Lo compré hace tiempo ya que el título me pareció prometedor pues
se refería a cómo educar el talento, algo tan necesario y prioritario en las
organizaciones de hoy.
Sin embargo me encontré con un libro que se refería más a temas
educacionales que organizacionales y lo he leído con mucho agrado, deteniéndome
en la multitud de autores que cita y conectando sus ideas con mis propias
vivencias como papá y como profesional que también le toca trabajar en
contextos educativos.
Sin ir más lejos hoy día mismo, en poco rato más, me toca dar
una charla de bienvenida a los padres nuevos en un colegio. Voy con dos
sombreros, el de apoderado del mismo colegio, interesado en que ahí haya un
ambiente educativo rico para mis propios hijos y como psicólogo-coach-consultor
inquieto por el mundo que vivimos actualmente y por todo el aprendizaje que se
nos viene, no sólo aprendizaje de matemáticas, historia o lenguas extranjeras
sino que el aprendizaje importante, el que sirve para la vida.
No soy experto en educación por lo que ha sido un gusto
aprender más sobre el tema. Sin embargo, creo que la educación tiene grandes
temas organizacionales, de gestión estratégica y de relaciones humanas por lo
que quienes trabajamos en estos temas tenemos bastante que decir. Estoy de
acuerdo con Clemenceau
cuando decía algo así como que “la guerra es tan importante que no se puede
dejar en manos de los generales”, creo que lo mismo se aplica a educación, es
tan importante que no se puede dejar sólo en manos de los profesores, por
importantes que ellos sean.
Tal vez por eso mismo me ha tocado mucho últimamente involucrarme
en varios proyectos en colegios, los que disfruto mucho, sobre todo al ser una
voz distinta de las que escuchan siempre, ayudando a abrir nuevas
conversaciones.
Hace un año ya hablaba
de lo mismo a propósito de la entrada de mi hija mayor a cuarto medio y los
desafíos que me imaginaba se le venían al terminar el colegio y entrar a la
Universidad. También hablaba del tema educación a propósito del Elemento
de Ken Robinson.
Dice José Antonio Marina que educar es la actividad
fundacional de la especie humana. La evolución biológica se ha prolongado en evolución
cultural, cuya esencia es la educación. Dice “al nacer un niño es pura biología,
pocos años después, ha aprendido a hablar, a regular emociones, a establecer vínculos
con los demás, a controlar su comportamiento. Se ha convertido en un ser
cultural”.
El objetivo de la educación es desarrollar el talento de los
individuos y las colectividades, entendiendo el talento como “inteligencia
triunfante”, es decir, inteligencia que resuelve problemas y avanza con resolución,
incluye logro, excelencia, eficacia. Como hay muchas inteligencias, puede haber
muchos talentos distintos, cada uno de los cuales supone un especial tipo de
destrezas.
En este punto se conecta con las ideas de Gardner, quien propone
el concepto de inteligencias múltiples. Pienso al respecto, como cambia tanto
la educación desde el jardín infantil o la educación básica a la educación media,
aumentando la primacía de las matemáticas o el lenguaje en desmedro de otras
materias que en esos niveles iniciales son fundamentales. Me hace recordar las
ideas de Richard
Florida, respecto de cómo la creatividad la llevará en este siglo y lo poco
que se desarrolla dicha inteligencia.
Relaciono también estas ideas con una conversación que tenía
precisamente con el director de un colegio, quien me comentaba lo mucho que les
cuesta cambiar los modos tradicionales de educar, frontales, con tareas para la
casa, enfocados en memorizar, con el profesor como dueño del conocimiento,
priorizando las notas o los resultados en pruebas tipo simce o psu. Me llamaba
la atención que la resistencia a la innovación no era solamente de los
profesores sino que de los propios padres.
Destaca José Antonio Marina que la inteligencia práctica es
fundamental, ya que administra a cualquier otra inteligencia, entendiendo esta
inteligencia como la que guía nuestra vida, nuestros proyectos, emociones, éxitos
y fracasos. Esta inteligencia práctica tiene relación no con conocer las soluciones
a problemas sino que cuando se ponen en práctica, lo que es más difícil ya que
pone en juego la situación concreta, los deseos, miedos, expectativas e
intereses. Cuanta gente sabe lo que tiene que hacer, pero no lo hace ya que no
tiene esa inteligencia para llevarlo a cabo. En el mundo organizacional podríamos
hablar de competencias.
A partir de todo esto propone que la inteligencia, se puede
referir a dos niveles, la inteligencia generadora y la inteligencia ejecutiva.
La primera es la matriz de la vida consciente donde se generan deseos, sentimientos
e ideas. La segunda, la que supervisa, evalúa y dirige la acción. Todos los hábitos
se pueden referir a cualquiera de los dos niveles.
En relación a la inteligencia generadora: Esta es la parte de
la inteligencia que produce deseos, sentimientos, ideas y soluciones a
problemas, donde se comprende. Suele funcionar de modo inconsciente y sólo se
hacen conscientes sus resultados. Es educable, lo que se puede hacer a partir
de las habilidades innatas + participación en proyectos + entrenamiento.
Destaca que la inteligencia generadora no es ilimitada, pero
podemos hacer mejor uso de ella. Algo así como “hacer buen juego con las cartas
que nos toquen”. Se refiere a los deseos, a los sentimientos y a las ideas con
profundidad, aportando en cada temática datos y perspectivas de autores como
Gardner, Bruner, Kagan, Gotmann, Minski, Beck, Damasio y otros autores.
La inteligencia ejecutiva es un logro del ser humano. No es
una capacidad innata sino que es aprendida como resultado de la presión social.
En un momento de la evolución el ser humano aprendió a decir no al estímulo y
dirigir el comportamiento a partir de cosas anticipadas, por ello se puede
planificar, poner atención, utilizar el lenguaje y hacer la mirada inteligente.
Para el desarrollo de la inteligencia ejecutiva es
fundamental el desarrollo y educación de la voluntad, palabra poco utilizada en
la psicología actual, lo que requiere inhibir impulsos, deliberar, decidir y
ejecutar los proyectos, obedeciendo a normas propias.
Estoy muy de acuerdo con esta distinción. Conozco gente
brillante que precisamente tiene dificultades con la inteligencia ejecutiva:
establecer objetivos, gestionar sus deseos para transformarlos en proyectos,
disciplinar la atención y ponerse propósitos importantes, tomar decisiones con
protagonismo, analizar la relación fines – medios, trabajando por los fines sin
perderse en los medios, etc.
Creo que en este tema los padres tenemos un rol fundamental,
al actuar como modelos de nuestros hijos, ayudándolos a utilizar nuestra propia
inteligencia ejecutiva externa para que luego la internalicen ellos mismos y la
utilicen, por medio del lenguaje interior.
Anoté varios de los autores y sus respectivos libros, para
seguir investigando y aprendiendo, ya que como me suele suceder abro un libro,
conozco un autor y empiezo a participar en nuevas conversaciones.