Hoy que escribo este post es 29 de febrero, día bisiesto
gracias al calendario gregoriano inventado por el Papa Gregorio el año 1582
según Wikipedia. Hoy mi hija inició su cuarto medio en
el colegio y los papás realizamos un desayuno para darles la bienvenida y
desearles mucho éxito en su último primer día de colegio.
Se trata de adolescentes que inician su último año de colegio
y miran el futuro con entusiasmo, llenos de posibilidades. La mayor parte de
ellos irá a la Universidad seguramente y les tocará aprender una profesión y
vivir en otra época bien distinta de la nuestra a su misma edad. Son jóvenes de
clase media, hijos de profesionales la mayor parte de ellos y miran el mundo
con mayor comodidad económica, aunque sin dejar de tener sus propias
incertidumbres y angustias, propias de la edad y de los tiempos que vivimos.
Me fijé hace un tiempo atrás que muchos colegios ya no
realizan graduación de octavo básico e interpreté que ello tiene relación con
que lograr ese nivel educacional no tiene gran valor, al menos no el que tenía
antiguamente. Ni siquiera alcanzar cuarto medio parece tenerlo mucho, pues en
un mundo en que la educación se ha masificado y la oferta ha aumentado, el
valor se ha corrido hacia el logro de una carrera de pregrado y, en muchos
casos, hacia una especialización posterior.
Me senté con un grupo de papás y conversábamos de lo mucho
que ha cambiado el mundo en estos años. Todos entre cuarenta y cincuenta años.
Recordábamos nuestros propios años de colegio y, a raíz de esto, la
conversación abarcó el cambio de los roles de género, el cambio en las
profesiones, el cambio en la educación y varios otros. No sé si lo que
comentamos tiene validez universal o sólo es un tema para individuos
occidentales o latinoamericanos o sólo para nuestro país, o es un tema de
cuarentones profesionales. Sin embargo creo que en algunos temas, puede tener
valor amplio, en relación a lo que sucede en el mundo.
Esto me hace recordar también una conversación que tenía con
un cliente el otro día, de cómo en Chile para entrar a un casino de juegos
había que ir vestido con chaqueta y corbata o como, más añoso aún, para ser
cliente de un banco había que ser presentado por un cliente más antiguo. ¡Como
han cambiado los tiempos!
Vuelvo a la conversación con los papás del colegio de mi
hija, partimos por los cambios en los roles de género. Nos reíamos con cómo han
cambiado las obligaciones de hombres y mujeres. En Chile la ley del sufragio universal femenino es del año 1934 y
seguramente desde esa época hasta la actualidad muchas cosas han cambiado o se
han acentuado, como la incorporación masiva de las mujeres al mundo del
trabajo, el aporte del hombre a las tareas domésticas y en general la mayor
igualdad hombres – mujeres en los diferentes dominios vitales. En mi caso, me
ha tocado mudar a todos mis hijos, mi padre seguramente debe haberlo hecho un
poco a regañadientes, a mis abuelos hombres no se les debe haber ni ocurrido
considerar dicha posibilidad y de ahí para atrás, menos aún.
Llevamos pocas
generaciones con estos cambios y aún quedan muchos espacios de transformación
en nuestros roles de género. Recuerdo el libro porque la mujeres no entienden los
mapas y los hombres no escuchan, donde unos antropólogos se ríen de nuestras diferencias masculinas
– femeninas, las que según ellos vienen desde épocas prehistóricas y que
configuran nuestros cerebros y como en pocas generaciones las estamos
desafiando, con no pocas dificultades.
Seguimos con los cambios en las profesiones, la actividad
laboral y la educación. Desde unos modelos rígidos, con límites preestablecidos
y muy estrictos, que nadie se atrevía a pasar, nos hemos ido moviendo a
profesiones mucho más flexibles, que toman de otros campos y los integran de un
modo dinámico. Pienso además como la formación continua, la especialización
constante se ha vuelto casi una obligación, de modo que quien no se perfecciona
se queda en la obsolescencia, llevando a cabo profesiones que ya no existen.
