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viernes, 19 de junio de 2015

Terroristas, Mercenarios, rehenes, apóstoles (2)

Hace tiempo atrás publiqué un post sobre este tema y hasta el día de hoy es el artículo más leído de mi blog (http://lastreto.blogspot.com/2014/02/terroristas-mercenarios-rehenes.html). En dicho artículo contaba como en un curso con Ivonne Hidalgo había escuchado sobre esta distinción y buscando por internet llegué al libro de Carrión Maroto, quien se la atribuye a un profesor español de apellido Huete.

Y, he aquí que leyendo el libro de Francisco Yuste, “herramientas de coaching ejecutivo”, me vuelvo a encontrar esta distinción, a la que llama “Cuadrante de Scott”. Dice que Scott es uno de los fabricantes de elementos auxiliares de informática en Sillicon Valley y es objeto de debate su particular estilo de dirección. Señala que en esta empresa se usa este cuadro, para apoyarse respecto de cómo dirigir al equipo.

En el caso de Yuste, para construir la matriz, utilizaba las dimensiones lealtad y satisfacción. En el caso de Scott utiliza la idea de interés del empleado por la empresa e interés de la empresa por el empleado.

Según Yuste, Scott distingue cuatro tipos de personas entre sus empleados,


Interés de la empresa por el empleado
NO TIENE
SI TIENE
Interés del empleado por la empresa
SI TIENE
REHENES
APOSTOLES
El trabajador está descontento y desmotivado pero no se va, porque no tiene mejor sitio o situación donde ir.
El trabajador está contento y motivado. Siente la empresa como propia. Lucha y suda por ella. Siente los colores.
NO TIENE
TERRORISTAS
MERCENARIOS
Su objetivo es destruir la empresa. Su motivación el rencor, el odio. Se viste de víctima y actúa como verdugo.
Su motivación es ERIC, aunque lucha por la empresa, no siempre suda y no siente los colores

A partir de este cuadro, desarrolla cada uno de los perfiles.

El rehén. El empleado tiene interés por la empresa pero esta no tiene interés por el trabajador. Suele ser un veterano que vivió tiempos mejores y en la actualidad, presa de unas buenas condiciones laborales no puede cambiar de empresa. Ha perdido la motivación y carece de proyecto propio. Se descapitaliza profesional y emocionalmente día a día y lo sabe, es consciente, pero le puede la seguridad que para él representa la firma para la que trabaja

El mercenario. Cuando la empresa es la que tiene interés en el trabajador, por sus conocimientos, habilidades, capacidades y experiencia, pero este no lo tiene por la empresa. El nombre propuesto trae a la mente los soldados de fortuna, que trabajan motivador por el dinero y no por los valores o creencias del ejército que los contrata. Si se trata de un ejecutivo sus motivaciones son las relaciones que la empresa contratante le puede dar, el escenario más vistoso donde lucirse y mejorar su imagen, porque les permite un escalón más en su carrera profesional.. (no sé a qué se refiere el autor cuando dice que su “motivación es ERIC)

El apóstol. Surge cuando hay un interés mutuo. Alguien que vive la empresa como propia, que se mimetiza con sus valores, con su funcionamiento, que busca la mejora en los procedimientos, que busca el crecimiento y desarrollo de la organización.

Y el terrorista. Personas resentidas con la organización por hechos pasados, que aun justificados en algunos casos no han podido superarlos. Ya no ven futuro, han perdido el proyecto, no confían en la dirección y su objetivo es destruirla.

Es interesante como Yuste señala que la propia organización tiene mucho que ver con la transformación que experimentan sus integrantes, hacia el “apostolado” hacia el terrorismo o hacia las otras dos figuras descritas.

En relación al coaching ejecutivo, sostiene que un coach debiera conocer el perfil del coachee basado en estas distinciones ya que de acuerdo a cada uno de ellos el coaching tendrá que ser diferente, con distintos objetivos y estrategias.

En su opinión y estoy completamente de acuerdo, lo que más ha encontrado en las empresas son rehenes, personas descapitalizadas intelectual y emocionalmente, que están fuera de mercado, que quizás se les paga más de lo que aportan. En mi opinión estamos llenos de esos perfiles lo que me produce mucha tristeza, ver gente inteligente, preparada, a veces gente joven, que su mayor expectativa en la vida es que llegue la jubilación, que la vida “de verdad“ comienza los viernes a las cinco de la tarde y sólo dura los fines de semana.

A veces veo gente que vive en “jaulas de oro”, que son bien pagadas, cuentan con relativa estabilidad y seguridad, pero que se ven marchitas, apagadas, dando sólo lo justo y necesario. Y veo que muchos de ellos además son conocidos míos que fuera del trabajo desarrollan una pasión y es casi como que fueran dos personas distintas por lo que siempre reflexiono si se atrevieran a hacer de esa pasión su modo de vivir o si pusieran esa pasión en el trabajo, cuanto brillarían.

También he visto coachs irresponsables que a veces sugieren a un “rehén” saltar a la nada, sin tener un plan de acción concreto, un plan para administrar la transición entre dejar lo que hacían y comenzar con algo nuevo. Me acuerdo de mi amigo Marco Ortiz, cuando usa la “metáfora de la liana” y dice que hay que balancearse en la liana para agarrar otra y en algún momento hay que saltar, no quedarse con las manos en ambas, pues se genera inmovilidad. Se trata de valentía, de arrojo, de declarar un quiebre con la situación de rehén y atreverse a cosas distintas.


