Si en los años 60 nos hubiésemos detenido un
rato a reflexionar acerca de donde se dirigía el mundo, al menos en cuanto a su
desarrollo tecnológico y las consecuencias sociales de aquello, debiéramos
haber mirado un conjunto de señales que indicaban este camino. Estas son las
señales que se puso a mirar Alvin Toffler y que dieron lugar a su libro “el shock del
futuro”. (Aquí versión electrónica).
Me enteré hace poco en El Mostrador que Toffler había muerto, el 27 de junio, con
88 años y releí el libro en un viaje que hice a Costa Rica. Lo leí por primera
vez cuando estaba en la Universidad en los años 90 y, tal como pasa muchas
veces, no tuve mucha idea en aquel tiempo sobre lo que decía y las implicancias
que ello podría tener, para las personas y la sociedad.
El libro fue escrito el año 1970 y Toffler
argumenta, basado en su conocimiento de la sociedad norteamericana y europea,
que se está llevando a cabo un proceso de cambio gigantesco, pasando de una
sociedad industrial a una sociedad superindustrial, lo que conlleva enormes
consecuencias personales, sociológicas y psicológicas. Su tesis central es que
esto produce un shock, “la desastrosa tensión y desorientación que provocamos
en los individuos al obligarles a un cambio excesivo en un lapso de tiempo
demasiado corto”.
Tal vez hoy nos podría parecer exagerada esta
tesis, cuando nos vemos inmersos en procesos de cambio mucho más continuos y
cotidianos, con un nivel de aceleración y sobrecarga de información. Dice
Santiago Blinkis en su libro, “Pasaje al futuro”, “lo curioso es que Toffler
acuño el concepto en un artículo escrito en 1965. En ese momento vivía en el
planeta menos de la mitad de la gente de hoy, una fracción pequeña de la
población mundial tenia televisión y teléfono fijo y obviamente no existía ni
la telefonía celular ni internet. Cuesta pensar hoy que sería lo que generaba
“shock del futuro” en ese mundo que ahora se nos presenta como sumamente
lento”. Ha pasado mucha agua bajo el puente, sin duda. Si este cambio hubiese
sido de un día para otro probablemente lo hubiéramos resentido mucho más, pero
como ha sido paulatino, en muchos casos ni cuenta nos hemos dado.
Procesos de cambio intenso y repentino han
existido en la historia de la humanidad, basta pensar en lo que sucedió al caer
el imperio romano de occidente y emerger el cristianismo o el paso de la
sociedad feudal a la sociedad moderna o la emergencia de la revolución
industrial, o sin ir más lejos la llegada de los europeos a América con Colón.
Lo extraordinario del fenómeno del cambio al que alude Toffler tiene que ver
con el cambio tecnológico, su aceleración y con la relación tecnología –
conocimiento, además de la velocidad de su difusión.
¿Cuál es la naturaleza de este cambio
acelerado?, la relación entre tecnología y conocimiento. La tecnología es una
de las fuerzas más importantes que promueven la aceleración, las nuevas ideas
se ponen en práctica más rápido que en tiempos pasados, se reduce el tiempo
entre concepción y empleo práctico. “El conocimiento es poder, pero también es
cambio, y la adquisición acelerada de conocimientos, que alimenta al gran motor
de la tecnología, implica la aceleración del cambio”.
El libro se dedica a explorar tres consecuencias del cambio:
transitoriedad, novedad y diversidad. Luego dedica algunos capítulos a hablar
de los “límites de la adaptabilidad”.
a) Transitoriedad:
Al acelerarse el ritmo general de cambio en una sociedad se cambia a la
economía de permanencia por la economía de transitoriedad. Toffler predice una
cultura de “use y tire”, usar los productos una sola vez, establecer relaciones
breves con las cosas. En el pasado la permanencia era el ideal, se construían
cosas para que durasen (ciudades, edificios, objetos, relaciones). Hoy en día
se trabaja para que las cosas no duren.
Ello se debe a la tecnología progresiva que tiende a rebajar el costo de
fabricación mucho más rápido que el de reparación; a que es más barato
sustituir que reparar, a que los avances tecnológicos permiten mejorar los
objetos con el paso del tiempo; a que resulta económicamente lógico construir
para un plazo más breve que para uno más largo y finalmente, al acelerarse el cambio, surge la
incertidumbre acerca de las necesidades futuras; y se vacila en gastar grandes
sumas en objetos destinados a cumplir objetivos inmutables.
