Me pareció un muy buen libro. Incluso publiqué en facebook
algo así como el mejor libro que he leído en años y recibí diversos comentarios.
Parece que este tema del poder genera pasiones y polémicas. Tal vez sea
exagerado mi comentario pues he leído otros
libros muy buenos, pero este me gustó por abordar un tema que se vive
mucho cuando trabajamos en una organización, sobre el que se habla poco
explícitamente y, además, sobre el que se va aprendiendo muchas veces a golpes
por la experiencia laboral.
Me ha parecido especialmente interesante porque además
coincide con que estoy viendo la serie “Game of Thrones” la que más allá de lo
anecdótico y la riqueza de los personajes versa sobre el poder y como
conquistarlo, mantenerlo y hacerlo crecer. Leí hace unos días atrás unos
comentarios muy certeros sobre esta serie de Luis Huete, del efecto del poder sobre sus
protagonistas, como este transforma a los personajes.
De vuelta al libro de Greene, este se organiza sobre lo que
los autores llama las 48 leyes del poder. En cada una de ellas describe algunas
transgresiones y observancias de dicha ley, con una interpretación respecto de
porque lo considera como tales. Finalmente, reflexiona sobre la ley que
describe y la naturaleza del poder.
Por ejemplo. La ley nº 1 “nunca le haga sombra a su amo”,
sobre la que dice: “esfuércese siempre por lograr que quienes están
jerárquicamente por encima de usted se sientan cómodos con su sensación de
superioridad. No permita que sus deseos de complacerlos o impresionarlos lo
induzcan a hacer ostentación de sus talentos y de su capacidad, ya que ello
podrá generar un efecto opuesto al deseado, es decir, inspirar temor e
inseguridad en sus superiores. Hágalos aparecer siempre más brillantes de lo
que en realidad son ….y accederá a la cumbre del poder”. Luego cuenta, como transgresión
la historia de Nicolás Fouquet, ministro de finanzas de Luis XIV y como
historia de observancia una anécdota de Galileo.
Otras leyes interesantes, la ley nº 2, “nunca confíe
demasiado en sus amigos, aprenda a utilizar a sus enemigos”, interesante, ya
que cuantas veces alguien muy cercano se siente dolido, enojado o resentido y
traiciona a un amigo contando sus debilidades o sus secretos. Ya distingue
Heifetz entre confidentes y aliados, cuidado con tener a los segundos por
amigos ya que pueden, de verdad, no serlo.
Otra ley interesante, la ley n1 19, “sepa con quien está
tratando, no ofenda a la persona equivocada”. Lo importante que es saber con
quién se está hablando o negociando, a veces alguien que parece poderoso sólo
tiene dicha apariencia y alguien, una persona menor, es mucho más poderosa de
lo que parece.
El mundo está lleno de juegos de poder y las organizaciones
no podrían ser menos. Hace unos días atrás salía la noticia que el presidente de EEUU Obama
había expulsado de su país a 35 diplomáticos rusos por interferir en las
elecciones presidenciales que ganó Trump y perdió Clinton. El Presidente Putin contestó algo así como que para que se iba a
hacer problema, que esperaría que llegara el nuevo presidente. Verdad o no,
algo que ocurre justo cuando Obama está con el síndrome de pato cojo. Esto que ocurre entre las grandes
potencias también ocurre en las organizaciones, no sólo públicas, privadas
también.
El libro habla del poder en general más que del poder en el
ámbito organizacional, basado en los trabajos de Maquiavelo, von Clausewitz o
Tsun Tzu. Propone de alguna manera que hay que aprender a jugar juegos de
poder, de modo de protegerse de las maquinaciones e intrigas y la descripción
de las leyes apunta a eso, a identificar juegos.
Recuerdo muchos años atrás cuando uno de los mejores jefes
que he tenido se presentaba donde su jefa y esta, que quería hacerle sentir que
ella mandaba, lo hacía esperar y hacer antesala, con cualquier argumento, de
modo que a él le quedara claro que quien fijaba los tiempos era ella. Mi jefe
se desesperaba, perdía el control y se dolía delante de todos por aquella
situación, los demás los observábamos y nos dolíamos con él. He leído por ahí
que eso es lo que hacía la ex presidenta Cristina Kirchner, llegar atrasada a
todos lados y que cuando alguien le representaba un atraso, señalaba que nunca
estaba atrasada porque todo comenzaba cuando ella llegaba o sea que los demás
andaban “adelantados”. Es cierto que a veces no cumplir con el horario es pura
mala educación, otras veces es una manifestación elocuente de poder, lo que
pasa cuando un médico especialista se atrasa y “no se puede decir nada” o
cuando en una entrevista de selección, el entrevistador llega tarde y el
postulante se queda callado, ya que “necesita el trabajo”
Es curioso el tema del poder, ya que nadie se atreve a
reconocer de manera explícita que aspira a tenerlo y mantenerlo. Es hasta
divertido escuchar a los candidatos presidenciales cuando dicen que “ya que el país
lo pide” o “que no es su interés, pero si tienen que sacrificarse por la
patria” o algún discurso parecido. Es divertido, pues muchos sospechamos que se
mueren de ganas de ir al sacrificio, su único deseo es ser presidente y no
escatiman esfuerzos ni recursos en lograrlo, sin embargo, parece poco
presentable declararlo explícitamente, más si es mujer.
