Difícil dárselas de futurólogo
cuando puede bastar un evento de baja probabilidad y alto impacto para cambiar
por completo la historia humana como dice Nassim Taleb en El cisne Negro, eventos que dadas esas
características nos cuesta muchísimo como seres humanos poder anticipar.
Difícil también ocuparse del
futuro cuando la mayor parte de nuestras preocupaciones gira en torno a
preocupaciones propias de la rutina de la vida como nuestro trabajo, nuestra
familia, los amigos, el futbol, la serie de moda o cualquier otra cosa. Para
que decir si las preocupaciones se centran en la enfermedad de un ser querido o
la propia o buscar trabajo si carecemos del mismo.
Tampoco resulta fácil identificar
grandes tendencias sistémicas y luego extrapolar que podría ocurrir con ellas
en el futuro, más aún cuando el mismo término futuro puede ser enormemente
discutible, ¿tres años?, ¿cinco años?, ¿cincuenta años?. En estos tiempos VUCA parece a veces mejor vivir en el
presente y adaptarse a lo que pueda ocurrir sin pensar si quiera que podría ser
aquello.
Ya he citado un libro de Yuval Noah Harari en este blog con anterioridad y
creo que hace un trabajo de síntesis envidiable que ya quisiera yo mismo
realizar. El libro “21 lecciones para el siglo XXI” está “recién salido del horno”
y tiene interesantes reflexiones no para anticipar un futuro incierto pero si
para navegar en él.
A diferencia de todas las
generaciones anteriores a la nuestra no carecemos de información sino que por
el contrario contamos con mucha, razón por la que contar con un mapa, una
interpretación coherente y clara del mundo puede ser valioso. Dice el autor que
ese es su trabajo como historiador, “no puedo proporcionar a la gente comida ni
ropa, pero si intentar ofrecer cierta claridad y de este modo contribuir a
nivelar el terreno de juego global”. Estoy de acuerdo con él y creo que muchas
veces ese trabajo puede ser mucho más valioso que meramente proporcionar ropa o
comida. Pensar de manera crítica acerca del mundo en que vivimos, de las
fuerzas que modelan nuestra sociedad y de todos los intereses que crean este
mundo puede requerir un esfuerzo intelectual y de consciencia, difícil en
tiempos de superficialidad y de pan y circo para quienes ejercen el poder.
Comienza el capítulo 1 señalando
que “los humanos pensamos más en relatos que en hechos, números o ecuaciones y
cuanto más sencillo el relato mejor”. Por ello en cada capítulo presenta un
tema y luego una interpretación acerca del mismo. En algunos además agrega
datos o ejemplos ilustrativos. Difícil hacer un resumen del libro que se pasea
por temas como inmigración, terrorismo, religión, nacionalismo, comunidad,
guerra, religión, educación, etc. Destaco algunos temas que para mí resultan
relevantes.
Vivimos una época de cambio
tecnológico notorio, con muchísimas innovaciones. Al autor le llaman la
atención dos avances disruptivos, la revolución de la infotecnología y de la
biotecnología. La primera tiene relación con el avance la inteligencia
artificial y el procesamiento masivo de datos. La segunda tiene relación con el
desarrollo de la neurociencia y el conocimiento de lo “íntimo” y personal del
ser humano. Ambas revoluciones se conjugan en la actualidad.
Este cambio tecnológico está
produciendo efectos completamente impensados en diversos órdenes. Con algún
aire a las tesis de Rifkin y de Mc Affe, uno de ello es el efecto en el
mundo del trabajo, donde más que explotación como argumentaban muchísimos en
alguna época, está conduciendo a la “irrelevancia” de grupos enteros de
personas, las que tarde o temprano serán reemplazadas por algoritmos, por máquinas,
que realizan cualquier trabajo no solo repetitivo sino que trabajo cognitivo
con mejor calidad y eficiencia dado que integran una red con información
centralizada lo que les permite interactuar sistémicamente y ser más efectivas.
Los gobiernos pueden demorar algunos de estos cambios pero es correcto pensar
que vendrán si o si razón para comenzar a repensar nuestras profesiones, la
educación de nuestros hijos y como nos vamos a subir a dicho carro, más aún si
estamos en un país lejano donde mucho de aquello ni siquiera se está
inventando.
