica, asignación de tareas. De nuevo queda “al debe” según mi parecer, ya que mezcla distintas técnicas, de distinta complejidad y de distinto impacto en el coachee.

El libro concluye con una presentación de situaciones habituales y casos prácticos de análisis.

Como dije al principio, me parece un esfuerzo serio y académico de “ordenar” el mundo del coaching en organizaciones, generando un marco o “rayado de cancha” de esta disciplina emergente, presentando modelos, autores y enfoques de manera sistémica para comprender el campo. Todos los coaches que trabajan en este campo debieran tenerla en su escritorio.

Obras como estas son bienvenidas, ya que confirman la seriedad de este campo, que más allá de la moda que pueda tener, emerge como una oportunidad para que personas, equipos y organizaciones contribuyan mejor a sus logros y de ese modo, a toda la sociedad.