Siempre me ha llamado la atención el fenómeno de aquellas personas que se desempeñan como jefaturas pero sus equipos no la consideran líderes. Además, por defecto profesional, dedicado al coaching ejecutivo, varias veces me ha tocado trabajar con personas en esa situación, con jefaturas que enfrentan dificultades de liderazgo, en algunos casos ayudándolas a salir adelante y en otros, a mi pesar, viendo cómo les va mal.
Esto me ha llevado a elaborar el
siguiente esquema de trabajo.
Alto
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Liderazgo / Autoridad
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Líder
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Jefe - Líder
|
|
Bajo
|
?
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Jefe
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Jefatura / Poder
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Bajo
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Alto
|
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En la literatura se suele
utilizar indistintamente los términos autoridad y poder, o liderazgo y jefatura,
sin embargo, yo creo que es valioso distinguirlos para apreciar estos fenómenos
con más nitidez y, además, poder operar o hacer algo con ellos para las
organizaciones y para las personas.
Cuando se habla de jefatura se
habla de una posición en la estructura organizacional, posición a la que se le
otorgan atribuciones o poder. Estas atribuciones son dadas al cargo y el
ocupante las toma y las utiliza de acuerdo también a su modo de ser. Algunas
personas se obnubilan con el poder y hacen un uso desmesurado del mismo (ver post). Otras lo toman con mucha
responsabilidad y lo ejercen con cuidado y criterio. Algunas personas usan más
poder del que el cargo les entrega. Otras utilizan menos de dicho poder.
Jeffrey Pfeffer en su libro “El
Poder en las organizaciones” define el poder como: “la capacidad de influir en
las conductas de cambiar el curso de los acontecimientos, de vencer
resistencias y de conseguir que la gente haga algo que de otro modo no haría”.
Creo que la última parte es la relevante, ya que el poder, por definición,
implica imponer a otros que realicen algo que de manera voluntaria no querrían
hacer.
El poder es parte de la vida y es
parte de las relaciones humanas. En el caso de las organizaciones es un recurso
para coordinar la acción y enfocarse en los objetivos organizacionales. Sin
embargo tiene un subproducto, el resentimiento,
estado de ánimo caracterizado por algo así como: “ok, no quiero hacer esto, lo
haré porque si no lo hago me irá mal pero algún día me las pagarás”.
Por ello los jefes (jefes en
términos genéricos) deben aprender a utilizar el poder que se les otorga, tema
que cualquier coaching ejecutivo con un jefe recién asumido debiera ser una
conversación central.
Otra cosa es el liderazgo. El
liderazgo emerge de manera espontánea en cualquier grupo humano, los líderes no
se designan ni se nombran por alguien, aparecen. Algunas veces alguien se
ofrece como tal y el grupo lo acepta, otras veces alguien propone a otras
persona y esta acepta y el grupo valida. El liderazgo es un fenómeno
situacional que dependerá de las características del grupo, de la situación, de
la tarea o del desafío que el grupo enfrenta. Incluso es situacional en
relación al tiempo, alguien que era líder de un grupo en un momento puede dejar
de serlo en otro momento.
Cuando se habla de liderazgo ya
no hablamos de poder, sino que se habla de “autoridad”, el grupo autoriza a
alguien para que lo conducta, lo dirija, lo coordine, lo represente, tome
decisiones, o cualquier otra acción. Y así como lo autoriza, también lo puede
desautorizar, quitándole autoridad si no está a la altura, si no cumple sus
promesas, si pierde credibilidad, si no da el ejemplo, si no sabe, si pierde
algún atributo que le daba atractivo.
(En esta distinción de autoridad
uso el término propuesto por Heifetz pero me alejo de su comprensión de la
autoridad ya que utiliza el término pero parece estar hablando de poder)
Muchas veces alguien se
desenvuelve como líder en un equipo y lo nombran jefe y deja de ser reconocido
como líder, ya que el grupo lo percibe como alguien que dejo de ser leal a sus
intereses y ahora es leal con la organización. En estos casos, esa persona
tiene que “reconstruir” su liderazgo, lo que algunos logran y otros no.
Hechas estas distinciones vuelvo
al mundo organizacional. En el mundo de las organizaciones hay personas que son
reconocidas como líderes y que no son jefes. Estas emergen espontáneamente y la
conducción que hacen de los grupos puede ser pro organización o contra
organización. Con ello la organización tiene poco que hacer más que
identificarlas y buscar alguna alianza con ellas para que apoyen los objetivos
organizacionales.
Creo que en el mundo
organizacional el desafío es trabajar con quienes se desempeñan en roles de
jefaturas, ya que el poder que el cargo les entrega no basta para llevar a los equipos
al logro de sus objetivos, ya que el poder es un recurso limitado, es un modo
de relación que no genera entusiasmo y que además, sobre todo si es mal
utilizado, genera resentimiento. El desafío de cualquier jefe en una
organización y de los consultores y coaches que los apoyamos es que consigan
liderazgo en sus equipos.
Por eso, la pregunta es ¿que
valoran los equipos para darles autoridad a sus jefes para que los conduzcan?
Mi intuición es que si bien esto ocurre espontáneamente y es difícil de
gestionar es que sobre una base de competencias técnicas sólidas, las
competencias conductuales o genéricas son fundamentales: aprender a conversar,
gestionar de buen modo las emociones, negociar de un modo ganar – ganar,
retroalimentar de manera constructiva, tener coherencia entre el decir y el
hacer, escuchar con atención y, en definitiva, usar más el “poder de la palabra”
genera en los colaboradores un efecto distinto que el mero uso del poder.
El coaching como modelo y como
práctica es una buena herramienta para esto, ya que desde un enfoque
conversacional sensibiliza a las jefaturas a mirar sus conversaciones, a mirar
su lenguaje – cuerpo y emociones, a integrarse más como personas, a mirar sus
cegueras para ser mejores personas.
No creo que el coaching deba
estar enfocado en dar más poder a los jefes, tiene que sensibilizarlos con su
buen uso, no con la renuncia a él. Tiene que estar enfocado en proponer, además
del poder, otros recursos.
¿Bastan estos recursos? No, no
bastan ya que además se requiere que los jefes participen de una cultura organizacional
donde se valore la colaboración, el trabajo en equipo, el trabajo bien hecho,
las conversaciones constructivas.
En mis cursos de “herramientas de
liderazgo y coaching” procuro compartir estos recursos para que mis alumnos
puedan desenvolverse mejor como jefes, ya que creo que buenos jefes hacen la
diferencia en la vida de muchas personas. Los buenos jefes consiguen resultados
organizacionales pero además consiguen que el clima y las relaciones humanas
sean más positivas, lo que impacta de algún modo u otro en la felicidad de las
personas. Al contrario, malos jefes, con pocos recursos, que sólo utilizan el
poder del cargo y que además lo mal utilizan, además de conseguir pocos
resultados en el largo plazo, le hacen la vida difícil a sus colaboradores, lo
que impacta en su calidad de vida y de sus familias.
El desempeño organizacional no
depende sólo de los jefes, también depende de los empleados comunes. Sin
embargo, en muchos lados, la responsabilidad que se le da a los jefes y por lo
cual además se los remunera, hace que sean un componente fundamental en la
organización. Además, en muchas organizaciones, con desarrollo de carrera
limitado, convertirse en jefe puede ser un eslabón en un desarrollo de carrera
profesional, por lo que hacerlo bien como tales es fundamental.
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