Esto también tiene mucha relación con que quienes adquieren
poder luego no quieren dejarlo y se las arreglan para prolongar, legítima o
ilegítimamente, la duración de su poder. El caso del Presidente Evo Morales que ha cambiado la constitución,
hecho referéndums para quedarse y, ahora que todo le ha fallado, se las está
amañando para quedarse otro periodo y no irse. He visto esto en rectores,
decanos, gerentes, jefes. Parece una cierta constante que nadie que tiene poder
quiere dejarlo de buenas a primera. A veces en las organizaciones las gerencias
se prolongan por largos años, seleccionando gente muy similar unos a otros y
“poniendo” gente leal más que competente, lo que introduce falta de
efectividad. Para que hablar del sector público, donde muchas veces importa más
la lealtad partidaria, afinidad al poder de turno, que las competencias o la
preocupación por el ciudadano.
Las organizaciones pueden mirarse desde muchos ángulos: la
cultura, los procesos productivos, el clima organizacional, la estrategia, las
personas. Con esto quiero decir que la dimensión del poder no es la única que
hay que observar, ya que en cualquier organización suceden muchas cosas más que
sólo juegos de poder. Sin embargo, ello no implica que no haya que mirar el
tema del poder, ya que por ignorancia o ingenuidad se pueden cometer errores.
Si esto es tema para un profesional “común y corriente”, para aquellos que
miramos organizaciones y queremos que sean mejores lugares para trabajar no
podemos andar con esta ceguera.
En una organización hay una dimensión formal del poder que es
la que de alguna manera representa la estructura organizacional. Ello está
hecho para que “las cosas sucedan” y se logren los objetivos que la
organización busca. A veces este poder
se corrompe y quienes formalmente cuentan con poder para lograr objetivos,
hacen mal uso de aquel, ya sea persiguiendo otros objetivos (los propios) o
usando medios poco aceptados o poco legítimos. Esto me recuerda un trabajo que
hice en una empresa, donde el gerente había sido despedido por maltratar a las
personas, pidiéndoles que hicieran tareas que no correspondían a sus trabajos
formales y además haciendo un uso reiterado de modos tales como llamarlos y
hablar con los pies encima del escritorio, tratándolos a garabatos u otras
acciones parecidas.
En una organización hay una dimensión informal del poder, la
que no está representada en la estructura organizacional y que aun así impactan
en los objetivos que se persiguen, en las decisiones que se toman y en el modo
que las cosas se realizan. Este poder informal, en ocasiones, puede ser “más
poderoso” que el poder formal y actuar a favor o en contra de los intereses organizacionales.
Desconfío de la gente buena que dice que “no juega juegos de
poder”, que “persigue la pura felicidad de la gente” o que tiene una “moral
superior” u otras cosas parecidas. A veces esas personas juegan juegos de poder
y esconden que los juegan bajo estas apariencias nobles. Es la paradoja de
quienes tocan el timbre y piden un minuto de tiempo, sólo para darnos una
información pero por ningún motivo llevarnos a su religión.
La consultoría tiene estrecha relación con el poder, aunque
los consultores no lo sepamos o nos neguemos a aquello. Que objetivos busca un
consultor, con quien se reúne, que lenguaje utiliza, que sugerencias realiza.
Todas ellas son acciones que establecen alianzas con quienes ya tienen el poder
o con los que no lo tienen y que por lo tanto, debilitan a algún poderoso. A
veces los consultores somos utilizados en juegos de poder, haciendo que el
consultor haga algo que alguien no quiere aparecer haciendo y luego llevándolo
a pagar las cuentas, la estrategia de “sacar las castañas con la mano del
gato”.
Volviendo al libro. Todos tenemos mucho que aprender de este
tema. Primero para ver el poder. Segundo para aceptar que en el mundo se juegan
juegos de poder y que en las empresas, en particular, se juega mucho juego de
este tipo y, tercero para aprender a jugarlos sin salir dañados. El libro me da para varios post más, para comentar sobre
moral y poder, para hablar de psicología y poder, ya seguiremos con ello.
Encontré una versión on line del libro.
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