Viernes, 18.30
horas de la tarde. Me preparo para comenzar clases de magister en poco rato
más. Esta vez se trata del Magister en Liderazgo, comunicación y recursos
humanos que realiza la Universidad de La Serena. En pocas semanas más me
corresponde en el Magister en Administración de la Universidad Católica del
Norte, Coquimbo.
Siempre me pasa
antes de comenzar la primera clase el tener una sensación de hormigueo en mí
estómago, de guata apretada, ¿cómo serán los alumnos?, ¿cómo “engancharemos”?, ¿les
interesará lo que vengo a enseñarles?, ¿será una buena experiencia? La mayor
parte de las veces las respuestas son positivas pero igual me hago estas
preguntas y mí cuerpo reacciona acorde a esta pequeña ansiedad.
Y, creo que es
bueno que esto suceda, yo lo interpreto como la preocupación por hacer las
cosas bien, por hacer un trabajo académico que le sirva a las personas, por
ponerme al servicio de mis estudiantes en algo que les resulte útil y valioso.
Creo que si me sintiera seguro, sin esta sensación, a lo mejor no sería
tranquilidad, sino que sería algo más parecido a la arrogancia. Soy competente,
estoy seguro de lo que sé, he estudiado mucho y quiero hacerlo bien. Y no
quiero perder la humildad del aprendiz, que está permanentemente leyendo,
formándose, haciéndose preguntas.
En este sentido,
siento que uno de los trabajos más hermosos es el trabajo de ser profesor y
enseñar. A mí me gusta esto de ser profesor universitario, siento que en las
oportunidades que trabajo con alumnos aprendo montones, de las preguntas, de
las miradas, de las observaciones, de las actitudes, incluso de las
experiencias que los alumnos traen a la clase. Con alumnos de postgrado me
resulta mucho más fácil, con pregrado me cuesta más. Parece que me estoy
poniendo más viejo.
He ido aprendiendo
que en esto de "profesorar" no se trata sólo de enseñar teoría o técnicas,
también se trata de compartir como seres humanos. Hoy tomaba un café con mí amiga
Paulina Gutiérrez, que realiza un doctorado en Educación en Estados Unidos, de
la importancia que tiene el profesor en el aprendizaje, no cuanto sabe el
profesor, sino que tipo de ser humano es, si es cercano, si es afectivo, si es
preocupado, si es atento, si se pone al servicio. Yo comparto su apreciación,
esto no es pura técnico o conceptos, se trata de una relación humana. Esto me
hace pensar también que a veces ponemos el foco en el lugar equivocado, la
Universidad no es el edificio ni los libros, sino las personas que en una
relación conversacional, dialógica, construyen nuevos mundos.
Me pongo al
servicio de mis alumnos, como puedo ayudarles en su proceso de aprendizaje, en
sus respectivas búsquedas de sentido. Y esto no sólo incluye el aula, también
incluye nuestra relación fuera del aula y post clases. Yo siento que soy una
red para mis alumnos, así como ellos son una red para mí. Es bonito esto de las
redes, muchas veces llegan mis ex alumnos a pedirme que les revise el
curriculum o que les sugiera algún tema de investigación o cosas más banales
como cuanto cobrar por un trabajo. Siento que esto hace trascendente el trabajo
de profesor, mantener una relación posterior de cariño, de respeto y de
cooperación mutua.
Los alumnos ya no
son como antes, es verdad, la tecnología cambia de manera acelerada nuestras
interacciones y es bueno que nos subamos a la era del facebook, linkedin,
dropbox, skype y otros programas. Esto tiene un lado oscuro, nos aleja muchas
veces en vez de encontrarnos. Tiene un lado luminoso también, nos presiona por
aprender, por aprender más rápido, por ser más flexibles, por innovar, y eso me
gusta cada vez más.
Me imagino que esto
que siento, este estomago apretado, es lo que le debe pasar a los futbolistas
antes de entrar a la cancha a jugar un partido, sobre todo cuando se trata de
un partido importante. Lo bonito es que después de estar jugando en la cancha
los nervios se van y “jugamos el partido”. Eso es lo que me suele pasar, entro
a la cancha y disfruto más lo que hago. A veces me carcajeo, me río con mis
alumnos. Esto me hace recordar la importancia de no caer en la gravedad.
Espero que esta sea
una gran oportunidad de aprendizaje mutuo, inolvidable tanto para mis
estudiantes como para mí. He sido alumno muchas veces y me daría vergüenza
pasar sin hacer una diferencia.