Esta transitoriedad también se ve reflejada en los lazos del hombre con
las cosas y las relaciones, de ahí la popularización de arrendar vez de
comprar, de relaciones laborales de menor duración y, en general del menor
compromiso en todo. Dice Toffler “Contraemos relaciones de interés limitado con
la mayoría de las personas que nos rodean, Consciente o inconscientemente,
definimos en términos funcionales nuestras relaciones con la mayoría de la
gente”. El efecto de este tipo de relaciones es la falta de compromiso de largo
plazo, idea que desarrolla extensamente Richard Sennett en su libro “La cultura del nuevo
capitalismo”
Me parece especialmente interesante, estamos hablando de los años 70,
cuando Toffler escribe su libro, como hace una derivación interesante hacia el
mundo organizacional. A su juicio entrará en crisis el modelo jerárquico y burocrático
tradicional, donde habrá mayor comunicación horizontal, más especialistas,
tareas rutinarias en manos de máquinas, transitoriedad, movilidad laboral,
reorganizaciones continuas, generación y extinción de grupos de trabajo
temporales, mayor lealtad a la profesión o a la carrera que a una organización
en particular. Esto se plasmará en un modelo de organización flexible, que en
muchas formas vemos en la actualidad.
b) Novedad:
Con este concepto Toffler se refiere a como el cambio tecnológico
introducirá innovación continuamente. Dice “el hombre no ha vivido nunca en un
medio atestado de novedades. El ritmo acelerado de la vida es una cosa, cuando
las situaciones son más o menos conocidas, pero cuando las situaciones son
desconocidas, extrañas y sin precedentes la cosa cambia completamente. Al dar
rienda suelta a la novedad, lanzamos al hombre contra lo no rutinario, contra
lo imprevisto”, todo un desafío de adaptación.
Luego se lanza a hablar de la innovación, dando un conjunto de ejemplos:
Minería oceánica, control del clima, comunicación con animales, ingeniería
genética con otros organismos, clonación, ciborgs, trasplantes, marcapasos,
fábricas de experiencias y psicologización de la economía, industrias de
experiencia, ambientes simulados.
Uno de los puntos en que se detiene Toffler es acerca del cambio
familiar, donde también advierte de algunas innovaciones: predeterminar el sexo
de los hijos, programar inteligencia, embriones injertados, niños cultivados in
vitro, compra de embriones, familias reducidas, familias comunitarias, papás
homosexuales, matrimonio temporal, etc.
Al mirar todas estas ideas de Toffler parece que se queda corto en
muchas de las proyecciones que realiza. Lo interesante es como el mismo
concepto de innovación se ha transformado en algo, al menos en el terreno
tecnológico en algo por si solo valioso, deseable, algo que las empresas
valoran y quieren estimular.
c) Diversidad:
La
gente del futuro no padecerá de falta de opciones, sino una superabundancia de
las mismas, es decir, un exceso de opciones. Los productos del futuro podrán
ser muchas cosas, menos estandarizados. Esta diversidad tendrá, señala Toffler,
correlatos en el campo social, con una diversificación de subcultos y de
valores, generando mucha fragmentación social.
Dada
esta gran dificultad de elegir, por exceso de opciones, lo que se tendrá serán
“estilos de vida”, estrategia elegida para combatir el exceso de opción, con
ello las personas nos ahorramos el tomar
decisiones a cada paso, siguiendo al estilo elegido (va desde la ropa, el comportamiento,
etc). Sobre este tema particular y su relación con la construcción de identidad
se podría realizar una poderosa reflexión, la que creo que Toffler deja
pendiente.
Al
concluir el libro el autor explora algunos “límites de la adaptabilidad”,
explorando la relación entre shock del futuro y estés. Aquí creo que definitivamente
la realidad ha superado cualquier predicción. Los seres humanos hemos aprendido
a adaptarnos a este cambio tecnológico y social de manera positiva. Si hubiese
sido un cambio abrupto probablemente habría sido otra la historia, pero al ser
un cambio continuo las personas se han adaptado
y aprendido. Esto destaca el papel del aprendizaje en el ser humano.
Si bien
muchas relaciones se han vuelto más superficiales y transitorias, no es menos
cierto que seguimos valorando las relaciones humanas profundas y perdurables
con la familia y con los amigos, las que han mutado acorde a los tiempos pero
mantienen alguna permanencia valiosa.
En
otras relaciones prima cada vez más una actitud horizontal, en las relaciones
entre colegas, entre profesores y alumnos, entre padres e hijos y, al interior
de la organización, en las relaciones jefe – colaborador. De hecho en el mundo
organizacional antes se hablaba de subordinados y hoy esa palabra casi no tiene
cabida en las instituciones y empresas.
Donde
sin duda el cambio ha sido notorio es en el mundo organizacional, donde
efectivamente la innovación, diversidad y transitoriedad es el “signo de los
tiempos”. Muchas personas siguen soñando de manera idealista con una
organización que ya no existe, con empleos para toda la vida, con roles
estables, con reglas claras. Y eso es algo que ha cambiado definitivamente sin
vuelta atrás. Por ello el desafío será nuevamente aprender a hacerse
responsable por la propia carrera laboral, dentro o fuera de una organización,
con educación permanente que agregue valor y creatividad e innovación para
ofrecerle al mundo algo valioso. Esto tiene costos y oportunidades, el mayor
costo es la angustia frente al futuro que sufre mucha gente, la mayor
oportunidad es el emprendimiento y la adaptabilidad responsable.
La vida
es misteriosa. Hace unos días atrás viaje a Antofagasta y llevé el libro de
Santiago Blinkis, “pasaje al futuro” a mi viaje. Este autor comienza donde
quedó Toffler, hablando de lo que ahora si viene para el futuro. Tal vez en 40
años más hablaremos de que tal estuvieron estas predicciones, en que se quedó
corto y que ha sucedido en el futuro cuando sea presente.
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