En Puntos Calientes, Lynda Gratton citaba
este libro de Theodore Zeldin. Lo leí muy rápido y lo encontré profundo e
inspirador, pese a tener pocas páginas y estar adornado con ilustraciones. Encontré
un buen resumen del libro, donde pueden
revisar sus ideas in extenso. Mayores antecedentes del autor en Wikipedia. He reflexionado sobre el
tema de las conversaciones con anterioridad. Ver post
1, post
2.
Inicia su libro comentando que “creo
que el siglo xxi necesita una nueva ambición para desarrollar no el habla, sino la conversación
que cambie a las personas. La verdadera conversación prende fuego. Se trata de
algo más que emitir y recibir información”. Aclara que no va a ofrecer una
colección de recetas para garantizar una forma de hablar que sorprenda a los
amigos. Dice “estoy interesado en un tipo de conversación que se emprende con
la voluntad de acabarla como una persona ligeramente diferente a la que se era
al principio”
Provocador, significativo, no se
trata de conversaciones triviales para matar el tiempo y el espacio entre las
personas, sino que conversaciones que generan algo poderoso en quienes
participan de ella. Las conversaciones tienen el poder de
transformarnos, no salimos igual de las conversaciones significativas, dejamos
de ser los mismos. Esto bien lo sabemos quienes nos dedicamos al coaching, se transforma
el coachee y se transforma el coach. Entrar a una conversación importante
creyendo que sólo el otro se transformará niega la oportunidad de aprender y
mirar la vida de otra manera.
Señala Zeldin, En la conversación no
se trata solo de conseguir información o compartir emociones, ni es únicamente
una manera de meter ideas en la cabeza de los demás, es un “encuentro de mentes
con recuerdos y costumbres diferentes”, cuando las mentes se encuentran se
transforman, se remodelan, extraen de ellas implicaciones diferentes y
emprenden nuevas sendas del pensamiento. Se parece a una chispa que crean dos
mentes.
No sé si sólo es un encuentro de
“mentes”, también es un encuentro donde participa la emocionalidad y en gran
medida la corporalidad. No es lo mismo tener una conversación con algunas
palabras que con otras, con unas emociones que con otras ni en una disposición
corporal que en otra. Aquí Zeldin pareciera pensar que los seres humanos sólo
tenemos “mente” y se olvida de otras dimensiones cruciales en cualquier danza
conversacional.
Piensa el autor que la conversación
cambia la manera en que vemos el mundo, e incluso, llega a cambiar el mundo. El
mundo es un conjunto de individuos en busca de un compañero, un amante, un gurú,
un Dios. Los acontecimientos más importantes que cambian la vida son los
encuentros de estos individuos.
Completamente de acuerdo, las
conversaciones, entendidas como acciones humanas tanto a nivel individual, como
a nivel de pareja, de grupos, de comunidades son las que generan los cambios.
Cada uno de nosotros es el producto de las conversaciones que ha tenido consigo
mismo, con sus padres, con sus amigos, con sus parejas, con sus profesores, con
los autores de los libros leídos, con los creadores de las películas vistas,
con Dios. Incluso, las conversaciones que no hemos tenido dan cuenta de quienes
somos como personas y como comunidades.
Plantea Zeldin que los seres humanos
hemos cambiado ya muchas veces el mundo al variar la manera en que mantenemos
conversaciones. Los mejores ejemplos son el renacimiento, la ilustración, la
modernidad, la posmodernidad. Ha llegado el momento de generar nuevas
conversaciones.
Estoy de acuerdo. Vivimos un momento
histórico en la humanidad, lleno de cambios sociales, tecnológicos,
demográficos, globales. Comunidades que antes se encontraban distantes ahora se
encuentran en el mismo espacio, el planeta ha llegado a ser una aldea y
requerimos urgentemente aprender a conversar de la convivencia, de la
cooperación por objetivos comunes a la humanidad y no de nuestras particulares
creencias y visiones egoístas.
A partir de ello se refiere a varios
dominios: la conversación amorosa, la conversación familiar y la conversación
en el lugar de trabajo.
Conversación
amorosa: A
lo largo de la historia hemos inventado numerosos tipos de conversación
amorosa, cada una de las cuales ha moldeado de manera diferente nuestras
relaciones, entre ellas la conversación de “pretender” una mujer, la conversación
de cortejo, la conversación civilizada y la conversación romántica. La tragedia
del siglo veinte ha sido que no ha desarrollado modelos para otro tipo de conversación
amorosa. Nos encontramos en una situación en que la generación actual otorga a
ambos sexos los mismos derechos y el mismo respeto, por ello la conversación es
el mejor medio para crear condiciones para esta igualdad. Las conversaciones
privadas en la pareja permiten añadir algo infinitamente precioso, adquirir
conciencia de lo mucho que un compañero puede contribuir al propio desarrollo
intelectual, moral y emocional.
Conversación
familiar:
Existe el mito que la conversación fue en su momento la columna vertebral de la
vida familiar y no es tan nítido que así haya sido. La conversación familiar
florece si se ve a la familia como un lugar seguro para realizar
descubrimientos sobre el mundo y para discutirlos y digerirlos sin miedo. En
esto, la comida familiar desempeña un papel central. La conversación familiar
tiene como tema central implícito como personas de temperamento y edades
diferentes pueden vivir juntas.
Conversación
en el lugar de trabajo: La forma en que hablamos en la oficina o en la fábrica
marca el trabajo que realizamos. El
trabajo consiste cada vez más en hablar. De hecho, en todas partes cuanto más
se sube en la jerarquía más tiempo se pasa hablando. Sin embargo, cuanto más
hablamos más se van reduciendo los temas sobre los que podemos hablar con
confianza ya que casi todos nos hemos convertido en expertos, especializados en
alguna actividad. Esta especialización debe ser equilibrada, por ello los
líderes industriales se han dado cuenta que deben ir en la dirección del renacimiento
(en el sentido de convertirse en generalista), un ejecutivo empieza como
especialista pero cuando llega a la cima se convierte en generalista porque
tiene que comprender el mundo en su conjunto y, en ello, son unos aficionados.
No puedo estar más de acuerdo con
Zeldin, el mundo organizacional es un mundo de conversaciones, donde se
inventan posibilidades, donde se declara identidad, donde se establecen metas y
propósitos, donde se superan dificultades o problemas, donde la gente establece
relaciones de confianza o conflicto. Aprender a conversar de buena manera, de
manera eficaz y eficiente es la manera de aprender a trabajar hoy en día en
todas las profesiones.
Es interesante como esta mirada, que
adquiere cada vez mayor valor es ignorada en muchos programas educativos
gerenciales y, de manera algo despectiva se le llaman “habilidades blandas”,
sin comprender el giro que está teniendo lugar en esta época que vivimos. Me
sorprende como tanta gente que viene de las áreas “duras” busca de manera
desesperada tips, claves, checklists para trabajar con otros sin
percatarse que hablar mejor, escuchar más profundo, conversar con más
sinceridad por si solas y combinadas pueden generar nuevos espacios de
desarrollo.
A partir de estas distinciones, Zeldin
aboga porque el siglo XXI inicie nuevos tipos de diálogos, dice “valoro las
conversaciones que son encuentros en la frontera de lo que entiendo y lo que
no, con personas que son muy diferentes de mí. Me gustan las conversaciones que
descubren que personas con puntos de partida muy diferentes pueden alcanzar un
acuerdo sobre algunos temas, por muy limitados que sean”
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