Animo a todos en los desafíos que nos toca vivir.

jueves, 20 de febrero de 2014

Terroristas, Mercenarios, Rehenes, Apóstoles

Vi por primera vez esta distinción el año pasado cuando hice un curso de gestión ontológica con Ivonne Hidalgo, quien lo aplicaba a la gestión de las relaciones con los clientes.

Busqué en google el libro en que aparecía citado y encontré el texto de Juan Carrión Maroto, “Estrategia, de la visión a la acción” y ahí aparecía la cita concreta en la página 244, señalando que el autor original es Luis Huete. Buscando a Luis Huete, resulta ser un autor español bien prolífico, experto en temas de producción y recursos humanos.

Me gustó la distinción pues la encontré práctica para caracterizar a los clientes. La he expuesto en algunos cursos y un alumno en Calama sugirió que se aplicará a los clientes internos, a las personas que trabajan en la organización. Encontré interesante la mirada y mientras más la uso mejor me parece.

La matriz propone considerar dos variables. La satisfacción y la lealtad de los clientes. Respecto de la primera no queda claro a que se refiere, pero uno puede suponer que apunta a la idea de hacerse cargo de sus expectativas y necesidades. En relación a la segunda, aparecen más distinciones ya que el mismo Huete habla de fidelidad en términos que los clientes aumenten sus compras y no se cambien a la competencia, aludiendo al concepto de retención.

Mirando a los clientes internos, como sugería mi alumno de Calama, la variable satisfacción podría entenderse como la medida en que quienes trabajan en la empresa sienten que se desarrollan, progresan, avanzan, cumplen sus expectativas, aprenden, son retribuidos, etc. Y, la variable lealtad como el juico que hacen, sobre todo aquellos talentosos y valiosos para la empresa que es mejor quedarse en la empresa y no irse a trabajar a otro lado, lo que tendría efecto en la retención laboral.

En función de estas variables: satisfacción y lealtad, Huete elabora una matriz que genera cuatro tipos de clientes: terroristas, mercenarios, rehenes y apóstoles.


Los terroristas, son personas que no están satisfechas ni son leales. Un terrorista es alguien a quien la organización le ha hecho promesas que luego no ha cumplido o alguien que ha tenido  expectativas que la empresa ha sido incapaces de satisfacer.  Además no tiene ningún sentimiento de lealtad por lo que no tiene ningún interés en cuidar a la organización. El nombre es muy gráfico, ya que como suele ocurrir un terrorista se esconde, se agazapa, se camufla y bajo una apariencia inocente, está dispuesto a tirar una bomba en el momento menos pensado, lo que en la práctica se puede traducir en quejas, falta de recomendaciones, hablar mal, desprestigiar, etc.

En el dominio de las relaciones laborales conozco muchos terroristas, personas que sienten que la organización les ha fallado en sus promesas y, aún cuando sigan trabajando en ella, no sienten ninguna lealtad y, por lo tanto, lo único que hacen es quejarse de la empresa y dañarla.

Los terroristas, ya sean clientes en general o clientes internos, hacen mucho daño a las organizaciones y no surgen de un modo espontaneo, las organizaciones los crean, los nutren y no se hacen cargo de su existencia.

Los mercenarios, son personas que no tienen ninguna lealtad con la organización, ningún interés en vincularse con ella de manera estable y sólo buscan maximizar sus propios beneficios. Por ello van de empresa en empresa buscado su propia satisfacción.

También hay empresas mercenarias, que no tienen ningún interés en desarrollar una relación de largo plazo con sus clientes y, en la medida que cambia el escenario se comportan de un modo que sólo maximiza sus beneficios y no necesariamente los de los clientes.

Conozco también clientes internos mercenarios, que sólo piensan en su progreso y no ven la posibilidad de satisfacer intereses compartidos con el resto de las personas en la empresa o con la empresa misma.

Los rehenes, personas que no sienten ninguna satisfacción con la organización, esta no cumple sus promesas ni satisface sus expectativas, pero tienen una lealtad y fidelidad que los mantiene en una relación con ella, ya sea por razones emocionales o de otro orden, como el enorme costo que significa en ocasiones el cambio.

En el ámbito de las relaciones laborales veo a los rehenes en la RESIGNACION, personas que no se sienten satisfechas, sienten que no aprenden, no avanzan, no disfrutan su trabajo, pero, ya sea porque les da miedo cambiarse, no se sienten incompetentes, son bien pagadas, se mantienen  en la organización, haciendo un bajo aporte.

Los apóstoles son aquellos clientes que están satisfechos y son leales. El nombre escogido por Huete es muy gráfico, ya que un apóstol es alguien que evangeliza al resto del mundo por la buena experiencia que ha tenido y, dado ello se siente completamente satisfecho y completamente leal por lo que ni siquiera considera la posibilidad de probar otras alternativas.

En estos términos, yo soy apóstol de Julio Olalla y Rafael Echeverría, los programas de coaching que he participado con ellos me han dejado plenamente satisfechos, han sobrepasado mis expectativas y, soy tan leal, que cuando enseño coaching lo primero que cuento es quienes fueron mis maestros y recomiendo que el que quiera aprender con profundidad vaya con ellos.

Tener clientes con estas características es un enorme activo para cualquier organización y creo que debiera ser el objetivo de las organizaciones con que trabajamos.

Me parece que las empresas debieran tener un cuadro con sus clientes, cuantos apóstoles, cuantos mercenarios, cuantos rehenes, cuantos terroristas. Creo que si se hace esto las sorpresas pudieran ser mayúsculas.

También creo que quienes gerencian una organización debieran hacerse la misma pregunta respecto de los colaboradores, sobre todo respecto de aquellos que representan un alto capital humano, un alto talento, un gran aporte para la organización.