Pensando en el mundo de la educación, donde los profesores sabían y los alumnos
eran ignorantes, como nos hemos ido moviendo, gracias a las tecnologías de la
información, a espacios donde muchas veces los alumnos saben más que los
profesores y estos más que “saber de un campo”, son especialistas en
facilitación, en creación de mapas o en otras cosas parecidas.
Puedo agregar el cambio demográfico. Ha aumentado la
expectativa de vida significativamente. Leía el otro día a Eduardo Punset,
quien señala en su libro Viaje al optimismo, como en los últimos años hemos
agregado algo así como 2,5 años de expectativa de vida por cada década, al
menos en occidente. Esta prolongación de la vida suele ser en general con un
buen nivel de calidad vital, lo que nos impone nuevos y grandes desafíos a
quienes aún tenemos mucho por vivir y seguir aportando. Nuestros hijos
seguramente serán beneficiarios de este cambio. Además de lo anterior, la
migración interna en los países o la migración entre distintas zonas
geográficas o países, además de introducir tensiones, genera “polinización”
cultural, con nuevas experiencias y cambios culturales, algunos enriquecedores
y otros difíciles de enfrentar con nuestras estrechas concepciones de mundo. En
esta misma línea, como se han transformado las familias, con “ensambles” del
tipo los tuyos, los míos y los nuestros.
Podría seguir largo rato con estas argumentaciones. Me gusta
en particular el trabajo que hace Manuel Castells al respecto. También me gustan las reflexiones originales de
Tofler en La Tercera Ola o el Schok del
futuro. En particular muchos de estos trabajos reflexionan sobre el cambio tecnológico,
de enorme impacto, el que por sí solo da para otro post.
Seguramente estos procesos de cambio han ocurrido en toda la
historia de la humanidad, de hecho me imagino la transición del mundo de la recolección
al mundo agrícola o la transición entre el imperio romano y el mundo medieval y
tantos otros que nos ha tocado vivir como humanidad. Y en todos ellos, debe
haberle ocurrido a muchos padres sentir preocupación por el mundo que vivirán
sus hijos. Algunos, de hecho, deben haber pensado que “todo tiempo pasado fue
mejor”, al evaluar el cambio como algo negativo. Creo que tenemos que
acostumbrarnos a esto, lo que, como algunos autores señalan no hará más que
acelerarse en el futuro, lo que nos generará desafíos y dificultades. Al
respecto creo que es interesante el trabajo de Zygmunt Bauman, quien con el concepto de modernidad
líquida expresa las características que tiene este nuevo mundo. También creo
interesante el trabajo de Richard Sennett sobre el nuevo capitalismo, relacionando capitalismo y
cambios.
Todo esto me lleva a pensar en que tendremos nuevas
competencias que desarrollar, habilidades que no se desarrollan en la educación
escolar ni siquiera en la universitaria. Me parece que la gestión de la
incertidumbre, la flexibilidad y el aprendizaje serán fundamentales para
moverse con mayor fluidez. Todas estas cualidades, habilidades o competencias
serán críticas en el mundo del trabajo y no se refieren tanto a habilidades
técnicas específicas como a habilidades más genéricas. En particular el
aprendizaje será fundamental, el que implicará aprendizaje “técnico” también,
asociado a la creatividad, innovación y uso de nuevas tecnologías
permanentemente. En cuanto a la gestión de la incertidumbre y flexibilidad son
destrezas que se conectan con un mejor manejo emocional, en particular de la
angustia que le provoca a muchas personas este nuevo contexto.
Creo a partir de lo dicho anteriormente que no es trivial que
haya aumentado la demanda y popularidad de disciplinas que de algún modo u otro
facilitan el cambio a nivel personal u organizacional como el coaching.
Asumiendo que hay mucha “tela que cortar” y que anda mucho charlatán suelto,
que busca lucrar con la angustia de otros, se trata de disciplinas que se
orientan a mirar el cambio como algo positivo, a tener mayor fluidez emocional,
a mirar el aprendizaje como algo enriquecedor y en general a desarrollar nuevos
recursos personales y organizacionales.
Mi hija pensaría que sólo fui a tomar desayuno y tener
conversaciones de viejos, vaya que mañana más productiva, sintiendo como
Parménides y Heráclito nos visitaban en esta ciudad nortina de Chile. Saludos
desde La Serena.
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