Otra consecuencia de estos
cambios tiene que ver con la complejidad. Dado el desarrollo de la IA puede
llegar el momento en que los mismos humanos no comprendamos los mismos sistemas
que hemos creado. Al respecto un buen ejemplo es el sistema financiero donde de
hecho ya con IA se toman decisiones acerca de qué acciones comprar o vender, lo
que no solo otorga mayor rapidez en las decisiones sino que aleja la misma
comprensibilidad del sistema completo de los seres humanos. Además, dado que la
IA implica aprendizaje las mismas máquinas pueden ir mejorando su desempeño,
ejemplos de estos algunos programas para jugar ajedrez, donde cita uno que sin
haber recibido mayores instrucciones a las pocas horas jugaba mejor que muchos
jugadores o que otros programas. Esto puede parecer ciencia ficción, “Matrix”,
por lo que tenemos que preguntarnos como vamos a interactuar con estas
tecnologías para usarlas en beneficio de lo humano y no al revés.
Y en relación a la revolución
biotecnológica, siempre el ámbito interno, el ámbito del alma humana había sido
el último reducto de la libertad personal. Hoy con todo tipo de sensores y
lectores se ha ampliado enormemente el conocimiento del cerebro y de la mente,
al punto de poder correlacionar estados externos con estados internos, por
ejemplo las emociones. La neurociencia usada para el marketing, para la política
y para la manipulación de toda clase. Si ello además se une con el uso de
macrodatos parece un sueño para cualquier dictador o experto en marketing, el
primero para imponer y controlar y el segundo, bueno, para lo mismo.
La gran consecuencia de todo esto
es que el relato liberal en el que se funda la democracia y la economía de
mercado se nos puede desmoronar sin un relato alternativo y de peso, ya que de
qué libertad podemos hablar cuando seamos irrelevantes económicamente y además
se puedan conocer nuestros estados internos profundos. De qué libre albedrío
podríamos hablar cuando basta con pulsar algunos botones internos y
manipularnos abiertamente. En términos políticos parece que nos encaminamos más
hacia “Un
mundo feliz” de Huxley, con toda la población alimentada, satisfecha,
feliz, sin preocupaciones, pero sin mayores posibilidades reales de elección.
Cuán perdidos están los políticos
y revolucionarios que siguen hablando de tierra, fábricas, capital, lucha de
clases. Si en algún momento las grandes luchas eran por la posesión de terrenos
o por la propiedad de las fábricas hoy en día la lucha tiene que ver con la
posesión de los datos, los que entregamos gratuitamente a facebook, linkedin o
google a cambio de un correo electrónico o alguna chuchería, similar a lo que
hicieron los nativos a los europeos en algún minuto de la colonización. ¿Tan
perdidos estamos?
La humanidad enfrenta desafíos
globales que nunca antes había enfrentado en que el cambio climático es el
mejor ejemplo, donde se requiere colaboración internacional ya que no es un
problema particular de ningún país ni grupo religioso, sino que un problema
para la humanidad en su conjunto. Ya decía al principio el autor como los seres
humanos construimos relatos, nuestro mejor recurso para generar cooperación
flexible a gran escala. Los relatos nacionalistas, religiosos, étnicos o de
cualquier naturaleza, relatos que además damos como verdaderos muchas veces no
nos están sirviendo para hacernos cargo de estos problemas por lo que
necesitamos construir otra historia.
El autor ve la esperanza en la
meditación (capítulo 21), como una manera de conocernos mejor a nosotros mismos
como seres humanos, de modo que le podamos ganar a los algoritmos y conectarnos
como humanidad. No estoy de acuerdo con él, me parece que la meditación muchas
veces es una actitud escapista, desconectada de los problemas del mundo que
requieren acción. Creo que el futuro está en la educación, donde además de
matemáticas deben enseñarse las 4Cs:
pensamiento crítico, comunicación, colaboración y creatividad. Creo que esa es
una buena pista acerca de donde debemos encaminar el futuro, además de la
construcción de un nuevo relato humano.
Como seres humanos hemos ido
pasando por diversos paradigmas: “la tierra es plana”, “la tierra es el centro
del universo”, “el sol es el centro del universo”, “el hombre es el centro del
universo”, “nuestro país es el centro del mundo”, “somos los elegidos por dios”
y cualquier otro paradigma, todos ellos desvirtuados por Darwin, Newton, Freud,
Einstein y otros. Ya es tiempo de ser humildes como dice Harari, no somos el
centro de nada, lo que nos da la enorme oportunidad de aprender a vivir de otro
modo, como familias, comunidades, países y como seres humanos.