He estado trabajando estos días en
un programa de entrenamiento a jefaturas donde me han pedido que trabaje con
ellos sobre reconocimiento. En la literatura más clásica sobre motivación es un
tema que aparece de un modo muy genérico, no he encontrado nada muy elaborado.
En internet y los distintos blogs hay mucho de sentido común pero nada con un
sustento muy sólido.
El reconocimiento es una práctica
escasa en las organizaciones, no es algo que se otorgue frecuentemente, más
bien brilla por su ausencia. No sé a qué se debe, intuyo que existe un
razonamiento algo así como, “para que le vamos a dar reconocimiento si sólo
hace su trabajo” o algo aún más negativo, del tipo “si le damos reconocimiento
a alguien se va a acostumbrar y no va a hacer bien el trabajo si no lo recibe”.
Creo que nuestros paradigmas de gestión tienden a centrarse más en lo que falta
que en lo que está bien, en lo que hay que mejorar que en lo que ya se está
haciendo bien.
Entonces me acordé de Kouzes y
Posner, ya en su libro “El desafío del liderazgo” hablaban de este tema, sin
embargo en su libro “Brindar aliento” abordan el tema con más dedicación y
profundidad.
Comienzan haciendo una pregunta,”
¿necesito aliento para trabajar al máximo de mi capacidad?”. La respuesta que
encuentran les produce sorpresa, la mayor parte de la gente dice que no, que no
necesita aliento, pues puede desarrollar su trabajo sin él. Sin embargo, al
reformular la pregunta de otro modo,” cuando usted recibe aliento, ¿le ayuda a
esto a desempeñarse a un nivel más alto? “Ahora el resultado es distinto, un
porcentaje del 98% dice que sí. Su interpretación es que tenemos avidez de
reconocimiento, que puede que hagamos bien nuestro trabajo, pero que el recibir
reconocimiento nos estimula a hacerlo aún mucho mejor.
El reconocimiento tiene que ver
con nuestra necesidad de aprobación, de afecto y cuando nos lo dan de algún
modo nos dicen, “valoro lo que haces”. El reconocimiento bien intencionado,
genuino, que valora el trabajo nos da una señal que lo que hacemos es
importante y que nuestra contribución es valiosa.
Kouzes y Posner exploran los siete elementos esenciales para brindar aliento. Según su modelo estos son: establecer objetivos claros, esperar lo mejor, prestar atención, personalizar el reconocimiento, contar historias, festejar y dar el ejemplo.
Establecer objetivos es de suma
importancia pues le indica al colaborador que se espera de él, cuales son los
comportamientos que debe realizar para lograr las metas organizacionales. El
reconocimiento no debe ser por cualquier conducta sino que por aquellas que
están relacionadas con el cumplimiento de objetivos y valores de la organización.
Esperar lo mejor se enfoca en
tener una expectativa positiva del colaborador, que este efectivamente va a
contribuir, esperando que se produzca un “efecto Pigmalión”. No estoy tan
seguro que ello pueda ser siempre así,
puedo tener grandes expectativas de alguien, pero lo que importa es su
desempeño.
Para ver si la persona se
desenvuelve positivamente hay que poner atención, mirarla, tener curiosidad,
estar atento a su trabajo.
No a todos les gusta el
reconocimiento del mismo modo, para algunos puede ser más importante una felicitación
en público, para otro un agradecimiento privado. Por eso que personalizarlo es
de sumo valor.
Si queremos señalar claramente el
valor que nos importa contar historias es un buen modo de hacerlo. El hecho de
contar historias, donde un personaje, se enfrenta a ciertas dificultades y las
resuelve es muy indicativo metafóricamente de lo que es relevante en la
organización. No lo dicen así, pero es un modo de instalar cambios en la
cultura.
Y, festejar. No en cualquier momento,
sino que cuando hemos tenido logros. El reconocimiento se tangibiliza con la
celebración, que genera lazos y vínculos entre las personas y fomenta un clima grupal
orientado al logro y cumplimiento de objetivos.
Finalmente, dar el ejemplo. Aquí se
refieren a algo que es mucho más genérico y lo abordan particularmente en su
libro “credibilidad”. Esta es la cualidad más importante del liderazgo, la consistencia
entre lo que se dice y lo que se hace. En relación al reconocimiento, lo ven
como no quedarse sólo en las palabras y pasar a la acción.
En mi experiencia he visto muchas
prácticas organizacionales en que el reconocimiento parece darse, sin embargo,
al mirarlas con detalle son prácticas que no estimulan hacer bien o hacer a un
nivel superior el trabajo. Por ejemplo, cuando a alguien le dan reconocimiento
y acto seguido le dan más trabajo. O cuando el jefe comienza dando
reconocimiento y luego dice “pero” y se concentra en aspectos negativos del desempeño
del superior.
Ya a estas alturas debiera ser
evidente que el reconocimiento debe ser a la conducta y no a la personalidad. Por
ello todas esas dinámicas en que los grupos se hacen “cariños positivos”, diciéndose
unos a otros cosas positivas no son más que eso, pero no tienen efecto en el
desempeño sostenible en el tiempo.
Tenía un jefe por ahí que se
apropiaba de los méritos del equipo, como si hubiera sido él quien hubiera
inventado o realizado las acciones valiosas de este. De más está decir el malestar
que provocaba y la mala disposición a hacer aportes o proponer ideas que había
en el equipo después de un tiempo.
Por estos días me ha pasado que
varias personas me han pedido les dé acceso a una carpeta con libros
electrónicos de recursos humanos, psicología laboral y coaching, que he ido
recopilando. La inicié originalmente para compartirla con mis alumnos y
estimular la formación y la lectura. Varios de los que me piden acceso me dan
luego las gracias, con lo que me siento muy estimulado a seguir compartiendo.
Es de esperar que seamos más
generosos con esta práctica en beneficio de las personas con las que
trabajamos.
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